° Veintidós °

«¿Sabes? Cuando... estás enamorado, es una cosa de locos. Normalmente somos idiotas, pero cuando estás chalado por alguien te vuelves un idiota por mil —me había dicho una vez mi mejor amigo en un estado pensativo— Eres con una mentalidad dividida en dos: la parte encantada y totalmente colgada por esa persona, la que se hace mil y un escenarios. Luego está la que intenta ser realista, la que absurdamente intenta controlar los sentimientos para hacerte olvidar lo que sientes»

En ese momento, había meneado la cabeza y reído por lo bajo, «Idiota, esa parte no es realista, es solo una parte de ti asustada, asustada de la magnitud de los sentimientos, de lo que sientes hacia alguien porque sabe que... —pareció pensar en las palabras correctas— Es entregarse de lleno, y tiene miedo a estrellarse contra una pared»

Muchas cosas de las que Evan habla puedo ponerlas en duda, como que matemáticas no es útil para la vida, o que despejar una equis es difícil. Pero hay otras, como esas palabras que me dijo una vez, que no puedo y ni siquiera debo refutarlas. Cuando toca temas profundos, Evan habla por experiencia, y sé que eso que me dijo fue dicho por la experiencia de enamorase de Bea.

Y ahora creo que puedo aplicarla a mi situación.

Mientras aún sostengo entre mis manos el rostro de Hazel, mi mente está divida en dos partes, cada una con un portavoz que ponen pros y contras de toda la situación.

Una decía que ella besa totalmente de maravilla y que besarla podría convertirse en mi actividad favorita.

Y la otra, nerviosa y asustada, solo ponía mil y un pretextos terribles.

Es mi mente divida en un Aidan locamente encantado por esta chica y otro Aidan asustado por experiencias pasadas.

Cuando empecé a sentir que el aire me faltaba, me puse nervioso en un grado absurdo. ¿Cuándo había estado yo nervioso después de haber besado a una chica que me gusta? La respuesta es: nunca. Nunca a pasado porque me he tenido la suficiente confianza.

Y ahora... ahora tenía miedo de un par de cosas.

Recibir un golpe por atrevido.

Caer más en el pozo que tiene como final quedar chalado por ella.

O las dos opciones, que son bastante probables.

Con una gran lentitud, me alejé de Hazel, aún sosteniendo su rostro entre mis manos para tenerlas ocupadas en algo. Hinchando el pecho para recuperar el aire y también soltándolo nervioso de lo que pueda pasar. Bajo mis manos, las mejillas de Hazel se sentían calientes, lo que me hizo ladear una sonrisa porque ella se había sonrojado. Hacerla sonrojar es una cosa un poco complicada, y cada vez que podía lograrlo, era como un especie de logro para mí.

Cuando me digné a al fin abrir los ojos, me encontré con que ella me miraba atenta, sus irises de un bonito marrón caoba estaban mayormente opacados por la dilatación de su pupila. Con esta cercanía, noté en que sus pecas son bastante más prominentes y tienen un ligero color marrón claro, que las que están sobre el puente de su nariz son mucho más marcadas que las que están sobre sus mejillas y pómulos y que varios lunares se esconden entre esas manchas.

Sus mejillas siguen bastante sonrojadas, mis manos siguen sujetando su rostro y sus ojos de los míos parecen querer no apartarse.

Ella parpadeó una, dos, tres veces. Sus manos se pusieron sobre las mías y las hicieron bajar, cuando intenté sujetarlas, ella las apartó.

Mentira sería decir que no me dolió, pero sí lo hizo, un poquito.

—Hazel...

—Eh... —parece confundida, perdida. Parpadea—. Creo... creo que será mejor irnos, Aidan.

—Oye, yo...

—Va-vámonos.

Con ese balbuceo nervioso, recogió la canasta de picnic y volvió por el camino que hace un rato habíamos cruzado.

Despedí un resoplido que hizo inflar mis mejillas y me pasé las manos por el pelo, luego por el rostro. En mi próxima visita al médico, iré a ver a un neurólogo, porque esto de la impulsividad me está preocupando.

Dejé caer mis brazos a mis costados y me decidí en ir tras Hazel, no había hecho mucho camino, por lo que cuando la alcancé, iba llegando a la fuente de Ceres, me alegró no ver al tipo cerca.

