Capítulo Seis
Era la primera vez que Marinette iba a Jaques'. Siguió al maitre hasta la mesa que, según decían, estaba permanentemente reservada para Adrien, pero la dejaron a un lado y salieron al jardín. Habían llegado veinte minutos tarde después que el agente Roger los hubiera parado. Tal vez fuese más amable con ellos que durante la época del instituto, pero seguía siendo igual de exhaustivo.
Al menos no tenían que preocuparse de perder la reserva y de que le hubiesen dado su mesa a otras personas. Marinette había oído decir en el trabajo que Adrien siempre guardaba una mesa.
Jaques' era un exclusivo restaurante francés especializado en marisco que tenía una hermosa vista, todavía más lujoso que la oficina de Adrien en empresas Gabriels. Era evidente que esa noche Adrien y Marinette iban a cenar en la parte más exclusiva del restaurante.
Una carpa de gasa cubría la mesa para dos y las antorchas y velas ayudaban a la luna a iluminar la noche.
Adrien despidió al mesero antes de que este pudiera ayudar a Marinette a sentarse y lo hizo él, sus dedos le rozaron suavemente los hombros al hacerlo. Había un violinista tocando a un lado.
Marinette giró el rostro hacia la música.
-Mi favorito ¿Cómo lo supiste?
-Llame a Alya, que ha estado encantada de ayudarme. Cuando salíamos juntos escuchabas a Jaddet Stone.
-Y sigo haciéndolo a veces – comentó ella, apreciando que Adrien se hubiese molestado en pregungarle a su amiga por sus gustos musicales-. Me gusta escuchar música clásica cuando trabajo en el jardín, y ya puedes ir borrando ese gesto de sorpresa en tu cara si no quieres que te recuerde lo que te gustaba a ti. No saques conclusiones precipitadas, señor contador.
-De acuerdo – le contestó él, sentándose también.
Adrien se puso la servilleta en el regazo. Estaba muy guapo con un traje negro. La corbata de seda azul hacía que su mirada fuese todavía más magnética. Marinette tomó su copa de agua con gas y bebió con demasiada rapidez, las burbujas se le subieron a la nariz.
Mientras el camarero que acababa de llegar les decía cuáles eran las entradas, Marinette desconectó. Cuando el hombre dejó de hablar, ella le dijo a Adrien:
-Elige tú.
Menos mal que Alya le había recomendado usar uno de sus diseños más hermosos, podía sentirse orgullosa de su aspecto y su trabajo. No solían importarle demasiado las apariencias, pero iba estupenda con aquel vestido negro y ya había visto a Adrien varias veces bajando la mirada a su escote.
Sus ojos volvieron a acariciarla, de arriba abajo, mientras levantaba la copa para brindar.
-Siete años después de lo esperado, pero por fin cumplo mi promesa de traerte aquí.
Marinette no podía negar que el lugar era agradable, y el servicio excelente, pero se sintió obligada a comentar:
-Me encantó el picnic nocturno.
-De eso nada. Solo cenaste una ensalada porque te daba miedo ya que tenias dolor de estómago ese día.
Algo se removió dentro de ella, algo emocionante y aterrador al mismo tiempo.
-¿Te acuerdas de lo que cené esa noche?
-Me acuerdo de todo lo que hiciste durante los meses que fuimos los héroes de París- le aseguró él, bajando de nuevo la vista a su escote.
-La fiesta no terminó como teníamos planeado – dijo Marinette, estremeciéndose todavía más al recordarlo.
Él se pasó una mano por la barbilla y sacudió la cabeza.
-Tenía que haberme imaginado que algún akumatizado aparecería.
-No podías controlarlo todo.
-¿Por qué no?
El camarero llegó con los entrantes, vieiras salteadas servidas en sus conchas.
Marinette sacudió la cabeza.
-No me extraña que la gente como tú sufra infartos y tenga la tensión alta.
-Yo estoy perfectamente sano, muy graciosa Marinette.
Parecía cómodo con su nueva vida, los gustos lujosos y la ropa cara.
-Adrien, ¿Qué estamos haciendo aquí en realidad?
-Llamar la atención, porque estas preciosa esta noche.
-Estúpido – le dijo ella – Quiero decir que por qué estamos saliendo juntos. ¿Qué vamos a conseguir? Ni siquiera cambiaría nada aunque nos acostémos.
