Capítulo Ocho


Iba a hacerlo. Por fin iba a dormir junto a Adrien. Apartó de su mente todas las preguntas que Alya le había hecho unas horas antes. Su corazón no tenía nada que ver con aquello. Solo quería saciar su deseo y sus fantasías, tenía la necesidad de saber algo que llevaba rondándola durante años.

Algo esa noche se le había estado olvidando... ¿De dóndeAdrien sacó su miraculous? En cambio, eso no le fue de mucha importancia. Más bien pensaba ¿Sería estar con Adrien tan increíble como lo había soñado?

Subió el pie por su pierna hasta llegar a la rodilla.

Adrien se levantó. Apoyó las manos en sus caderas y se colocó entre sus muslos. Marinette agarró el algodón caliente de su camiseta y lo acercó más a ella. Él la besó, con fuerza y con pasión, y ella respondió con la misma intensidad.

La piel de Marinette tenía tanta electricidad como si hubiese tocado uno de aquellos rayos que salpicaban la noche y no podía decir que eso se debiera solo a la abstinencia. Se debía a Adrien.

Este la apretó contra su cuerpo e hizo que lo abrazara con las piernas por la cintura en un momento. A Marinette se le levantó un poco la camiseta y él pudo acariciar sus muslos.

-A..Adrien- le dijo

-No tengas prisa, princesa.

La beso en la oreja, en el cuello.

Marinette se acercó más y lo besó en el lóbulo de la oreja. No podía desearlo más.

Adrien se apartó y la miró.

-¿Estas segura de esto?

-Sí, estoy completamente segura.

-No sé por qué has cambiado de idea, pero me alegro – le dijo él, levantándola como una princesa para llevarla -. Vamos a mi habitación.

Ella se aferró a sus hombros.

-No quiero tener que esperar a llegar a tu habitación. Quiero que seas mío aquí. Y ahora.

-Lo que tú quieras.

Marinette quería terminar. No quería seguir atormentándose con sueños. Tenía que calmar aquella inquietud que tenía dentro para poder continuar con su vida.

La lluvia empezó a caer lentamente mientras Adrien la llevaba hasta el suave sofá de cuero y se tumbaba encima de ella con cuidado.

A Marinette le recordó cuando habían estado en aquel picnic a la luz de la luna en lo más alto de la torre Eiffel, cuando ambos eran los héroes de todo Paris, el ruido de la ciudad. Las brisas. Casi podía convencerse a sí misma que volvían a ser adolescentes, estaban locamente enamorados y tenían todo el futuro por delante.

Marinette había rezado porque Adrien cambiara de idea y se quedara en Paris en vez de marcharse a Estados Unidos con su Padre.

Pero en esos momentos no quería pensar en aquella época. Quería estar en el presente. Si dejaba que su mente divagara por el pasado podía darse cuenta de lo importante que era aquel momento.

Le agarró la camiseta con ambas manos mientras él tiraba de su camisón. Entonces... suspiró... El deseo la aturdió, se le aceleró el corazón. Adrien le acarició el rostro.

-Me alegra de estar aquí contigo.

-Y a mí también – le dijo ella, mirándolo con ojos de deseo mientras sus pieles se encontraban.

Marinette se mordió el labio y contuvo las lágrimas que amenazaban con romper aquel momento. Por primera vez iba a estar junto a Adrien Agreste, su amor de toda la vida. Por fin iba a poder tener su momento a solas junto a él, sin el temor de que los vieran o su abuela la encontrara.

Él se bajo los pantalones y se los quitó. Y Marinette no habría podido hablar ni aunque hubiese querido, al verlo desnudo y bronceado bajo la luz de la luna. La tormenta le daba, de algún modo, un fondo adecuado para la ocasión. Cada vez llovía más.

Era como la tempestad que tenía ella en su interior, que estaba deseando desatarse con toda su fuerza.

Lo miró fijamente, su cuerpo estaba más musculado, más maduro. Ya había estado muy bien de adolescente, pero, en esos momentos lo tenía todo.

Adrien se acercó, le puso las manos en las caderas. Marinette abrió los brazos para recibirlo, para que volviese a ponerse encima de ella.

Él acarició todo su cuerpo con las manos hasta que a Marinette se le olvidaron todas las dudas y todos los miedos, las decepciones y los sueños perdidos. Adrien recordaba cómo le gustaba que la acariciara. Lo mismo que ella recordaba lo que le gustaba que le hiciera a él. Habían aprendido juntos y había algo especial en estar con alguien que conocía tus deseos a un nivel tan íntimo.

