Capítulo 8
Legolas supo por la severa expresión del comandante que su aventura había terminado.
"Uh... Linden, ¿qué haces aquí?"
"Hago mi trabajo –los ojos de Linden se estrecharon aún más-. ¿Y qué haces tú aquí?"
"Bueno... yo... eh..."
Es imposible salir de esta, pensó Legolas con tristeza.
"Estaba... tomando un poco de aire fresco."
Al instante se encogió por dentro. Eso fue muy flojo, Legolas.
Linden arqueó una ceja.
"¿En serio? ¿Es que el aire de palacio no es bastante fresco para ti?"
Legolas desvió la mirada, pasándose una mano por el pelo, exasperado.
"No, es sofocante" –murmuró.
"¿Qué fue eso, alteza?"
"Nada."
Todavía mirándolo con severidad, el comandante se acercó al príncipe.
"Vamos, alteza, volvamos a la habitación de tu hermano. Este no es un lugar seguro para estar retozando."
"¿Cómo sabes que estaba...? –Legolas se enfadó cuando lo entendió-. ¡Estabas espiando!"
Linden negó con la cabeza, decepcionado.
"No hice tal cosa, mi príncipe."
"Entonces, ¿cómo sabes que salí por el balcón de Kel?"
"Alteza, eres como un libro abierto. Eres tan predeciblemente impredecible que sabía que con el tiempo harías un intento de escapar."
Con los puños apretados, Legolas le devolvió la mirada.
"Hablas de mí como si fuera un criminal."
Linden se sorprendió por sus palabras. Se quedó mirando a Legolas de cerca y vio que el príncipe estaba más dolido que enojado. Su rostro se suavizó.
"Tranquilo, mi príncipe. No tenía intención de ofenderte."
Contrito, Legolas bajó los ojos y se dio la vuelta.
"Muy bien, Linden. Ahora que me has pillado, ¿qué vas a hacer conmigo?"
Respirando profundamente, el comandante se tomó su tiempo para responder. Si fuera mi hijo le daría un coscorrón en la cabeza para mantenerlo inconsciente hasta que el problema desaparezca, quiso decir. Pero en lugar de eso, respondió:
"No puedo mantener esto en secreto, su alteza. Tengo que llevarte ante el rey."
"¿Ahora mismo?" –se alarmó Legolas. Ya podía oír los gritos de su padre resonándole en los oídos.
Con los hombros caídos, Legolas volvió hacia la habitación de Keldarion. Sus pasos vivos se habían convertido en reacios y lentos. Temía ver la reacción de su padre, por no hablar de la de su hermano. Linden también iba en silencio tras él, dispuesto a sujetarlo si el joven elfo huía de repente.
Legolas saltó como una ardilla para aterrizar en el balcón. Sin esperar al comandante, entró en la habitación, sin acordarse de que su hermano estaba profundamente dormido.
Despierto por el ruido repentino, Keldarion dio un salto sobre la cama, alargando las manos para coger sus cuchillas. Se relajó al instante al ver que estaba en su cama y no en un campo de batalla, pero contempló, todavía aturdido, a su hermano.
"Legolas, ¿qué estás...?" –el ceño de Keldarion se profundizó cuando Linden entró a continuación.
"Su alteza, sentimos perturbar tu descanso" –le dijo el comandante, con una mirada significativa.
Ya totalmente despierto, Keldarion miró a su hermano al sumar dos más dos y comprender lo que estaba pasando.
"Escapaste –dijo, cortante-. Por mi balcón."
"Sí, lo hice –admitió Legolas, mirándose los pies-. Pero Linden me encontró."
"¡Gracias a los Valar que te encontró Linden y no Galdor! –explotó Keldarion. Apartó las sábanas y se dirigió hacia su hermano-. ¡Ay, Legolas! ¿Cómo se te ocurre?"
Retorciéndose un poco, Legolas dio un paso atrás y miró a su hermano con recelo.
"No hice nada malo. Solo estaba..."
