Capítulo 16

"La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede." —Aldous Huxley

***

Saco las llaves del apartamento que se encuentran en el bolsillo de mi pantalón para poder abrir la puerta, pero antes de hacerlo, entre el par de bolsas que llevo en mis manos veo por encima de ellas a la señora Caruso quien parece ya no poder con las tres bolsas de tela que lleva colgadas en sus hombros, se balancea de un lado a otro y en constante tiempo se detiene para no caerse; así que aligerando el paso, pronto abro la puerta para después ir a dejar las cosas a la cocina, camino rápido hacia la calle pero no me queda tiempo de hacer que Kala se quede dentro del piso debido que es la siguiente en seguirme.

Dejo que la cachorra venga conmigo para empezar a correr hacia la señora Caruso quien no se ha movido de su lugar debido al peso de las bolsas que está cargando, por lo que apenas al llegar a ella, la saludo para ver como la pobre señora de una edad avanzada la encuentro respirando con anormalidad y también descubro como se encuentra agitada provocando que de su frente salgan varias gotas de sudor.

—La ayudaré con las bolsas, señora Caruso —agarro dos de ellas primero dándome cuenta que si están pesadas.

—Oh querida, no es necesario... —intenta detenerme pero es demasiado tarde.

—Claro que es necesario, usted está cansada y no puede con ellas. Así que le brindaré mi ayuda para llevar esto a su casa —le digo con una sonrisa.

—Gracias pequeña. —Dice con dulzura.

—Vamos, la acompaño. —La aliento a seguir caminando. —Ven Kala.

La cachorra quien se encuentra a la par de la señora quien me ha rentado por tres meses el piso, se levanta del suelo para empezar a mover su rabo de un lado a otro hasta sacar un pequeño ladrido agudo que a ambas nos hacen reír.

— ¿Traía un cachorro con usted? —Me pregunta con amabilidad.

—No, la he adoptado hace cuatro días... Espero que no sea mucha molestia que la tenga viviendo conmigo en su piso en estos meses —digo con miedo al no saber que pensara.

—Claro que no, es una linda cachorra, además parece estar entrenada. —Asegura viendo como Kala se mantiene en su lugar mientras no deja de vernos.

Desde luego, Kala aparenta ser una cachorra entrenada cuando está presente ante extraños porque al estar sola en el piso conmigo, es toda una torbellino porque muy bien recuerdo como le gusta correr de un lado a otro, morder sus juguetes y ladrarle a las aves que intentan acercarse al jardín, eso sin decir que he empezado a hacerla un poco mimada debido a que por las noches dejo que duerma conmigo y sin dudarlo, a darle un poco de leche como refrigerio por las tardes.

Es como tener una hija consentida en casa, porque a pesar que a veces ella se queda tranquila ese rato no dura mucho cuando persigue su pelota favorita o se dispone a ladrarme cuando quiere que le dedique un tiempo a ella; por supuesto, la ventaja es que a pesar que es hiperactiva, es obediente ya que los últimos tres días he empezado a enseñarle no sólo algunas técnicas de cómo portarse bien, sino que también, algunos trucos que ya han comenzado a ser sensacionales porque parece estarlos aprendiendo cada vez más.

—Es mejor que continuemos, señora Caruso. Debe de sentarse y descansar un poco. —Le digo después de que ella acaricia la cabeza de Kala.

Proseguimos nuestro camino en dirección a su casa que no queda muy lejos del piso que me está rentando junto con Misty, su hogar que también tiene un estilo rustico y antiguo suele tener ese ambiente acogedor como a su vez, propio de una señora de la tercera edad, ya que en su alrededores tiene una colección de flores de diferentes colores, sus macetas varían de diferentes tamaños y eso sin decir que su jardín está muy bien cuidado; al pasar veo como en un árbol gigante, hay casitas para pajaritos colgando de sus ramas, mientras que en el pasto hay un par de molinos de viento de papel que giran cada vez que hay una ráfaga de aire.

Ella abre con su llave la puerta de su hogar, dándome el paso que sea la primera en entrar, pero como estoy dispuesta a darle el paso, hago un gesto con la cabeza para que ella entre, sin embargo, antes de que haya una disputa porque ninguna de las dos acepta en entrar primero a su hogar, vemos como Kala entra sin permiso haciendo que ambas riamos para ser ella la siguiente y de último yo.

