⋆ 26 ⋆
Las siguientes tres horas fueron un descubrimiento. Samantha era ágil, aunque eso lo adivinada, pero también aventurera. Se atrevía a ir más allá, no se daba por vencida y a su lado, fue sencillo ser quien solía cuando nadie lo veía.
A veces resbalaba, pero aunque gritaba, no lucía asustada, arremetía con nuevos bríos, sin rendirse. La guio dándole consejos, explicándole donde poner los pies, como sujetarse con las manos, aprendía rápido gracias a la forma en la que dominaba su cuerpo, notó.
Rieron, hablaron poco, pero se miraban cada tanto con complicidad.
Cuando eran casi las once, Kylian decidió parar. La verdad es que imaginó que la pelirroja disfrutaría de eso, pero no de aquella manera. La tomó por la cintura haciéndola bajar cuando ella se columpió riendo sujeta por el arnés, balanceándose como una niña. No era infantil, simplemente no se restringía.
—Es hora de marcharnos —avisó rodeándola. Ella hizo un puchero con su boca.
—¿Es necesario? Me faltó por aquel lado —señaló. Kylian sonrió asintiendo, durante esas horas había dejado de lado la formalidad, la fachada de inaccesible, notó la chica, complacida por lo mismo le estaba resultando tan sencillo dejarse llevar con él—. Bien, dime cómo lo quito, quiero aprender —pidió bajando la cabeza hasta su cadera. Kylian sacudió la cabeza, fascinado, esa era la verdad y con sus manos sobre las suyas le indicó como.
Al estar libres los dos, sudorosos se miraron, algo se había derretido, algo había cedido, entonces Samantha se acercó, pasó la mano tras su nuca y lo besó. El hombre presa del momento. El hombre tardó un segundo en reaccionar, pero al hacerlo rodeó su cintura con firmeza, arqueándola, adueñándose de sus labios con posesividad, una que con ella aparecía, una que jamás había sentido.
Su sabor, su textura, todo su ser lo envolvió, sus jodidas respuestas. Entonces la pelirroja se trepó en su cuerpo para quedar a la misma altura, la arropó con uno de sus brazos, mientras con la otra mano se perdía en su nuca.
Los gemidos escaparon de ambos labios, la lujuria, el deseo se podía percibir en aquel lugar donde no había llevado nunca a otra mujer. Kylian, intentando no aprovechar la ocasión se separó un poco, pensaba apelar a la cordura de esa tormenta pelirroja.
—Si me bajas, te odiaré más —declaró ella perdida en su boca. El hombre sonrió negando y arremetió contra su cavidad sacándola de ahí a cuestas. Sam buscó su cuello, él la dejó hacer porque sus labios ahí se sentían jodidamente bien. Pronto fue él quien exploró su mejilla, su pulso bajo la oreja, quien succionó su lóbulo.
—Dios —la escuchó decir sometida a sus caricias. Eso lo enardeció aún más y si su miembro la reclamaba, en ese instante la exigió.
Abrió una puerta y al llegar hasta la cama, se hincó sobre el colchón recostándola con cuidado a pesar de lo que sentía bullir en su interior. La joven no objetó a ello, solo sonrío con una dulzura que logró clavarle algo incómodo y hondo en su pecho. Nada estaba saliendo como ideó en un inicio, pero decidió no detenerse en ello.
Repasó su rostro sonrojado, su cabello, sus labios, deteniéndose ahí, con su cuerpo aprensando el suyo. Podría tenerla en ese momento, pero por alguna razón quería que ella estuviera del todo convencida y de alguna manera sabía que Samantha estaba simplemente exultante por la adrenalina de escalar, de todo lo que habían estado compartiendo.
—¿Qué? —preguntó ella envuelta en ingenuidad y picardía, enredando las manos en sus rizos castaños.
—Eres hermosa —declaró sin pensarlo, atento a su iris índigo sobre los suyos que, viéndolos de cerca, notó que tenían motas grises desperdigadas.
La pelirroja sonrió apenas, complacida.
—A veces creo que no eres lo que pensé... —murmuró acariciando su nuca de forma suave.
