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La frustración no menguaba, al contrario, la relación entre ambos se iba convirtiendo en lejanía, en una situación incómoda incluso. Era evidente que no había marcha atrás y los dos lo sabían.

Mientras tenían la primera cita en con la ginecóloga, no cruzaron palabra. Sam comentó sobre algunos de los síntomas que hasta ese momento él se enteró, cuestión que lo hundió más, pero aún se encontraba desconcertado por lo ocurrido el sábado. Había pasado toda la noche releyendo la información; el fraude era claro, mucha gente estaba involucrada en ello.

Por otro lado, Lasha era una mujer serena, tranquila e incluso ingenua, aunque no lo proyectaba, además de muy hábil en las finanzas y contabilidad, impecable, alguien con quien podía contar en cuestiones de esa índole, así como Maxime en la parte legal.

Lo cierto es que trataba poco con ella a nivel familiar, solo sabía que buscaba asentarse, encontrar a alguien que la hiciera feliz, pero eso no la convertía en una tirana solo en alguien muy soñador.

Sí, había tenido algunos tropiezos sentimentales, mismos que solucionó después de dejarla bastante dolida pues solía elegir relaciones bastante dependientes y tóxica, situación que él mismo había intento evitar y que era evidente había fracasado, ya para ese momento lo tenía claro.

Su hermana mantenía una relación cercana con Káran, su padre, después de todo fue quien se quedó a su cuidado mientras Kylian salió a buscar sacarlos a flote, así que eran como un dúo deficiente al que no pretendía pertenecer.

Sí, su familia era un cúmulo de pedazos rotos sin unir, compartiendo un mismo recipiente. Por lo mismo, un pequeño resquicio de duda surgió, no lo pudo evitar. Sin embargo, no encontró nada que diera siquiera un poco de lugar a lo que Samantha había dicho y sí muchas razones por parte de su esposa para buscar terminar eso que los unía, para herirlo, para hundir más lo que ya estaba hundido.

Todo iba bien, Sam debía tomar algunas vitaminas, vigilar sus horas de sueño y alimentación. En cuanto al boxeo, debía disminuir la intensidad aunado a periodos de descanso, pero su vida podía continuar normal en lo general.

Él se limitó a escuchar sin intervenir.

Cuando pasaron a la ecografía, ambos evitaron mirarse, intención que se vino abajo cuando los sonidos del pequeño corazón se hicieron presentes, entonces la mirada de Sam se convirtió en acuosas y, de un momento a otro, sollozaba cubriéndose la boca, impactada por saber que alguien en su interior crecía, se formaba y que era la responsable de gestar esa vida.

No pudo más, se acercó, tomó su mano y la besó acariciando su rostro.

—Mi bebé... —susurró la pelirroja presa del momento. Kylian asintió experimentando una fiera necesidad de protegerlos tanto a ella como a ese pequeño, una que jamás había surgido, era algo instintivo casi animal.

Ambos atravesaban por diferentes sentimientos, pero la potencia era la misma.

Al salir ella aún derramaba lágrimas silenciosas.

Kylian tenía unas urgentes ganas de gritar, de rendirse.

—Ven aquí —pidió él, agotado, tomándola por la cintura, alzándola sin siquiera pensarlo. Sam, en respuesta a su gesto, enrolló las piernas en su cadera importándole poco donde estaban, lo que en realidad vivían y rodeó su nuca.

Kylian alzó el rostro y buscó sus ojos, eso ojos azules que... amaba. Porque carajo, claro que la amaba, como a nadie, como nunca, como se juró jamás hacerlo.

Samantha bajó la cabeza y se perdió en su iris gris buscando la seguridad que se le había extraviado, la certeza que necesitaba. Su marido limpió con una mano sus ojos, luego su mejilla de la manera más tierna que había empleado. La joven sonrió trémula ante el gesto.

—Son las hormonas —se excusó bajito.

—Estaremos bien, te lo prometo, preciosa —murmuró presa del instante más íntimo que había compartido con ella, comprendiendo también que haría lo que fuera para que eso ocurriera pues ya todo había salido de sus manos, solo debía reunir el coraje.

Sam asintió como una niña, su rostro enrojecido, sus ojos anegados.

—Él lo necesitará —respondió contemplándolo. Kylian solo pudo pegar su frente a la suya, cerrando los ojos, disfrutando de su cercanía en medio de aquella sala de consulta donde un par más de pacientes los observaban con comprensión, imaginando que entre ellos todo era solo felicidad.