Dejo las compras en la mesa de su cocina para ayudarla a desempacar la mayoría de ellas y ponerlas en el fregadero a fin de limpiarlas; así que ambas terminamos siendo un equipo ya que mientras me pasa toda la comida que ha comprado, empiezo con el deber de lavarlas haciendo que le quite una tarea larga que tendría que haber hecho sola.

—Y, ¿qué la ha traído a Florencia? —Pregunta mientras empieza a guardar algunas frutas y verduras.

Un hombre. Demonios, es tan extraño decir que esa sea la razón por la que estoy en Florencia y no exactamente por unas vacaciones o encontrar un trabajo digno para darme más experiencia profesional; de igual forma, no creo que alguien se llegue a enterar que ese es mi motivo, porque cualquiera se puede llegar a enamorar de una persona al estar en un país diferente al suyo.

—He venido para... Trabajar un poco —intento evadir la verdad.

— ¿De qué trabaja, señorita Destiny? —Pregunto ella agarrando una olla.

—Soy modelo —ella me entrega una toalla pequeña para secarme las manos.

—No es novedad, cuando usted es hermosa, educada y con clase —hago una mueca.

—Sí, aunque últimamente siento que esas tres cosas realmente ya no definen muy bien lo que soy —suspiré.

— ¿Ah no? —Dijo ella mientras parece que hará una sopa.

—No... Creo que durante un largo tiempo estuve en el cuerpo de otra persona —dije como metáfora. —Apenas empiezo a abrir los ojos en muchas cosas y me siento como una estúpida porque mi vida era una fantasía total y quizás mi habilidad en ese tiempo era fingir que todo estaba bien, que era la mejor y que nada podía detenerme si era capaz de poder alejar todo lo bueno que me rodeaba porque lo consideraba dañino —aprieto mis labios.

—Y tenía que venir a Italia para descubrir todo eso de usted. —Tomo suficiente aire para responder.

—No, tenía que haber perdido a una persona para empezar a entender que fue lo que hice para apartarla de mí. —Miro hacía una ventana para ver un cielo muy azulado.

He empezado a creer que mi propio deseo ha causado un alboroto en toda mi vida, no hablo solo de tener que haber cruzado el océano para tener que conquistar y enamorar a Phillipe para que vuelva conmigo luego de apartarlo miles de veces cuando ese era mi meta y ahora estoy haciendo lo contrario de lo que deseaba; añadiendo que, también comienzo a pensar que mi madre solo le importa la belleza y el dinero o que mi padre apenas pueda estar pendiente en su familia porque su único propósito es seguir manteniendo nuestro apellido con una buena reputación, y eso que no añado que en realidad mi noviazgo con Reece pareció ser una farsa durante un largo tiempo del que me cegué a creer que no sería capaz de engañarme.

Y luego me encuentro yo, aparente por mucho tiempo ser alguien que en verdad no soy, provocando que no sólo alejara a personas de mí, sino que también ellas vieran a una persona llena de odio, pero a la vez de vacío dentro de su ser. Lo más duro de ello, es que no sé en qué momento radicalmente cambie, como también, cuando la mayor parte de mi vida ya se había ido de mis manos; más que viéndolo bien ahora, no entiendo cómo es que Phillipe a primera impresión se enamoró de mí siendo una niña malcriada y mimada, lo que no resulto asombroso fue que termine demostrándose sin haber esperado ese cambio.

—Presiento que ese es el verdadero motivo por el que te encuentras acá —giro pronto mi cabeza hacía ella —, ¿no es así?

Para que mentir en algo que, si es cierto, el trabajo y las vacaciones solo han sido el complemento de este viaje que he realizado, pero en sí, estoy acá solo porque debo de recuperar a Phillipe, no porque es probable que aún me encontrara en Estados Unidos bajo una nube de fantasía en la que nadie aún me ha puesto un alto a mi comportamiento ridículamente mimado.

—Sí... Pero, no sé si él terminará por enamorarse de mí —juego con mis dedos.

— ¿Le hizo daño? —Asiento.

—Mucho... —Suspiro.

— ¿Puedo preguntar la razón? —Sonrío.

Omitir lo del deseo en esta ocasión sería de preferencia, pero de todas formas no tengo porque mencionarlo cuando ella simplemente me ha hecho la pregunta más fácil que podré responder en toda mi vida, aunque también es vergonzoso tener que mencionarle a un desconocido lo que sucedía dentro de mi matrimonio porque todavía me cuesta comprender como fui capaz de hacerle tanto daño a Phillipe cuando él solo buscaba la felicidad en una mujer que solamente le diera el amor que pensó que le ofrecería sin pedir nada a cambio.