La gasa de la carpa, movida por la brisa, le acarició el pelo.
-Es evidente que me infravaloras, Marinette.
Ella dejó su copa de agua con cuidado, ya estaba empezando a enfadarse otra vez.
-No soy una empresa que puedas adquirir.
-Siempre he querido que fueras mía – le dijo él con toda naturalidad, mirándola apasionadamente -. Y eso no ha cambiado. Estás todavía más guapa que entonces.
Aquella mirada le despertó el deseo también a Marinette ¿Cómo era posible que Adrien fuese capaz de tentarla como nadie?
- Ya me rompiste el corazón una vez. Me perdonarás si no permito que vuelvas a hacerlo.
-Tal vez fuiste tú la que me rompió el corazón a mí.
Ella puso los ojos en blanco. Se negaba a dejarse engatusar por sus palabras ni por las velas y el sonido de la noche.
-Se rumorea que ya no tienes corazón.
Adrien le tomó la mano e hizo que Marinette pusiese los dedos en su muñeca.
-Sigo teniendo un corazón en perfecto funcionamiento y el deseo que siento por tu hace que, en estos momentos, esté muy acelerado.
Marinette deseó creer que no era solo el deseo lo que le aligeraba el pulso.
-El amor y las relaciones son dos cosas diferentes.
-No era eso lo que decías cuando salíamos juntos y tú querías esperar a que estuviésemos casados. Entonces, ¿Se me acelera el corazón porque te amo? ¿O son el amor y las relaciones dos cosas diferentes?
A Marinette se le secó la boca y no habría podido responder ni aunque hubiese querido. Tampoco estaba preparada para hacerlo ni podía pedirle que dejara de decirle aquellas cosas.
Al ver que no contestaba, Adrien continuó hablando con la voz ronca.
-En ese caso por fin podremos estar juntos toda una noche, mientras nuestro corazón se mantiene intacto.
Marinette apartó la mano con brusquedad y la bajó al regazo.
-Ya veo por qué eres un hombre de negocios con tanto éxito. Veo que presentas muy bien tu caso.
-No has respondido a mi pregunta.
-Estoy en mi derecho de no hacerlo.
¿Podía acostarse con Adrien sin que hubiese sentimientos de por medio? Recordó lo que le había dicho Alya unas horas antes.
Marinette pensaba que no podría ser tan fría. Lo que significaba que tenía dos opciones, levantarse de la mesa en ese instante y marcharse de allí, o conocer mejor al Adrien adulto para tomar una decisión con la que pudiese estar tranquila para el resto de la vida. Era una mujer adulta y no una adolescente impetuosa. Podía ir con cautela, pero con decisión al mismo tiempo.
Tal vez hubiese algo detrás de aquella atracción, de aquel deseo que no había perdido intensidad después de los años.
Todavía muerta de miedo, tomó una decisión.
-Bueno, lo mejor será que empecemos con la cena, porque tengo hambre.
-¿Significa que estas preparada?
Con el estómago hecho un manojo de nervios, asitió.
-Eso creo.
***
Las luces del restaurante se apagaron a sus espaldas y Adrien estudió a Marinette, que tomaba una copa de vino después de la cena. Por fin había cumplido su promesa de llevarla a Jaques', años después.
Pero la noche todavía no se había terminado. Apartó su copa y se puso de pie de repente. ¿Era decepción lo que acababa de ver en los ojos de Marinette?
<< Bien >>.
-Vamos a dar un paseo por la ciudad – le ordenó.
Ella sonrió.
-No me gusta ese tono dictatorial.
Él le ofreció la mano de todas formas.
-Adrien, solo vamos a hablar.
Él siguió sin responder. Ya habían discutido suficiente y lo que quería era tocarla, sentir esa conexión que tenían los dos héroes de París. Olvidarse de las preocupaciones de Marinette por Inditex.
Ella suspiró y le dio la mano.
-Desde luego, eres exasperante y, además debería irme a casa.
-Pero vas a venir conmigo de todos modos.
Entrelazó los dedos con los de ella y disfrutó de la suavidad de su piel, la misma que recordaba tan bien. Hacia el final de su relación, aquellas manos le habían acariciado todo el cuerpo y le habían hecho llegar al orgasmo más de una vez. En su auto, en los lugares más remotos de París, donde solo Ladybug y ChatNoir podían llegar, en el dormitorio de Marinette, al que entraba por su balcón...
