Capítulo Cinco



Al día siguiente, Marinette deseó darle a Adrien una buena patada en el trasero. Después de pedirle que saliese con ella, después de insistir en que pasasen tiempo juntos durante toda la semana, había vuelto a ignorarla. Ni siquiera la había llamado.

Con un poco de suerte, durante la comida con su mejor amiga Alya encontraría la respuesta a preguntas como ¿Cómo debía tratarlo? O ¿Cómo podría aliviar aquel dolor de cabeza? Alya estaba sentada enfrente de ella en una pequeña mesa del patio del Bistro by the Sea, una cafetería del centro. Preparaban comida para llevar y también tenía un pequeño comedor con mesas. Aquel día era para sentarse, corría la brisa y una sombrilla las protegía del sol.

Marinette mordisqueó el cruasán de pollo con ensalada que casi no había tocado. Estaba nerviosa.

Alya apartó su panini.

-¿Qué te pasa? Y no te molestes en decirme que no es nada niña – le advirtió -. Tal vez puedas engañar a otros con esa sonrisa de oreja a oreja, pero yo te conozco demasiado bien.

Habían estado separadas por varios años, pero cuando habían vuelto a encontrarse con veinte años, volvieron a ser las mejores amigas que siempre habían sido.

-¿Qué me ha delatado?- le preguntó.

- Que no te estás quieta. Has ordenado la mesa cuatro veces, has mirado tu teléfono cinco...

Marinette dejó inmediatamente de tocar el molinillo de pimienta.

-Ah, no me había dado cuenta.

Margaret se apartó el pelo. Su aspecto era mucho más elegante desde que había empezado a trabajar para Inditex.

-Todavía no has respondido a mi pregunta.

Se oyó la campana de la puerta y salió una mujer vestida de traje con un café y un sándwich en la mano. Marinette esperó a que hubiese desaparecido para empezar a hablar.

-Adrien ha vuelto – empezó, resistiendo las ganas de tocar su teléfono, un teléfno al que él no la había llamado ni una vez desde que la había besado en su jardín.

-Si, me du cuenta hace como cinco meses.

-Quiero decir que ha vuelto a mi vida – Le explicó Marinette, tocando su teléfono – O eso creo.

-O sea, que han decidido dejar de ignorarse el uno al otro – comentó Alya sonriendo.

-Bueno, a él le costó mucho seguir ignorándome cuando le tiré una jarra de té en los pantalones.

-¿Qué hiciste qué? – Preguntó Alya, echándose a reír.

Marinette esperó a que se calmase antes de continuar.

-Me extraña que no te hayas enterado, porque ha sido el cotilleo de toda la ciudad. Pensaba que Nino te lo había contado.

-Hemos estado... muy ocupados, desde que volví de mi viaje de trabajo.

-¿Muy ocupados? – repitió Marinette, inclinándose hacia delante, contenta por su amiga -. ¿Me lo quieres contar?

-No creas que vas a distraerme tan fácilmente – le advirtió Alya, apartando el pequeño jarrón con margaritas que tenía delante y mirándola a los ojos-. Estábamos hablando de que Adrien Agreste y tú van a volver a salir.

-No pretendía distraerte. He sido yo la que ha sacado el tema...

Aunque hubiese preferido no compartirlo.

-Yo no diría que vamos a volver a salir, no iría tan lejos, pero hemos hablado de terminar mejor de lo que lo hicimos hace siete años- continuó Marinette.

-¿Terminar? – repitió Alya sonriendo-. ¿Si están hablando de terminar por qué te estás poniendo roja?

-Porque hace calor aquí afuera – respondió ella abanicándose con el menú.

-Ya. ¿De verdad me vas a decir que ya no hay chispa entre ustedes?

Su amiga hizo una pausa y parpadeó rápidamente.

-Oh, Dios mío, te estás poniendo todavía más roja. ¿Se han vuelto a acostar?

-¿Cómo que si hemos vuelto a acostarnos?- inquirió Marinette, dejando el menú con fuerza en la mesa-. ¿Por qué todo el mundo da por hecho que nos acostamos cuando íbamos al instituto? Aunque te parezca mentira, no lo hicimos. Esperábamos al matrimonio.

-De acuerdo, de acuerdo, te escucho – le dijo Alya, levantando las manos a modo de rendición.

