° Veintiuno °
—¿A dónde me llevas, chica pecas? —pregunto con una mano hacia al frente, la otra la tiene Hazel tomada.
—Solo calla y confía en mí.
—No es que no confíe, es que... —me quedo sin palabras—, vale, no confío en tu elección de lugares.
Recibí de inmediato un golpe en el brazo.
—¡Auch! —llevo mi mano a la zona golpeada, ella tiene fuerza—. ¿Eso por qué? —bajo la cabeza a mi lado donde supongo que debía de estar Hazel.
—Por desconfiado —responde—. Tú solo sígueme y ya.
Resoplé algo molesto. Cómo si tuviera más opciones.
Por alguna razón, Hazel había tenido la brillante idea de venderme los ojos en cuanto pusimos un pie fuera del auto de Billy, que amablemente se lo había prestado a Hazel para esta noche. No me dió ni tiempo de ver donde estábamos porque ya ella me había tapado los ojos.
Así que, aquí estamos, quién sabe dónde, yendo a sabrá Dios qué lugar.
Sí, así de rara es la chica que me gusta.
Y yo otro raro más que le gusta esto.
Vaya, de verdad que soy masoquista.
No sé por cuánto tramo caminamos, sé que un momento casi me caigo de boca de no ser porque pude estabilizarme rápido, también casi recibo un golpe con lo que debió de ser un poste, si no hubiera sido por Hazel que me jaló con fuerza del brazo, sacándome del camino.
—Ya sé que no debo dejar mi vida en tus manos —le digo, dando ahora pasos lentos y cuidadosos.
—Por favor, te he cuidado bien.
—¡Casi choco con algún poste, Haz!
—Vale, perdón, pero es que tú te alejaste de mi lado.
—Sí, venga, échame la culpa ahora.
—Oh, solo cállate.
Cómo no podía guiarme por mis ojos, tuve que hacerlo a través de mis oídos y olfato. ¿Qué olía? Olía a aire libre, plantas y tierra mojada. No oía mucho, los ruidos de la ciudad son los que a mis oídos llegaron: sonidos de los claxon de los autos, los andares de autos más grandes, como camiones y autobuses, también uno que otro ladrido de perro y charlas de transeúntes, otros pocos tarareos.
—Estamos en la calle, claro —digo—. ¿En el parque?
—No —niega Hazel con seriedad.
Despido un suspiro y pienso en otra opción. Por aquí hay muchos parques. El parque Sharville, que es el más popular y conocido. El parque infantil que está como a quince minutos del campus, aunque no creo que Hazel me haya llevado allá por mucho que me guste el castillo que tiene. El parque canino... sí, yo no soy Lucky.
Entonces, ¿A dónde me trajo esta chica y qué rayos tiene en mente para celebrar la noticia que me dieron hoy?
Hay un cambio en el sonido de nuestros pasos, antes era la grava de lo que debían de ser senderos que crujían bajo nuestro, ahora es un camino más plano y sin sonido. Cómo... césped.
—Ya llegamos —me apresuro a llevar mis manos detrás de mi cabeza para desatar el nudo de la venda, pero Hazel lo impidió—. Aún no, espera.
—¡Por favor! —dejé caer mis brazos a mis costados.
—Solo un segundo, insoportable pelirrojo.
Doy otro resoplido echando la cabeza hacia atrás.
Por los siguientes cinco minutos solo estoy ahí de pie esperando por Hazel que hace no sé qué rayos, aún no tengo idea de dónde demonios estamos ni lo que ella pueda tener en mente.
Conozco a Hazel muy bien, durante los últimos tres años nuestra convivencia a sido tan continua hasta el punto de vernos incluso cuando ni siquiera se nos apetece. Y no solo hemos tenido encuentros no deseados, si no también momentos dónde sabemos lo que el otro piensa. Es algo extraño porque esa conexión solo la tengo con Evan, Andy y Bea, que son mis mejores amigos. Haber desarrollado ese tipo de amistad con Hazel hasta el punto de saber cuándo está incómoda con alguien o algo le desagrada es... a la par de interesante como raro.
Pero ahora no podía adivinar lo que estaba haciendo, porque incluso conociendola, hay cosas que no siempre logro acertar. Lo sé por una experiencia muy vergonzosa con ella.