Empecé a relatarle a ella como inicio mi historia con Phillipe, algo que sin dudarlo su amor por mí es probable que fue a primera instancia mientras que yo, solo lo vi como un simple humano que cualquier mujer podía caer en sus encantos donde a pesar que creí que nuestra relación solo sería de amistad, al final termino por dar un rumbo inesperado.

Se supone que la historia tenía que haberse vuelto un resumen, pero en sí, no vi momento en que entrometí el nombre de mis padres, el de Reece y el de mi trabajo en todo este rollo; eso no fue lo único, porque mientras ella preparaba una sopa, la ayudé casi entre la forma tanto consciente como inconsciente para hacerla, no sólo cortando verduras, sino que poniendo especias y probando si ya se encontraba lista.

En toda esa lista larga nombre cada uno de mis problemas que estuvieron involucrados entre mi familia y mi marido, de lo infeliz que me sentía viviendo en una enorme casa que me hacía sentir pequeña, añadiendo mis sueños rotos y el odio que empecé a crear por Phillipe. Sin dudarlo, fue una historia que no sé conto ni en una o dos horas, no supe cuánto fue lo que me llevé en relatarlas hasta que al terminar, la hora marcaba las cuatro de la tarde y ella ya me había puesto un café con unos cannolis.

—Y esa es mi loca, aventurera y triste historia —bufe desanimada.

—Es muy interesante —niego mientras reí con decepción.

—No bromee, señora Caruso. —Digo aturdida. —Me merezco el trono por ser una bruja, hipócrita y maldita perra. —Acaricie mi cabeza. — ¡Ay Dios mío! —Abro los ojos impactada al recordar una palabra que dije. —Lamento mi vocabulario... —cubro mi boca con mis manos.

Ella suelta una sonrisa para levantarse de la silla y desaparecer un momento del comedor para irse a otra habitación, espero que no haya sido muy descortés o que el insulto no hubiera sido demasiado ofensivo para liberarlo de mi boca en frente de ella cuando tuvo que quedarse guardado en mi mente.

Un par de minutos después comenzando a sentirme más que avergonzada por decirme que soy una maldita perra, veo como ella regresa con un álbum negro; suelta una sonrisa al entender que sigo preocupada por lo que dije cuando no sé cómo va a reaccionar, sin embargo, ella simplemente se sienta a mi lado hasta abrir el álbum que contiene fotografías en colores sepia, mostrando a una pareja que al principio se ven muy distante pero poco a poco las fotos van pasando de momentos totalmente indiferentes hasta verse como ese prototipo de parejas enamoradas y felices.

—Son mis padres —fue lo primero que dijo —, si alguna vez creyó que su matrimonio por conveniencia fue el más caótico e infeliz, no se imagina el que pasaron ellos. —Mire la primera fotografía que parece ser el día del matrimonio.

No sé si en aquellos tiempos fingir estar feliz en tu boda era lo más difícil de la vida, lo digo porque cuando veo los padres de la señora Caruso, solo veo como ambos mantienen una distancia de un metro en donde no están sonriendo a la cámara ni mucho menos se están rozando los brazos para que se vea un cariño. Los recuerdos de mi boda pronto llegan a mi mente haciendo que en mi ocasión tuviera que aparentar felicidad, como también, una emoción falsa que ni siquiera estaba cerca de demostrar ese día pero no sé si mi actuación fue buena para que los invitados se la creyeran o es que ellos ya sabían que algo no cuadraba entre todo lo que estaba sucediendo en la fiesta cuando me limitaba a estar al lado de Phillipe o de darle una muestra de cariño.

—A mi madre también la obligaron a casarse por conveniencia, ella nunca deseo hacerlo y varias veces se rehusó en frente de sus padres como de sus suegros a hacerlo —empezó a contar —pero como era menor de edad, mis abuelos infligían cierto poder en ella, así que se la entregaron a mi padre con tan solo diecisiete años, mientras que mi padre era mayor por tres. —Mis ojos se engrandecieron. —Sí, sé lo que piensa... Además de ser terrorífico, ¿cómo mis abuelos pudieron hacerle eso a mi madre?

Por supuesto que es terrorífico casarte a una temprana edad cuando sientes que antes de los dieciocho no tienes el poder de defenderte y proteger tu libertad como tus derechos porque aún no eres legal ante tu país, lo cual te hace depender de otros a no ser que luches por tu emancipación para volverte independiente a fin de salir corriendo y rehusarte a que te casen de forma obligatoria con alguien que quizás no conoces y no sabes cómo cambiará tu vida.

