Capítulo 18

"La felicidad está hecha para ser compartida". —Pierre Corneille

***

—Dios mío, esto no deberían llamarlo el Ponte Vecchio sino la Joya de la Ciudad —veo como suelta una sonrisa.

—Podía ser como su segundo nombre, ¿qué te parece? —Sugiere.

—Me parece bien. —Le guiño el ojo.

Si hace unos años hubiera estado acá en un viaje de vacaciones con mi familia, es probable que encontráramos este sitio turístico con una gran multitud de personas, pero por cuestiones de distanciamiento social y mantener las medidas de higiene como de seguridad por las secuelas que dejo la pandemia, el lugar se encuentra generalmente con una población considerable de personas que pueden caminar con más libertad sin tan siquiera tener que chocar con terceros.

A pesar de ello, el lugar sigue siendo el mismo, muy hermoso, con una arquitectura antigua basada en el romanticismo y con personas emprendedoras que supongo que la mayor parte de los locales que se encuentran a nuestro alrededor deben ser de familias de joyeros que llevan una larga trayectoria trabajando en este negocio; todo este lugar es espectacular añadiendo del río Arno que resalta con ese color magnifico de su agua.

—Bien, además de darte un tour por el puente, te hablare sobre él —menciona.

— ¿Así como lo hacen los guías turísticos? —Le dije bromeando.

—No, pero intentaré que se vea divertido. —Sonó a promesa.

Caminamos despacio como si no tuviéramos prisa de nada, a nuestro alrededor solo se encuentran joyerías unas más grandes que otras, pero con esa distintiva mercadería que no suele igualarse.

—El Ponte Vecchio fue construido por primera vez en el año 150 a.C por los romanos, su estructura estaba hecha de madera por lo que tuvo ciertas complicaciones naturales y humanas que permitieron que se destruyera —comenzó a relatar.

— ¿Qué tipo de complicaciones? —Le pregunto.

—El río empezó a crecer, pero al mismo tiempo se empezaron a dar unas guerras haciendo que esté cayera y por supuesto, hubo algunos descuidos. —Expreso. —Así que en el año 1345 nuevamente fue construido por Taddeo Gaddi, haciendo que esté ahora estuviera diseñado de roca sustituyendo al de madera. —Nos acercamos por un momento a las ventanas del puente.

Por un instante estuvimos observando la vista que refleja el puente como el río Arno, desde la distancia podemos contemplar muy bien su estructura como el diseño de las casas colgantes que tiene diferentes formas como colores.

—El puente se sostiene de tres arcos, el central tiene una medida de treinta metros mientras que los laterales están compuestos por veintisiete metros. —Me señalo los tres arcos.

Puso su mano en mi espalda para que continuáramos caminando, así que, rodeándonos nuevamente de todas aquellas tiendas de joyería, fui proporcionándome de más conocimiento mientras lo escuchaba seguir hablando sobre la maravilla de Florencia.

—En 1565 se dio un nuevo rediseño del puente por medio de Giorgio Vasari, quien fue contratado por el Gran Duque Cosimo I de Médici para que conectara el Palazzo Vecchio con el Palazzo Pitti. A esta nueva creación fue llamada el Corredor Vasariano. —Mencionó.

Nuevamente nos detuvimos un momento mientras que a una distancia prudente no sólo para interrumpir al artista sino que también por asuntos del distanciamiento social, nos quedamos observando el trabajo de un pintor, quien está dibujando a una mujer con su hija mientras que ambas no dejan de mirarse con mucho amor; lo que reflejan ambas es tan genuino que tuve que respirar profundamente para pensar si alguna vez mi madre y yo nos tomamos un momento para vernos de esa forma, al menos, para dedicarnos ese tiempo que de vez en cuando no compartimos a punto de mantenemos ausentes de nuestra propia relación.