—Haz...

—¿Qué, Aidan? —más que escucharse molesta o frustrada, su voz solo demostraba confusión.

Cuando se dió la vuelta y me miró, muchas cosas quedaron atrapadas en mi garganta. Ahí se aplicó otras de las palabras de mi mejor amigo, «Nuestro sistema está en constante corto circuito, amigo, te llenas de tantas emociones contradictorias entre que de ti terminan saliendo balbuceos nerviosos y sin sentido»

De mi boca terminaron saliendo balbuceos que no tenían sentido o palabras incompletas, en mi mente, cada Aidan se peleaba por tomar rienda de la situación, más al fondo... en el departamento de los sentimientos y emociones, todas se peleaban también... por salir, pero ninguna terminaba cruzando la puerta.

Hazel sigue esperando una respuesta, y me dió la impresión de que no solo una respuesta a su reciente pregunta, sino a la silenciosa que se escribe en su mirada: «¿Por qué me besaste?»

Tenía la respuesta, claro que sí, pero fue ahí que el lado asustado de mi mente le ganó al encantado.

Y solo terminé diciendo:

—No lo sé...

Ella desvió la mirada al suelo.

—Estoy cansada, Aidan, a sido un día... demasiado largo. Vamos a casa, ¿Vale? —cuando sus ojos volvieron a dar conmigo, de algún modo supe que nada sería igual.

Solo que no había querido asimilar ese hecho hasta momentos después.

Asentí en su dirección muy vagamente.

—Vale, a-andando.

-

El camino al campus fue horrible.

Normalmente entre Hazel y yo siempre había algún tema de conversación que llevar, así sea algo tan tonto como el por qué los peces tienen branquias y las vacas ubres, o por qué el cielo es azul y el fondo del mar inexplorable. Son solo charlas que surgen entre nosotros y que podemos llevar hasta que nos terminamos riendo. ¿Pero ahora? Ahora ni siquiera podemos mantenernos la mirada por más de medio segundo.

En serio que debo de ir a hacerme una prueba de TDAH tanto como Evan una de discalculia.

Estaciono el auto de Billy en su sitio en el aparcamiento de la universidad, ni Hazel ni yo hacemos algún movimiento, todo es silencio incómodo ahí dentro.

Estuve a punto de decir algo, una disculpa al menos, porque es lo que creía necesario en esa situación, pero Hazel solo se bajó del coche y se adentró al campus. No tuve más remedio que seguirla.

—Hazel —la llamo, alcanzandola. Ella se giró a verme, no sabría decir qué es lo que hay en su rostro, es una mezcla de muchas cosas que, por primera vez, no comprendí—. Eh... ten, las llaves del auto —dejé sobre su mano la llave del auto de Billy, ella las encerró en su puño.

—Sí, gracias, se me había olvidado —las guarda dentro de la canastilla de picnic y después saca la caja celeste que me extiende—. Ten, quédate con esto.

Tomé la caja con el resto de la tarta que habíamos dejado con ambas manos, la miré a ella y sonreí por un momento.

—Evan, Bea y Andy te van a matar, lo sabes, ¿No? —este era mi última carta: bromear.

Ella encoge los hombros, sonriendo muy, muy ligeramente.

—Ya no importa, es tu tarta favorita, disfrútala, pero sin sobrepasarte, ¿Vale? —ahí está, esa mirada preocupada, ahí apareció.

Asentí.

—Promesa.

—Nos vemos para ensayar mañana, Aidan, adiós —hace un débil gesto de despedida y se aleja en dirección a su bloque de apartamentos.

La ví marcharse y perderse dentro del edificio, aún tenía muchas cosas que decirle y nada salió.

Así que esto es lo que sentía Evan con respecto a no poder decirle a Bea lo que sentía, esa impotencia, esas ganas de soltarlo todo y que tus cuerdas vocales se nieguen a emitir sonido. Te comprendo, amigo, no es lindo.

Con un suspiro cabizbajo, me fui hacia mí apartamento, solo quería echarme en mi cama y caer como tronco.

