Capítulo 13

¿Por qué accedí al plan de Marcus?

Decisiones. Decisiones complejas.

—¿Puedes dejar de moverte? —él murmuró.

—Tengo frío —admití.

—Nichole tienes todas las frazadas, ¿Qué más quieres?

Tatiana se había cambiado de habitación, al lado de nosotros. No hubo manera de hacerla cambiar de opinión, según ella la nueva habitación tenia mejor vista al mar. No quería dormir junto a Marcus, pero él insistió en que debíamos hacerlo por esta noche hasta que organizara mejor las cosas para mañana.

—¿Me abrazas? —lo molesté.

—Dime que estás bromeando.

—Marcus eres una piedra, créeme no espero afecto de tu parte, además no es correcto... bueno nada lo es desde que somos pareja. —Lo último lo dije de manera un poco tímida.

—Sólo duérmete.

—Gruñón. —Debería pedir un aumento.

—Buenas noches —me dio la espalda.

No podía dormir y más aún cuando no conocía el lugar, necesitaba dos noches como mínimo para adaptarme.

—Oye Marcus —me acerqué y lo toqué suavemente para que me prestara atención.

Él no se movió, pero ante mi insistencia se dio vuelta.

—Espacio personal. —Me despegué un poco volviendo a mi lugar desde el principio—. ¿Qué quieres?

—Hablar.

Bufó y se dio la vuelta.

—¡Marcus! —él no dijo nada—. Pensé que te interesaría las nuevas noticias.

—Rápido. —Sabía que no podía perderse esto, quería contárselo antes, ahora sonaba como un buen plan.

—Hablé con tu entrenador —se dio la vuelta rápido y me prestó atención—, creo que practicar una hora en el agua puede ayudar en la recuperación.

—Eso es genial.

—Solo levemente y no mucho tiempo. Unas dos horas como máximo y cuatro días a la semana.

—Es mejor que nada.

—Consulté con fisioterapeutas que implementan el agua en sus sesiones y tengo algunas ideas en mente. Le pasé la información a tu entrenador y me dio ejercicios para que vuelvas a entrenar dentro y fuera del agua.

—Comprendo, debo volver a mi estado físico de antes. —Parecía emocionado—. Gracias.

—De nada.

Pasar un mes y medio dio resultados muy buenos. Calculaba que otro mes más y la recuperación estaría casi completa. Me quedaría algunas semanas más para verlo en los entrenamientos y presenciar si había alguna molestia, si las cosas salían como pensaba Marcus regresaría al entrenamiento gradualmente, pero volvería junto al agua.

—Marcus debo confesarte algo —lo miré—, suelo abrazar mientras duermo.

Él rodó los ojos. Se levantó y buscó los almohadones de decoración y otros que no sabía de dónde provenían y construyó una muralla en la mitad de la cama. Vestía una remera de mangas largas con el logo de la F1 y un pantalón largo gris, por más que dijera que tenía que volver a su físico anterior no podía negar que el actual no estaba nada mal.

—Ahora estaremos a salvo de tus abrazos nocturnos —murmuró mientras se acostaba y me daba la espalda—, buenas noches.

—Buenas noches.

🍓🍓🍓

Me moví y me tapé mejor con las frazadas, parecía que el frío hoy sería un problema.

—¿Sabes que roncas cuando duermes? —escuché una voz y no le di importancia.

—Te odio Marcus —murmuré y él soltó levemente una risa.

Un momento, ¿acaba de reír?

—Deshace esa sonrisa en tu rostro, hoy tenemos visitas, apúrate.

Escuché como la puerta se abría y cerraba, Marcus salía de la habitación. Tanteo en busca de mi celular y lo encontré debajo de mi almohada, cerré los ojos debido a la luz. Refregándome los ojos para despertarme un poco volví a encender mi celular, algunos mensajes y notificaciones, nada importante.

¿Quién se levanta a las ocho de la mañana un sábado?