Me llevé varios golpes en el brazo por haberla sacado de una situación que yo creí que era incómoda con un chico. Pero, en mi defensa, su cara era la de «saquenme de aquí» aunque después, a base de golpes, me dijo que fui un imbécil y que me merecía ser golpeado por haberle arruinado el ligue.
—Ahora sí, puedes quitarte la venda.
Quité el nudo lo más rápido que pude. Fue lindo volver a ver colores más allá del negro. Recorrí todo el lugar con la mirada: árboles cortados en formas de corazones, casas, incluso algunos en forma de estrella, no imagino lo difícil que debe de ser para los jardineros. Farolas de luces a los lados de los senderos, metros más al frente de dónde estamos puedo ver el estanque circular rodeado de diversos surtidores que lanzan agua en todas direcciones. En el centro se alza una columna con serpientes enroscadas alrededor que finaliza en un capitel en forma de almeja dónde, sobre él, se sitúa la estatua de una mujer vestida con una túnica, en una mano lleva dos espigas de trigo y sobre su cabeza de bronce hay una corona también de trigo.
La famosa fuente de Ceres estaba iluminada con luces incluídas en los alrededores de la fuente.
Finalicé mi recorrido del jardín por el arrollo que está más cerca del área de las mesas de picnic dónde estamos, veo parejas y niños correr por sobre el puente para cruzar al otro lado.
—Me trajiste al Jardín de Ceres —miro a Hazel, quién tiene una enorme sonrisa de niña pequeña.
—Sorpresa.
De todos los sitios, el Jardín de Ceres no se me pasó por la cabeza aún teniendo en cuenta en lo más recondito de mi cerebro que este sitio es de sus lugares favoritos de la ciudad. Hazel dice que le da tranquilidad, también que le recuerda a un viejo parquecito en Newcastle, su ciudad natal en Australia.
Hay momentos dónde me pregunto si ella no extraña Australia. ¿La familia que tiene allá? ¿Los amigos que dejó al mudarse a América? ¿No extraña lo que una vez fue su todo?
Son dudas que tengo pero que por mera educación no me atrevo a ahondar en el tema.
—¿Me trajiste para ver el paisaje?
—La sorpresa no es esa, es esta, tonto. ¡Tarán! —hace manos de jazz, señalando la mesa de picnic.
Galletas, jugos, una caja mediana azul cielo y una transparente que me deja ver trozos de fruta recortado es lo que hay encima de esa mesa. Sonrío viendo todo lo que había preparado para mí, incluso esa sonrisa crece cuando veo un chocolate Hershey's de mi sabor favorito decorado con una cinta roja y un lazo hecho delicadamente.
Hazel lo toma de la mesa cuando ve que no le aparto la mirada y me lo entrega.
—Tuviste suerte, era último que tenían en la tienda del campus.
Tomé el chocolate aún sin poder creerme lo que había preparado Hazel, para ella hoy fue un día agotador, y aún así, dejó su descanso de lado para poder hacerme esta pequeña sorpresa.
—Guao... gracias, Hazel.
Ella encoge los hombros sonriendo de lado.
—Te lo mereces, Aidan, no todos los días tu profesor se la juega por ti para darte un papel en una serie de televisión.
—Aún así... gracias, chica pecas.
A esa sonrisa ladina se le une el rodar los ojos con diversión.
—Venga, sentemonos.
Uno frente al otro, Hazel me da el permiso de poder empezar a comer. Si bien puedo ser un descontrolado cuando de golosinas se trata, intenté ser paciente, comer tranquilamente cada galleta que tomaba, también tomar una sola cada tanto. No quiero que ella piense mal de mí ni que soy un tragón sin control.
—¿Qué hay ahí? —pregunté, señalando con mi dedo la caja azul celeste que se a mantenido fuera de la comida.
Hazel la atrajo al centro como respuesta, abriendo la tapa y dejándome aún más sorprendido.
—¡No lo hiciste! —ella se ríe—. ¡No lo hiciste!
—La estás viendo, Aidan, claro que lo hice.
—No inventes...
Dentro de la caja azul celeste hay un pastel de tamaño medio, forrado en crema blanca que despide un aroma dulce empalagoso que me encanta, encima tiene fresas decorando al igual que a su alrededor y sirope rosado como último complemento.
—Tu anhelada tarta de crema y fresas —anuncia Hazel y yo no puedo quitarle la mirada al pastel.