Sin haberlo imaginado, escuche el sonido similar al de un flash de una cámara haciendo que girara mi rostro a un lado para ver como Phillipe inesperadamente me tomo una fotografía, así que mirándolo consternada mientras lo veo reírse, poco a poco se va acercando a mí para mostrarme la foto que ha sido capturado por la cámara de su IPhone. Apenas me entrego su dispositivo para ver una imagen de mí, perdidamente observando algo que ha captado mi atención, a pesar que haya sido tomada de forma inesperada, se puede admirar las emociones que estoy reflejando, o al menos eso creo luego de saber qué es lo que estaba cruzándose por mi mente en ese instante, pero siendo sincera, la fotografía, aunque es sencilla, es muy hermosa.

— ¿Así que te has vuelto fotógrafo? —Elevé una ceja y mantengo una pequeña sonrisa.

—Ya sabes que lo soy... —Lo interrumpo.

—Dijiste que llevabas tiempo sin tomar fotografías —puntualice.

—Sí, pero he cambiado de opinión —hace un ademán de estar pensando.

— ¿Ah sí? ¿Qué fue lo que hizo que cambiaras de opinión? —Me interese más por sus próximas palabras.

—Bueno, creo que he encontrado una fuente de inspiración. —Susurra en mi oído.

— ¿Cuál? —El corazón empieza a latirme rápido.

—El buen paisaje que tenemos.

El corazón deja de latirme rápido como también, la sonrisa se borra de mi rostro en el momento en que en vez de escuchar que yo soy su fuente de inspiración, es el paisaje que tenemos a nuestro alrededor. Quizás debería de dejar de pensar solo en mí cuando en verdad, un fotógrafo puede llegar a tener muchos medios de inspiración, por lo que, es mejor dejar de pensar de una forma tan egoísta por un instante para concentrarme en sí, en el tour.

—Prosigamos.

Después de haber estado en las nubes bajo, termino por caer de golpe en el suelo al creer que he empezado a importarle, seguimos caminando por las calles, mientras sigue hablándome sobre el Ponte Vecchio.

—A partir de ese momento, el puente se volvió un centro de comercio activo que mayormente estaba monopolizado por carniceros y matarifes. —Ambos miramos a nuestro alrededor. —Sin embargo, en 1593 el Gran Duque Fernando I, expulso a todos estos vendedores debido a que con las ventas de carne se empezaron a dar ciertas pestilencias ya que las personas no estaban siendo muy higiénicas, debido a que estaban botando los residuos en el río, y también el Gran Duque no tolero el olor de este comercio, por ello, es que reemplazo las carnicerías por las joyerías y los orfebres. —Empiezo a comprender ahora porque la mayoría de los locales solo son tiendas de joyas.

Cada vez que veo las calles del Ponte Vecchio sigo diciendo que deberían llamarlo La Joya de la Ciudad al estar lleno de joyerías que han sido su comercio durante siglos; por lo menos es un nombre muy bien representativo, pero sin dudarlo ya todos los conocen por ese nombre y con todas las fabulosas peculiaridades que hay en esté lugar.

—Hoy en día, el Corredor Vasariano es una extensa galería de aproximadamente un kilómetro, su interior se pueden encontrar una gran colección de retratos famosos de autores como Rembrant, Delacroix, Veláquez, entre otros. —Menciona.

— ¿Alguna curiosidad? —Le pregunto.

—Claro, mira —me señalo una escultura de un hombre que no está hecha de cuerpo completo, sino que hasta su busto. —, te presento a Benvenuto Cellini —nos acercamos a la escultura.

— ¿Quién? —Suelta una carcajada. —Ahora que te da risa. —Cruzo los brazos.

—No debería sorprenderme —hace el ademán de secarse unas lágrimas por la risa —. Benvenuto Cellini fue alumno de Miguel Ángel y también, escritor, escultor y orfebre de la época renacentista —explico —muy famoso de Florencia, por cierto —puntualizo. —Ahora que lo conoces, señorita Haller le presento al señor Cellini, señor Cellini le presento a la señorita Haller. —Le di un golpe en el brazo mientras reía.

—Gracioso. —Lo reprendí por burlarse de mí.

—Ves eso —señala hacia un objeto en forma de media luna.

—Sí —le digo mirándolo extrañada.

—Es otra curiosidad de acá —dice alegre —, ese reloj de sol fue colocado en 1901 por la razón de recordar la reconstrucción del puente en 1345. Y hay dos copias de este mismo en el Palacio Ximenes-Panciatichi en Bongo Pinti y en el jardín de Villa I Tatti en Vincigliata. —Añade.