La respuesta estaba clara: Marcus.

Me vestí rápidamente mientras intentaba no dormirme en el proceso, lavarme los dientes y hacer mis necesidades con este frío era complicado. El piso estaba helado y las medias largas con diseño de fresas no era un buen impedimento, busqué mis pantuflas y fui hasta la cocina.

Al bajar las escaleras me sorprendí al no escuchar a nadie. Asombrosamente había silencio, eso era encantador.

Entré a la cocina y me llevó diez minutos localizar todo lo que necesitaba. Preparaba un café más tostadas, debo admitir que tiene buenos productos, los más ricos y eso significaba que eran caros también.

—¡Tiene esta mermelada! —grité.

Mermelada de frutos rojos, recuerdo que mamá la compró una vez cuando era chica porque no había de su favorita, desde ese día tenía una nueva mermelada preferida, solo comía de esa. A todos nos gusta porque es natural, en una cucharada sientes un gran sabor. Tomé el frasco con mermelada y la dejé en la encimera. Coloqué en una taza blanca el café y esperé por las tostadas. Un buen desayuno.

—¿Quién eres tú?

Me quemé con la tostada al no prestar atención. Girando de manera rápida vi a un hombre parado en la entrada de la cocina, parecía genuinamente interesado por mi presencia.

—¿Quién eres tú? —pregunté en este caso. Era un hombre alto, musculoso y su color de cabello era castaño rojizo.

—Alexander, supongo que esta es la cocina. —Señaló—. No sabía que Marcus tenía a las sirvientas de esa manera, es algo interesante de ver.

—¿Disculpa? —miré mi piyama. Era un pantalón corto y una remera con un estampado de pizza, mis pies estaban cubiertos por las medias que me llegaban hasta las rodillas más las pantuflas con flores. No era sexy, sino cómodo.

—Interesante.

—En realidad no lo es, sino que usted —lo señalé—, es un desubicado. ¿Quién eres?

—Alexander —volvió a repetir con un toque de enfado en su voz.

—¿Se supone que debo saber quién eres? —dejé las tostadas en un plato.

—Solamente quiero saber quién es esta pequeña dama que está en la cocina de mi mejor amigo.

—¿Eres amigo de Marcus?

—Sí y volviendo a repetir la pregunta; ¿Quién eres preciosa?

—Soy la novia de Marcus, imbécil. —De forma natural respondí.

Novia temporal. Era su novia temporal.

—Él no tiene novia.

—Pues esa soy yo.

—No puede ser, ¿Qué pasó con Tatiana? —Parecía genuinamente preocupado por la situación.

—Es su amiga —respondí.

—No puede ser.

—Ya veo que conoces a Nichole. —Natalie entró a la cocina y lo saludó con un beso en la mejilla.

—¿Por qué no me dijiste que Marcus tenía novia? —le preguntó directamente.

—Ellos no querían, ya sabes, hacerlo público.

—Comprendo.

—¿Estás emocionado por el día de hoy? —Natalie cambió el tema ignorando la tensión en la habitación.

—Será un día interesante. —Natalie le tomó la mano y se despidió saliendo de la cocina.

Cuando se fueron, él me regaló una mirada para nada agradable.

🍓🍓🍓

—¿Puedo manejar? —Pregunté.

Hoy iríamos de excursión, por toda la costa hasta un pueblito cerca, aproximadamente sesenta kilómetros de aquí. Marcus iba a contestar, solo que fue interrumpido.

—Marcus siempre maneja, ¿quieres romper esa tradición?

Negué con la cabeza y sonreí como respuesta. Maldito.

Alexander era amigo de Marcus, vino unos días antes para su cumpleaños, para festejarlo junto a él. Según entendí.

—Puedes venir conmigo Alexander. —Natalie habló, pero él no respondió.

Él no quería ir con ella. Por más intentos que hiciera, Natalie parecía un fantasma ante Alexander.