"Sé exactamente lo que estabas haciendo, Legolas. Te estabas haciendo el héroe, pensando que solo tú puedes detener a Galdor –Keldarion estaba tan enojado que le palpitaban las venas en el cuello. Entonces hizo un gesto con la cabeza hacia el tablero de ajedrez que estaba en la mesa-. ¿Por eso sugeriste que jugáramos? ¿Para que me durmiera y así escapar sin que yo pudiera impedírtelo? Me estabas utilizando."
Legolas se encogió, con el rostro lleno de culpa. Keldarion vio su reacción y se dio la vuelta bruscamente, maldiciendo por lo bajo.
"Kel, lo siento –incómodo, Legolas se acercó para apaciguar a su hermano mayor-. Mira, no dije eso..."
"¡Cállate! –Keldarion se dio la vuelta y miró fijamente al príncipe manyan-. Deja de poner excusas, Legolas. Si de verdad quieres morir por todos nosotros, está bien. Adelante. Estoy harto de preocuparme por ti todo el tiempo y necesito dormir, así que ahí tienes la puerta. Buenas noches."
Linden observó cómo los dos hermanos se miraban, uno enojado y el otro herido. Entonces, sin decir nada más, Legolas se dio la vuelta y salió de la habitación. Keldarion se quedó allí de pie, silencioso y con una postura rígida, con los ojos brillando de furia y dolor.
Suspirando entristecido por la discusión de los hermanos, el comandante se inclinó ligeramente ante el príncipe heredero del Bosque Negro y salió también de la habitación. Ya solo queda uno, pensó Linden mientras alcanzaba a Legolas, que iba por las escaleras hacia el estudio real. Cuando se acercaban a la puerta de la habitación oyeron la voz del rey que hablaba con alguien en el interior.
Muy preocupado por la inminente explosión del rey, el comandante pensó: Aquí viene el otro.
Cuando Linden y Legolas entraron, Thranduil interrumpió su conversación con Gandalf.
"Buenas tardes, mis señores" –saludó Linden.
"Buenas tardes, Linden –el rey se enderezó en su asiento. Al ver la expresión sombría de su hijo, Thranduil miró al mago antes de continuar-. ¿Pasa algo?"
Por una vez, Linden dudó, preocupado por Legolas. Miró del rey al príncipe una y otra vez, juzgando sus estados de ánimo.
"¿Linden? ¿Legolas? ¿Qué es? –insistió Thranduil, levantándose de su silla-. ¿Ha pasado algo?"
Con la boca bien cerrada, Legolas apartó la mirada de su padre para mirar desafiante al comandante, esperando a que le contara todo al rey. Siempre fiel a su deber, Linden miró al rey a los ojos y comenzó a explicarse.
Mientras Linden hablaba, la cara de Thranduil se ponía cada vez más roja. Legolas lo miró un momento y luego se encogió al ver la ira en el rostro de su padre. Entonces empezó a inquietarse y a sudar frío por el miedo.
"¿Cómo puedes ser tan estúpido?" –gruñó Thranduil, mientras observaba a su hijo menor.
Ahora que había terminado, el comandante se hizo a un lado, mirando con empatía al príncipe manyan. Gandalf, por su parte, sonreía benévolamente, pues ya se había imaginado que Legolas no tardaría en hacer algo así.
Legolas se preparó, luchando contra el temblor de sus manos. La ira del rey era algo espantoso de ver.
"Lo siento –respondió el príncipe en voz baja, mirando a su padre directamente a los ojos-. Sé que quieres protegerme, padre, pero ya puedo tomar mis propias decisiones. No necesito que me aprisionen en mi propia casa solo porque alguien quiera matarme."
Los ojos de Thranduil se estrecharon hasta formar un par de rendijas.
"Oh, ¿así que ya sabes elegir lo mejor para ti? ¡¿Crees que es una decisión inteligente irte en medio de la noche en busca de tu muerte?! ¿Qué clase de decisión es esa? –gruñó-. ¡Me dan ganas de encadenarte y encerrarte en tu habitación para evitar que hagas algo tan estúpido otra vez!"
Legolas se estremeció un poco ante la amenaza de su padre, pero se mantuvo firme.
