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Vio el sol salir con el pecho apretado, aferrando la funda de la almohada, no había derramado ni una sola lágrima y eso la hizo sentir bien hasta cierto punto. Llegaría hasta el final de esa estupidez, su destino estaba trazado, lo entendía y asumía, pero no por eso se doblegaría o dejaría de luchar.
Desde ese momento en adelante las cosas cambiarían. Se sabía fuerte, con voluntad y ni siquiera él, que era el único hombre a quien había permitido entrar en su mundo, podría contra eso.
Se levantó decidida. Esa mañana sus hermanos irían a desayunar, sus padres querían que se enteraran por ella, estuvo de acuerdo. Era una embustera, pero después de lo confesado la noche anterior, se sabía menos. Sam sentía cosas por él, cosas importantes y en eso ya no tendría que mentir porque de alguna jodida forma Hades había conseguido adentrarse en cada uno de sus pensamientos, de sus deseos y sus pulsaciones...
Amor no era, estaba segura, porque si algo había aprendido con el ejemplo de sus padres, era que este existía cuando se aceptaba que la pareja no era perfecta, y ella aún intentaba idealizar a ese hombre proveniente de la Antártica, aunque Hades le quedara como anillo al dedo.
Así que sí, enamorada sí estaba, sin duda, ¿cómo podría haberlo evitado cuando, al dejarse de todas sus idioteces, le mostraba un hombre impresionante, intenso, juguetón, lleno de vida? ¿Lo malo? Lo escondía tan bien, como si le temiera.
Lo cierto es que de alguna manera intuía, que de él haber aceptado dejar de lado el estúpido acuerdo, lo que tenían habría funcionado y seguro habría terminado en lo mismo: comprometerse, porque una vida con un ser tan apasionado y lleno de energía como Kylian, hubiese sido interesante, agradable, a su lado, en varias ocasiones se había sentido realmente libre.
Pero ya no sería, no mientras continuara con eso y si lo llevaba hasta el final, entonces jamás ocurriría, eso se lo prometía a sí misma. Ser usada como una mercancía era algo que ya no estaba dispuesta a pasar, porque por mucho que él la atrajera en todos los sentidos, si lo hacía era como cederse y eso, ni una firma en un papel lo conseguiría.
En la mesa del comedor, un par de horas más tarde, sus hermanos no pudieron esconder su asombro; Kyle y Camille añadieron miradas suspicaces, eso la tensó porque no podían enterarse de la verdad.
El mayor era un lobo de mar en todos los sentidos, un hombre solitario, serio, pero que no pasaba por alto ni un solo detalle. Protector y absolutamente inmerso en el deber ser, intachable, podría decirse que era el perfecto hijo mayor de los Streoss. Alguien digno de ser un ejemplo y con un corazón que sabía proteger.
Kyle era con quien más congeniaba y eso le daba ventajas sobre todos los demás, eso sin contar lo astuto que era debido a su viveza, su manera alegre e intensa de ver el mundo.
En cuanto a los demás solo mostraron desconcierto: Esko y Ankel metidos en la medicina, apenas si era fácil verlos, uno por sus estudios de especialidad, el otro porque no salía jamás del hospital, un par de hombres aislados, así que solo la observaron con el cubierto a medio camino.
Damen, el cuarto, ese era otro cuento, vivía inmerso en libros, los deportes extremos, con sus 26 años ya daba clases en la BU y cursaba un doctorado en letras. El siguiente año sería catedrático de Harvard, cosa que para su edad no era sencillo, pero con su CI, lo lógico. Éste que solo asintió, sereno.
—¿Un mes? —preguntó Camille, dándole un trago a su café, clavando sus ojos añiles en los de su hermana. Sam asintió quieta, o intentándolo. Hades ya le había mandado un mensaje para que fuera a cenar, mismo que respondió de forma afirmativa; no caería en lo infantil negándose, nada ganaría, seguiría con lo acordado, tan solo eso.
—¿Cómo sabes que es el indicado? Apenas si se conocen —intervino Kyle, arqueando una ceja. Estaba bronceado por el sol, él y Damen solían mantener ese tono de piel debido a sus personalidades amantes del aire libre. Compartían la afición de domar olas salvajes y, cuando podían, viajaban a algún sitio cercano solo para surfear. Ese día se marcharían juntos en unas horas.