Desde hace tres meses, ¡Tres largos meses! Que no he podido comer de esta tarta y eso que es mi favorita, la razón es porque la última vez que pude probar esta delicia, que fue a eso de finales de enero, tuve un tremendo subidón de azúcar que me dejó dos días en el hospital. Para esas fechas de enero ya había venido comiendo demasiadas golosinas, ni digamos el día de mi cumpleaños, comer la tarta solo fue la gota que colmó el vaso para mandarme al hospital.
Desde esa episodio de hiperglucemia se me pidió hacer una dieta en la que tenía que reducir los dulces y bebidas gaseosas y aumentar la fruta y jugos naturales, también hacer más actividades físicas porque eso podría ayudarme a bajar mi nivel de glucemia en mi sangre.
Cuando Andy y Evan se enteraron de esa parte de mi tratamiento, fueron mucho más insistentes en la cosa de ir a entrenar, siempre con la excusa de «el doctor te a recetado esto para que no te mueres».
Igual me he mantenido al margen con las golosinas, solo rompí la dieta por el cumpleaños de Sam, porque, ¡Vamos! ¡Eran los postres de mi mamá! ¿Cómo negarme a eso? Es imposible y mucho más para alguien que no tiene autocontrol como yo.
—Sé que Andy, Evan y Bea me van a matar si se enteran de esto —se ríe ella, meneando la cabeza.
Es un hecho que no voy a negar porque esos tres se han vuelto un fastidioso Pepe grillo en cuanto a lo de mis niveles de glucosa se trata. Sin embargo, yo la defendería a todo lo que dé porque en serio había extrañado comer de esa tarta.
Lo he dicho, no tengo autocontrol.
—Ellos no se van a enterar —le aseguro a Hazel, no solo por su tranquilidad, sino porque de verdad no lo harán. Si lo hacen, no solo la matarían a ella, si no también a mí.
Me gusta estar vivo como para que me maten por haber comido mi postre favorito.
Que me mandó al hospital en enero... pero sigue siendo mi postre favorito.
Hazel corta dos trozos del pastel, dejando más de la mitad en la caja azul celeste, en cuanto tengo el platillo plástico frente a mí con una porción del pastel, sonrío emocionado como un niño, empezando a comer con ciertas ansias.
Dioses, en serio que había extrañado este increíble sabor en mi boca. Lo dulce de la crema, el sabor cítrico de la fresa, todo es una combinación de sabores increíble que me encanta.
En este momento, no me importa tanto parecer un tragón incontrolable. Claro, trato de comer con calma para no parecer un muerto de hambre. Hazel se ríe meneando la cabeza comiendo con más calma su porción del pastel. Algo de ella que desde siempre me a gustado es que no se burla o pide que coma con más calma cuando son golosinas, Hazel sabe que me gustan demasiado los dulces, y si bien pide que sea moderado, solo se ríe conmigo cuando me emociono de más.
Ella no es como Alene o Hasabell, no se avergüenza o pide que «sea normal», que sea «decente». Mi chica pecas es más como... «disfruta de lo que te gusta sin pena».
Y dioses, tener esa libertad de ser tú mismo con alguien se siente genial.
Para cuándo termino, Hazel me mira con una sorpresa divertida. Ella a diferencia de mí, va por la mitad de su trozo de pastel.
—Estoy segura de que si un día te mueres, será a causa de diabetes.
—Lo tengo bien en claro.
El rato que lo pasamos ahí hablamos más del papel que me había conseguido De Santis, le comenté también sobre el fragmento del guión que me había enviado y de como había congeniado con Zale aún cuando solo pude conocer una parte del guión que le tienen preparado. Le dije también sobre la proxima cena de presentación que tendríamos con la hija de Chris.
—¿Emocionado? —me preguntó, tomando de la botella de jugo.
—Nervioso —le corrijo—. Y puede que también un poco emocionado, pero aún así... los nervios ganan, es decir, estamos hablando de la nueva relación de mi mamá después de seis años soltera, no es cualquier cosa.
—Comprendo —asintió, mirándome atenta.
Resoplo para luego dar un mordisco a un trozo de manzana.
—No me parece mal, mi mamá merece ser feliz, los últimos seis años a estado centrada en ella y en Sam y en mí, tiempo para sí misma y para su familia, quiero creer que ya... está decidida a dar un paso, a avanzar y encontrar a alguien más.
—Claro que está dispuesta, Aidan —afirma—. No puedo decir mucho de tu mamá, pero de ti claro que sí, te aterra que los deje de lado, que se vaya, ¿Pero sabes algo? Tú mamá los ama tanto a Sam y a ti que sería imposible que haga eso, se ve a simple vista, Aidan. No temas de algo así porque no va a pasar.