Adrien subió dándole besos, le recorrió el cuello y después la beso en los labios. Hasta que por fin... Lo apretó con los talones y le pidió:

-¡Más...!

Ni siquiera se dio cuenta de que había hablado hasta que lo vio sonreir. El placer la invadió mientras Adrien seguía. La estaba mirando a los ojos, compartir aquel momento de la manera más intima posible. Ambos habían esperado mucho tiempo para estar juntos.

Le acarició la espalda mientras él tocaba todo su cuerpo. El olor a su perfume lo invadió.

La mirada de Adrien se hizo cada vez más salvaje y este fue convirtiéndose cada vez más en su Adrien, el Adrien al que había conocido y querido. Volvía a ser el chico melancólico de sus fantasías y no el frío empresario que había vuelto a Paris. Todos los sentimientos de siete años antes giraron en su interior. Lo tenía en sus brazos y se sentía tan bien que los ojos se le llenaron de lágrimas.

El clímax la pilló desprevenida. Él enterró la cara en su cuello y Marinette lo abrazó. Estaba sudoroso y le pesaba mucho, pero no quería dejarlo marchar. Todavía no.

No supo cuánto tiempo habían pasado así abrazados, disfrutando del momento, pero sí supo una cosa.

Tenía su respuesta a la pregunta que había estado atormentándola durante siete años. Hacerlo con Adrien era tan perfecto como lo había imaginado.

Pero ¿Seguía siendo el mismo en todos los aspectos, también en aquellos que los habían separado?

Le acarició la espalda y deseó poder tener la certeza de que no iban a romperle el corazón.

Marinette pasó con cuidado al lado de un grupo de gente en empresas Inditex junto a la ventana, estaban Nadja Chamack y su hija Manon quien comenzó a estudiar periodismo para ser reportera de noticias como su madre. Por lo que había podido oír un rato antes, al parecer estaban trabajando en la publicidad para el siguiente proyecto de la fundación que dirigía Adrien.

Siempre había cosas que le recordaban a Adrien, incluso en el trabajo.

Marinette nunca había mirado tantas veces el reloj, deseando que terminara su trabajo. Ojalá hubiese podido ignorar la vocecilla que le decía en su interior que aquello era demasiado bueno para ser verdad.

Dejó la pesada cesta de telas y cortes mientras escuchaba la conversación.

Nadja dejó su vaso de agua y comentó:

-Yo me preguntaba si Adrien estaría utilizando la fundación de tapadera, pero tengo que confesarles, que estoy gratamente sorprendida de todo el trabajo que está haciendo la fundación.

-Yo también – le respondió Manon-. Me pellizco todos los días para estar segura de que no son imaginaciones mías. Estar al frente de la fundación es para mí un sueño hecho realidad. Y te aseguro que todo lo que ocurre en la fundación es real...

Marinette se sentía incómoda escuchando, así que se aclaró la garganta.

-Mami, mira ahí está Marinette –dijo Manon quien corrió a abrazarla mientras Marinette le sonreía a ambas.

-¿Puedes hacer tu descanso y pasar un poco de tiempo con nosotras?

Nadja levantó su vaso de agua y añadió:

-¿O para disfrutar de algún otro postre de chocolate?

Marinette se echó a reír.

-Ojala pudiese pero no tengo tiempo. Y todavía no me ha perdonado del todo por haberle tirado la jarra de té encima.

Manon sonrió.

-Entonces ¿No es un rumor? ¿Ocurrió de verdad?

Marinette puso los ojos en blanco.

-No estoy orgullosa de eso.

-Me han comentado que Adrien y tu están haciendo las paces.

-Um...-contestó Marinette sin más -. Digamos que volvemos a ser capaces de hablarnos.

Manon le tocó la mano.

-Me alegro. Cuando él iba a tu casa a visitarte cuando me cuidabas de pequeña se miraban de una manera muy especial. Y después de ver el trabajo que está haciendo con la fundación tengo la esperanza de que al final salve Inditex también.

Marinette se quedó helada al oír aquello. Se había dejado distraer muy fácilmente de su principal motivo para pasar tiempo con Adrien. Tenía que haber intentado convencerlo de que no vendiese la empresa Inditex y dejara a muchas personas sin trabajo ¿Cómo se le podía haber olvidado tan pronto que, con los años, Adrien se había convertido en un despiadado empresario?

Aunque su corazón estuviese en peligro, más que nunca, tendría que pasar tiempo con él para intentar hacer que cambiase de opinión.

Tal vez no tuviese que terminar todo después del cumpleaños de la abuela de Marinette.