Es curioso poder descubrir los artefactos antiguos que se encuentran situados en los alrededores del puente, después de todo es conocido por ser uno de los monumentos más asombrosos, destacados y conocidos por todo el mundo; no me extraña que las personas se animen a venir a este lugar porque artísticamente está lleno de cultura e historia, algo que es muy apreciado por Florencia y el resto de Italia.

Caminamos hacia el sur del puente para volver a detenernos, a mis alrededores busco algo interesante, pero en vez de eso, siento como Phillipe se pone detrás de mí para poner sus manos en mis brazos a fin de que deje de moverme de un lado hacia el otro hasta que veo como su brazo pasa a mi lado y me señala a una dirección en donde observo una torre.

—Otra curiosidad es la Torre Mannelli, fue la única torre de las otras cuatro que sobrevivió. —Comento. —La familia Mannelli fue la única que se llegó a oponer para que está fuera conectada con el Corredor debido a su propiedad, esto provoco que Vasari tuviera que diseñar este tramo completamente en voladizo sobre ménsulas para sortear la torre. —Prosiguió.

Seguimos dando otros pasos más en los que nos encontrábamos a varios comerciantes intentando vender sus productos cuando buscaban la forma de llamarme la atención, pero mediante nos fuimos moviendo de un lado a otro conociendo otras curiosidades que mantiene el Ponte Vecchio, Phillipe siguió presentándome las maravillas exclusivas que tiene el sitio, entre ellas: la escultura de Perseo diseñada por Loggia dei Lanzi, las ventanas de Mussolini las cuales fueron hechas en 1939 para que Hitler tuviera una vista de la ciudad hacia el Ponte Santa Trinita logrando conmoverlo a punto de impedir que destruyera el puente; aunque Phillipe hizo énfasis que un canciller alemán llamado Gerhard Wolf también impidió que lo destruyera, aunque la verdadera historia del salvador del puente fue Burgassi un hombre que estaba enfermo de poliomielitis y quien desconecto varias bombas que los alemanes colocaban por todo el puente cuando pensaban retirarse de Florencia.

—Y de aquí provino el término «Banco Rotto» — Dijo al mencionar el concepto de «Bancarrota» en italiano.

— ¿En serio? —Dije sorprendida.

—Sí, debido a que cuando un comerciante no podía pagar sus deudas, los soldados rompían su mesa sobre la mercadería que vendiera, impidiendo que este volviera a continuar con su trabajo. —Dijo.

Detuve mi paso en el instante en que un objeto empezó a brillar a lo lejos, así que llamándome la atención termine por separarme de Phillipe para caminar en dirección al puente en donde termine por encontrar varios candados de los cuales hay en distintos tamaños, colores y con letras o nombres de los cuales están gravados con marcador u otro tipo de material para que resalte lo que dicen.

— ¡Oh mi Dios! —Dije exaltada de la emoción.

—Sí, otra atracción, los candados del amor —dijo con simpleza.

—Oh no seas aguafiestas, es hermoso. —Encogió los hombros.

—Cada quien tiene su opinión de ello. —Puse los ojos en blanco.

La verdad es que a mí me parece muy bonito, es algo que no había llegado a observar porque claramente sé que en Estados Unidos no sé verá algo igual, por lo que a mí me ha cautivado y enamorado con facilidad, además es una señal de amor eterno y como en ocasiones me comporto como una empalagosa amante de lo romántico, es la razón por la que me siento emocionada al ver un puente lleno de candados del amor.

— ¿Qué no eres romántico? —Dejé de ver los candados para verlo a él.

—Mmm, no en todas las cosas —declara.

—Ya perdí la sensación bonita que me propiciaron los candados por tu culpa. —Me separé del puente.

—Solo fui sincero. —Vuelve a caminar hacia mí.

Realmente no hubiera encontrado ningún problema en que diera su opinión si en verdad no fuese testarudo en querer ocultar sus propios sentimientos, lo peor de ello, es que esté Phillipe suele ser más difícil que con el que me case, debido a que esté nuevo que tengo en frente, es como si tuviera que estar pelando cada cascara de la cebolla para poder ir llegando poco a poco a su centro; mientras que el anterior ni siquiera me complico la existencia en conocerlo porque con solo chasquear los dedos, ya podía tener toda su vida relatada en mi mano.

