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Después de devorarle le boca, de la forma más literal, la jaló de la mano sin darle tiempo de nada e hicieron su aparición. El júbilo pausado, característico de la gente adinerada que ahí se congregaba, la hizo sentir más molesta aún, pero lo que realmente ansiaba era limpiarse los labios. Era un cabrón, aun así, sonrió ampliamente, saludando y fingiendo una felicidad que estaba muy lejos de sentir, por otro lado, su cuerpo era un traidor de marca olímpica, pues con ese beso había conseguido que su vientre se contrajera. ¡Increíble!

Enseguida la mano de Kylian rodeó su cintura y una canción, le daba igual cuál, pero que iba a ritmo lenta, se escuchó. El aroma masculino penetró fuerte en sus pulmones, así como la sensación de su amplio pecho adherido al suyo.

Pensó en contener la respiración, pero entendió pronto que sería muy infantil, también se imaginó dándole un buen pisotón, pero eso lo descartó al recordar que no llevaba zapatos y bufó molesta.

—No estés tan tiesa, tus padres no te quitan el ojo de encima —le recordó Hades, consiguiendo con ello que sonriera y, sin remedio, bajara las defensas para que el bruto que acababa de hacerla su esposa, los hiciera girar por la pista con pericia y suavidad. Debía aceptar que nunca había bailado ese tipo de canciones con alguien tan diestro para eso, cuestión que en ese instante, la cabreaba más.

—Deja de estar moviendo los dedos —exigió al ser consciente de cómo Kylian la acariciaba con el pulgar consiguiendo con ello erizar su piel, esa misma piel que debía repelerlo como a la mismísima peste.

—¿Te da miedo reaccionar a mis caricias?

La joven sonrió con malicia, alzando un poco la barbilla para toparse con sus ojos.

—No me negaré jamás a un buen revolcón, Kylian, solo que ahora mismo no es el momento, es tu fiesta, tu montada teatral, no la arruines —replicó chasqueando la lengua, con fingida serenidad notando como la quijada de su ahora esposo se tensaba, pero enseguida recompuso su expresión amable.

—Entonces no te canses mucho, no dormirás hoy, querida —y la soltó dejándola con una respuesta venenosa en la boca que se tuvo que tragar al tomar la mano de su padre. Soltó el aire y lo abrazó con fuerza, enseguida se escucharon suspiros cargados de ternura ante su actitud, lo cierto es que Londo era lo único seguro en ese momento, su familia en general y odiaba tener que alejarse por esos motivos, aunque su papá lo valía, valía cualquier cosa para ella.

Londo acarició su espalda, rodeándola con gesto protector, dejando un beso en su coronilla.

—Todo quedó bellísimo, tú estás bellísima —murmuró el hombre sobre su cabello. Sam respiró hondo—. ¿Estás nostálgica, huracán? —quiso saber, luchando con el nudo en la garganta que se comenzaba a crear.

Esa boda debía ser alegría, electricidad como ella, pero se sentía todo tan socialmente común y perfecta que lo incomodaba. Tanto ella, como Kyle, eran peces de otras aguas, ese mar no estaba hecho para ellos y eso lo tenía bien claro.

—Un poco —aceptó su hija separándose un poco. Sus ojos grises la contemplaron cargados del amor que le tenía, entonces corroboró que lo hecho, fue lo correcto. Le sonrió con ternura—. Te quiero mucho, pa —susurró acariciando su rostro. El hombre sintió los ojos escocer y sacudió la cabeza sonriendo.

—Te amo, mi pequeña niña —respondió rodeándola para continuar aquel emotivo momento—. Eso nunca cambiará.

La cena fue deliciosa, no lo podía negar Samantha, pero apenas si la comió. Después de eso no se sentía con ánimos para mucho más, sin embargo, Keira, junto con otras chicas que conocían bien, no pensaron lo mismo y la arrastraron a bailar, beber y disfrutar un poco de aquello.

Nadie mencionó el hecho de que no llevaba zapatos puestos o que aventó el tocado quien sabe Dios donde y su cabello se meneaba libre por aquel lugar. Kylian no le quitaba los ojos de encima, lo tenía en alerta, sí, no solo porque lo desafiaba o actuaba dentro de los límites de lo establecido, sino porque ansiaba perderse en ese cuerpo de una maldita vez y el evento estaba resultando eterno a pesar de la buena conversación con Wagner o Lucien y Cris, que decían idiotez y media, mientras Cameron charlaba con Camille.

Lo cierto es que la actitud de Karan, su padre, que no dejaba de observarlo con suspicacia y de Lash, que se fue al terminar la cena, lo tenían un tanto molesto.

Respiró hondo, entonces Samantha resbaló en la pista, sus amigas le evitaron un buen golpe, enseguida supo que era el momento de marcharse. Se acercó a ellas, sonriendo de forma seductora y tomó de la cintura a su mujer, que se tambaleó un poco. Estaba ebria, claro que sí.

Los ojos azules de su ahora esposa se posaron en los suyos e hizo un mohín con sus labios.

—Creo que se me fue la mano —admitió con frescura, mostrando enseguida los dientes. Kylian sonrió asintiendo con indulgencia, aunque por dentro solo quería zarandearla. Era intencional y lo sabía.

—Es mejor que nos vayamos, mañana salimos temprano a Grecia —le recordó con practicidad y buscando no perder la paciencia. Ella negó.

—Es nuestra fiesta, un rato más —rogó como si fuese una niña pidiendo un caramelo.

Keira rio negando.

—Yo creo que es mejor que te vayas a descansar, estos días han sido una locura y ya bebiste de más, si Maddy te ve, no quiero decirte, además, es tu noche de bodas —le recordó abriendo de más los ojos, con picardía.

