⋆ 75 ⋆
Revisaba unos contratos con Maxime, quien había supervisado todo lo referente a Kasha así como el hecho de que el tal Joe tuviese las consecuencias adecuadas, cuestión confirmada. Reían por algo relacionado con la junta que sostuvieron minutos atrás, donde uno de los directivos de una cadena importante de hoteles, había cuestionado una parte del presupuesto sugerido para la construcción y como, otro de los accionistas, que al parecer no soportaba, lo calló en el acto.
Presenciar ese tipo de cuestiones no era lo común, pero sí divertido y a ellos no les afecto en nada. Habían conseguido el contrato para cinco hoteles.
En eso estaban cuando llamaron a la puerta, Kylian alzó la cabeza, imaginaba que sería su asistente, pero se había equivocado. Se puso de pie arrugando la frente, no lo veía desde hacía dos meses, aunque sabía que estaba en Boston.
Maxime le sonrió al hombre de manera cordial, tomó sus cosas y prefirió darles espacio. Estaba enterada de que Kylian llevaba meses evitando a Karan Craig, no hablaban mucho sobre ese tema, pero su amigo y jefe estaba cambiando mucho, y parte de ello era notarlo un poco más comunicativo: no se sentía listo para tener cerca a su padre y a su hermana. Lo entendía.
—Buenas tarde, Karan. Me retiro —murmuró pasando a su lado.
El hombre le dedicó una agradecida mirada y esperó a que saliera para cerrar la puerta, entonces encaró de nuevo a su hijo, que lucía diferente, pero inexpresivo.
—Debemos hablar —anunció su padre, decidido, sosteniéndole la mirada. Kylian se pasó la mano por los rizos que ahora llevaba sin fijadores, asintió calmado y le indicó un asiento frente a su escritorio, para luego acomodarse en el propio.
Que estuviera ahí no era buena señal, bien podría ser otro matrimonio, dinero o algo referente a Kasha, quien sabía acudía su trabajo comunitario y sesiones.
—Dime.
Karan lo observó tomando aire, serio.
—¿Cómo estás? —comenzó. Kylian se recargó en el respaldo, entrelazando las manos sobre su vientre.
—Ocupado.
—Lamento interrumpirte, entonces.
—Ya estás aquí, ahora dime —replicó con tono neutro. Karan se puso de pie, respiró hondo y lo encaró decidido.
—Sé lo que ocurre, la razón de esta actitud, de tu lejanía e indiferencia... —se atrevió a decir.
No había ensayado lo que haría al tenerlo frente a sí, pero desde lo ocurrido con su hija, las confrontaciones, el llanto, comprendió lo que había hecho y el arrepentimiento lo comenzó a comer vivo. Los había dañado mucho más de lo que pensó, había sido egoísta, inmaduro, débil.
—Mmm —respondió su hijo mayor, asombrosamente sereno. Karan aferró el respaldo decidido.
——No sé cuánto tiempo llevará, si es que lo consigo, enderezar lo que torcí. Fui cobarde, débil. No merecían eso menos después de perder a su madre. Pero quiero que sepas algo: no los perderé. He hecho muchísimas cosas mal, tantas que no sé aún como acomodarlas... Los afecté. Los...
—¿Abandoné? —completó Kylian, recargando los codos en la mesa, atento a su padre, asombrado aunque ocultándolo. Pero si era sincero, agradecido de alguna manera pues el primer paso había surgido de él y eso había sido algo inesperado.
—Sí, entre otras cosas —admitió con tristeza y culpable—. Sé que no sirve de nada ahora, pero lo lamento. Pasará mucho tiempo hasta que entienda todo lo que los lastimé con mi comportamiento, solo debes saber que esta vez no hay escusas, lo hice y no estuvo bien.
—No, no lo estuvo —secundó sin moverse, observándolo con atención.