— ¿Qué fue lo que sucedió después? —Le pido que prosiga con la historia.

—Mi madre intento huir, pero no lo logro, días después se terminó por casar con mi padre a la fuerza y por si ve, no fue capaz de ocultar sus verdaderas emociones por las que estaba pasando. —Ambas dejamos ir una risa. —Y luego estaba mi padre, por el bien de su familia, tuvo que aceptar ese compromiso, aunque no amará a mi madre, él pensaba que llevarse bien al menos sería evitar peleas o conflictos al ser diferentes. —Me suena a alguien lo cual me hace sacar una pequeña sonrisa.

— ¿Por qué los obligaron a casarse? —Sostuve mi cabeza con el puño de mi mano.

—Los padres de mi madre y padre eran amigos muy cercanos, siempre quisieron unir sus familias y lo hicieron en un buen momento cuando la pastelería de mis abuelos paternos empezó a tener éxito. —Me enseña una fotografía en la que sale la pastelería. —Mis abuelos maternos empezaban a tener dificultad con su pequeña granja debido a que las patrullas de los nazis empezaban a quitar tierras y comida para su beneficio. Un día mientras mi madre se encontraba ordeñando a unas vacas en el granero, uno de los soldados intento abusar de ella, por lo que mis abuelos supieron que no podían dejar que ella siguiera en ese lugar y aunque la estúpida idea patriarca de que un hombre a su lado podía protégela, fue la razón más concreta para que la comprometieran con el hijo de los amigos de mis abuelos. —Relato.

Por un pequeño instante tuve que contener la risa que pudo liberarse fácilmente de mi boca cuando ella nombro lo de la «estúpida idea patriarca» porque, aunque no queramos aceptar, es una razón por la que mayormente en años atrás los compromisos que se daban con mujeres jóvenes eran para comprometerlas con hombres adultos, adinerados y que se creían el ser más poderoso o inminente del mundo. Gracias a Dios, los años han mejorado y también varios países han comenzado a cambiar sus leyes en tener que casar a niñas o jóvenes con adultos que no son más que unos simples pedófilos en busca de carne fresca.

—La boda no fue muy feliz, no sólo porque fue celebrada de forma oculta por los nazis sino que mi madre no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer con mi padre. —Comento. —Lo cierto es que, los primeros meses fueron terribles, ambos dormían y comían por separado, cada quien hacía sus deberes o trabajos sin depender del otro y claramente, parecían como si habían tomado caminos diversos cuando se ignoraban entre sí como si no existieran y vivieran bajo el mismo techo. —Suspiro.

Algo muy diferente a lo que hacía en casa con Phillipe, al menos él creía que estar a mi lado le daría la oportunidad de conocerlo más a punto de aceptarlo como mi esposo, pero como siempre de impertinente, intentaba hacer cualquier cosa para alejarlo de mí o como también, tener una excusa en la mano para no darle esperanzas a que un día nuestro matrimonio podía arreglarse y mejorar si nos dábamos una nueva oportunidad.

—Pero... Aquí hay fotografías en las que se ven felices —le muestro varias de ellas en donde sus padres están en la playa, en la ciudad, en parques y otros lugares.

—Bueno, no todo matrimonio es fácil y perfecto —sus ojos se iluminaron —, pasaron dos años en los que renunciaron a aceptarse como una pareja hasta que un día, mi padre fue quien se rehusó a seguir de esa forma, como si fueran un par de desconocidos que debían de aguantar una condena de la que jamás se librarían —volvió a ver el álbum —. Así que ambos decidieron intentar conocerse, ser amigos, aunque sea para no tratarse de forma indiferente —se dio un pequeño tiempo —y así es como con el tiempo, surgió el amor. —Sonrió.

Realmente la historia comenzaba a gustarme, tanto que preferí que ella siguiera relatando la vida de sus padres mientras que yo seguía escuchándola, comiendo cannolis y bebiendo café.

—Su amor perduro por cincuenta años y de ese amor, nací yo. —Sus ojos se empañaron de lágrimas. —Todos los años, ellos decidieron aprovechar el tiempo perdido, cada abrazo, beso, sonrisa y paseo fue enriquecedora para ambos. Pero también, cada pelea, discusión, silencios o ideas diferentes, aprendían uno del otro para llegar a un acuerdo o resolver el conflicto. —Suspira.