Poniéndose a la defensiva no ayudaría a Marinette y necesitaba el consejo de alguien en quien confiar.

-Ahora tampoco nos estamos acostando juntos – añadió Marinette.

-Pero ha pasado algo.

-Nos hemos besado. Y, si, han saltado chispas, pero lo nuestro no puede llegar a nada. Ya teníamos problemas hace siete años. Nuestros sueños y prioridades eran distintos y esas diferencias solo han crecido con el tiempo.

-Y cuando una tiene diferencias irreconciliables con un hombre lo primero que hace, cómo no, es besarse con él – comentó Alya antes de darle un mordisco a su panini.

-Se supone que tienes que estar de mi parte.

-Y lo estoy- le aseguró, limpiándose los labios con la servilleta-. Solo te estoy diciendo lo que es obvio. No has superado lo de Adrien, ni mucho menos.

-¿Y si se trata de frustración sexual? – Le preguntó Marinette a su amiga al tiempo que se lo preguntaba a sí misma también -. ¿Y si solo estoy caliente porque nunca he estado con nadie y llevo mucho tiempo sola?

Alya estuvo a punto de atragantarse con el agua que estaba bebiendo.

-¿No has salido con nadie más?

-No sé si sabrás que me estoy cansando de que me mires como un bicho raro porque no me tiro encima del primer tipo que se me pone delante.

-A eso me refiero precisamente – comentó Alya -. Si he entendido bien, tu prometido fue tu primer y único amante, y lo querías. No te has acostado con ningún hombre, a pesar de la frustración, pero eso podría cambiar con Adrien, lo que debería decirte algo.

Eso era lo que más le asustaba a Marinette. Que había querido a Adrien y se había quedado destrozada cuando habían terminado. Se le había vuelto a romper el corazón con la muerte de Nathaniel y no podía aguantar otro golpe amoroso más.

Si supiese que podía estar con Adrien sin correr riesgos...

-Me ha pedido que cene con él en Jaques' esta noche.

Su amiga la miró con curiosidad, luego con preocupación y, para terminar, con determinación.

-Entonces vas a necesitar algo para ponerte... Conozco una chica que tiene vestidos de diseño muy hermosos – le dijo, dejando un par de billetes en la mesa y agarrando a Marinette por la muñeca – Vamos, ya hemos descansado suficiente.

Marinette se levantó pensando que se negaba a que volviesen a romperle el corazón.


Por fin volvia a tener a Marinette en su auto. Un paso más para tenerla en su cama. Redujo la velocidad para tomar una curva camino a Jaques'.

Para ir a trabajar conducía un Mercedes-Benz en el que cabía todo su equipo. Para esa noche había preferido el Porshe.

Tenia a Marinette para él solo para el resto de la semana y pretendía que todos los segundos que pasasen con ella contasen. Tenía pensado mimarla con todo lo que se merecía, todo lo que por fin podía darle. Y, si, tenía que admitir que le emocionaba la idea de tenerla en su auto, como en los viejos tiempos cuando la tenía solo para él siendo Chat Noir. Años atrás había querido llevarla a Jaques' para San Valentin, pero no había podido. Solo había podido regalarle flores y hacer picnics nocturnos en los tejados de los edificios de esa hermosa ciudad. Esa noche le había robado el corazón, tan guapa y tan contenta.

FLASHBACK

En la entrada de la panadería de sus padres, Marinette ladeó la cabeza haciendo oscilar su cabello.

-¿Qué tienes escondido detrás de la espalda?

Adrien sacó la mano en la que llevaba un ramo de flores. De la mayoría no sabía ni el nombre, pero le había parecido todo un estallido de color, en tonos rosas, amarillos, morados y rojos. Era enorme y probablemente tendría que trabajar extra en las sesiones de fotos, pero no le importaba. Valía la pena solo por ver cómo se le iluminaba la mirada a Marinette.

-¡Oh Adrien!- exclamó esta, dándole un beso rápido antes de acercarse las flores a la nariz e inhalar profundamente.

Gimió de placer y él se excitó solo de pensar en otras maneras de hacer que gimiese así. O tal vez fue el beso lo que le aceleró el pulso. En cualquier caso, se sintió incómodo.