Su cuerpo se volvió a poner tenso solo recordarlo mientras caminaban. Adrien sabía que le iba a costar mucho trabajo controlarse, sobre todo, con la brisa levantándole el vestido a Marinette.
-Háblame de las mujeres que ha habido en tu vida.
-No
-¿Qué? – respondió ella, incorporándose de nuevo.
-He dicho que no. No quiero hablar de eso contigo.
-¿Por qué no?
-Porque lo que quieres es poner distancia entre nosotros. Lo que importa es que no estoy saliendo con nadie. Solo contigo Mari –añadió, levantándole la barbilla para que lo mirase -. Tienes toda mi atención, princesa.
Marinette se inclinó in instante hacia él antes de volver a retroceder.
-Eso no es del todo cierto. Todavía estas centrado en tu venganza con Amancio Ortega.
-Ummm... Es verdad.
-Pero, aun asi, estás aquí conmigo esta noche.
-Para convencerte.
-¿Y qué tiene que ver eso con las mujeres con las que haya podido salir? –Dijo – Nada, por supuesto, pero gracias por estar celosa.
-No estoy celosa. Es solo... curiosidad – le aseguró Marinette mientras andaba de espaldas.
-Tambien te estás poniendo roja. Se te nota aunque sea de noche – Contestó Adrien, siguiéndola -. ¿Todavía te baja el rubor hasta los pechos?
-Desde luego, eres un...
-Un hombre.
Marinette se echó a reír y salió corriendo alejándose de Adrien y dirigiéndose al pequeño parque que ellos solían frecuentar mientras iban al instituto. Una brisa fuerte hizo que se sujetara el vestido, se quitó los zapatos y empezó a bailar sobre el césped.
Hipnotizándolo.
El parque estaba cerrado por ser muy tarde, ella llevaba unos días desinhibida, ya fuese allí en el parque o tirándole el té encima en su lugar de trabajo, arriesgándose a perderlo. Y aunque Adrien deseaba que fuese más práctica, que pensase más en el futuro, no podía dejar de mirarla.
Al menos Jaques' estaba demasiado lejos como para que nadie más pudiese contemplar aquel magnífico espectáculo.
El vestido se le ensució un poco, pero no parecía importarle. La luna bañó su rostro levantado.
Adrien estaba tan hechizado y excitado que había jurado que la tierra se movía debajo de sus pies.
Sin pensarlo dos veces, fue hacia ella.
-Adrien – le gritó Marinette-. ¿Qué haces? Te vas a estropear el traje.
-Y tú el vestido.
Se limitó a tomarla en brazos, caliente y suave, apretándola contra su pecho.
La besó con el golpe de la brisa. Ella lo abrazó por el cuello sin dudarlo y separó los labios. Tenía los pechos tan apretados contra el de él que Adrien habría jurado que podía sentirlos tan suavemente.
Su cuerpo respondió a pesar de la brisa.
Retrocedió hacia atrás sin soltarla, probando y descubriendo a quella chica a la que había conocido tan bien y que le resultaba tan nueva al mismo tiempo.
-Plagg, las garras.
Marinette ya no estaba en los brazos de Adrien Agreste, sino en los de Chat Noir. Aquel compañero felino que tenía tanto tiempo sin visualizar, desde la última batalla con el terrible Hawk Moth. Estaban saltando ahora por los tejados de Paris y Chat Noir no se detenía.
-Hola princesa, estoy de vuelta.
-¿Qué hiciste Chat? ¿De dónde sacaste tu miraculous? Hace años que eso ya no te pertenece.
-Verás princesa, no fue algo intencional, simplemente apareció y aproveché este momento para mostrarte de nuevo a tu gatito.
-Chat, sabes que me gustas mucho con ese traje de felino.
Cuando se detuvo completamente sobre una superficie estable para Marinette, la dejó en el suelo. Su cuerpo se pegó al de él, le metió los dedos en el pelo mientras devolvía cada beso, cada gemido. Chat Noir se excitó todavía más y apretó la erección contra su vientre.
Bajó las manos y la agarró por el trasero para levantarla. Poco a poco, fue retrocediendo hasta la baranda del balcón donde estaban.