Su padre lucía cansado, entristecido, aun así, permaneció inmutable. Le costaba hacer contacto con sus emociones mucho menos que antes, pero aún era un paso en construcción y tratándose de su padre, parecía que retrocedía.
Karan asintió agachando a cabeza, afligido.
Tenía claro que el camino de redención no sería sencillo, tampoco lo merecía. Las acciones debían ser el señuelo, no las palabras y eso lo llevaba claro, más con Kylian que no buscaba de él los abrazos o consuelo que Kasha, sus consejos o empatía, sino su fuerza y tomar el lugar en esa familia para quitarle de los hombros aquel que le permitió asumir.
—Error tras error —prosiguió posando la atención en los ojos del hombre que era su hijo—. Y no vengo a hacer promesas, solo a hacerte saber que pienso tomar mi sitio. Soy tu padre y el de Kasha, les guste o no y aunque tarde en que lo acepten de vuelta, te informo que estoy decidido a hacer las cosas bien.
Kylian ya no pudo permanecer tan inmutable, de alguna manera sentía escucharse, aunque diferente, pero notó enseguida como parte de su coraza cubierta de indiferencia tambaleaba.
—No sé qué esperas que te diga —repuso desconcertado.
Su padre sonrió negando, serenándose.
—Nada, no debes decir nada, tampoco ponérmelo sencillo. Te admiro más que a nadie por lograr lo que, cuando aún eras un adolescente, lograste. Eres audaz, incansable, hábil. Pero no me lo puedo adjudicar, así como tampoco me da orgullo haberte orillado a ello, dejarte con todo nuestro futuro a tu cargo.
—Era lo que había.
—Deja de hablar por hablar —lo reprendió arrugando la frente, con autoridad, una que en años no había escuchado y que no se atrevió a desafiar porque una ola de alivio lo embargó—. Me mudo a Boston de nuevo. Tu hermana vivirá conmigo. No espero que tú abras los brazos para felicitarme. Solo debías saberlo.
Kylian dejó de respirar, aturdido. Su tono, su postura, era algo que no había presenciado tanto tiempo, esa mirada.
—¿Qué esperas de mí?
Su padre sonrió negando.
—Que me lo pongas difícil, hijo —replicó agachándose un poco sobre la mesa—. Porque debes saber que hagas lo que hagas, no me iré y avisa que retomo mi puesto en el Concejo, decide tú en qué puedo ser bueno para la empresa. Mi dinero, me lo gano yo —advirtió decidido, para un segundo después salir de ahí.
Kylian no se movió durante casi cinco minutos, atónito, luego una pequeña sonrisa asomó por sus labios, sacudió la cabeza y llamó a Maxime. Cuando esta apareció esperó verlo molesto, como antaño, pero solo le dijo que avisara del retorno de su padre en el Concejo.
Al día siguiente, mientras tomaba un café por la mañana y hablaba con Sam como solían, ella guardó silencio observándolo.
—¿Qué ocurre, pelirroja? —quiso saber él, tomando de nuevo su taza para llevársela a la boca. Se había preparado una tostada con la mermelada que la joven le había indicado a la distancia. Se encogió de hombros, estudiándolo.
—Pasa algo —susurró intranquila. Kylian tomó un sorbo, se limpió la boca y respiró hondo.
—No es justo que me puedas leer tan fácil sin siquiera estar aquí —se animó a bromear achicando los ojos. Sam sonrió con coquetería, rodando enseguida los ojos.
—¿No me lo puedes decir? —inquirió atenta.
—A ti te puedo decir lo que sea, solo... —resopló perdiendo la vista en la mesa, pare luego enfocarla en esos iris azules que tanto extrañaba.
—¿Solo? —lo presionó un poco, temerosa de que estuviera cansándose de su resistencia a verlo personalmente.
—Mi padre llegó ayer muy decidido, quiere tomar el papel que dejó hace años —confesó despacio. Sam arqueó las cejas, asombrada por escucharlo, porque algo tan íntimo se lo estuviera contando—. No sé qué esperar —admitió jugando con un cubierto.