Se acerca a mí para poner sus manos encima de las mías, su mirada está llena de ternura como si una abuela estuviera a punto de darme un tremendo consejo a su nieta, así que preparándome para escuchar lo que ella me dirá, doy un enorme respiro para demostrar una pequeña sonrisa como si esa fuera la señal para que ella empiece a hablar.

—Lo que quiero darte a entender preciosa, es que un matrimonio no debe ser siempre perfecto... Es una tarea que año tras año tendrás que ir construyendo —dice como reflexión.

—Eso suena al refrán sobre que Roma no se construyó en un día —ella suelta una cariñosa sonrisa.

—Lo que haya pasado en tu matrimonio con ese hombre, no significa que todo vuelva a repetirse. Si estás aquí por él y quieres arreglar lo sucedido, es el primer paso para darle una nueva oportunidad al amor que debían de haber formado una vez que se casaron. —Asiento.

Si estoy aquí es porque también no quiero que el destino de muchas personas sea cambiado por mi culpa, ya es suficiente tener que arriesgar nuevamente mi libertad para hacer este acto de altruismo que no pensé volver a repetir cuando nadie me lo llegara a agradecer. Pero siendo sincera, eso ya no me importa, he empezado a ver que fui una completa estúpida por no permitir que Phillipe entrará a mi vida, porque por más que siempre lo etiquetará como el hombre perfecto, sé que tiene sus propios defectos y comete sus errores como todo ser humano, pero eso no quita que él siempre ha sido una persona valiosa y de buen corazón, que nunca se rindió conmigo hasta el día que yo misma lo hice sufrir con una verdad que en sí, solo era más que una mentira.

—Entiendo que su matrimonio no fue el que esperabas, pero permíteme decirte que, sí en verdad quieres volver a intentarlo, déjate que te conozca... No importa el tiempo que les conlleve tener confianza uno del otro, el amor se irá dando con pequeñas raciones de simpatía, compañía, sinceridad y cariño. —Mis ojos empiezan a picar por sus palabras. —Sean abiertos consigo mismos, hablen de sus miedos, de sus sueños, de sus disgustos... ¡De todo! —Pone una mano en mi mejilla. —Estoy segura que si le hablas sobre tus sueños, él conocerá más tus metas y lo que quieres realizar en un futuro con cada una de ellas. —Quita una lágrima de mi mejilla. —Tengo la corazonada que él no te quiso apartar de tu trabajo, simplemente, tuvo su razón para protegerte y en dado caso, como esposa, solo te queda el compromiso de averiguar si es verdad o no. —Asiento como un muñequito. —No te angusties si sientes que a veces su matrimonio puede empezar a caer con una discusión o diferencia porque es parte de ello. —Sonríe. —Pero, antes que nada, primero debes sanar, dejar a un lado tu odio y rencor por aquello que sientes no haber cumplido y sin dudarlo, de culparte a ti misma por hechos que tienen solución.

Trago hondo para empezar a pestañear repetidas veces cuando las lágrimas empiezan a aparecer constantemente a punto de invadir ya mis ojos y bloquear mi vista. Es probable que hace unos días estuviera contenta por no tener a Phillipe a mi lado, pero sin saberlo, una pequeña parte de mí lo quería, porque, aunque no lo crea, de alguna forma me había acostumbrado a tener a Phillipe conmigo sobre todas las cosas a pesar que lo intentara alejar de mí, ya que solo él es quien extrañamente cambió una parte de mí y me abrió los ojos a una realidad que la mantuve cubierta así cuando se mantienen los ojos vendados. Quizás no estaba preparada para ir conociendo poco a poco cada uno de mis errores y malas actitudes, pero he empezado a comprender que, así como he caído tengo que levantarme.

—Tiene razón, creo que estuve absorta en mi propio mundo que no me di cuenta de lo que podía hacer para mejorar mi relación con él, siempre creí que todo debía de darse una sola vez y no pasó a paso —suelto una leve sonrisa —pero ahora con esta conversación y la historia de sus padres he comprendido que solo con tiempo y paciencia, a veces el amor puede florecer. —Quite unas lágrimas. —He sido muy egoísta, engreída e hipócrita; pero ahora he comenzado a ver que estuve equivocada en muchas cosas y por supuesto, tengo que averiguar otras para tener respuestas. —Suspiro. —Gracias por escucharme y aconsejarme, señora Caruso.

