Capítulo 3

Legolas durmió hasta el día siguiente. El sol ya estaba bien alto y el fuego de la chimenea se había apagado hacía tiempo.

El príncipe parpadeó, sorprendido, cuando se encontró tendido en su cama y se acurrucó mejor en su capullo de mantas y almohadas. Su padre debía haberlo dejado allí la noche anterior, cuando se había quedado dormido.

Tras bostezar y estirarse lánguidamente, apartó las mantas y salió de la cama. Después de bañarse, se vistió sin prestar atención a lo que hacía, todavía medio dormido. Mientras iba a la planta baja, recordó la tormenta de la noche anterior y el mensaje que le había traído la naturaleza.

¿Solo puede haber uno? ¿Qué diantres quiere decir eso?

Legolas prefería no pensar mucho en ello, pero no podía ignorar la inquietud que sentía. El peligro era real, de lo contrario no se sentiría tan perturbado, pero por desgracia no sabía qué hacer. Tal vez su padre podría ayudarle, por lo que fue a buscarlo a su estudio a toda prisa.

Thranduil levantó la vista al verlo entrar.

"Ah, Legolas. Buenos días" –saludó a su hijo con una benévola sonrisa.

"Buenos días a ti también, padre –Legolas le devolvió la sonrisa mientras se acercaba al rey, que estaba sentado a la mesa, hojeando unos papeles y haciendo anotaciones-. Estás ocupado" –dijo, sintiéndose un poco culpable por molestarlo.

"En realidad no –respondió Thranduil-. Estos son los informes del terremoto de anoche. En él se enumeran los daños y heridos. Nada serio, gracias a las estrellas."

"Me alegra oír eso."

Thranduil asintió y lo miró fijamente.

"¿Ya comiste?"

Legolas se removió.

"Uh... todavía no."

"Ya me lo imaginaba –suspirando, el rey señaló la mesa que estaba junto a la ventana. Sobre ella había una bandeja llena de platos con pasteles, fruta, un tazón de miel y una taza de té-. Siéntate allí y come. Ni siquiera te muevas hasta que te lo hayas terminado todo."

Legolas puso los ojos en blanco, pero se dirigió hacia la mesa sin protestar. No podía negar que tenía hambre, sobre todo teniendo en cuenta que no había comido nada en la cena. Desayunó en silencio, observando cómo el rey se quejaba de vez en cuando al leer los informes. Tras vaciar la bandeja, dejando solo las migas y la cáscara de la naranja, se levantó y se sentó delante de su padre.

Thranduil sabía que Legolas quería hablar, así que haciendo a un lado los informes, cruzó las manos sobre la mesa y lo miró.

"Muy bien, ¿sigues preocupado por la tormenta de anoche?"

Legolas miró hacia abajo y trazó el dibujo en la madera de la mesa distraídamente.

"No es exactamente la tormenta, padre, sino el mensaje."

"¿Sigues pensando que se aproxima un peligro?"

"Estoy seguro de ello. El único problema es que no sé de qué se trata."

"¿Qué te dice el corazón?"

"Me dice que tenga que cuidado, que algo me va a poner a prueba pronto."

El rey inclinó la cabeza hacia un lado.

"¿Como príncipe?"

Legolas levantó la mirada.

"No. Como manyan."

Thranduil se echó hacia atrás, frunciendo el ceño. ¿Qué tiene que ver que Legolas sea un manyan? Entonces se enderezó de golpe. Solo puede haber uno. ¡Valar! ¡Esa maldita frase otra vez! ¿Hay algo que deba recordar sobre ella? Legolas es el único manyan... ¿no?

"¿Padre?"

Saliendo de su ensimismamiento, Thranduil se recompuso al instante y se levantó.

"Ven conmigo."

"¿A... a dónde?" –Legolas se quedó atónito por el cambio de tema.

"Vamos a ver cómo le va a nuestra gente –el rey fue hasta la puerta y lo esperó allí-. Bueno, ¿vienes o no?"

"Pero nuestra conversación..."

"Seguiremos después. ¡Ahora vamos!"

