XVIII
Querido diario, como ya te habrás imaginado volví a hablar con él.
Me había defraudado, me había roto el corazón, me había pisoteado, había hecho que llorase más que cualquier otra vez y quería que lo supiese, quería que supiera todo el daño que me había hecho, todo el daño, del que él y nadie más que él era responsable. Si, quería hacerle sentir culpable, quería hacerle sentir mal.
Le llamé a finales de mayo, cuando ya estaba más tranquila, cuando sabía que al escuchar su voz no iba a llorar. Cuando me cogió la llamada las únicas palabras que me salieron del corazón fueron insultos y "te odio". Después me relajé y continuamos hablando tranquilamente. Él entendía que ya no quisiera intentarlo otra vez, pero decía que no quería apartarme de su vida, que no quería que yo le apartara de la mía.
A partir de ese día dejamos de serlo todo el uno para el otro y empezamos a ser solo amigos.
Pero, obviamente, y como te habrás dado cuenta, con el tiempo le fui perdiendo rencor por lo que me hizo, y no sé en qué instante me volví a enamorar de él. O a lo mejor no me volví a enamorar de él, simplemente el rencor que tenía era tan grande que había olvidado que seguía enamorada de él. Nunca se lo dije, pero en algún momento él se tuvo que dar cuenta, y por eso, de vez en cuando, teníamos conversaciones que habíamos prometido no volver a tener.
Seguramente después de todo lo que te he contado te preguntarás cómo pude seguir enamorada de él o, simplemente, por qué te escribo sobre él. A la primera no tengo respuesta, pero la segunda te la responderé al final.
Y volviendo a aquel punto en el que me quedé más atrás, al punto en el que todo el avance se rompió.
Eran las vacaciones de navidad, 29 de diciembre. Había quedado con las chicas para dar una vuelta por Santa Cruz. Todo fue normal, hicimos lo de siempre y terminamos tomándonos algo en los 100 montaditos. Hasta ahí había sido un día normal, como siempre. Entonces nos separamos: las chicas se fueron a coger el tranvía y yo me fui caminando a la estación.
Creo que ese fue el problema: me dejaron sola.
Ya había pasado de largo el TEA cuando de repente escuché una voz que gritaba mi nombre, no estaba muy segura de lo que había escuchado hasta que lo oí otra vez "¡Elizabeth!". Me di media vuelta y ahí estaba. No reaccioné, o quizá sí, no lo sé, me quedé congelada, blanca, mirándole ¿qué hacía aquí? ¿Por qué no estaba en Málaga? Se acercó, me abrazó y me eché a llorar.
De sus labios brotaron dos palabras: "Lo siento".
Comenzamos a hablar mientras caminábamos sin rumbo.
Hacía tiempo que no escuchaba su voz, desde que lo dejamos definitivamente solo hablábamos por el chat. Su voz había cambiado un poco, al igual que su acento, pero era su voz, me encantaba escucharla. Entre palabras dejaba caer pequeños sentimientos, como "te he echado de menos", "sigues siendo adorable", "no hay día que no haya pensado en ti", "sigues teniendo esa sonrisa que tanto me encanta", "sabes que me tienes para lo que sea".
Entre suspiro y suspiro me preguntaba si lo que me decía era cierto o no, si tenía que creerme sus palabras de la misma manera de la que ya me las creí una vez.
Yo estaba un poco callada, demasiado, no sabía qué decir, tampoco sabía por qué me quedé con él cuando yo iba a volver a mi casa. Tampoco sabía a dónde íbamos, tampoco sabía qué hacía él aquí, tampoco sabía por qué me decía las cosas que me decía, tampoco sabía por qué me trataba como si aún fuéramos algo. En mi mente había demasiadas preguntas sin respuestas, preguntas que no me atreví a formular y preguntas que se quedaron sin responder.
Acabamos en el García Sanabria y nos sentamos en un banco que estaba delante de la fuente que había en el centro. Se puso a hablar, me dijo que no había día en el que no se arrepintiera de lo que hizo, del error que cometió, de aquel desliz de una noche. Me dijo que no me había olvidado, que me amaba, pero que no quería hacerme más daño, que solo quería hacerme feliz, hacerme sonreír. Me dijo que extrañaba mis besos, mis abrazos, mis caricias, que extrañaba que estuviera ahí para todo, que siempre estuviese ahí a pesar de todo.
Me dijo que siempre tenía miedo de volver a decir que me amaba, que por eso le costaba conectarse, que tenía miedo a que se le escapara, que se le escapara un "te amo" y yo le rechazara. Me dijo que aquel día en el que estuvimos hablando hasta que me quede dormida fue el más feliz desde hacía mucho tiempo, porque ese día se dio cuenta de que aún estaba ahí, que no le había olvidado a pesar de lo mal que me hizo sentir.
Me dijo tantas cosas, tantas preguntas resueltas sin necesidad de ser formuladas, pero no fueron las respuestas que quería saber en ese momento.
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Que ganas tenía de publicar esta parte♥
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Besos
CelyLove
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