-¡Oh Adrien!- repitió ella sin ocultar su emoción-. Son increíbles. No puedo creer que hayas hecho algo así. Se te da muy bien guardar secretos, no me has dado ni una pista en todo el día.

-Me alegra que estés contenta.

-Y mucho- le dijo ella sonriéndole por encima de las flores-. ¿Es a esto a lo que olía tu limosina esta mañana?.

-Ahí me has encontrado.

Adrien seguía sin poder creer que Marinette hubiese pensado que eran los restos de perfume de otra chica.

Ella arrugó la nariz.

-Y me porté como una tonta celosa.

-Yo me habría sentido igual si hubiese pensado que estabas viendo a otro.

Adrien no podía olvidar cómo la había mirado Nathaniel. Era evidente que le gustaba y que le daba igual que ella estuviese ocupada.

Sintió celos, pero intentó calmarlos. Él era un tipo tranquilo, centrado.

Marinette dejó las flores dentro con mucho cuidado.

-Yo también tengo algo para ti – le dijo.

-No hacía falta. Creo recordar que alguien con cabello azabache increíble y un cuerpo de escándalo me ha dicho, esta misma mañana, que el día de San Valentín es solo para chicas.

Ella se echó el pelo hacia atrás con un gesto descarado que siempre le encantaba a él.

-Pues esa chica quiere regalarte algo.

Marinette metió la mano en su bolso y sacó de él una pequeña cajita dorada.

-Espero que te guste – Añadió.

Adrien rasgó el papel de regalo. Con su padre intercambiaban regalos de Navidad, pero no se molestaban en envolverlos. No había tenido un regalo envuelto así desde la desaparición de su madre.

Intentó no pensar en ello, quitó el último papel y encontró...

-¿Un gorro celeste?

No entendía porqué ese gorro le recordaba el regalo que había recibido de su padre en su cumpleaños pasado.

-Para que haga juego con tu bufanda. – dijo Marinette, quitándoselo de las manos para colocarlo en su cabeza-. Y hay algo más. Es una tontería, pero he pensado que te gustaría.

Adrien metió la mano en la caja y encontró algo pequeño y plateado. Era una pulsera con un dije con forma de Catarina. Eso lo hizo sonreir de verdad. Marinette había sabido lo fan que era él de Ladybug, un dije diseñado por ella misma le iba a encantar.

Cerró la mano con el dije dentro y se inclinó a besarla, quedándose así unos segundos a pesar de saber que debía apartarse por muchos motivos. El primero, la abuela de Marinette, que estaba al otro lado de la puerta. Pero llevaba todo el día pensando en ella y quería disfrutar de sus suaves labios lo máximo posible.

A Marinette se le cayeron el bolso y el jersey al suelo. Le puso las manos en los hombros, cosa que Adrien estaba empezando a darse cuenta de que significaba que lo deseaba tanto con él a ella. La agarró de la nuca y notó la caricia de su cabello en la mano. Deseó despeinárselo, sentirlo por todo el cuerpo. Quería más, más, más.

Notó que las manos le empezaban a temblar de deseo. Tenía que cortar aquel beso si no quería perder el control allí mismo.

Retrocedió y le acarició la mejilla.

-Gracias. Por los dos regalos. Son estupendos. Tú eres estupenda.

Y lo más sensato habría sido dejarla en paz, porque no sabía qué iba a pasar con aquella relación cuando ambos terminaran el instituto....

Fin del FLASHBACK

El ronroneo de felicidad de Marinette devolvió a Adrien al presente. Sus manos estaban en el volante de su auto, su vista clavada en la carretera y la mujer más exasperante que había conocido, a su lado.

La vio acariciar el asiento de cuero y oyó cómo suspiraba.

-Me alegro de que hayas conseguido comprarte el Porsche con el que siempre soñaste.

-Y yo me alegro de que por fin te hayas decidido a salir conmigo.

Lo que más le entusiasmaba era que Marinette se acordase de que había soñado con tener aquel auto. Al parecer, no lo había borrado completamente de su mente, por mucho que se hubiese contenido.

Marinette se giró hacia él y su aroma lo invadió.

-¿Qué has hecho durante todos estos años que has estado afuera? Además de ganar mucho dinero.

-¿No me has seguido la pista?- bromeó Adrien sin apartar la vista de la carretera-. Qué decepción.