Sin saber qué había causado ese comportamiento, Legolas corrió tras él, apenas consciente de los guardias que empezaron a seguirles. Mirando la espalda rígida de su padre, Legolas empezó a sospechar que estaba muy preocupado por el tema. ¿Qué intentas ocultar, padre? ¿Qué es lo que no quieres decirme?

Legolas sabía que estaba siendo injusto, pero estaba empezando a molestarle que lo sobreprotegieran tanto. Tanto Keldarion como Thranduil pensaban que era demasiado joven y vulnerable como para dejarlo por su cuenta, pero estaban empezando a asfixiarlo. Ya no era un niño, pero su familia todavía lo trataba como tal. No podía culparlos ya que él mismo disfrutaba que lo mimaran de ver en cuando, pero odiaba cuando pasaba esto. ¡Su padre le estaba ocultando información para protegerlo, pero que obviamente lo preocupaba mucho!

¡Maldición! Pensaba Legolas, molesto. Se cruzó de brazos y vio cómo el rey les ordenaba a los sirvientes que les trajeran sus caballos. Ni siquiera me mira. ¡Sabe algo, estoy seguro!

De hecho, Thranduil estaba empezando a imaginarse de qué iba el asunto, así que evitaba hacer contacto visual. Legolas era muy avispado, se daría cuenta de que era algo malo desde que lo mirara a los ojos.

El príncipe entrecerró los ojos al ver que el rey seguía mirando a todos lados menos a él, murmurando algo en voz baja mientras esperaban a que les trajeran los caballos. Legolas abrió la boca para hablar, pero fue interrumpido por la repentina aparición de un jinete vestido de gris.

"¡Gandalf!"

Decir que Thranduil se sintió aliviado fue una subestimación. ¡Legolas pensó que estaba a punto de tirar del mago para darle un fuerte abrazo! Pero el rey se contuvo justo a tiempo y puso una sonrisa tensa mientras Gandalf desmontaba.

"Estamos encantados de que te hayas dejado caer por aquí. ¡Bienvenido al Bosque Negro!"

Ligeramente sin aliento, el mago se quedó mirando a Thranduil.

"Bueno, mi señor, efectivamente pareces muy feliz de verme."

Y ahora fue el turno de Legolas de mirar a su padre con incredulidad. ¡Thranduil acababa de sonrojarse!

"Bueno, eh... ¿quién no lo haría? –dijo el rey, intentando fingir indiferencia. Recuperó su habitual expresión estoica y continuó-. Estábamos a punto de visitar a nuestra gente para ver cómo les va tras el terremoto de anoche. Sé que acabas de llegar, Gandalf, ¿pero te importaría unirte a nosotros?"

Gandalf se puso serio.

"En realidad estoy aquí por el terremoto –dijo antes de mirar a Legolas-. Ha desencadenado una grave situación que debemos solucionar."

"¿Qué tipo de situación?" –preguntó Legolas, imaginándose la respuesta.

En ese momento, se produjo una conmoción en la gran puerta. Todos se volvieron hacia allí y vieron cómo un grupo de guerreros entraban al galope. Dos de los caballos remolcaban un carro cada uno, y en cada carro yacía un cuerpo envuelto en gruesas mantas.

Los jinetes se detuvieron en el patio delante de su rey y desmontaron rápidamente. El comandante Linden, que iba al frente del grupo, se acercó a Thranduil y se inclinó ligeramente.

"Mi señor, os traemos malas noticias."

Legolas vio que el rostro de su padre se ponía rígido. El rey ya sospechaba que había ocurrido algo peor que el terremoto.

"Sigue" –Thranduil asintió, alentador, preparándose para lo que iba a oír.

"La patrulla de esta mañana encontró estos cuerpos en lo profundo del bosque –dijo Linden, señalando los cadáveres-. Su muerte sigue siendo un misterio. No encontramos rastro de heridas o enfermedad en ellos, excepto que la piel se les ha vuelto azul."

"¿Azul?" –el interés de Legolas despertó. Adelantándose, el príncipe manyan se arrodilló junto a uno de los cuerpos.

"¿Qué crees que les pasó? –Thranduil frunció el ceño cuando Legolas apartó la manta, dejando al descubierto la cara azulada de un varón élfico-. ¿Se ahogaron?"

