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Se conocían desde hacía años, la misma secundaria, el mismo bachillerato, la misma carrera en la misma universidad.
Los padres de Keira eran dueños de varias agencias automotrices; un par de personas inestables, al igual que su hermano mayor, Joao, todos provenientes de Brasil, pero habían crecido en realidad ahí, pues cuando joven su padre había heredado la mayor parte de lo que sus padres poseían.
Eso generó conflicto de intereses entre sus hermanos y decidió comenzar en otra parte. Ya tenían negocios es este país, así que mudarse fue lo indicado y logró incrementar sus arcas en poco tiempo siendo uno de los empresarios más importantes en su rubro.
—Unos diseños —mintió bajando la mirada. Jamás le ocultaba nada a ella, pero presentía que si hablaba, las cosas podrían salirse de control y se arrepentiría. Kylian había sido muy claro.
Keira la evaluó, luego torció los labios, soltando un suspiro en consecuencia.
—Mentira.
Sam no alzó el rostro, sabía que sus mejillas estarían enrojecidas, por eso evitaba mentirle a ella en especial, porque en casa le salía casi natural y se justificaba diciéndose que si no hacía las cosas de ese modo no podría hacer ni planear lo que quería.
—Terminaré con Cash hoy —soltó contando una verdad a cambio. Keira rio y retomó su bebida—. ¿Qué? —la interrogó alzando la cabeza, arrugando la frente.
Su amiga se cruzó de piernas e hizo su cabeza para atrás para que su melena rizada se meciera con el aire. Era guapísima y cualquiera pensaría que una mujer vibrante, experimentada, aguerrida, lo cierto es que escondía mucho de sí siendo de esa forma.
—Qué te tardaste, S —respondió con ligereza.
La pelirroja resopló. Era hasta insultante el poco crédito que todos a su alrededor le daban.
—Es inteligente, de convicciones... —argumentó buscando defenderlo.
—Y aburridísimo, dramático. Digo, no tengo nada en contra de las múltiples posturas que tiene, pero caen cansadas cuando son tantas y peor que intente convencer para que uno lo haga, para después dimitir por un capricho tuyo. S, necesitas alguien más feroz, que no manejes con un dedo, que te dé pelea. Me entiendes, ¿no?
—¿Cómo tú y Luke? No, gracias —determinó.
Su amiga estaba inmersa en una relación donde discutir era la cuenta corriente, él buscaba someterla, ella no quería perderlo y verse sola, así que a veces hacía lo que su novio decía, o quería, pero cuando no, el asunto se tornaba patético y agresivo.
A Sam no le gustaba nada todo aquello, verla llegar a su casa llorosa, tener que recogerla en algún sitio envuelta en un ataque de nervios, consolarla hasta el amanecer para que al día siguiente con tan solo una llamada, una disculpa o flores, la resolución ganada y cayera de lleno.
—Tú no eres tan estúpida como yo y lo sabes, solo creo que sí, es buen chico, pero quizá demasiado blando.
—Entonces debo estar al lado de alguien que busque imponerse. Nunca. Quiero alguien que me escuche, que me respete y que me sepa capaz de valerme por mí, que esté conmigo porque le hago sentir cosas buenas, sacar la mejor parte de sí, y él la mía. Eso quiero.
—Tampoco es que Cash logre todo eso, lo sabes.
—Sí, lo sé.
—Escucha, S, quieres a alguien como Londo o como tus hermanos se comportan contigo, pero los idealizas, las cosas no son así tras bambalinas. Dudo mucho que Camile, por ejemplo, sea un tierno caramelo con la mujer que elija para esposa.
—Camile es difícil, arrogante quizá, pero es bueno, a veces demasiado, por eso se protege tanto.
—Es una patada en el culo, pero bueno, entiendes mi punto, ¿no?
—Sí, y tampoco busco un hombre pusilánime, no soy una domadora. Solo alguien... Ay, no sé, decidido, con posturas claras, pero que respete las de los demás. Alguien que sepa lo que quiere, que vaya por ello, que... —cada palabra de eso último la llevaba a él, con un carajo.
Por la tarde en el entrenamiento de los niños estuvo distraída y, mientras los observaba jugar, pensó una vez, como a lo largo del fin de semana, que podría buscar a Camile, preguntarle sobre Kilyan directamente, pero eso la podría poner en aprietos más adelante.
Silbó sudorosa, irritada. El plazo terminaba y no encontraba cómo salir de aquello. Pensar a su padre en la cárcel, o pasando por un proceso semejante, con su corazón delicado aún, la hacía temblar.