"Padre, solo estaba haciendo lo correcto."
"¿Lanzarte a los pies de Galdor? ¿Eso es lo que tienes que hacer? ¡Estás loco!"
"¡No voy a lanzarme a sus pies! ¡Tengo planes!"
"¿Ah, sí? ¿Y cuáles son, si se puede saber?"
El príncipe vaciló y miró a Linden y Gandalf con impotencia. Los dos se veían muy incómodos por presenciar la fuerte discusión entre padre e hijo.
"Yo... todavía no lo sé."
"¡Maldita sea, Legolas! ¡No es momento para bromas! ¡Lo que acabas de hacer fue muy irresponsable!"
Legolas entrecerró los ojos, perdiendo rápidamente el control de su famoso temperamento.
"¿Yo? ¿Irresponsable? Padre, precisamente lo hice porque me siento responsable. Es mi pueblo el que Galdor mata, no solo el tuyo, y quiero detenerlo antes de que se pierdan más vidas. Sé que puedo derrotarlo. Es un manyan como yo, conozco sus puntos fuertes y sus debilidades. ¡Así que no me hables de responsabilidad porque sé lo que significa esa palabra tanto como lo haces tú!"
Agitados, el rey testarudo y su hijo igualmente obstinado se miraban frunciendo el ceño. Todo se quedó en silencio por un momento, solo roto por el sonido del correteo de un lagarto por el techo.
Linden tuvo un deja vu. Acababa de ser testigo de una discusión similar hacía unos minutos en la habitación del príncipe Keldarion. Debería haber puesto un guardia en el balcón de Keldarion, pensó. Así no habríamos llegado a esto.
Con un suspiro de exasperación, Thranduil se dio la vuelta y luchó por mantener la compostura.
"Ay, Legolas. Pones a prueba mi paciencia."
La mirada de Legolas se suavizó.
"Me disculpo otra vez, padre. No quería faltarte al respeto, pero haré lo que sea para detener a Galdor y su locura."
Thranduil giró la cabeza de golpe y lo sujetó por los hombros.
"¿Incluso poniendo tu vida en peligro?"
El príncipe asintió solemnemente.
"Aunque mi vida esté en peligro."
"¿Con qué propósito? –empezó Thranduil a gritar otra vez-. ¡Tenemos un ejército para luchar contra él! ¿Por qué poner en peligro tu vida? Sabes que eres lo que busca."
"Precisamente por eso –coincidió Legolas-. Es por eso que estoy listo para enfrentarme a él. ¡Si mi muerte puede detener esta locura, que así sea!"
"¡Hablas como si no tuvieras familia! –Thranduil lo sacudió para hacer énfasis en sus palabras-. ¿Qué pasa con tu hermano y conmigo? ¿No piensas en nuestros sentimientos? ¿Crees que nos alegraremos por tu muerte si tienes éxito? ¿Lo crees?"
A punto de llorar, Legolas se aferró a los brazos de su padre.
"Padre... ¿no lo entiendes? Si dejo que Galdor siga su camino, gobernará el Bosque Negro. Es tan poderoso que ni el más fuerte ejército puede detenerlo. Destruirá todo a su paso. Matará a nuestro pueblo, matará a Keldarion y te matará a ti. Entonces no tendréis que llorar por mí porque ya estaréis muertos."
Thranduil se quedó congelado al oír cómo un sollozo brotaba de los labios de su hijo.
"Puedes pensar que soy insensible y egoísta, padre, pero solo intento hacer lo que me dice el corazón. No intentaba ser un héroe, pero creo que debo hacer algo, aunque la verdad es que no estoy muy seguro de que pueda vencer a Galdor –dijo entre sollozos-. Padre, si no confías en mi cordura al menos confía en mi corazón. Nunca te he mentido antes y nunca lo haré. Siempre pondré a mi familia por delante de todo. Siempre."
Parpadeando para contener las lágrimas, Thranduil abrazó a su hijo.
"¡Ay, Legolas, niño tonto! Silencio ahora. Te creo."