"No, mi señor. Los encontramos a leguas del arroyo más cercano –respondió Linden-. Los conocía. Fueron criados por el señor Maglor. Habían salido ayer a buscar hierbas y especias."

"¿Qué les causó la muerte entonces? ¿Veneno?" –murmuraba Legolas para sí mientras alargaba una mano para tocar la mejilla del cadáver.

"¡Legolas, no!" –gritó Gandalf, echándose a correr. Pero ya era demasiado tarde.

En el momento en que tocó la piel del pobre elfo, Legolas se sacudió y dio un largo grito.

"¡LEGOLAS!"

Todo el mundo se acercó al príncipe manyan a la vez, pero Linden llegó primero. El comandante tiró de Legolas en sus brazos, alejándolo del cuerpo.

"¡Llevaos esos cadáveres! –le ordenó al guardia más cercano-. No los dejéis cerca del príncipe Legolas otra vez."

"¿Legolas? –Thranduil se arrodilló junto a la cabeza de su hijo, mirando preocupado su expresión de angustia-. Valar, ¿qué ha podido causar esto?"

Gandalf también se había agachado cerca.

"Será mejor que lo llevemos adentro, mi señor. No se ve bien."

Linden seguía dándoles órdenes a los guardias cuando Legolas sacudió la cabeza e intentó incorporarse.

"N... no..."

"¿Legolas? ¿Cómo te sientes?" –dijo el rey, sujetándolo por los brazos.

"Baja el cuerpo –haciendo caso omiso de su padre, Legolas empujó débilmente las manos que lo sujetaban y volvió a acercarse al cadáver-. Necesito tocarlo otra vez."

"¡¿QUÉ?!" –se sorprendieron los otros, mirando con los ojos como platos al príncipe, que temblaba visiblemente.

"Pero es obvio que su toque te ha hecho daño" –protestó Thranduil, tirando de su hijo.

"No me hizo daño, pero fue desagradable –respondió Legolas, alejándose de su padre-. No me esperaba la súbita frialdad que se colaba por mis venas, pero ahora que sé qué esperar creo que podré soportarlo."

"No creo que eso sea sabio, Legolas..."

"¡No me importa lo que penséis! –gritó el príncipe, con la cara roja de ira. Entonces miró a los guardias-. ¡He dicho que bajéis el cuerpo!"

Al ver que seguían indecisos, Legolas se irguió al máximo, con los puños apretados.

"Soy el manyan de este reino. Incluso el rey tiene que aceptar mis órdenes en esta situación" –dijo en voz baja.

Los guardias se volvieron hacia su comandante, el cual se giró hacia el rey, y el rey hacia el mago. Gandalf no parecía muy feliz, pero asintió con la cabeza.

"Tiene razón. Incluso yo tengo que seguir sus deseos. Que el príncipe toque los cuerpos. Creo que es el único que puede darnos las respuestas sobre este doble asesinato."

Los guardias dejaron los cuerpos a toda prisa delante de Legolas, y luego todos miraron en silencio cuando el príncipe se arrodilló entre ellos y tocó sus frentes frías y azules. Al igual que antes, Legolas se sacudió al tocarlos, pero luego se relajó, con los ojos cerrados.

El príncipe pasó así un minuto entero, volviendo a los demás locos de ansiedad. ¿Qué estaba viendo?

Justo cuando Thranduil no aguantaba más y estaba pensando en encerrar a su hijo en su habitación, Legolas abrió los ojos de repente y se levantó. Entonces se dio la vuelta y se quedó mirando a Galdalf fijamente.

"Pensaba que solo podía haber uno –dijo con calma-. ¿Cómo es que hay dos?"

Linden y Thranduil se miraron, perplejos. El mago gris se quedó allí, apoyado en su bastón, devolviéndole la mirada al príncipe.

"Legolas, ¿de qué estás hablando? –preguntó el rey en voz baja, temeroso. Sabía que estaba a punto de escuchar lo que no había querido aceptar antes.

"Creo que Gandalf sabe de lo que hablo –Legolas se volvió haca su padre-. ¿Cómo es posible que yo no sea el único manyan?"

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