—¿Por qué no dejas que él dé los pasos? —propuso logrando con ello que sonriera algo nostálgico.
—Me advirtió que piensa hacer las cosas bien de ahora en adelante —murmuró relajando el gesto.
—Entonces tiene mucho trabajo por delante y ustedes dos mucho en común, ¿verdad? —replicó ella sonriendo con dulzura, una que hizo brincar su corazón.
—Puede ser, dejaré que se esfuerce... —bromeó con la joven, que enseguida entendió el sentido de sus palabras y sus mejillas se sonrosaron.
—Kylian —lo nombró—. Sé que no ha sido sencillo, qué cometió errores, solo no te resistas si en el fondo de tu corazón no lo deseas. Nadie te juzgará, no lo hagas tú.
—Viniendo de ti, sé que es el único camino real, pelirroja —susurró enamorado.
—Entonces ya sabes qué hacer... —dijo con gesto pícaro, captando toda su atención. La observó en silencio, nervioso por estar interpretando esas sutiles señales—. Debo terminar un trabajo, te... te quiero, Kylian —completó colgando enseguida.
Kylian se levantó emocionado, exultante dio un grito que llamó la atención del ama de llaves. Se acercó a ella y la cargó feliz.
—¡Señor! ¡señor, cuidado! —se quejó la mujer riendo.
La bajó sonriendo como un niño feliz.
—Lo siento, lo siento es solo que... ¡Ah! No me hagas caso, ¡mierda! —rugió eufórico alejándose de ahí, dirigiéndose deprisa a su habitación dejando a la mujer desconcertada y alegre por su actitud alocada.
*
El frío calaba, llevaba puesto un gorro de lana, bufanda y un abrigo que la cubría hasta los pies. Se acercaba la hora en la que Kylian solía llamarle, así que subió los escalones de dos en dos, sonriente, con prisa.
Llegó a su apartamento, abrió agitada. Iba a quitarse el exceso de ropa cuando llamaron a la puerta. Torció la boca recordando que su vecina solía pedirle azúcar, café y ya estaba a punto de reclamarle cuando al abrirla, se quedó helada.
—Hola, pelirroja —saludó un Kylian igual de cubierto que ella, pero mucho más sexy sin duda.
Su saliva se hizo espesa y abrió la boca y ojos de par en par, atónita.
—¿Kylian? —farfulló aun en shock. El hombre sonrió con ligereza, miró hacia atrás y luego a ella de vuelta, dejándola sin aire.
—Sí, solo yo o ¿esperabas a alguien? —inquirió arqueando una ceja. Ella negó embobada—. Siendo así, espero que no me dejes aquí afuera, aunque si lo haces, lo entiendo —aceptó y se rascó la barba bien recortada, agobiado de repente—. Quizá fui muy precipitado al...
No logró terminar cuando ella lo tomó de la bufanda negra, sonriendo colorada y lo metió a aquel acogedor lugar.
—Creí que había sido demasiado ambigua —admitió a un metro de él, nerviosa, torciéndose los dedos. Kylian ladeó el rostro, mirándola con una dulzura que últimamente notaba en cada llamada. Su semblante era fresco, casi juvenil y su mirada limpia. Eso consiguió que su corazón retumbara con mayor fuerza.
—Quizá para otras personas, para mí siempre has sido muy clara, aunque impredecible —confesó deleitado, ansiando perderse en su aroma, abrazarla.
Sam bajó la cabeza, avergonzada y entonces notó que llevaba un sobre en una de sus manos. Arrugó la frente y buscó sus ojos de nuevo.
—¿Qué... qué es eso? —quiso saber tersándose de repente, retrayéndose.
Kylian alzó el brazo y sacudió la carpeta oscura.
—El futuro que tú decidas darnos, cómo tú lo quieras.