Con una planta en la mano Adrien se apoyó en el techo de su auto. Llevaba diez minutos esperando en el estacionamiento de Inditex. Marinette debía estar a punto de terminar su trabajo. Solo eran las nueve de la noche. Todavía tenía tiempo de cenar en la terraza de su casa. Aunque estaba deseando que llegase el día que Marinette no tuviese que trabajar más allí.

Con la planta y la cena pretendía mantener una relación informal, como había dicho Marinette que prefería que fuera. Haber dormido juntos había sido increíble, pero no había sido suficiente. Y Adrien sabía que tampoco se saciaría con un par de días más. Había estado con suficientes mujeres para saber que la conexión que tenía con Marinette era especial y no quería perderla. No iba a perderla. No tenía que preocuparse de que a Marinette solo le interesase su dinero. Solo tenía que convencerla.

Si hacía las cosas a su manera por el momento, se la ganaría a largo plazo. Necesitaba demostrarle que podía tener dinero y una vida sencilla al mismo tiempo. Luego la convencería de cosas más importantes, como que dejase el trabajo y la casa en la que había querido vivir con Nathaniel.

Por encima de verla por su seguridad, Adrien quería un compromiso. Y, sí, también quería apartarla de los recuerdos del hombre al que había escogido en su lugar.

El pasado no importaba. Marinette era suya por el momento y no tenía la intensión de dejarla marchar.

La oyó reír antes deberla y se le endureció todo el cuerpo. Por suerte, el estacionamiento estaba casi vacío, así que no habría demasiadas miradas curiosas. Aunque nunca le había importado lo que la gente pensara y dijera de él.

Entonces apareció, despidiéndose de otras compañeras de trabajo, y Adrien dejó de pensar. Ella lo miró y sonrió todavía más.

Siempre le había encantado su sonrisa.

No corrió por el estacionamiento, como habría hecho en otros tiempos, sino que avanzó con paso seguro y firme.

-He estado pensando en ti hoy – le dijo antes de abrazarlo por el cuello.

-Me alegro. Espero que hayan sido pensamientos calientes que te hayan hecho enrojecer. Y si no es así, será un reto conseguirlo esta noche- le respondió él, dándole un beso en los labios y ofreciéndole la planta-. Para ti.

-Oh Adrien, es...

-Un Cereus.

Que había comprado su secretaria. No había ido él a comprarla, pero había pensado en el detalle.

-La flor dura poco, pero es preciosa. Como lo nuestro en el instituto.

Marinette se apretó la maceta al pecho como si fuese un collar de diamantes y no una flor.

-Es preciosa.

-Quería verte contenta.

-Te mueres por los retos – comentó Marinette, entrando en su auto como había hecho cientos de veces en el pasado.

-Me muero por ti.

Era cierto. Y no tardaría en demostrárselo.

Adrien se sentó detrás del volante y arrancó. Se preguntó qué clase de auto escogería Marinette cuando por fin le permitiera que le comprara cosas. Tal vez pudiesen hacer un trato. Por cada cosa que le dejara comprarle, donaría la misma cantidad a una organización benéfica. Seguro que eso le gustaba. Estaba muy implicada en el trabajo de la fundación...

Intentó no pensar en aquello. No quería pensar en su madre en esos momentos.

Marinette apoyo la planta en sus rodillas.

-¿Por qué este cambio tan repentino? Tanto romanticismo y tantas citas solo para llevarme a la cama, aunque no me quejo de lo de la cama, que lo sepas, pero has estado cinco meses controlándote.

-Y eso te ha dolido ¿Verdad?- le preguntó él, tomando la carretera.

-¿No estarás diciendo que me ignorabas a propósito? Ni siquiera tú puedes ser tan maquiavélico. ¿O si?

- Solo vine a traerte una planta. Aunque podría darte mucho más si tú me dejaras.

-¿Ya te has olvidado de la discusión que tuvimos anoche acerca de los regalos caros?

Él la miró todo lo que pudo antes de volver a clavar la vista en la carretera.

-Lo que quiero darte no está a la venta.

A ella se le aceleró la respiración. Alargó la mano y le acarició el muslo, fue subiendo por él hasta llegar...

Adrien le agarró la mano y le dio un beso en la muñeca.

-Ten cuidado. No quiero tener un accidente ni que nos vuelva a parar el agente. Llegaremos a mi casa en cinco minutos. Allí podrás hacer todo lo que quieras conmigo.

-¿De verdad piensas lo que has dicho? – Le preguntó Marinette en voz baja-. ¿De verdad piensas que las cosas más importantes de la vida no tienen precio? ¿Qué lo que nosotros tenemos no tiene precio?