No era su familia lo que le preocupaba, o su apellido, sus hermanos tampoco, ya ellos trabajaban, hacían sus vidas, ella estaba por terminar su carrera, era la vida de sus padres la que no le permitía encontrar otra salida.
Para ese momento sabía un poco más de Kilyan, lo había buscado en Google. Un hombre reservado, arquitecto, dueño de hoteles gran turismo que él mismo diseñó y de algunos almacenes de prestigio, galardonado por sus proyectos, era de los mejores despachos de arquitectos del mundo, además de una referencia en la construcción. Por ello, supuso, invirtió en la empresa de su padre que manejaba alta hotelería, además era accionista de varios hoteles, spas y centros comerciales incluso, a lo largo y ancho del país así como en Europa.
La imagen y confiabilidad lo era todo para la compañía Streoss, era la diferencia contra cualquier otra, además de la calidad. Así que si Craig lo denunciaba caería su imagen enseguida y el negocio se iría a pique en minutos.
Llegó a casa, además de cansada, con los jugos gástricos reverberando en el esófago. Todo lucía silencioso, ya había quedado con Cash horas atrás no podía evitarlo más, comerían en un lugar de los que a él le gustaban y... bueno, hablarían.
Le urgía un baño, pero vio el Jaguar de Camile afuera, caminó hasta el despacho, siempre que iba ahí lo encontraba, los saludaba, bromeaban y luego se quedaba a cenar. Le gustaba verlo, era un hermano consentidor y tan serio que tomarle el pelo era casi tan sencillo como hacer reír a un niño haciéndole cosquillas.
No le importó ir sudorosa, ellos no solían preguntarle la razón, a diferencia de su madre, de quien se cuidaba para que no la viera de esa manera; cabello enmarañado, tierra en las mallas, en la cara a veces, pasto.
Al acercarse se detuvo pues el nombre de Kylian danzó en el aire. Cerró las manos en un puño, tensa. Sabía que el tiempo se estaba agotando y cada vez que su teléfono sonaba, temblaba.
—Papá, debemos investigar, por favor. Es fraude.
—Nadie de mi gente se atrevería, Camile, no estoy de acuerdo en ponerlos en duda, ¿sabes el caos que generará eso? ¿La suspicacia? Streoss Service se basa en la confiabilidad, si se sabe que estamos investigando con los propios empleados, no estaremos echando la soga al cuello. No.
—Kilyan no aceptará que su dinero haya desaparecido. Ya debería estar teniendo resultados su inyección de capital. La única manera de salvarte es investigar por fraude, puedo hacer que sea confidencial, discreto. Pero sabes que es cuestión de tiempo para que él te exija sus balances, los resultados, si ya ha esperado más del plazo.
—He querido hablar con él, pero ha estado fuera del país, y yo con lo que ocurrió pues ya sabes, pero mañana mismo concertaré una cita y sé que lo entenderá. Debemos esperar, puede haber un error en la auditoria.
—No hay error. Tomaron el dinero y lamentablemente tú serás el que salga a dar la cara sobre esto si no encontramos quién y cómo se hizo esto.
—Camile, estás muy alterado. No es la primera vez.
—¡Papá, nunca habíamos hablado de millones!
—Eh, no me grites.
—Lo lamento, pero no estás escuchando. Te lo suplico, déjame esto a mí. No ha estado de viaje, simplemente no ha querido tomarte las llamadas —dijo su hermano, preocupado.
Un silencio hondo surgió, de pronto que Londo se pusiera mal la agobió, dio un paso hacia el estudio, pero se detuvo.
—¿Crees que ya esté enterado?
—Es un hombre de negocios, tú qué harías en su lugar.
—Carajo... Hijo, me robaron, bajo mis narices me robaron y es alguien de la misma empresa lo que me pone en un punto aún más vulnerable, si se sabe, podemos perder mucho.
—Lo sé.
—Si me diera más tiempo, si supiera lo que ocurre.
—Sabes que si se lo dices te hundirá, el acuerdo que firmaron es claro. Sabes también que tú ya faltaste a él y que Craig tiene a su vez un contrato que cumplir.
Sam escuchó suspirar pesadamente a Londo. Cerró los ojos.
—Papá, siempre te he admirado en los negocios, lo sabes, te respeto, pero haré más averiguaciones, lo lamento. No permitiré que se hunda la empresa ni tú.
—Si se entera estaré hundido de todas maneras.
—Ya veremos.
Samantha no esperó y salió corriendo de la casa, tomó el teléfono y marcó temblorosa. Dos timbres y su voz se escuchó por el otro lado. Un sudor helado la recorrió, por un momento no supo qué hacer, pero reaccionó sin remedio, las cosas estaban cada vez peor, comprendió.
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