Capítulo 3

Le di un premio a Baxter por comportarse bien en el camino. Era un buen perro, solo que en ciertas ocasiones podría ser un poco abrumador para él viajar grandes distancias. Era un largo camino desde Estados Unidos hasta Australia. Byron Bay sería mi nuevo hogar por algunos meses, poca población y era un atractivo turístico muy importante. Por lo menos no me aburriría en mi tiempo libre. Seguía diciéndome eso todo el camino.

Había pedido transporte y con mis maletas más mi fiel compañero fuimos hasta el lugar en donde viviríamos por meses, esperaba que fueran pocos meses, esperaba durar. El conductor nos dejó a ambos en una entrada lujosa y se fue justo cuando le pagué con efectivo.

Todo era lindo y bien cuidado, pero no había nada. Solo era una entrada con muchos árboles y un muro considerablemente alto, no divisaba una casa o algo que indicara vida humana. Estaba en la entrada de la propiedad con cuatro valijas y un inquieto perro que tiraba de su correa.

—Debemos ser positivos. Muy positivos.

Dejé mis cosas en la entrada y traté de buscar algo para contactarme. Un timbre funcionaría o podría usar alguna señal de humo como era en los tiempos pasados.

No tenía el número del agente. No quiso dármelo por razones de seguridad por lo que me contacté por correo y llamadas por el teléfono de mi jefa.

Tomé mi celular marcando el número de mi jefa sin importarme la diferencia de horario.

—Te dije que no fueras un dolor de cabeza. —Fue lo primero que escuché.

—¿Sabes si la casa de mi cliente tiene timbre? —silencio—. No lo encuentro.

Cortó la llamada.

—Eso es un no. Debería encontrar otro trabajo. —murmuré hacia el celular.

Mi pantalla se iluminó dos minutos más tarde.

Jefa (Paula): Te atenderán.

—Gracias jefa. —Retracté mis palabras anteriores.

¿Me atenderán?

Eso sonaba a que lo harían pronto.

No fue mi caso.

Esperé y esperé por dos horas afuera y nadie tuvo la decencia de abrir la maldita puerta. Llamé a mi jefa y mandé muchos mensajes. Cero respuestas.

¡Sensacional!

—Viajo por mucho y de esta manera me reciben. —Estaba sentada en el suelo. Al lado de la puerta en la otra punta del mundo.

Me levanté. ¿Entrar sin permiso era allanamiento de morada?

Pasé mis maletas por el otro lado de la valla. Escuché como caían, esperaba que nada se rompiera. Pasar al otro lado sería complicado, escalé y mantuve la compostura para no titubear y caerme. Mi pierna derecha empezaba a doler por el esfuerzo demás que no debía estar haciendo.

Un segundo. ¿Por qué tiré mis maletas al otro lado?

Nichole, te pasas a veces.

—Lo que hago por ti Marcus —gruñí.

Al pasar del otro lado, dude al bajar. Mismo procedimiento que al principio. Después abriría la puerta y haría pasar a Baxter, seguro, solo se abría desde adentro y no había forma de hacerlo desde afuera. Tenía todo controlado.

La caída no entraba en la parte de mi plan, pero había llegado al otro lado.

—¡Maldito seas Marcus! —Mi pierna había fallado provocando mi desequilibrio. Por lo menos era al final y la distancia hacia el suelo no era demasiado grande.

Tardé en descifrar la cerradura, pero logré abrirla. Baxter entró contento.

—De nada. —Le dije tomando mis maletas.

Me enfrenté al camino de tierra. Miré al perro y las maletas.

—¡Te odio Marcus! —grité.

🍓🍓🍓

Era millonario y no tenía pavimentada la entrada de su casa. ¿En que gastaba su dinero?

Fueron treinta minutos infernales en donde tuve que caminar sin guía intentando descifrar como llegar a la casa. Eran varias hectáreas, lo daba por sentado. Solo seguí el camino que suponía que me llevaría a algún lugar.

Mis pies me dolían mucho. Llevaba tacones bajos ¡por el amor de Dios! La próxima vez pensaría dos veces antes de dar una buena impresión, por lo menos tuve la sensatez de no elegir un vestido y solo preferí mis pantalones diseñados por mí y una camisa blanca.

Tiré de la maleta cuando se atascó de nuevo. No rodaban con tanta facilidad.

Estaba cansada, muy cansada y quería una explicación de lo que estaba pasando.

Baxter ladró y divisé una casa.

—¡Si! —me emocioné. Llegaríamos y podría tomar un baño.

Caminé rápido para llegar.

—¿Quién esta ahí? —alguien gritó de repente. Paré de caminar.

Un hombre que parecía ser un guardia se interpuso en el camino. ¡Por fin personas!

—Soy Nichole —saludé.

—No te muevas, no des ni un paso más —gritó y en el proceso apareció otro guardia.