En cuanto entré, solo el silencio me recibió. La sala estaba vacía y no se oían sonidos desde la habitación de Evan, algo que agradecí. Guardé la tarta en la parte trasera del último piso del refrigerador, con suerte Evan no husmearía. En mi habitación me quito los zapatos y me echo de un salto a mi cama, cayendo de espaldas. Viendo el techo pensando en tantas cosas y a la vez en ninguna, mi cerebro cayó en cuenta de que Hazel se había quedado con mi sobrecamisa.

Qué más da, no es la primera vez que se queda con una prenda mía. Capaz que luego la recupere.

Antes de que mis ojos empiecen a cerrarse solos, me cambié por mi pijama: una sencilla camiseta de tirantes y un pantalón holgado. Bostezando, me volví a echar sobre mi cama, estaba dejando mi móvil sobre la mesita de noche cuando el sonido de una llamada entrante hizo que volviera a ponerle atención.

En cuanto veo el remitente, una sonrisa se forma en mis labios.

—Hola, mamá —saludo en cuanto contesto, dejando a mi lado en el colchón mi móvil en alta voz.

—Hola, Rufus, ¿Qué tal estás?

—Un poco cansado, hoy a sido un día agotador.

—Ya me imagino, pobre mi niño —sonrío contra la almohada—. ¿Muy agotadora la universidad?

—En parte —respondí ya con los ojos cerrados—. Mi día inició hoy más temprano de lo normal gracias a un rubio idiota y un cabeza de carbón.

Oigo su risa de su lado.

—Andy y Evan se preocupan por ti, Rufus.

—Lo sé, pero no me gusta despertar temprano —hay un suspiro de su parte, me la imaginé con una mano en la cintura, o meneando la cabeza pensando que yo no tenía remedio—. ¿Y esta repentina llamada? No digo que no me guste, ¿Pero por qué? —despedí un bostezo.

—Nada en especial, quería hablar con mi bebé mayor —estrujo mi ojo con mi mano, mis párpados pesan—. Te oyes muy cansado, cielo, ¿Qué tal si hablamos mañana?

—No, está bien, sígueme hablando, yo te... yo te escucho.

Mamá se ríe.

—Ve a dormir, Aidan Manuel.

—No me llames así —pedí con un tono infantil—. Y no quiero dejarte colgada.

Mamá suspira y se queda en silencio el tiempo suficiente que creí que había colgado, estuve a punto de revisar la llamada cuando vuelvo a escuchar su voz. En vez de hablar, mamá había empezado a tararear una nana que me cantaba cuando era niño, sonrío aún con los ojos cerrados, sintiéndome otra vez como un niño de cinco años escuchando a su mamá cantarle una canción de cuna mientras le acaricia el pelo.

A dormir, a dormir,
A dormir, mi bebito
que tus sueños sean siempre
de amor, cariño y paz —su dulce voz llega a mis oídos y me relaja. Mamá canta muy lindo, puede ser que de ella Sam y yo lo hayamos heredado—. A dormir, mi bebé
que los ángeles van
a cantarte y cuidarte
para que duermas en paz.

Mis párpados pesan cada vez más a causa del sueño que va llegando. En mi mente se reprodujeron las tantas noches dónde mamá me cantaba esa canción de cuna, siempre sentada a mi lado en la cama, dando caricias a mi cabello para relajarme. A veces también se le sumaba papá y cuando nació Sam, que insistía en dormir conmigo, ambos cantaban esa canción para mí hermano, y aunque era un niño de doce años, seguía disfrutandolo igual que cuando tenía cinco

A dormir, a dormir
A dormir, mi bebito
que tus sueños sean siempre
de amor, cariño y paz

A dormir, mi bebé
que los ángeles van
a cantarte y cuidarte
para que duermas en paz...

Las memorias se fueron, dando paso a la oscuridad y sueño.

-

A la mañana siguiente, después de un extraño desayuno con mis mejores amigos, (extraño porque esos dos estaban actuando raro conmigo, Bea incluso se había sonrojado cuando me pilló mirándola curioso) me fui del apartamento despidiendome de ellos aún bastante confundido de lo que había pasado.

Solo que no pregunté porque, sencillamente, tenía otros asuntos más importantes.