-Por supuesto. ¿Quieres que te demuestre que no soy un materialista? – le preguntó él, arqueando la ceja-. ¿Quieres que pase alguna prueba?

-Lo siento, no pretendía herir tus sentimientos.

-Estás admitiendo que tengo sentimientos – comentó él riendo -. Eso ya es todo un avance.

Marinette sujetó la planta con más fuerza.

-Tienes que admitir que te has tomado muchas molestias para cultivar esa imagen de tiburón empresarial que tienes.

-La debilidad no suele funcionar en las mesas de negociación.

-¿Y mantener Inditex abierto te parece un signo de debilidad?

Marinette lo estaba mirando tan fija e intensamente que le hizo recordar uno de esos momentos en los que su madre lo interrogaba de niño porque se había roto corriendo y jugando.

Se sintió incómodo. Aunque le idea de cerrar Inditex tenía sentido económicamente. Mantenerla abierta solo retrasaría lo inevitable para aquellos trabajadores... aquellos perdedores...

No quería pensar en eso. Quería centrarse en Marinette, en mantenerla a su lado.

Y en su cama.

Siete minutos después estaban en su ascensor privado, subiendo a su apartamento, y Adrien decidió disfrutar el presente. Apoyó a Marinette en el espejo y la besó mientras le quitaba las horquillas del pelo. El olor a flores de su champú lo invadió.

Ella no dudó, lo agarró y lo abrazó a su cuerpo. Con la otra mano estaba sujetando la planta, pero la manera de apretar las caderas con las de él hizo que a Adrien se le acelerara el corazón.

Nunca había tocado algo tan suave como su pelo. No había nada como Marinette.

Nada.

Y eso unido a la imagen del espejo hizo que Adrien estuviese a punto de perder el control. Le estaba desabrochando la camisa blanca cuando las puertas del ascensor se abrieron.

Sin romper el beso ni un segundo, entraron en el piso, moviendo los pies a la vez a pesar del frenesí.

Cuatro pasos después estaban en el comedor y Adrien decidió que no podía esperar más.

-A este ritmo, no vamos a llegar nunca a la cama.

-Creo que en estos momentos me da igual – respondió él, sentándola en la mesa de caoba y acariciándole el cuerpo.

Ella suspiró de placer.

-Estas todavía más guapa que antes – le dijo, apoyando las manos en la mesa. – Marinette, he pensado tanto en ti – añadió – Normalmente por las noches, cuando estaba solo en algún hotel, deseando poder tenerte a mi lado, debajo de mí, encima de mí. Algunas veces utilizaba a Chat Noir para poder ir a verte en secreto.

Ella echó la cabeza para atrás.

-No vas a convencerme de que has estado locamente enamorado de mi todos estos años – le dijo ella con voz entrecortada – Hay muchas noticias de tus conquistas.

Adrien se detuvo un instante y la miro a los ojos.

-¿Me seguías en internet?

-Eso da igual- respondió Marinette.

Adrien vio algo raro en sus ojos, pero no podían ser celos. Aun así, sintió la necesidad de tranquilizarla.

-La mitad eran puras mentiras. Ya sabes lo mucho que trabajo. No he podido tener tiempo para salir con alguien seriamente– le aseguró, apoyando la frente en la de ella-, pero sí, he estado con otras mujeres, aunque eso no haya evitado que siguiera soñando contigo.

Aquella última confesión le salió muy dentro, de un lugar en el que Adrien prefería no pesar, pero Marinette estaba teniendo ese efecto en él estaba llgando a un sitio que ninguna otra chica había llegado.

-Oh Adrien – le dijo ella con voz triste -. Fui yo la que se fue. Esta casa, tu auto, todo dice a gritos que quieres que Paris sepa que has ganado. Una vez que terminemos de explorar lo nuestro seguirás con tu vida.

Adrien se sintió incómodo. ¿Ya estaba hablando Marinette del final? El tiempo con ella estaba pasando con demasiada rapidez y no quería desperdiciar ni un minuto intentando convencerla de lo contrario. Estaban bien juntos. Y sabía cómo convencerla de que nunca se había olvidado de ella.

-Entonces ven conmigo – le dijo -. Vamos a algún sitio que sea neutral. Conozco el lugar perfecto para explorar lo nuestro sin interrupciones.

Alguien llamó a la puerta mientras Marinette estaba plantando el Cereus en el jardín trasero de su casa.

Levanto la vista. Odiaba estar tan nerviosa después del robo. No había querido irse de viaje con Adrien a plena luz del día y allí estaba, muerta de miedo.