Ella se acerca a mí para darme un fuerte abrazo, la verdad de todo, es que no esperaba que alguien como ella se cruzaría en mi camino no sólo para hablarme de lo difícil pero también fácil que puede llegar a ser un matrimonio si dentro de ello hay comunicación, respeto, dedicación y sin dudarlo, de amor como de tiempo. Valores como esos pude haber tenido en mi matrimonio, pero, en fin, creo que esta vez, debo de hacer las cosas mejor y por supuesto, equilibrar esa balanza que yo misma descontrole cuando no le ofrecía nada bueno a Phillipe de mí. Así que no dudo, que esta vez puedo darle aquello que antes le prohibí y negué, pero primero como dice la señora Caruso tengo que sanar y entender que todo lo que hice, no me llevo a nada bueno y más al haber perdido al hombre correcto.

—Espero que Phillipe y yo, volvamos a estar juntos. —Digo con ánimos.

—Si el destino ha logrado ponerlos en el camino de ambos, no dudo que así será. —Deja un beso en mi mejilla.

Antes de poder seguir hablando escuchamos como alguien entra a su hogar gritando de la alegría, haciendo que al ver el portal que divide el comedor de la sala, entra una pequeña niña de unos cinco o seis años llamando a su abuela, apenas ella la ve para tirarse en los brazos de la señora Caruso; ella como una abuela entregada al amor de su nieta empieza a derramarle besos en el rostro a la pequeña niña quien no deja de reír pero su atención pronto termina en ponerla en Kala quien se ha acercado a saludar.

—Mamá, hemos llegado. ¿Cómo estás? —Aparece una mujer en el portal. —Oh, tienes visita. —Dice ella con una sonrisa.

—Hija, te presento a la señorita Destiny Haller, ella está rentando el piso de la esquina —le anuncia la señora Caruso a su hija.

— ¡Que bien! —La mujer deja a un lado su cartera y empieza a quitarse su abrigo.

—Señorita Destiny... —la interrumpo.

—Destiny, señora Caruso. —Ella asiente.

—Destiny, ella es mi hija Paulina. —Me presenta a su hija. —Y ella, mi nieta Rosie.

—Mucho gusto —le entrego mi mano a Paulina.

—Es un placer. —Recibe ella el apretón de manos. —Y, ¿qué hacen? Veo tazas de café y cannolis, eso significa ¿una larga charla? —La señora Caruso y yo nos vemos entre sí, mientras reímos.

— ¡Mamá! ¡Mira que lindo perro! —Rosie empieza a abrazar a Kala. — ¿Es suyo señorita?

—Sí —digo alegre al ver cómo Kala simpatiza con la pequeña —, su nombre es Kala.

— ¿Kala? ¡Bonito nombre! —Ella deja ir un chillido cuando mi cachorra le da un lengüetazo en su rostro.

—Siéntate hija, te prepararé tu té preferido —la señora Caruso se levanta de la silla, pero su hija la detiene.

—Yo puedo, mamá —ella va a la cocina.

— ¿Puedo ir a jugar al patio con ella? —Pregunta la pequeña.

—Claro que sí. —La niña sale corriendo con Kala en sus brazos.

Cuando nos quedamos a solas, veo como la hija de la señora Caruso vuelve al comedor con otro plato lleno de cannolis, pero también con una taza de té, se sienta al lado de su madre, pero antes le da un abrazo y un beso como de saludo.

—Le estaba contando a Destiny, la historia de tus abuelos. —Le comenta la señora Caruso a su hija.

— ¡Uf! Esa es una buena historia. Pero, ¿ya le contaste la tuya y la de papá? —Dijo Paulina entusiasmada

—No, pero quizás esa sea para otro momento... —veo la intención de la señora Caruso, por lo que la detengo.

— ¡Nah! Tengo mucho tiempo, mi amiga vuelve hasta las seis así que otra historia volverá más entretenido este día. —La señora Caruso pareció satisfecha en escuchar eso.

— ¡Muy bien! Hija, ¿me harías el honor? —Le di una mirada a Paulina.

— ¡Claro que sí!

Con un par de cannolis más, otra taza de café y una entretenida como divertida historia amor, fue lo que hizo de mi día, uno de los mejores de mi vida, porque además de haber obtenido una enseñanza de muchos temas como el matrimonio y el tiempo, también termine por tener dos nuevas amigas quienes me recibieron en su hogar de una forma tan humilde como calurosa que sin dudarlo, jamás olvidaré lo bien que se sintió poder decir la verdad sin importar el número de errores que haya cometido, porque con solo eso, me sentí libre y con ello, una buena sensación de que vendrán pronto mejores cosas.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top