Sam frunció el entrecejo, molesta porque se lo recordaran, pero no estaba tan ebria como para no saber que si continuaba por ese camino las cosas se pondrían mal, por otro lado, su mejor amiga tenía razón; sus padres estaban ahí, sus abuelos, tíos, primos, hermanos y demás, hasta su suegro. Mierdísima.

Bufó de manera exagerada.

OK, OK —aceptó—. Vamos a donde tú —y encajó el dedo índice en su pecho— quieras —terminó rodando los ojos.

Minutos después consiguió sacarla de ahí sin que nadie sospechara de su estado. Subieron a la camioneta, seguidos por los escoltas que lideraba Lautano. Ya dentro la joven se fue al otro extremo, la cabeza le daba vueltas, pero sí sabía que no lo quería cerca.

—Debes ponerte el cinturón —habló él con suavidad, vencido.

Definitivamente Samantha había llegado hasta el final de lo acordado, no podía recriminarle nada, las cosas finalmente estaban saliendo como planeó, entonces, ¿por qué sentía esa jodida molestia arremolinarse en medio de su pecho?

Ella se encogió de hombros, dándole lo mismo, cuando lo sintió aproximarse tanto que su aliento acarició la piel de su cuello. Lo intentó empujar, pero este le sujetó las muñecas inmovilizándola.

—Basta, Samantha —gruñó con advertencia.

—¿Me estás amenazando o me tratarás como tu mascota? —lo desafió con insolencia. Kylian tomó la correa del cinto, sin responderle, pero riendo con suavidad, sacudiendo un poco la cabeza—. ¿Qué mierdas es tan gracioso? —preguntó cabreada.

Escuchó el clic y enseguida su tibieza la abandonó. Se abrazó a sí misma, irritada por mostrarse tan vulnerable, pero eso le pasaba por hacerle caso a sus amigas y beber, ahora se sentía con la cabeza rebotando, más cansada que antes y frustrada.

Lo escuchó suspirar mientras el vehículo se movía por las calles de Boston. Ella recargó la nuca en el asiento y el adormecimiento comenzó a invadirla, de repente sintió algo sobre su cuerpo, algo que la protegía del fresco de la noche. Observó el saco que estaba sobre ella. Ese maldito olor, aun así, no se lo quitó, en cambio lo tomó con sus dedos y cerró los ojos perdiéndose en la inconsciencia de una buena vez.

Kylian supo el momento exacto en el que había caído dormida, fue cuando se dio el permiso de observarla. Era una mujer bravía, que pelearía a su manera, misma que era de lo más peculiar pues conseguía jugar con los huecos que el acuerdo tenía, mismos que no contempló nunca pero que la pelirroja parecía tener muy claros. Eso lo admiraba, pues estaba seguro que ni un empresario con experiencia sabría manejar esa situación tan bien como ella. No debía subestimarla.

Cumpliría su parte, lo tenía bien claro, pero no lo pondría fácil, sino todo lo contrario y la sola idea no sabía si lo incentivaba o divertía, pero no le daba paz. Eso sí que no estaba dentro de lo que ideó. Necesitaba tener la cabeza fría para lo que ocurría con Streoss Services, pero con ella capturando toda su atención teniendo esos arranques, esas respuestas y esa forma de ser, no lo veía como tarea sencilla.

Esa luna de miel tenía planeado trabajar, pero también imaginó que podrían hacer cosas juntas, además de compartir la cama, lo cierto era que estaba seguro de que lo mandaría al diablo y tampoco era de los que rogaba.

Llegaron al penthouse, ni siquiera buscó despertarla, la realidad es que ya no tenía energías para otro desplante de su parte y aunque su primera noche como matrimonio le hubiera gustado que fuera diferente, ya había perdido las esperanzas, Samantha había bebido de más, no sabía si de forma intencional o no, pero no estaba en condiciones de nada salvo dormir y él tendría que solucionar su necesidad solo mientras se daba una ducha.

En su habitación la recostó con cuidado, estaba absolutamente inconsciente. Se pasó las manos por el rostro, eso le sucedía por no prever que esa pelirroja haría de las suyas de una u otra manera. Recorrió su cuerpo delgado, reparó en sus pies sucios, desnudos y los pliegues del vestido que una vez fue claro, ahora era gris del todo.

Sonrió sin remedio, su cabello era otro tema que captaba su atención, no quedaba nada del peinado clásico que llevaba horas atrás.

—Creo que ciertamente no tengo idea de donde me metí, maldición —murmuró comenzando a desabotonar el vestido. Cuando lo consiguió, cosa en lo absoluto sencilla por la cantidad de botones perlados, se lo comenzó a quitar, sentándola un poco. Lo pasó por sus níveos hombros, despacio, entonces sintió que una mano rodeaba su muñeca. Alzó el rostro y se encontró con los ojos índigo de su esposa.

—¿Qué haces? —logró preguntar, atontada, pero acalorada también. Kylian estaba prácticamente sobre ella.

—Quitarte el vestido, ¿qué más?

—¿Por qué tardas tanto? —lo cuestionó dejándolo perplejo, mudo en realidad, pero la joven ya perdía la atención en su boca. Pasó saliva aturdido—. Quiero mi noche de bodas —exigió terminando la distancia entre sus labios y los de él.

—Samantha... —se escuchó decir, buscando alejarla. No era que no quisiera, por Dios, ardía por esa mujer, era que sabía lo que al día siguiente ocurriría si lo permitía, pero los dedos de ella se clavaron con mayor fuerza en su nuca.

—¿También me quitarás eso? —le pregunto con los ojos anegados. Kylian tenía fuerza de voluntad, control, pero tal parecía que con esa chica de nada valía y sin poder soportar esa expresión en su rostro, aunado al deseo, sujetó su cabeza y la besó perdiéndose en ella.

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