Mi día de clases fue como todos los demás, tuve clase de vocalización con Savannah, por lo que pude preguntarle algunas cosas sobre cómo podía hacerle con Erick en la escena que tendría que practicar hoy con Hazel, ya que ahí, ese chico y yo hemos tenido rollos. Yo aún sigo identificandome más con Pilar que con Erick, lo siento.

Luego de mis actividades de ese día, llamé al centro de adopción para notificar que hoy no podría ir a dar mi clase, no me gustaba cancelar ya que en serio me divierto con esos niños, pero tampoco podía aplazar el ensayo con Hazel, y aunque la dirección me dijo que no había problema, igual me sentí un poco mal por los chicos. Antes de irme al auditorio, pasé por la sala de profesores a dejarle la hoja de vida que De Santis me había pedido.

—¡Adelante! —había gritado desde adentro.

Giré el pomo y abrí la puerta, el primer aroma que captó mi nariz fue el de café recién hecho.

—Hola, Aidan —saluda mi profesor, sentado en la mesa central, su vista fija en su computadora—. Toma asiento.

Le hice caso, sentándome en la silla junto a él.

—Vine a traerle esto —saqué del sobre manila que había conseguido hace unos diez minutos, la hoja de vida que me había pedido.

Una «hoja de vida» no es un papel que pone literalmente toda mi vida, eso es lo que yo creí la primera vez que me hablaron de ese papel, pero no, resulta ser solo una hoja con algunos de tus datos más básicos. Fecha de nacimiento, edad, número de teléfono, que número de zapatos y ropa calzas, tu estatura y también si eres representado o trabajas en solitario. Es como el currículum más básico para un actor.

—Muy bien, muchacho, gracias —luego de leer la hoja, la guarda en el sobre y la deja a un lado—. Más tarde me reuniré con mi compañero y le mostraré algunas de tus presentaciones.

—Que nervios.

De Santis me sonríe.

—Estate quieto, él confía en mí, y yo confío en ti. Ayer vio el vídeo que me enviaste interpretando las líneas de Zale, le gusta, pero necesita verte en otros papeles, ya que este personaje tiene ciertas escenas con intensidades de sentimientos, necesita confirmar que puedes lograr eso.

—Solo no le envíe el de la banana, por favor.

Mi condenado profesor se ríe para terminar suspirando.

—Fue el primero que le envié, muchacho.

Le di una mirada de «¿En serio?»

—Tranquilo, Aidan, que le a gustado, también casi lo mata de la risa, pero le gustó.

—Al menos...

—Estaré comunicándome contigo para hablar del contrato y esas cosas aburridas —pone los ojos en blanco con diversión—. Ahora, si mal informado no estoy, debes de ensayar con Hazel la obra de la señorita Griffin, ve, hablaremos luego.

Asentí poniéndome de pie, también despidiendome de mi profesor con una sonrisa antes de salir del salón. Sentía emoción y nervios en el estómago. No quería dar el papel de Zale por sentado, pero por cómo habla De Santis, con esa seguridad de que ya es mío, me hace mantener la esperanza y la felicidad.

Cuando llegué al auditorio, todo estaba vacío y silencioso. Encontré a Hazel andando de un lado a otro sobre el escenario, recitando en voz baja sus líneas de Pilar. Me quedé un momento en la entrada, observando sus gestos y movimientos. Iba desde las iniciales hasta las de la última escena, que son las más emotivas y llenas de sentimientos. Hazel podía interpretarlas y darles su toque, puede que por eso Savannah la eligió, pese a tener un guión perfectamente planeado, Hazel siempre hace acotaciones que quedan increíbles, además de que el papel de Pilar le queda como anillo al dedo.

En un momento, cuando volvió a repetir los movimientos de la escena en la cafetería, dió un giro que la hizo darse cuenta que me tenía ahí de público. Se llevó una mano al pecho.

—Aidan, que susto —voy bajando las escaleras en medio de los asientos para subir al escenario con ella—. ¿Cuánto tiempo llevabas ahí?

—No lo sé, ¿Diez minutos? —dejé mi mochila a un lado en el suelo del escenario—. Estabas bastante concentrada.

—Sí, bueno... quería repasar esas partes en cuanto llegabas —me acerco a ella hasta estar frente a frente, ambos con guiones en mano—. Esto... ¿E-empezamos?