Mientras Gandalf observaba, contento, Thranduil le acarició la espalda a su hijo para calmarlo. A pesar de que estaba acostumbrado a tales muestras de afecto entre la familia real, Linden se había apartado ligeramente, respetando la necesidad del rey de tener un momento privado con su hijo. Apartándose, Thranduil le sonrió a Legolas débilmente.
"Pero todavía tengo ganas de encadenarte."
Secándose las lágrimas, Legolas se rio.
"Puedes intentarlo, padre. Pero sabes que ni así podrás detenerme."
"Qué suerte la mía –respondió el rey con sequedad. Entonces le dio un codazo a su hijo para que se pusiera delante de Gandalf-. Legolas, acabas de decir que conoces las fortalezas y debilidades de Galdor. ¿Por qué no nos lo cuentas para ver si a Gandalf se le ocurre una manera mejor de detenerle? Estaba a punto de contarme lo que acaba de encontrar en los libros antes de que ambos llegarais."
Legolas centró su atención en el mago, que clavaba la mirada en él. Había algo en sus ojos que le decía que no todo estaba perdido. Que había esperanza.
"¿Qué es, Gandalf? ¿Qué encontraste?" –preguntó el príncipe manyan a toda prisa.
Con calma, el mago se inclinó para coger un libro antiguo de la mesa del rey. Su cubierta estaba gastada y polvorienta, y el relieve de la portada casi se había desvanecido. El lomo todavía estaba duro, pero ya estaba desgastado por los bordes. Mientras Gandalf pasaba las páginas cuidadosamente, Legolas vio que algunas estaban rotas y sueltas.
"Como le decía a tu padre, Legolas, encontré este viejo diario en un baúl lleno de otros libros que le pertenecían a tu madre –explicó Gandalf-. Creo que no tuvo la oportunidad de decirle a tu padre que le diera este libro a sus hijos antes de morir."
Legolas miró a Thranduil, que asintió.
"Ni siquiera sabía que existía ese libro hasta que Gandalf me lo mostró."
Curioso, Legolas se acercó para echarle un vistazo a la página que Gandalf estaba leyendo. Estaba escrito en la antigua lengua de los elfos silvanos, un idioma que Legolas no solía encontrarse dado que rara vez se utilizaba.
"¿De qué habla este libro, Gandalf?"
"Es un libro de profecías, escrito por los antiguos videntes del pueblo Silvano –respondió el mago-. Hay aquí algunas que ya han pasado, como la que profetizó la llegada de tu abuelo a esta tierra para fundar su reino."
Con los ojos como platos, Legolas apenas podía contener su emoción.
"¿Quieres decir que este libro habla del futuro?"
Gandalf intercambió una sonrisa con el comandante Linden antes de volverse hacia el príncipe.
"No es tan simple como eso, su alteza. Lo que está aquí escrito es complejo, es por eso que se llaman profecías. No se interpretan con facilidad."
Legolas mostró su decepción.
"Entonces, ¿por qué nos hablaste del libro? ¿Cómo puede ayudarnos?"
"Puede que no nos ayude, pero encontré algo que vale la pena mencionar, algo que deberíamos tener en cuenta antes de tomar medidas contra Galdor" –tras estas últimas palabras, Gandalf le envió una mirada significativa a Thranduil.
El rey frunció el ceño.
"¿Qué es, Gandalf? ¿Qué encontraste?"
"Bueno –dijo el mago con la mirada fija en el libro. Entonces pasó un dedo a lo largo de una oración-. Hay una frase que me llamó la atención."
"¿Qué? ¿Dónde?" –Legolas miró ansiosamente por encima del hombro de Gandalf a pesar de que le llevaría horas descifrar lo que estaba escrito.
El mago se enderezó y miró fijamente a los tres elfos que esperaban su respuesta.
"Aquí dice –comenzó-. Cuando el cielo llore, los dos hijos de manyan lucharán. El blanco sentirá la muerte, pero solo el blanco vivirá."
Qué intriga, ¿no? ¿El blanco? ¿Sentir la muerte? ¿Qué pasará en los tres capítulos que quedan?
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