Oh.

Estaba en problemas. Muchos problemas.

—Dejen que saque mi identificación de mi bolso. —Señalé mi bolso marrón con flores, regalo de mamá para navidad.

—¡No te muevas! —volvió a gritar—. Levanta despacio las manos, no hagas algo de lo que te arrepientas después.

Hice lo que me pidió, solo que no solté la correa. Baxter estaba tenso, comprensible.

—Me contrataron para trabajar. —Traté de hablar. Ellos caminaban lentamente en mi dirección.

—Silencio. — Uno de ellos me silenció.

—Soy una buena persona, lo juro. Déjenme mostrarles mi identificación. —Hice el movimiento de sacarla y uno de ellos me atacó inmovilizándome en el suelo. Decentemente fue en el pasto y no en la tierra.

Baxter estaba atrapado, la correa estaba siendo sostenida por el otro hombre mientras yo era presionada con fuerza en el suelo.

—¿Puede dejar de apretar mi muslo? —dije con un quejido. Dolía—. Me está doliendo.

No se separó de mí. Me retenía como un delincuente, entendía lo de entrar sin permiso a una propiedad y todo eso. Pero no me dejaron ni siquiera mostrarles mi identificación.

—¿Para qué revista trabajas? —me apretó un poco más—, ¿o es un periódico? ¿Quién te contrató?

—No entiendo. —Sentía mis lágrimas, estaba a punto de llorar—. Soy la fisioterapeuta.

—¿Qué esta sucediendo? —alguien chilló.

—Esta mujer entro sin permiso a la propiedad. El guardia de la entrada debe haberse dormido, otra vez. —Quien me retenía se quejó.

—Fisioterapeuta. —Intenté hablar.

—¿Nichole? —el nuevo sujeto pregunto.

—En mi bolso se encuentra mi identificación. —Hubo movimientos y al poco tiempo sentí que podía moverme, me liberó.

—Pensé que vendrías más temprano. —Me senté. Masajeé mi muslo, dolía. ¡Maldición!

—Esperé en la entrada dos horas y decidí entrar. No era lo correcto, pero no podía contactarme con nadie. —Le gruñí al señor sin pelo—. Supongo que debe ser el representante.

—Soy el representante del señor Collins. —Remarcó con orgullo.

—Linda forma de atender a las personas, ¿sucede con todos o alguien tiene un trato más especial? —Me levanté moviendo lentamente mi pierna.

—¿Se encuentra bien? —se acercó, pero Baxter le gruñó. Le pedí la correa al otro guardia que me la entregó de mala gana.

—Estos señores me confundieron y me regalaron una cálida bienvenida. —Los miré enojada—. Me gustaría llegar a mi habitación, si no es molestia.

—¡Ayuden con las maletas muchachos!

Caminaron unos metros más adelante. Colocando las maletas en un carrito de golf.

La casa estaba enfrente de nosotros, ¿Por qué el carrito de golf?

—Suba señorita la llevaré a su lugar predeterminado.

Me subí dejando que Baxter se ubicara tranquilo junto a mí. Íbamos apretados, pero desde este punto ya no preguntaría que estaba pasando.

—Debo disculparme por los guardias. Somos muy estrictos con la seguridad.

—No me digas.

—Pensé que vendría más temprano, el señor Marcus estuvo esperándola. —suspiró—. Le contaré lo sucedido, le explicaré que pasó.

—Mi jefa me dijo que me atenderían. Llegué y no podía contactarme, por eso la llamé para que se contactara con usted, se suponía que alguien debía abrirme, nadie lo hizo. Crucé mis cosas, perdón por eso, no me demanden.

—Esa debe haber sido Cora mi asistente, se debe haber olvidado, ya veré lo que sucedió.

Asentí. Nos alejábamos de la mansión siguiendo un camino pavimentado.

—¿A dónde vamos?

—A su casa. Se hospedará en una pequeña casa que tenemos a las afueras. Al señor Collins le gusta la privacidad.

—No me digas. ¿Cuántas hectáreas? —Señalé mis alrededores.

—Siete.

—Muchas.

Frenó el carrito en un apartado específico que parecía diseñado exclusivamente para el carro de golf. A lo lejos había una casita blanca con muchas plantas a su alrededor, tenía muchas macetas y una pequeña fuente, además de un porche.

—Esta será su casa desde hoy.

—Pensé que tendría una habitación. —Esto era mucho mejor.

—Ya le dije antes la privacidad es prioridad.

—Lo veo.

—Empezará el jueves. Te mantendré informada de los horarios, alguien vendrá y te explicará los alrededores. Ahora vamos adentro. —Señaló la casa.

Todo era raro. Pero tener mi espacio y que el mismo fuera muy grande me agradaba mucho. Tengo mi espacio, soledad. Eso sonaba muy bien. 

¡Gracias por leer! 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top