No se sentía ya cohibida a su lado, no después de estar escalando, riendo, desafiándose. Ese día estaba resultando tan diferente, ella se sentía diferente. De alguna manera, en medio de esas horas, la reticencia se había agrietado y las dudas de cómo sería dejarse llevar por él, avanzaron. Lo cierto es que si hubiera continuado envuelto en su envergadura hostil, glacial, no hubiese aparecido esa necesidad de fluir, lo sabía bien.
—Lo soy, no te engañes —susurró aturdido, pero ella negó convencida.
—Creo que te escondes, que solo quieres que eso vean en ti.
—No estás aquí por tu voluntad —le recordó buscando algo a qué aferrarse, a pesar de que tantas veces le hizo ver que era su decisión.
Samantha negó despacio.
—En este momento, sí —admitió alzando la nuca para besar su mejilla, despacio.
—Si avanzo, te arrepentirás después —le hizo ver con voz ronca, cerrando los ojos ante su dulce tacto.
—O quizá seas tú quien se arrepienta —contraatacó pasando la nariz por su quijada, su nariz. Kylian aspiró con fuerza. Qué mierdas le estaba haciendo esa mujer.
—Eso no pasará... —ronroneó a su merced.
—Entonces no te detengas —lo instó posando su boca sobre la suya. Kylian dejó de pensar y buscó sus labios, sujetó su talle y lo recorrió con anhelo. Era delicado, pero se sentía fuerte bajo su ser.
A Samantha no le importaba nada, ni estar sudorosa después de un día absolutamente movido, ni tener la espalda sobre su cama, estar a solas en aquel apartamento, con él. Solo ansiaba por sentir su tacto recorrer su cuerpo, que esa presión en el vientre disminuyera, que Kylian la desapareciera.
Era casi un anhelo doloroso, supremo y delicioso. Entonces fue consciente de esa mano de nuevo acunando su seno. Se arqueó un poco ante tal sensibilidad que notaba cuando la tocaba y bajó las suyas por su espalda y enseguida sujetó su trasero. Era firme, tenso.
Nunca había reparado en esas cosas cuando había estado toqueteándose con alguien, pero en ese instante fue casi como si se derritiera con tan solo eso.
Kylian la despertaba, en todos los sentidos lo hacía, desde lo más osados, los más agresivos y los más lujuriosos. Preguntas tales como, ¿cómo sería tenerlo en sin interior? ¿Cómo se sentiría estar unida a ese hombre de esa forma? ¿sería placentero o demoledor? ¿Ese placer que ya experimentaba explotaría como parecía ansiarlo? ¿Los músculos de su cuerpo serían así de tensos por todas partes?
Entonces, en pleno arrebato y apetito sexual, lo hizo girar para terminar sobre su cadera a horcajadas. Kylian jadeó de forma ronca al quedar sobre su espalda. Samantha estaba despeinada, con la boca hinchada debido a los besos, sin maquillaje, con las pecas encendidas, desaliñada y lo cierto es que jamás había estado en presencia de alguien tan sensual como ella.
La pelirroja, tomándolo de nuevo por sorpresa sujetó los pliegues de su camiseta y se la pasó por la cabeza quedando tan solo con ese maldito top.
—Te detendrás cuando te lo pida —ordenó agitada. Kylian se sentó sonriendo aturdido. Esa mujer era absolutamente todo menos común. Rodeó su tersa piel con una palma, y con la otra mano, le quitó la goma del cabello. Ella lo sacudió desinhibida.
—No tienes idea de lo que estás haciendo, ¿no es así? —declaró contemplando sus preciosas facciones.
—Ni tú —replicó perdiéndose en su boca. Kylian sacudió la cabeza porque maldita sea, era verdad.
En respuesta y ardiendo por ella, apresó su nuca y la besó de nuevo con ardor. Sam despeinó su cabello, enredando los dedos en sus hebras. Pronto sintió sus labios en su cuello, su piel se mantuvo erizada, entonces la alzó y anduvo con ella.
—¿Qué haces? —quiso saber la joven, mientras él succionaba uno de sus labios.