»Y tienes razón, merece ser feliz, y con Chris eso se nota bastante también.
—Sí... —murmuro recordando la fiesta de Sam, la sonrisa que se traía mamá era esa que desde tiempo atrás no veía, y esa sonrisa siempre iba dirigida a Chris—. Sé que mamá no nos va a dejar de lado, es decir, es mamá, sería imposible —meneo la cabeza riendo—. Creo que necesitaba eso, así que gracias, Hazel.
Ella ladea una sonrisa en mi dirección.
—No hay de qué, insoportable pelirrojo.
Luego de un rato, nos decidimos por tomar un paseo por el jardín. Guardamos todos los residuos en la canasta de picnic que ella había traído antes de acercarnos a la fuente de Ceres, sus surtidores lanzan agua en todas direcciones, dando así un bonito espectáculo acuático. Cuando estamos más cerca, uno de esos chorros me logró salpicar en la cara, haciendo que Hazel se retuerza de la risa hasta el punto dónde los «¡Oink, oink!» salen de su garganta.
Claro que el karma le llegó rápido porque poco después, otro chorro impactó contra ella y fue mi turno de reírme a carcajadas. Aunque mi risa no duró tanto como la suya cuando me di cuenta que por el agua que le había caído encima hacía que la camiseta se le pegara mucho más al torso, dejando ver con claridad su brassier, y que también a no muchos pasos de nosotros un sujeto no le a quitado la mirada de encima a Hazel.
Sin que ella se dé cuenta, le hice un gesto nada educado a ese tipo, ¿Pero quién se cree?
—Ten, ponte esto encima —le dije a Hazel, sacándome la sobrecamisa—. La bolera no cubre mucho.
Murmurando un «gracias» se sacó la bolera y se puso mi sobrecamisa a cuadros encima, solté una risita baja porque le queda demasiado grande, sus brazos cortos quedan ocultos bajo las mangas.
—Vamos al arrollo, no quiero otro baño de agua de fuente.
Cómo teníamos que pasar frente al sujeto mirón para ir en dirección al puente del arrollo, pasé mi brazo por encima de los hombros de Hazel para atraerla a mí, acción que a ella pareció agradarle. Antes de perderlo de vista, le dediqué otro gesto nada educado, el tipo al fin desvió la mirada a otro punto.
Nadie le va a dedicar miradas lujuriosas a mi chica pecas, sobre mi cadáver.
En la cima del puente, Hazel dejó su canasta de picnic a nuestros pies y se apoyó de la resistente barandilla de madera, el agua del arrollo es tan clara que puedes ver la grava y piedras del fondo y a las carpas koi nadar.
—Recuerdo que solía venir aquí con mi hermano —comenta ella sin apartar la vista del agua—. A Hansel le gustaba alimentar a las carpas.
Imito su acción de apoyarme de la barandilla de madera, su brazo rozando con el mío al igual que su mano. Solo nos mantuvimos ahí, uno al lado del otro, disfrutando de los sonidos del agua y la tranquilidad de ese lugar. Comprendía a Hazel en ese punto: el Jardín de Ceres es un lugar donde te puedes relajar de verdad.
Desvío la mirada de los peces que habían captado mi atención unos largos cinco minutos para ver qué Hazel repentinamente empezó a dar caricias con su pulgar a los nudillos de mi mano izquierda, dándole especial atención a los que tienen pequeñas cicatrices.
—Dar esa golpes fue estúpido de tu parte —me recrimina, otra vez.
—Me lo has dicho unas miles de veces, supéralo, ¿Vale?
Ella suelta una risita corta que termina hecha un suspiro, apoya su cabeza de mi brazo sin dejar las caricias a mi mano.
—Igual gracias, el tipo se estaba volviendo insoportable.
Recordé aquella noche en la que la había acompañado a una fiesta. Hazel había ido con el motivo de conocer a un tipo con el que llevaba hablando desde hacía un tiempo y me pidió acompañarla por si surgía alguna emergencia. Recuerdo bien que aquella noticia no me había caído tan bien, pero de igual forma la acompañé para no fallarle y estar tranquilo de que estaría bien.
Si bien hasta ahora me doy cuenta que Hazel me gusta, fue de la patada verla con otro tipo porque, vamos, siempre me llamó la atención, y aunque también pude divertirme en esa fiesta y tener buena compañía, igual no fue tan agradable.