—Sabes que a cada cierto tiempo quitan unos cuantos ya que pueden destruir el puente. —Murmura.

En otra ocasión, Phillipe podría haberse expresado de otra forma, probablemente, hasta creer que sería una buena idea tener que dejar ahora mismo un candado, pero por obvias razones no le llegaría a proponer algo así en este momento y más cuando creo que lo único que existe entre nosotros es una infame atracción que a pesar que no nos estemos tocando o besando, simplemente está ahí, en medio de ambos.

Ninguno de los dos dice alguna palabra para cortar el silencio que se aproximó a ambos por un simple comentario; cada quien estuvo en su mundo por un pequeño instante antes de que al tomar el camino para salir del puente, encuentro a una señora de tercera edad, sentada en un banco y en frente de ella con una pequeña mesa de madera en donde está exponiendo su propia mercadería que son collares, anillos, brazaletes, entre otros artículos elaborados de recursos naturales; así que acercándome termino por ver aquella joyería que es muy diferente a todas aquellas que observe en las tiendas, ya que además de sus materiales también el tipo de joya las hace ver especiales.

—Buon pomeriggio[1], signorina —dice la señora.

—Buon pomeriggio. —La saludo.

Me agacho hacia la mesa para poder agarrar un brazalete de fantasía de oro rosa la cual ha llamado mi atención, al dejarla en la palma de mi mano veo como está tiene nueve rubís pero a su vez, alternándolos con unos tréboles que dentro de dos de sus hojas tienen tres piedras que parecen ser diamantes; sus colores y estructura, me encantan, tanto que ya estoy tentada en comprarlo cuando sin haberlo notado Phillipe parece estarle pagando a la señora y se acerca a mí, para tomar el brazalete y quitarla de mis manos.

—Pero... —Digo asombrada.

—Dame tu mano. —Propone.

Obviamente tomó la delantera cuando menos lo esperaba, lo peor de ello es que ni siquiera escuche cuánto le había costado pero sabiendo que es de fantasía es probable que terminara siendo menos de unos quince o veinte euros cuando el brazalete es de fantasía; de todas formas dudo que negándome a aceptar su obsequio no haga más que botarlo o dárselo a otra mujer, por lo que no sería justo que ambas alternativas podrían ser optadas cuando fui la primera en ver el brazalete y también, no me gusta la idea de dejar ir de mis manos ese brazalete porque me dolería.

Alzo mi mano izquierda para ver como él coloca el brazalete alrededor de mi muñeca, apenas con solo abrocharlo, empiezo a tener una idea, así que girando mi rostro busco algo que nuevamente pueda llamar mi atención y como si fuera un milagro caído del cielo, encuentro un brazalete hecho de hilo de nylon color negro en donde en su centro resalta una hermosa turmalina color amarilla. Así que, al agarrarla, termino por preguntarle a la señora por su costo haciendo que ella me responda rápido con unos diez euros, así que sin tardarme en sacarlos de la cartera por si Phillipe termina por ser más veloz, le termino pagando para después ponerme en frente de él y hacerle un movimiento con mi mano para que me dé la suya.

—Yo no uso esas cosas —ruedo los ojos con su comentario.

— ¿Te he pedido tu opinión? —Dije con ironía.

—Destiny... —lo detengo antes que diga algo que pueda molestarme.

—Eso te pasa por comprar mi brazalete —le menciono —, ahora te pones lo que te compre o... —eleva una ceja para interrumpirme.

— ¿O qué? —Dice.

Es este momento en que no tengo muchas alternativas para amenazarlo o al menos una muy buena para que pueda aceptar mi obsequio, pero entre más pienso no encuentro una amenaza muy buena que inflija que él no tenga alguna opción que hacer lo que le ordene.

—O me las harás pagar cuando menos veas la ocasión. —Digo sin preámbulos.