Miró hacia donde tenía la maleta, debajo de la mesa del patio, y luego hacia la parte delantera de la casa. Luego suspiró aliviada al ver el auto de Alya.

-Ya voy- gritó, quitándose los guantes.

Alya apareció por la esquina de la casa y le preguntó:

-¿Por qué tienes una puerta nueva? ¿Qué le pasó a la vieja?

-Hola, amiga – le respondió ella, limpiándose el sudor de la frente y haciéndole un gesto para que se sentara -. Entraron a robar mientras cenaba con Adrien, pero ya han atrapado a los tipos que lo hicieron.

-Menos mal que no estabas en la casa – le dijo Alya, agarrándole la mano-. Y, hablando de Adrien, por eso he venido ¿Cómo fue la cita?

Marinette se preguntó cuánto debía contarle. Todo aquello le resultaba tan nuevo y tan extraño, que era gracioso pensar que conocía a Adrien de toda la vida. Tal vez lo mejor fuera ser franca. De todos modos, Alya terminaría enterándose. Sobre todo, teniendo en cuenta que tanto ella como Nino trabajaban para Adrien.

Sacó la maleta debajo de la mesa intentando no pensar en la vez que la había comprado para irse de luna de miel. Sus suegros les habían regalado dos noches en la playa. Después de la muerte de Nathaniel se habían ido a vivir a Alemania, no habían sido capaces de quedarse allí tras la pérdida de su único hijo. Habían dicho que no tenían fuerza para enfrentarse a los recuerdos.

Alya abrió mucho los ojos.

-¿Te vas de viaje? Desde que te conozco, nunca te has ido asi de vacaciones por nada, niña.

-He pedido unos días libres en el trabajo – le respondió Marinette.

Todavía no podía creer que le hubiese dicho que si a Adrien, pero no había podido rechazar su propuesta después de haber hecho el amor con él.

-Ya era hora- comentó Alya sonriendo – Incluso cuando Nathaniel vivía, solo se iban como mucho un día.

-A él no le gustaba mucho viajar.

-No tanto – replicó Alya, golpeando la maleta con sus zapatos-. Bueno, ¿Adónde vas? Supongo que esa cita salió muy, muy bien.

-Solo me marcho un par de días. Volveré a tiempo para la fiesta de cumpleaños de la abuela.

-¿Te marchas con Adrien? Oh, Dios mío. – dijo Alya, alargando las manos por encima de la mesa para tomar las suyas-. Eso es increíble.

-Tal vez me vaya con mi abuela a un Spa con aguas termales.

Alya se echó a reír.

-¿A que la llamo?

-No, por favor. Ni siquiera sé porque le dije que si.

-¿Es increíble en la cama?

-No pienso responderte a eso.

Alya se echó para atrás, sonriendo.

-Demasiado tarde, ya lo has hecho al ruborizarte.

Marinette odiaba ruborizarse con tanta facilidad al hablar de Adrien. Con veinticuatro años, tenía que ser un tema superado. Sobre todo, le preocupaba que Alya tuviese razón, que estuviese permitiendo que eso le nublase la mente.

Alya dejó de sonreír y la miró con preocupación.

-Estas estresada con todo esto.

-No estoy segura de haber tomado la decisión correcta- Admitió Marinette.

Una cosa era dormir con Adrien un par de días y, otra distinta, irse de viaje con él.

-Nunca le das tantas vueltas a las cosas. Si lo estás haciendo ahora es por algo.

-¿Por qué?

-Porque es importante para ti – le dijo Alya-. Cuanto más hay en juego, mayor es el riesgo.

-Ya no lo quiero – le aseguró ella, intentando convencerse a sí misma también -. Vamos a tener una aventura para poder olvidarnos del pasado. O tal vez la cosa se desinfle sola de aquí al final de la semana y por fin pueda olvidarme de mi amor del instituto.

La idea de olvidarse de Adrien le dolió.

-Ya sabes lo que me pasó a mí con Nino, ¿No?

Alya y Nino habían tenido una caliente aventura que había terminado en boda en tan solo un par de meses y habían sido la noticia de toda la ciudad.

-Objetivamente, yo diría que lo tuyo con Adrien Agrete no se va a desinflar rápidamente.

Marinette miró la planta que Adrien le había regalado y se preguntó si lo suyo sería tan fugaz como su flor o si Alya tenía razón y podrían tener algo más.

No tenía la respuesta a esa pregunta entonces como no la había tenido hace siete años antes, pero esperaba encontrarla en el misterioso viaje que Adrien había planeado.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top