Las cicatrices, o más bien pequeñas marcas que tengo en los nudillos fue porque a eso de mitad de la noche, el tipo que estaba con Hazel empezaba a comportarse como gilipollas. Y no en plan de ser insistente para llevarla a bailar o seguir bebiendo, no, gilipollas en plan «vamos a mi casa y veamos que pasa» y que él sabía bien qué quería que pasara.
Se supone que yo solo debía de acercarme a Hazel, hacer como si me la hubiera encontrado de casualidad y llevarla a bailar para en realidad irnos. Pero ¿He dicho que soy un impulsivo? Porque lo soy, y no soporté la actitud del tipo que terminó dándose un lindo beso con mi puño en su cara unas tres veces.
Nos echaron del bar pero a mí lo único que me importó fue que ella estuviera bien y que el tipo no haya intentado tocarla.
—Para eso estoy, Haz, aprendí la lección... —agregué en un murmuro lo último.
No hizo preguntas, solo siguió con su cabeza recostada de mi brazo, y yo... pues yo estuve feliz de eso.
—No sé cuántas veces lo he dicho hoy, pero... en serio estoy muy feliz por ti, Aidan —Hazel me mira de reojo, levantando su cabeza—. Ni siquiera «feliz» es la palabra adecuada, me siento como una mamá orgullosa de su cría —ambos nos reímos—, lo harás genial, insoportable pelirrojo —da un apretón amistoso a mi mano—. Después de todo, naciste para esto, así que confío en que lo harás de lo mejor.
No sé qué fue lo que me hizo actuar de forma tan precipitada. Quizá fue mi naturaleza impulsiva tomando riendas en todo mi cuerpo, o puede ser que ya no me aguanté más. O también pudieron ser esas dos cosas haciendo un complot.
Sí, esa podría ser la respuesta.
—Hazel.
—¿Si?
—¿Puedes prometerme algo?
Me mira confundida pero empieza a asentir lentamente.
—Claro, ¿El qué?
—Que no me vas a matar.
—¿Qué? ¿Cómo que...?
No le di tiempo para que termine su frase, tomé su rostro entre mis manos y, después de tanto tiempo imaginando lo que podría sentirse, al fin pude besarla.
Precipitado, sí. Impulsivo también, fue algo que no pude evitar. No voy a negar que desde hace años me vengo imaginando este momento, el cómo se sienten sus labios, el cómo de bien puede besar Hazel.
Y después de mucho, tengo una respuesta a todas mis interrogantes: Hazel sabe lo que hace, lo sabe demasiado bien. Mi acción por un momento le dejó congelada de la sorpresa, pero solo unos pocos segundos después pudo al fin corresponderme, algo que me alivió bastante porque no recibiría un golpe.
O al menos, no aún.
El movimiento de sus labios sobre los míos me enloquece tanto que me encanta. Siento como sus manos se entrelazan detrás de mi cabeza, empezando a dar caricias que causan que se me salga una lenta respiración por la nariz.
Hubo un momento dónde Hazel se llevó el control de todo, tanto del beso como de lo que yo sentía hacia ella, todo lo que podía sentir.
Y por mi cabeza solo se presentó un pensamiento.
Estoy totalmente colgado por esta chica.
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Nota de la autora:
¡He vuelto por las zonas de Solo Me Importas Tú! Uy, perdón por haber desaparecido por aquí y por El Soñador, Wattpad hizo de las suyas y borró este capítulo que tenía escrito y tuve que escribirlo una vez más.
Pero bueno, no importa, ¡Aquí está y al fin, al fin esos dos tienen ese momento!
Aidan al fin aceptando lo que ya todos sabíamos. Es que se te nota, insoportable pelirrojo.
¿Qué tal el capítulo? ¿Les a gustado? Yo espero que sí.
Bueno, gente bonita, no les tengo mucho que decir más que dejarles este capítulito por aquí. Nos estaremos leyendo próximamente por aquí, también en El Soñador y también en mi nueva historia, ¡Porque sí! Tengo una nueva historia titulada Una Noche Sin Luna, es una coautoría con mi bella Jaidys, espero se pasen por allá a leerla, que la iremos actualizando pronto.
¡Nos vemos!
Besos y abrazos con casi caídas de boca, tartas de fresa y crema y besos en el puente.
MJ.
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