Cuando estuvo seguro de que estaban en un lugar en que nadie los veía, la volvió a posar en el suelo.
Mientras ella se mordía el labio, abrió su traje. Tumbó a Marinette y se puso encima.
Ella le quitó las mangas atropelladamente y Chat Noir la besó en el cuello, en el hombro, le apartó con los dientes el tirante del vestido, dejando al descubierto uno de sus dulces pechos. La luna bañaba su piel cremosa y Chat Noir disfrutó de la vista antes de bajar los labios. Jugó con la lengua y con los dientes.
Hacía viento, pero no el suficiente para enfriar el calor que sentía por todo el cuerpo. Una brisa fuerte le hizo darse cuenta de que estaba a punto de bajarle las braguitas a Marinette y hacerla suya allí mismo, de que se estaba controlando menos que con diecisiete años.
Enterró el rostro en su cuello.
-No podemos hacerlo aquí.
Ella lo agarró del pelo y le hizo levantar la cabeza para que la mirase a los ojos.
-¿Por qué no?
Su risa volvió a avivarle el deseo.
-Porque estamos en un tejado, tumbados encima. Vamos al menos a mi casa – le dijo, apoyando al la frente en la de ella -. Te ducharé con pétalos de rosa y comeré fresas en tu cuerpo. Beberemos champán en el jacuzzi. Te daré todo lo que no pude darte hace unos años.
Ella se quedó inmóvil de repente.
-Veo que no has cambiado nada.
-No sé a qué te refieres – le dijo él, tumbándose a su lado y estudiando su rostro enfadado bajo la luz de la luna.
-¿A que solo te importa el dinero?
Marinette se levantó los tirantes del vestido.
-Solo te importa lo que puedes darme. Mientras que yo solo te quería a ti, ahora, aquí – añadió.
Chat Noir supo que era sincera y se dio cuenta de lo que había estado a punto de echar a peder. La agarró por la cintura y la besó en la frente mientras inhalaba el aroma a flores de su champú.
-De acuerdo, en ese caso, nos quedaremos aquí.
Marinette se apartó y se sentó.
-No, gracias. Has roto la magia del momento. Ahora quiero marcharme a casa, por favor.
El enfado hizo que le bajase la temperatura bruscamente.
No estaba de broma. Chat Noir había perdido su oportunidad por hablar antes de pensar. Y eso que la conocía.
Marinette que tenía que hilar muy fino con ella y con el tema del dinero.
Se había portado como un tonto, se había impacientado, cosa que no le ocurría nunca.
Salvo con Marinette.
Se levantó y le tendió la mano. Por suerte, fue capaz de mantener la boca cerrada mientras andaba a su lado. Se destransformó mientras volvían al auto, se acordó que todavía tenía el resto de la semana para conquistarla.
La llevó a casa en silencio. Marinette iba mirando por la ventanilla. El pelo le ocultaba el rostro como una cortina azabache impenetrable. Por lo que no sabía en qué podía estar pensando.
Así que mantuvo la mirada al frente. No quería arriesgarse a que el agente lo parase dos veces la misma noche.
Pasó por las pequeñas casas que había en el sector de Marinette, que no era precisamente el mejor de la ciudad y que de noche parecía todavía más destartalado. Ninguna de aquellas casas estaba tan bien cuidada como la de ella.
Adrien apretó la mandíbula y contuvo las ganas de ofrecerle contratar un equipo que cuidase de su jardín para que ella no tuviese que mancharse las manos.
Giró al llegar al camino de su casa y estacionó al lado del auto de Marinette.
Ella llevó la mano a la puerta para abrirla.
-Ni se te ocurra salir sola. No me cuesta nada acompañarte hasta el porche – le dijo él.
Antes de que le diese tiempo a discutir, Adrien salió del auto y... se quedó de piedra.
La puerta de la casa de Marinette estaba abierta y el panel de cristal, roto...
Sintió ganas de protegerla y miedo de pensar que, si hubiese estado allí, le podría haber pasado algo. Podría haberla perdido para siempre.
Sintió nauseas solo de pensarlo. Y supo que esa noche volvería a hablar con la policía de Paris, muy a su pesar.
Le daba igual el orgullo de Marinette, esa noche la pasaría en su casa.
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