*

Por la mañana siguiente Sam fue a almorzar con su madre, ésta había estado insistiendo y lo cierto es que necesitaba de su cercanía, de sus palabras y sosiego. Había evitado a Keira, salir, incluso hacer cosas como antes, porque la verdad era que sentía que se extinguía, que en cualquier momento lo notarían.

Tenía miedo.

—Cariño, luces pálida, ¿estás bien? —preguntó su madre mientras bebían té en la terraza. Su padre ya había retomado su horario laboral así que estaban solas. Sam sonrió apenas y tomó de su taza.

—Solo tuve unas entregas de una campaña —mintió. Maddy asintió intentando no parecer suspicaz, pero no le creía. Samantha estaba triste, desanimada, la hija que crio: indómita, inquieta, sonriente y llena de vitalidad, no estaba ahí. Su huracán parecía extraviado y eso la inquietó más que cualquier cosa, no era la imagen que esperaba de una recién casada, menos de su pequeña.

—¿Me contarás qué tal la luna de miel? Grecia es precioso —cambió el tema, confiando en que su instinto maternal daría con alguna pista de lo que en realidad ocurría.

Sam decidió que perderse en esos recuerdos, en lo que vivió durante esos días, podía ayudarle en ese momento.

La tarde anterior después del entrenamiento con los chicos, se sintió en extremo cansada, así que solo se duchó, cenó cualquier cosa y cayó dormida. Kylian la había dejado en casa después de dar una pequeña caminata silenciosa por un parque, tomados de la mano, misma en la que ninguno se atrevió a hablar.

La grieta entre ellos era honda y debía aprender a vivir con eso por un tiempo. Después del paseo silencioso, no supo más de su marido. Así eran sus días, así sería la vida a su lado hasta que encontrara la manera de averiguar lo que en realidad estaba ocurriendo porque definitivamente no se quedaría con los brazos cruzados.

Lasha era la responsable del fraude, no entendía la razón por la que hizo algo tan bajo, provenía de una familia adinerada, de buena posición, estaba segura de que no le faltaba nada, su cuñada era exitosa incluso, ¿por qué dañar a su padre? Lo cierto es que el motivo que fuera, le daba lo mismo, sacaría a la luz la verdad así le llevara años.

Limpiarían el nombre de Londo y... terminaría con esa farsa que sabía la consumiría sin poder oponer mucha más resistencia: su hijo y exponer a esa mujer, serían sus motivos, porque lo único que tenía claro era que no se enterraría en esa vida a la que Kylian los había arrastrado, por mucho que sintiera un mundo de cosas por él.

Aún no pensaba en la forma, sus hermanos estaban descartados, Camille era implacable, certero y si se enteraba de lo que ocurría, claro que la ayudaría, es más, no se tentaría el corazón para con los Craig, pero su padre terminaría enterándose, cosa que no podía permitir aún: si Londo conocía la razón por la que se casó con Kylian, quizá terminaba de nuevo internado o haciendo algo peor. Temía por su padre, esa era la razón por la que se encontraba inmersa en todo ese torbellino, en primer lugar y no debí olvidarlo.

Era una mujer, lo resolvería, ganaba su propio dinero, debía dar con aquellos hombres que su padre había contratado años atrás para encontrar con a su tío, cuando fue secuestrado. Sí, ese era el primer desafío, conseguir sus datos.

Luego, luego no se detendría, había decidió mientras conducía rumbo a casa de sus padres, con una mano sobre su vientre, lo haría por ella, por el bebé y por el propio Kylian.

*

Perdido en los cerezos de aquel jardín que rodeaba su oficina, dejó salir un suspiro cargado de dolor, de ansiedad. Recargó la frente en el antebrazo que tenía sobre el cristal.

Aun retumbaban en su mente los latidos fuertes del pequeño que crecía dentro del cuerpo de esa pelirroja, la misma que estaba destrozando la coraza que con tanto esmero construyó durante años, ella que, desde que llegó a su vida, no había hecho otra cosa que sacudirlo con fuerza.

Negó lleno de ansgutia.

—Kylian, el señor Camille Streoss está aquí —le informó Lola, su asistente, interrumpiendo sus pensamientos lastimeros.

Éste giró extrañado al escucharla, ni siquiera la había oído entrar, últimamente se sentía desconectado del mundo.

—Hazlo pasar —pidió respirando profundo.