Que buena idea la mía, lanzar una amenaza tras otra amenazada debido a que no tengo algo lógico que quitarle para que pueda disgustarse; realmente no sé si él se lo tomara como un chiste porque sencillamente esa advertencia no está equipada para mantenerse en pie por mucho tiempo cuando algo más grande puede llegar a desequilibrarla.

Veo como él inhala suficiente aire para que su pecho se hinche a punto de soltar un suspiro que parece ponerlo sereno; como si no tuviera alternativa, termina por darme su mano izquierda haciendo que sonría en el momento en que se la pongo y veo que le ha quedado hermosa.

— ¿Qué piedra es? —Pregunta tocándose la piedra amarilla.

—Una turmalina, es perfecta para ti porque es la de tu mes de cumpleaños. —Le digo orgullosa de mi elección.

—Que recuerde en ningún momento te he mencionado la fecha de mi cumpleaños. —Mis ojos se engrandecen con ese detalle.

Oh Dios, he olvidado que conozco muchas cosas de él de las que no sabe y dudo que algún próximo futuro se llegue a enterar... Sería bueno que midiera mis respuestas antes de soltarlas como si estuviéramos en el viejo tiempo.

—Claro que sí —me las ingenio para crear una rápida mentira —, es probable que lo hayas olvidado entre todas las conversaciones que hemos tenido en nuestras últimas dos salidas. —Inquiero.

—Estoy seguro que yo no te lo dije —su mirada empieza a intimidarme.

—Bueno y ¿cuál es el caso? ¿Importa que haya atinado a tu mes? —Protesto en forma de defensa.

—No sé te da mentir, pequeña mentirosa —me toca la punta de la nariz a punto de reírse.

—No tengo porque demostrarte si miento o no. —Le di la espalda y empecé a caminar.

—Pequeña mentirosa. —De nuevo empieza a burlarse de mí mientras me sigue el paso.

(...)

— ¿Tienes frío? —Enarco la ceja.

— ¿Lo preguntas cuando estamos a punto de llegar a mi apartamento? —Le digo molesta.

—Si no hablas, no lo sabre. —Gruño. —Además, no sé lenguaje de señas. —Añade.

Realmente desde que empezó a anochecer, fuimos a cenar y luego nos subimos a su auto, es ahí que durante todo ese tiempo empecé a tener frío; no puedo creer que no sé haya dado cuenta de ello pero quizás el aire acondicionado de su propio vehículo haya sido el motivo más rápido para que observara que estoy de pasar mis manos sobre mis brazos, ya que con la camisa de tirantes y la falta corta que llevo, no son de gran ayuda para calentar mi cuerpo.

En el momento en que se detiene al ver un semáforo en rojo, veo como en un instante se quita el cinturón para darse una media vuelta y buscar entre los asientos traseros, algún objeto que sin dudarlo cuando pasa al lado de mi rostro para después ponérmelo sobre mis piernas, me doy cuenta que no es más que un suéter negro; así que sin importar cuánto tiempo haya estado en el auto o si se trata de una sudadera de ejercicio, simplemente por el frío, termino por ponérmela sin recibir un reclamo haciendo que está me quede enorme y ancha.

—Gracias. —Musito.

Antes de ponerse el cinturón de seguridad para seguir manejando, me lanza una mirada de desaprobación por no haber hablado, ya que además de tener que darme su suéter, tuvo que cambiar el aire acondicionado por la calefacción, solo así, fue que deje de temblar y sentir mis manos como unos cubos de hielo para empezar a sentirme mejor por la temperatura.

El trayecto fue inesperadamente corto en comparación a otras veces, quizás podía haber sido por tener una grandiosa tarde la cual me ha dejado agotada o simplemente porque su compañía me agrada a punto de que el tiempo me permita que se detenga unos segundos para poder estar a su lado unos minutos más; pero apenas veo que cruza la calle para llegar a mi apartamento, cuando vuelvo a recaer en la realidad del asunto que no es más que tener que aceptar que un día más la he pasado con él, sin saber que estás salidas puedan estar ayudando a que se enamore de mí.

Salgo de su vehículo para luego ser acompañada por él mientras caminamos en dirección a la puerta del piso que estoy rentando. Sin dudarlo, esté ha llegado a ser un gran día que pronto llego a su fin.

