Ni siquiera sabía cómo es que perdió la vida.

Lo último que recordaba era ver las luces brillantes de un vehículo y mucho dolor, seguido del familiar olor de un hospital, luego de eso, solo hubo oscuridad.

Una que duró bastante, no sabía cuánto con exactitud, pero sabía que había sido un intervalo de tiempo largo, ¿O tal vez simplemente le pareció mucho?.

Cuando salió de aquella interminable penumbra que la había rodeado y aplastado por quien sabía cuánto tiempo, se encontró en un lugar lleno de luz, que casi le quemó los ojos. 

Al acostumbrarse a la luz, encontró un páramo casi mágico, una enorme cueva llena de cristales y plantas que parecían sacadas de la misma prehistoria, era algo que la dejo maravillada.

Claro, la emoción inicial de desvaneció cuando vio a dos enormes dragones aproximarse a ella, eran realmente colosales, ¿O tal vez ella era muy pequeña?.

«Hola, pequeña Dawn... Bienvenida al mundo» Dijo el dragón de la derecha, que tenía escamas oscuras y ojos verdes, era una hembra.

«Bienvenida, mi pequeño milagro» El dragón blanco, de ojos azules, se acercó más a ella y le dio una lamida en la mejilla. 

Aquellos dragones...

Resultaron ser sus nuevos padres.

Había reencarnado.

Estaba en otro mundo.

Era una dragón.

Y no cualquier tipo de dragón, su madre era una furia nocturna y su padre era un furia luminosa, lo que la convertía en una luz nocturna ("Night Light").

Sus ojos se fijaron en un cristal, que reflejaba. En el pudo ver a la pareja de furias y también, a si misma, era una pequeña cosas blanca, fácilmente podría ser confundida con una furia luminosa, lo único que la delataba era que, toda su cabeza era completamente negra, una línea negra se extendía desde su nuca, pasando por su lomo hasta su cola.

Muchas veces pidió reencarnar si es que llegaba a morir, hizo aquella petición solo porque si, ¡No espero ser escuchada! ¡Realmente no!.

Además, ¡Dios loco! ¡¿Por qué la convertía en una dragón?! ¡¿No podía hacerla humana?! ¡Es lo mínimo que podría hacer!.