Su cuñado era un hombre exitoso de manera independiente a su familia, no por nada era socio de Cameron Walker, se le conocía por ser sagaz y brutal a la hora de negociar. Así que el hecho de que estuviera ahí le pareció extraño, no era un tipo social, tampoco accesible. Se irguió listo para averiguar la razón de su visita, aunque auguraba nada bueno.

Cuando la puerta se abrió de nuevo, el hermano mayor de Samantha apareció. Lucía sereno, llevaba una carpeta con argollas bien en una mano, la otra dentro del bolsillo del pantalón, con su traje a la medida y su actitud cargada de seguridad.

Era imponente, tal como todos los hombres de negocios con los que se rodeaba. Él mismo lucía esa clase de envergadura y bien sabía que la mierda se sabía esconder en esos círculos, tras atuendos caros y personalidad potentes.

—Craig —saludó Camille, acercándose al esposo de su hermana que, como siempre, lucía distante, haciendo acopio de todo su control para molerlo puñetazos como tanto deseaba.

—No te esperaba, Camille —habló Kylian, ecuánime, acercándose para estrechar la mano, pero su cuñado sonrió de forma irónica y en vez de dársela, le tendió la carpeta.

—Esta visita será rápida —aseguró cuando Kylian tomó los papeles, extrañado.

—¿Qué es eso? —preguntó arqueando una ceja.

Camille ladeó la cabeza y se frotó la barbilla con esa seguridad de quien tiene el poder en sus manos.

—Es fácil, Kylian: anulas el estúpido matrimonio con Samantha, limpias el jodido nombre de mi padre y procedes contra tu hermana, quien por cierto, es la responsable del fraude con el que chantajeaste a la mía para poder casarte con ella, gran hijo de puta —concluyó apretando la quijada, conteniéndose con muchísimo esfuerzo.

Desde que supo la verdad, estando en aquella cabaña donde los días se solían diluir, su sangre hirvió de una manera anormal arruinando el momento, llenándolo de rabia y odio.

Kylian palideció en el acto, aturdido.

—¡Qué mierdas! —rugió furioso, pero Camille no le dio tiempo de nada y tan solo fue consciente del puño feroz de su cuñado impactándose en su rostro, logrando con ello que cayera al piso de una.

—Te metiste con mi familia, Craig. Nadie se mete con ellos sin que los acabe en el proceso. Fuiste muy imbécil si creías que no investigaría. Ojo por ojo y no demores, porque no tengo maldita paciencia: chantajeaste a mi hermana para tapar del jodido fraude que la tuya cometió —rugió por lo bajo, colérico señalándolo con un dedo desde su altura aprovechando el asombro del otro, amenazante —. Jodida la hora en la que mi padre hizo negocios contigo. Así que le das el puto divorcio, limpias el nombre de mi padre y hundes a ladrona de tu hermana, o te juro, Craig, que te destruyo, maldito cabrón —advirtió saliendo de ahí tal como había entrado.

Aun en el suelo respiraba rápido, frotándose la quijada que sentía se había salido de su sitio, temblando debido al violento encuentro y las palabras dichas.

¡Nadie iba a su empresa a amenazarlo! ¡Hijo de perra! Gruñó furioso, sin embargo, solo atinó a mirar los papeles que tenía en la mano: eran un centenar. Abrió la carpeta, despacio, enseguida notó que era la entrega formal de una investigación.

Arrugó la frente sintiendo un hueco crecer en el estómago y entonces leyó: Joe, pareja de Lasha, desvío de fondos.

Sudó frío, se incorporó aturdido, sentándose en el sofá con los ojos abiertos de par en par.

Su respiración comenzó a ser errática, dificultosa, porque las palabras de su esposo acudieron, porque no podía ser cierto, porque eso no tenía sentido y...

Su celular sonó en el bolsillo, lo sacó aturdido, era Samantha.

Con el pulso desbocado, intentado tranquilizarse sin éxito se lo llevó a la oreja, ella jamás le marcaba.

—¿Kylian? —escuchó que lo nombraba una voz que no era la de su esposa. Enseguida campanas de alerta se dispararon. Observó los documentos sintiendo que perdería el juicio. ¿Qué carajos estaba pasando?

—¿Madelene? —respondió perdido, al borde del colapso.

—Cariño, escucha, estamos en el hospital, Sam tuvo un sangrado. Debes venir.

Como si una gran explosión ocurriera frente a él, miles de trozos disparados con fuerza salieron en su dirección con la única intención de terminar por romperlo.

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