La pelirroja se encogió de hombros, siendo demasiado consciente de las miradas sobre ella, incluida la de sus padres.
—Cuando te ocurra, o a alguno de ustedes, supongo que lo sabrán. Explicártelo sería difícil siendo como eres, como son los cinco en realidad —respondió a la defensiva. Sus hermanos eran tipos que no eran célibes, nada más lejos, pero jamás se enrollaban en nada serio, eso todos lo sabían y esa casa salvo una vez por Ankel, en la universidad, no había sido visitada por alguna chica con la que tuvieran algo serio.
—Eh, yo no te estoy atacando, aunque tengo la misma duda que Kyle —se defendió Esko recargando los brazos en la mesa.
—Nadie la está atacando —aclaró Camille, ecuánime, estudiando la situación, la propia actitud de sus padres, que se mantenían al margen.
Sam era impulsiva, una mujer fiera, enérgica, un huracán... pero ¿Kylian? Era absurdo, ¿cuánto tiempo ella tardaría en aburrirse de un hombre adicto al trabajo, a las formas? No es que él fuese diferente, pero jamás podría hacer feliz a alguien con la personalidad de su hermana, por mucho que lo jalara, sería romper con mucho más de lo que estaba dispuesto.
—Solo quería que lo supieran, es lo que los dos queremos. En cuanto tenga la fecha se las haré saber y espero contar con su presencia —zanjó poniéndose de pie. No se sentía cómoda en medio de todo aquello.
—Huracán, tranquila —habló Damen, levantándose también—. Sabemos que jamás harías algo que no quisieras, somos tu familia, estamos felices si tú lo estás, no hay más, ¿no es así, Cam y Ky? ¿Esko, Kel? ¿Miento? —preguntó serio, pero claramente advirtiendo. Los cuatro asintieron, entonces Kyle se hizo hacia atrás su silla importándole un comino las formas, fue hasta a ella y riendo de esa forma que tan bien conocía la cargó poniéndosela sobre el hombro.
—¡Es hora de una tacleada Streoss! —gritó. Enseguida los demás cedieron, poniéndose de pie, haciendo ruidos roncos—. Uh, uh, uh —se escucharon al unísono mientras Samantha trataba de bajarse, riendo.
—¡Están locos! ¡Mamá! ¡Idiotas! —rugió buscando su ayuda, pero la mujer negó alegre, observándolos sacarla al jardín. No quería saber en lo que terminaría eso, pero aferrada a la mano de su marido solo sacudió la cabeza.
—Me preocupa —aceptó buscando sus ojos.
—A mí también, cariño, pero ayer se fugó para verlo en la noche... Vino por ella —le contó Londo, escuchando los gritos de sus hijos, y enseguida el agua.
Madelene abrió los ojos de par en par, primero porque sabía lo que esos chicos habían hecho: Samantha estaba en la piscina y pronto todos terminarían ahí dentro, lo llevaba claro. Por muy hombres que fueran, en casa seguían siendo unos niños. Por otro lado, lo que su marido le acababa de decir, la dejó aturdida, aunque una parte de ella se tranquilizó.
Su esposo la tomó de la mano, se asomaron al jardín y en efecto, aquello ya era un desastre de persecución, tres de seis ya estaba mojados. Rieron los dos rodando los ojos.
—Solo podemos confiar en lo que hicimos, Mady, ellos deben decidir sus vidas y nosotros hacerles ver que pase lo que pase nos tendrán a su lado —murmuró frotándose su delgado brazo. La mujer asintió recargando la cabeza en su hombro.
*
Dio la hora en la que él pasaría por ella, la joven se puso algo formal y sencillo, se blindó un poco, lo que pudo, lista para continuar con el acuerdo. No fallaría. Sería justo lo que él deseaba.