La joven cambió el gesto por un confuso. Se lo quitó de un movimiento y lo abrió impaciente. Era lo que imaginaba. Enrudeció la expresión, desconcertada.
—¿Es en serio? —replicó sintiendo como la desilusión la comenzaba a embargar.
—Como yo lo veo, pelirroja, hay dos opciones. Bueno, tres, pero espero que solo dos sean las probables.
—¿De qué hablas? —gruñó seria. Kylian sonrió de forma angelical, confundiéndola más.
—Si firmas, firmo. Pero te volveré a pedir matrimonio. Porque, tú, preciosa, estarás a mi lado. O no firmas, y seguimos casado, pero me gustaría fingir que no, invitarte a salir, darte el anillo perfecto y pedirte, de la forma correcta, que te unas a mí. Aunque técnicamente ya lo estaríamos. Ambas están bien para mí. Porque en ambas te pediré que seas mi compañera de todas maneras —explicó con una simplicidad que la devastó, logrando que sus ojos se anegaran.
—¿Y la tercerea? —quiso saber, curiosa. Kylian chasqueó la lengua, sacudiendo la cabeza y rascándose el cuello, nervioso.
—Esa no es mi favorita. Firmas, firmo y me mandas al diablo de forma definitiva, alegando que es lo quieres y que estás completamente convencida de eso. No lo aceptaré con calma, debo añadir, eso jamás. Tengo una libreta aquí —y sacó de su abrigo un cuadernillo algo gastado—. He anotado durante estos meses muchos lugares y cosas que me gustaría hacer a tu lado. Pero tendré que entender que tardará mucho más tiempo.
Sam alzó las cejas, asombrada, observando la libreta. Mierda, estaba terriblemente enamorada de él, pero de este nuevo Kylian eran mucho peor, la tenía loca.
—Lo tienes todo muy bien pensando, ¿eh? Kylian Craig, siempre un paso adelante —se mofó cruzándose de brazos.
—Samantha, eres el amor de mi vida, lo más importante, lo único en realidad. Claro que debo ir un paso adelante —soltó con simpleza, una que alejó cualquier duda, si es que existía porque lo cierto es que desde que lo vio ahí, supo lo que quería.
—¿Entonces el hombre que vino es el que piensa pelear por mí? ¿El que me mostraste en Grecia? —quiso saber, acercándose un poco.
Kylian dio otro paso hacia ella; su aroma le llegó a la nariz y lo aspiró con deleite, luego acercó la libreta a su brazo y lo recorrió despacio, desde el hombro hasta la mano.
—El hombre que vino es el que desenterraste, preciosa. El que luchará cada día, si quieres, por hacerte feliz.
Sam tragó duro, con los ojos anegados. Kylian aprovechó su gesto y pasó la libreta por sus mejillas pecosas.
—No firmaré, Kylian —sentenció con voz rota—. Y de ahora en adelante todo lo acordaremos. Te equivocarás un montón de veces, yo también. Pelearemos muchas más, pero no te irás, no me iré y haremos todo lo que escribiste en esa jodida libreta, porque maldita sea, también eres el amor de mi vida —declaró arrebatándosela para enseguida colgarse de él y estampar los labios sobre los suyos, ávida y aventar al mismo tiempo la odiosa carpeta sin fijarse en como las hojas salían desperdigadas por la pequeña estancia, pues sus labios, esos brazos, eran lo único que quería sentir, que realmente importaba.
⋆
¡Gracias por acompañarme una vez más! El epílogo y publicación quedan pendientes, próximamente les hablaré sobre ello, así como lo que viene, pues recordemos que este es libro uno de la Serie Hermanos Streoss que está dentro del universo BOSTON. Nos leemos muy pronto. Atento a Instagrma o Facebook, que es donde daré pormenores. Los amo mucho, doce años aquí que siempre guardaré en mi corazón. Besos
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top