—Hoy solo te tocaré, Samantha, pero lo haremos divertido —declaró con deseo. Ella volteó intrigada, estaban en el baño. Lo observó atónita aun enredada en su cuerpo—. ¿Deseas retroceder? —la desafió hambriento, pero dispuesto a parar.
La pelirroja estudió el lugar, sujeta de su cuello, luego posó sus ojos sobre los suyos y negó determinada.
—¿Me estás probando? —quiso saber, agitada.
—No, pero ansío hacerlo, tanto como tú —repuso acariciando su mejilla sonrosada. Ella pasó saliva y sonrió con suavidad pues no leyó prepotencia en sus ojos grises.
—Bien, entonces yo quitaré tu ropa —declaró tomando de nuevo el mando. Kylian quiso reír ante su frescura, era como si su ingenuidad la convirtiera en la dueña del momento y definitivamente no se negaría a ello, porque no lo hacía por buscar su sumisión, sino porque no se enredaba en juegos.
Eso era nuevo, pues la seducción era algo que se le daba sin problemas, pero por primera vez estaba sintiendo que el seducido era él y precisamente por una mujer que era más que evidente no tenía tanta experiencia pero que estaba dispuesta a permitir que su cuerpo comandara sobre su razón, cosa absolutamente atípica si era sincero.
La bajó despacio, cuando sus pies tocaron el suelo, rozó sus labios.
—Adelante —la instó dejando sus brazos laxos a los costados de su cuerpo. Ella sonrió buscando en él algún indicio de estarle tomando el pelo. Entonces tomó con sus pequeñas manos los laterales de su camiseta y la pasó por su torso. Kylian la aventó al piso pulido, mientras capturaba el momento justo en el que aquella dulce mirada repasaba su tórax despacio, casi era como acariciarlo. De pronto alzó sus ojos hasta los suyos, dudosa—. Asombroso —musitó con aprobación.
Kylian nunca había estado tan deseoso de escuchar aquellas palabras, pero era imperioso que dejara de pensar con ella ahí, aunque sí conservar un poco de cordura para que no ocurriera nada que pudiese arrastrarlos a ambos hasta un sitio inseguro, no aún.
Samantha alzó una de sus palmas y la posó en su pectoral. Su piel reaccionó a ella, enseguida, la mujer no se daba cuenta de que su tacto lo tenía con la erección más brutal que hubiese experimentado. Aguanto su escrutinio delicado, observándola sin perder detalle de como apretaba los labios, como contorneaba sus músculos con el dedo índice. Entonces ella sonrió.
—Es tu turno —declaró serena. Kylian arqueó las cejas.
—Podemos parar.
—Cuando yo te lo pida —le recordó con practicidad. Éste asintió. Sam alzó sus cremosos brazos por encima de la cabeza y esperó. Kylian sacudió la cabeza, sonriendo divertido y a la expectativa. Repasó con las yemas de sus dedos la cintura de la joven, notando su piel electrizada por ese roce. Luego fue subiendo y apresó los laterales del top con cuidado, sin movimientos bruscos y lo fue retirando despacio.
Ella no soltaba sus ojos, él los suyos y la intimidad que los envolvió fue tan agradable, tan nueva. La prenda se fue deslizando por su piel hasta liberar aquellos rosados senos, entonces se la pasó por la cabeza y la aventó al mismo sintió con su camiseta.
Samantha respiró agitada, nerviosa, lo notó y, rendido a su dulzura, enredó con sutileza una mano en su cintura, acercándola a su cuerpo firme. Fue así como sus senos endurecidos quedaron adheridos a su pecho. Soltó el aire por lo delicioso de esa ingenua sensación.
Ella sujeto sus bíceps, tensa. Kylian pasó una mano por toda su angosta espalda, maravillado, rodeó su cuello y sujetó su barbilla con el dedo pulgar e índice.
—Cuando me lo pidas —susurró bajando la cabeza. Samantha asintió relajándose, recorrió sus hombros y se puso de puntillas para que él se agachara, enseguida esos labios ridículamente masculinos, la apresaron por completo envolviéndolos con tal exigencia que decidió llegar hasta el final.
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