—Puedo ir yo sino te molesta —interrumpí y ella sonrió tensamente como respuesta.

—Eso sería genial, todo es como en los viejos tiempos. —Alexander sonrió a Marcus que me miraba de manera rara. Ambos se subieron al auto blanco y Tatiana apareció después, nos miró y decidió irse con ellos.

Sentí como Natalie suspiró profundamente.

—¡Vamos! —alenté el ambiente y señalé el auto en el que iríamos.

—Está bien, ¿sabes? cuando lleguemos te mostraré una heladería artesanal. Los sabores son de otro mundo. —Ella me dio las llaves.

—Maneja tú —dije.

—No me molesta, además manejas mejor. —Soltó una risita.

Tomé el desafío. El auto de Marcus se fue mientras nosotras subíamos al nuestro.

Gracias por esperar.

Nos pusimos los cinturones de seguridad y Natalie me guío en el camino. El camino de tierra era por diez kilómetros y el resto ya volvía a ser en pavimento, por suerte.

—Este es el camino viejo, solemos hacerlo todos los años, esta carretera tiene las mejores vistas. —Natalie colocó música y una voz que se me hacía conocida empezó a sonar.

—¿Quién es? —Tenía el nombre en la punta de la lengua solo que no podía acordarme.

—Sienna Thompson —Natalie respondió—. Es buena cantante, ¿no crees?

—¡Sienna! —Sabía que la conocía de algún lado—. Sí, es buena cantante. Lástima que dejó su carrera.

—Llegó a su punto límite y nadie la ayudó. Era buena en lo que hacía, otra gran artista que se pierde por las drogas. Su primer disco fue un éxito, los dos siguientes no estuvieron mal, pero no eran de la misma calidad.

—Tiene una voz angelical. —No podíamos negar su talento.

—Escucha esta canción, es del primer disco. —Eligió una canción y una música suave con un estilo a jazz fue lo que empezó a sonar.

Noche de terror y de indescifrables murmullos,

acurrucados huyendo de la oscuridad.

Tiritando ante aquel futuro indescifrable,

abrazados con temor a ser separados.

Esperamos demasiado,

la prisión ahora se siente real.

El abismo se siente más profundo.

El silencio inundó la habitación,

Nos quedábamos sin tiempo.

Era una voz suave que quedaba excelente con la música. La canción hablaba sobre el futuro y de dejar a alguien atrás porque no podían seguir juntos, no en esta nueva etapa de sus vidas. Escuchamos todo el primer disco y podía afirmar que ella tiene talento.

—Ya los alcanzamos. —Natalie señaló el auto de Marcus.

El camino era de asfalto desde quince kilómetros atrás y gracias a eso me pude poner al corriente, al ir en un camino al principio de tierra mi prioridad era no romper el auto porque la carretera estaba en muy malas condiciones.

Aceleré y me quedé cerca de su auto. ¿Si me adelanto y voy primero?

—Pásalos —Natalie me animó como si leyera mi mente—, por idiotas.

Me gustaba su plan. Me acomodé mejor y aceleré para pasarlos. Natalie saludó por la ventana y bajó el vidrio solo para sacarles el dedo del medio. Ambas reímos por aquel atrevimiento.

—¡Somos unas chicas malas! —vociferó.

Pero Marcus no se quedaría atrás, vi por el retrovisor que aceleró para pasarme, no lo dejaría.

Aceleré y saqué ventaja. Marcus me siguió, pero era buena en mi trabajo: dejarlo atrás. La adrenalina subió, hacía tanto tiempo que no corría una carrera, recuerdos de todas las técnicas que me enseñó mi hermana y mi padre empezaron a aparecer. No había nadie en la carretera, pero debía ser precavida, divertirme con seguridad.

Marcus no me logró pasar y el tiempo del viaje parecía haberse acortado. Cuando noté el cartel de bienvenida de la ciudad bajé la velocidad.

Hoy sería un día divertido. 

¡Gracias por leer! 

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