Bajó cuando le anunciaron su llegada, aunque había escuchado el timbre y en otras ocasiones había bajado como alma que llevaba el diablo para terminar encaramada sobre él, decidió actuaría de acuerdo al protocolo esperado y descendió despacio. Lo encontró en el recibidor, listo para una tarde relajada. Samantha, con un gesto de cabeza lo saludo, mientras él la evaluaba, aguardando su reacción.
La noche anterior, en medio de aquellos sonidos, de los recuerdos que aún viajaba por su cuerpo, no pudo dormir. El tacto de su piel nívea lo llevaba tatuado ya en la suya, pero lo que en realidad no había conseguido quitarse de la cabeza fue lo último que le dijo. No debía ser así, no lo permitiría. Samantha estaba confundida, había atracción, una fuertísima sin duda, afinidad también, claro, pero no permitiría más, no habría más y estaba seguro de que no lo necesitaba tampoco.
¿Por qué las personas insistían en nombrarlo todo? Era simplemente lo que era, no era necesario etiquetar nada. Kylian estaba convencido de que no daría más, de que lo que le había dado en tampoco tiempo a esa beldad de cabellos cobrizos y ojos índigo, era mucho más que lo que le había dado a cualquier otra persona, ¿por qué no bastaba?
Su corazón no jugaba en su ecuación y debía hacer que el de ella tampoco. No los quería convertidos en seres dependientes y dominados, eso era insoportable incluso pensarlo en Samantha, aunque una parte de él comenzaba a anhelarlo.
—Buenas noches, pelirroja —la saludó acercándose, buscando esos labios tersos para dejar un inocente beso que, para su sorpresa la joven le permitió, sin embargo, sus iris eran distantes, casi ausentes y fríos, nada similar a lo que solían ser.
—Buenas noches... ¿Nos vamos? —preguntó con cortesía. Iba maquillada de forma discreta, con un vestido de diseñador, del mismo estilo que la mayoría de las mujeres con las que se topaba en eventos, lo opuesto a lo que solía traer puesto.
Apretó la quijada, no caería en ese juego.
—Por supuesto, tenemos mucho qué acordar, ¿no es así? Una boda nos espera —dijo con ánimo de fastidiarla, cosa que nunca se pensó hacer, pero era inevitable esa mujer despertaba en él cosas que había adormecido por años. Ella sonrió con candidez.
—Esos detalles te los dejo a ti, así me aseguro que sea de todo tu gusto, Kylian.
El golpe bajo lo hizo cabrear, pero tuvo que tragársela pues Madelene y Camille aparecieron, este último analizándolo.
Ese hombre era mayor que él por un par de años, un tipo con agallas, experiencia, de mano dura y frío para los negocios. Si el mayor de los Streoss sospechara siquiera lo que planeaba, sabía que estaría perdido, tenía contactos, quizá más que el propio Londo y sus empresas, teniendo en varias como socio al hermano de Cris: Cameron Walker, lo convertían en uno de los empresarios más importantes de Boston, y toda la zona norte de USA, la sur de Canadá.
Él no era cualquier hombre y lo llevaba claro. Lo cierto es que pocas cosas lo asustaban y Camille no era una de ellas, tenía bien planeada la línea de sucesos, ocurriría cada cosa como lo tenía pensado y, a la larga, el hermano mayor de la pelirroja le agradecería haberlo quitado de la responsabilidad que pesaba en su espalda, siendo él quien la absorbiera.
Se saludaron con la etiqueta esperada y luego se marcharon, Samantha encendió la música, buscó algo que la pusiera de buen humor, cuando la encontró comenzó a mover sus hombros, disfrutando del sonido.
Kylian no sabía qué esperar, no lo evadía, tampoco buscaba pelea, simplemente no la sentía... Así, tal cual. Samantha parecía ajena y sabía bien que se debía lo de la noche anterior. Lo cierto es que, si hablaban sobre eso, caerían en algo que no deseaba: darle vueltas a un tema con el que no estaba dispuesto a negociar, tampoco a tratar.
Los sentimientos debían quedar fuera para ambos, no había otra opción y si ella prefería esa actitud para conseguirlo, no era quién para evitarlo, pues sabía bien que con un roce de sus labios en los suyos, o en ese cuello delgado, era suficiente para que se rindiera a él y con eso bastaba.
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