—Me debes una —lo miro con extrañez.

—Que recuerde, no te debo nada —mencioné.

—Sí —se pone en frente de mí —, ¿cuándo cumples años? —Abro la boca.

— ¿Por qué quieres saber? —Lo enfrento.

—Porque curiosamente, tú te sabes la mía —cruzo los brazos.

—Bueno, si yo lo supe con curiosidad, deberías hacer lo mismo —le guiño el ojo.

—No pequeña mentirosa, a mí me gusta ir al punto. —Declara.

—Pues, a mí me gusta jugar a los secretos. —Susurré.

Suelta una sonrisa de la que parece ser juguetona y sin dudarlo, mi instinto me dice que lo primero que pudo haber pasado por su cabeza fue lo que sucedió en la galería de su amigo o lo que sucedió en la oficina de su casa; cualquiera de las dos o ambos recuerdos, es probable que hayan sido la influencia por la que revelo esa traviesa sonrisa.

—Bien, si eso quieres. —Dice con aire de seguridad.

—Ok, nos vemos luego. —Me despido.

—Otra cosa, Destiny. —Me detiene antes de entrar al apartamento. —Quiero pedirte una disculpa por como reaccione la última vez. —Hago una mueca.

Creo que es mejor detener esto cuando pienso que la persona quien debe de pedirle todo tipo de disculpas soy yo, porque con la pequeña indiferencia que él mostró la última vez, no es nada comparado como los tres años que le hice sufrir y no tuve el descaro de ni siquiera pedirle una disculpa.

—Oh no tienes por qué disculparte, no es necesario —intervengo antes de que prosiga.

—Pero... —Pongo las manos en frente.

—Entiendo que tuvieras que irte pronto, de todas formas, como vez, llegue bien a mi apartamento —hace una mueca.

—Sí, pero al menos debí de haberte llamado para asegurarme que hayas llegado bien pero el problema es que no tengo tu número de celular. —Menciona.

—Eso no es un problema, dame tu celular. —Le extiendo mi mano para que me dé su dispositivo.

Sin tener que reprochar o negarse, termina de sacarlo del bolsillo de su pantalón para dármelo haciendo que marcara mi número de celular para así también tener su número registrado en el mío.

—Bien, ahora no tienes ni una excusa para no llamarme. —Digo entregándole su celular.

— ¿Quieres que te llame? —Suelto una risa.

—Es tu opción. —Encojo los hombros. —Bueno, espero que la próxima salida sea nuevamente entretenida —le digo. —Y dos cosas más —digo antes que se me olvide —, no te quites el brazalete.

— ¿Es que quieres que me bañe con él y lo lleve al trabajo? —Sonrío.

—Solo hazlo, las piedras preciosas tienen una buena energía —el gesto que hizo pareció no convencerlo en lo que dije.

—Y lo otro —prefirió ignorar mi anterior comentario.

—Hasta que no sepas mi fecha de cumpleaños, no habrá salida —veo cómo se sorprende.

—Bien, si eso es lo que deseas. —Alza sus manos en señal de rendición.

—Está bien. Buenas noches, Phillipe. —Me acerco a él y termino por dejarle un beso en la mejilla antes de entrar.

Mientras camino en dirección a la sala empiezo a guardar su número en mis contactos, pero simplemente ni siquiera paso cinco minutos cuando su llamada repentinamente llego, haciendo que me acercara a la ventana más próxima para poder saber si aún se encuentra acá o ya se ha marchado.

— ¿Olvidaste algo? —Le pregunto.

—No, solo quería decirte que tu fecha de cumpleaños es el treinta de julio —termino por sorprenderme al escuchar como menciona mi fecha de cumpleaños.

— ¿Qué? ¿Cómo es que...? —Escucho su risa.

—No se te da bien ocultar tu información personal en Facebook —maldigo al haberle dejado fácil la tarea —, paso por ti mañana, que tengas dulces sueños bella stella.

Bueno, mi plan no funciono del todo, pero al menos me gane pronto otra salida con él y no sólo eso, sino que también, que las cosas vayan avanzando sin haberlas esperado.

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[1] Buenas tardes.

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Continuará...

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