Capítulo 35

—¿Nichole? —toqué su brazo levemente tratando de saber si estaba despierta o no.

Me separé de ella tratando de no despertarla un momento más tarde, al levantarme me estiré, estar sentado en el suelo no era muy recomendable para mi trasero. Observé a Nichole, ella estaba apoyada en el sillón, a punto de caerse al suelo. El vino más, lo tarde que se había hecho, provocaba que el sueño fuera mucho más fuerte.

—Vamos —susurré tratando de levantarla, ella simplemente murmuró algo inentendible y ubicó sus brazos dándome un abrazo asfixiante.

Después de maniobrar con su cuerpo, traté de transportarla a la habitación, relativamente quedaba cerca, Nichole lo hizo más difícil. No se quedaba quieta y por más que intenté varias veces poder levantarla estaba empecinada en caminar hasta la cama.

—¿Marcus? —murmuró—¡Marcus!

Mi nombre había salido de sus labios varias veces en el recorrido, en tono de reproche, pregunta y exaltación. No sabía cómo tomarlo porque no decía nada más, solo mi nombre. No descifré que necesitaba, las mujeres son difíciles de entender.

—¿Qué necesitas Nichole? —pregunté por enésima vez.

—¡Me encantas! —Paró el intento de caminar y se puso adelante mío abrazándome en el proceso—. ¡Te extrañé todo este tiempo!

Sus palabras salieron eufóricas, aunque las mismas estaban tapadas, ya que presionaba significativamente su cara en mi hombro, refregándose como un gato. Suspiré con resignación e insistí en seguir caminando, estábamos a unos pocos pasos de poder llegar a la cama.

—Recuérdame que no te dé más vino.

—En nuestra boda —ella se separó de mí y por suerte empezó a caminar—, no tendremos vino.

—Exactamente —seguí su juego, era imposible llevarle la contraria.

—Haremos la boda en un lugar con muchos árboles —murmuró algo inentendible de nuevo—, ¡una granja con cabras!

—No nos casaremos en una granja con cabras —la di vuelta para que me enfrentara—, sácate esa idea de la cabeza.

—¡Eres aburrido! —negó con la cabeza.

—¡No lo soy! —la sacudí levemente y ella sonrió—, pero debemos ser cuerdos.

—¡Tú eres el cuerdo y yo la que propone planes disparatados! —me volvió a abrazar.

—Claro, el calmado y la loca.

Ella soltó una risita mientras ambos nos tambaleamos hasta caer en la cama. No paraba de reír hasta que miró mi expresión seria, poco a poco su risa se fue apagando.

—No nos vamos a casar en una granja con cabras —ella ubicó una mano en mi mejilla, hizo una pequeña caricia—, pero podrías pedirme matrimonio ahí. ¡Amo a las cabras!

—Será nuestro secreto.

—Nuestro primer secreto —ella puso un dedo en su boca mientras indicaba que nada saldría de allí.

No era nuestro primer secreto, era el segundo y me alegraba que ella no se diera cuenta de eso, solo un poco, porque cargar con aquel primer secreto a veces era completamente complicado. Ella cerró los ojos, dispuesta a dormir, y como pude nos levanté a ambos de la cama.

—Debes ponerte cómoda —me expresé.

—Comprendo lo que dices.

De un momento a otro ella se sacó la camiseta quedando en sujetador y después la tiró por alguna parte de la habitación, al poco tiempo se sacó los pantalones. Traté de mirar para otro lado y ella se rió en mi cara.

—Estoy esperando Marcus —ella dijo con un tono de obviedad que no comprendí.

—¿Qué esperas?

—¡Tu camisa! —expresó rodando los ojos.

—No te daré mi camisa.

—¡Eres el peor novio! —hizo un puchero—, quiero dormir con el olor a frutilla. Además, no abrazas por la noche, debo tener un poco de contención.

—Puedo darte una que se encuentra en mi valija —negocié.

—La que tienes puesta —ella extendió la mano—, ahora.

Rodé los ojos porque sería una pérdida de tiempo negociar con ella y me saqué la camisa entregándosela con resignación, era inevitable pensar que ella siempre ganaba. Nichole estaba feliz recibiendo su premio y en pocos segundos se la colocó, le llegaba un poco por debajo del trasero, observé aquel tatuaje y ella sonrió con comprensión.

—El tiburón dañó mucho esta zona, por eso el tatuaje. —Dio una vuelta para que admirara mejor y sin querer vi de nuevo su trasero, la camisa se había levantado levemente.

—Lo sé —me acerqué insistiendo para que se fuera a dormir.

—¡Eres el mejor novio! —me abrazó por última vez y se acostó en la cama rodeando con rapidez la almohada—. ¿Me dejas abrazarte por la noche?

—Después —murmuré dejando un beso en su frente, ella sonrió.