-Ya, claro - rió ella-. Ya veo que ha sido todo un golpe para tu autoestima.

Él no se molestó en contestar. Muchas personas opinaban que era un hombre arrogante. Podía vivir con ello.

-¿Adrien? ¿No me vas a contar qué has estado haciendo? - insistió ella.

A Adrien no le importaba contárselo.

-Estuve trabajando en Estados Unidos como modelo de la empresa Gabriels, ahorré dinero y estudié por las noches para convertirme en Contador.

-Espera - lo interrumpió ella-. Un momento ¿Eres contador?

Su sorpresa era poco insultante. Y le demostraba que no habia buscado información de él en ningun sitio, ni siquiera por internet. Era evidente que Marinette habia continuado con su vida y no había vuelto a pensar en él.

Por el contrario, aunque Adrien saliera con otras chicas en Estados Unidos, jamás pudo olvidar a Marinette. Agarró el volante con más fuerza.

-Si, soy contador... - empezó, pero dejó de hablar al oírla reír-. ¿Qué te parece tan gracioso?

Ella contuvo la risa, pero siguió sonriendo. Estaba preciosa con aquel vestido negro, escotado que había diseñado ella misma.

-Nunca tuviste demasiado sentido del humor, y tus chistes de gato, en verdad eran malos.

-Pues ayúdame- le pidió él con voz tensa.

-Me sorprende que escogieses esa formación. No te veo como contador, todo el día encerrado en tu oficina, haciendo números.

Su ego se tranquilizó al oír aquello.

-Aprendí acerca del dinero, cómo ganarlo y cómo conseguir que nadie me lo quitase. Luego hice un máster para ampliar mis conocimientos y después me convertí en el tiburón empresarial al que todo el mundo conoce y adora hoy en día.

-Ya veo que sí tienes sentido del humor - comentó Marinette riendo de nuevo.

-Lo tengo cuando hace falta. Aunque la mayor parte del tiempo no lo necesito. No me interesa ganar ningún concurso de popularidad - le dijo, apartándole un sedoso mechon de la cara-. Solo me interesa ganar. Nada más.

-Por favor, pon las dos manos en el volante - Le dijo Marinette, apartando la cabeza.

Pero Adrien se dio cuenta de que respiraba con dificultad.

-¿Y qué vas a hacer después de haberle dado una patada en el trasero a Amancio Ortega? -quiso saber Marinette.

Él abrió la boca para responder, para cambiar el tema de conversación. Lo mejor sería que hablasen de sus planes con la fundación y no de la vieja industria Inditex.

Oyó el ruido de una sirena y vio la luz azul de la policía en el espejo retrovisor. Bajó la vista al velocímetro y se maldijo.

Una cosa era pisar el acelerador yendo él solo por una carretera desierta, y otra distinta, hacerlo con Marinette a su lado.

Levantó el pie del acelerador, pisó el freno y detuvo el auto a un lado de la carretera. Por el espejo lateral vio un rostro envejecido, pero que le era muy familiar, el agente Roger Raincomprix, el papá de su compañera de estudio Sabrina, quien muchas veces ayudó en sus misiones. Buscó su cartera mientras este se acercaba a ellos.

Luego puso ambas manos en el tablero y esperó.

Al menos, sabía que no habría ninguna discusión, ya que anteriormente se había hecho amigo del policía, que lo había ayudado con la seguridad de algunos de sus amigos más influyentes.

Por eso, aunque le agradecía que le hubiese recordado que iba demasiado deprisa, sabía que no le daría ningún problema. Él le había dicho qué debía hacer para sacar el mayor partido a su fondo de pensiones. Fuese justo o no, así era la vida. 

Iba a dejar de pisar el acelerador del Porsche, pero ¿Y con Marinette? No tenía la intención de ponerle freno a lo que surgiese entre ambos.

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Nota de la autora:

Hola chicos y chicas, ¿Qué les ha parecido el fanfic? Sé que me he tardado en subirlo, una vez a la semana es algo frustrante, pero saben algo? Lo bueno se hace esperar. Así que los dejaré con la intriga una semana más, pronto pronto verán qué pasará con estos dos. ¿Marinette aceptará de nuevo a Adrien en su vida? ¿Adrien se dejará convencer por Marinette? Hay algo más oculto en todo esto... pero ya lo sabrán :D


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