Fui hasta la valija y tomé otra camisa, aseguré la habitación y antes de salir cerré la puerta con llave, ella estaría segura. Las fiestas con Alexander solían ser escandalosas y no quería que nada malo pasara, además no me iría por mucho tiempo. Necesitaba encontrar a Alexander para obtener una buena explicación, pero dudaba que la recibiría.

🍓🍓🍓

—¿Disfrutaste la fiesta? —Alexander preguntó mientras le acariciaba el trasero a una chica.

—No es mi tipo de fiesta —me senté en una tumbona en frente de él—, necesitamos hablar.

Miré a nuestro alrededor, estaban sus guardias protegiéndolo, la cantidad de personas había aminorado bastante, creía que era por la hora, eran las cuatro de la mañana. La fiesta se había extendido lo suficiente y aún más para mi gusto.

—Podemos hablar cuando no esté tan borracho.

—Nunca quieres hablar y debemos resolver esto rápidamente, no puedo esconderme más.

—Tienes ese tono serio con un poco de olor a vino —hizo una mueca—, espero que no hayan tomado uno de mis preciados vinos.

—No haría eso, soy educado. —Le resté importancia, no se daría cuenta.

—Dime Marcus, ¿Qué quieres en realidad?

—Doce millones de euros —dije con simpleza.

—¡Jamás! —exclamó y le pegó en el trasero a aquella mujer como signo de que se fuera, ella se levantó y se retiró de la conversación.

—Me lo debes —volví a insistir.

—Te ofrecí seguridad porque la mía es buena, no más que eso. Ya saldé mis deudas.

—Llama a tu guardia y dile que se retire de mi habitación.

Había contado a los guardias. Alexander siempre iba custodiado con cuatro, faltaba uno. Por suerte había sido más inteligente y asegurado la habitación. Conocía a Alexander hacía bastante tiempo, era uno de sus clásicos trucos. Él hizo un gesto a uno de sus guardias y el mismo habló por uno de sus aparatos de comunicación.

—Astuto.

—Casi siempre.

—No haré lo que me pediste, no te daré el dinero.

—Me lo debes.

—¡No! —expresó con efusividad.

—No quieres que vaya a la policía.

—Que mi padre esté relacionado con las drogas y tengas pruebas no es de mi incumbencia.

—Si lo es porque te beneficias con el dinero, pero esa no es la cuestión. Además, tu padre me adora.

—¿Qué tienes contra mí?

—Fuiste tú —expresé conteniendo la rabia—, quien produjo mi accidente. Junto a Tatiana planearon todo.

—No sé de qué hablas —negó con la cabeza, seguro de su inocencia.

—¡Imbécil! —exclamé levantándome y me senté cuando uno de sus guardias se acercó—, tengo todo grabado en las cámaras de seguridad de la autopista.

—No había cámaras.

—Eso te dijo tu padre, pero mi madre es más astuta.

—¡Maldito! —se pasó la mano en la cara, creí que deseaba sacarse la borrachera que tenía encima. Pero al final sí lo había admitido.

—El padre de Tatiana lo confesó y me transfirió el dinero en efectivo. Le pedí la misma cantidad a ella, le daré la mitad de dinero a la familia de mi guardia de seguridad, el que murió.

Eso hizo efecto, ellos dos habían sido los culpables intelectuales, quien llevó todo a cabo, ya estaba muerto, murió en el accidente. No podía culparlos a ellos porque sería todo tan complicado de resolver, muchos temas saldrían a la luz y no era necesario. La familia de Oliver ya había dejado atrás el accidente y no quería traer de nuevo un tema que había quedado zanjado.

—El viernes te pagaré y se irán de mi casa el domingo por la noche. No habrá problemas.

—Eso espero —nuestra pequeña escapada con Nichole se había acortado—. Es un gusto hacer tratos contigo.

—¡Vete tú y esa zorra! —exclamó enojado, entendía con precisión su actitud, él había perdido.

Él se paró mientras se pasaba las manos por el pelo exasperado, me acerqué con intención de abrazarlo como despedida, pero tomé en un puño su camisa acercándolo. Apestaba a alcohol y algo más que no supe descifrar.

—No te refieras a ella de esa manera —exclamé con dureza y lo solté, él trastabilló y cayó a la piscina, sus guardias fueron a ayudarlo—. Necesitaba despertar de esa borrachera.

Con sigilo me fui de allí, subí las escaleras y entré a la habitación, la cerré con llave de nuevo por seguridad, todo con cuidado de no despertar a Nichole. Me desvestí quedando solo en pantalones, me ubiqué en la cama y a los pocos segundos Nichole ya me estaba abrazando, parecía que sus advertencias sobre los abrazos si eran realidad, tenía un sensor que se activaba. No protesté, simplemente intenté dormir.

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