—Claro —dije, luego buscando la escena que practicaríamos en el guión.

Era una de las últimas escenas, ¿La cinco? ¿O tal vez la seis? Era una importante, era el momento dónde Erick al fin le decía lo que sentía a Pilar, y es ahí cuando él y yo entramos en nuestros problemas. Savannah dice que parezco estreñido cuando digo esas grandes líneas de Erick, y aunque me dé un poco de gracia su comparación, sabía que tenía razón.

—Me gustas —dije, leyendo la línea—, pero no sé si el sentimiento sea recíproco.

Lo admito, puede que me haya salido bastante mal.

—¿Me estás diciendo que te gusto o estás pasando a leer frente a la clase? —Hazel me mira arqueando una ceja.

¡Tengo problemas con esta línea! ¿Vale?

—Inténtalo una vez más —indica, y yo no tengo más opción que volver a hacerla. Hazel me iba a estar pidiendo que repitiera la línea hasta que saliera perfecta.

Tomo aire a pleno pulmón y lo dejé ir por la nariz.

—Me gustas —repetí mi línea, poniendo lo mejor de mí—, pero... no sé si el sentimiento sea recíproco.

—Erick... —musitó Hazel, siguiendo la escena, pero me tocaba interrumpirla:

—Te temo, Pilar —dije, empezando a sentir en el pecho ese miedo de Erick—. Temo que solo sea yo el que aporta algo a esto que hay entre nosotros —alcé la mirada a Hazel, ella me veía curiosa.

—¿Tú tienes miedo? —me señaló—. ¿Y te crees que yo no, Erick?

—Sé... sé que tienes tus demonios, Pilar. Pero yo no hiero al otro con sus indecisiones. Yo tengo bien en claro lo que siento por ti —miré la siguiente línea—. Estoy enamorado... —me callé de pronto, incapaz de seguir con la escena.

—¿Qué pasa, Aidan? Ibas muy bien.

—Yo... es... —aclaré mi garganta—. Lo siento, es que... n-no puedo seguir.

Ella frunce el ceño, dejando caer sus brazos a cada lado sin entender. Pero yo lo hacía muy bien, había leído el guión varias veces, sabía que había una escena de declaración por parte de Erick, pero no sabía que era tan específica con los sentimientos del personaje. Leer ese «estoy enamorado» y haberlo hecvo y dicho justo frente a los atentos ojos de Hazel se sintió como un repentino golpe en el estómago, fue inesperado y muchas cosas dentro de mí brincaron nerviosas, incluso las que no podían brincar.

Y es que, en ese momento me había metido tanto en el personaje que no estaba actuando los sentimientos de Erick, estaba usando lo que sentía hacia Hazel.

—¿Qué pasa? —me preguntó con un tono tranquilo en su voz.

—Solo dame un momento —pedí a lo que ella asintió.

Me acerqué a mi mochila a buscar la botella de agua que había dejado ahí. En mi estómago había un cosquilleo nervioso, como el que había tenido el día de la presentación de Romeo y Julieta Versión del Siglo XXI, mi boca estaba repentinamente seca.

Luego de un rato, volví con Hazel sintiéndome solo un poco mejor, aún nervioso pero ya sin sentir con demasiada intensidad el cosquilleo en mi estómago. Busqué otra vez la línea donde nos habíamos quedado, cuando vi ese gran «estoy enamorado» me empezaron a sudar las manos. ¿Por qué mi personaje no podía ser el acomplejado emocional? Me podría quedar mejor.

—Yo... ehm... —volví a aclararme la garganta—. E-estoy enamorado, Hazel... —meneé la cabeza—, Pilar, Pilar.

Si antes tenía problemas con el texto, ahora solo lo odio.

Intenté leer la siguiente línea, pero solo me frustré. Era todo nervios y balbuceos, me hacía sentir patético y más frente a la mirada de Hazel. Ya ni siquiera estaba actuando bien, o fingiendo sentimientos para la escena. ¡Y eso me frustraba aún más!

—No... no puedo seguir con esto —dejé caer el guión a un lado y me pasé las manos por el rostro.

—Vamos, Aidan, es solo un bache, no puedes estancarte en una escena —dijo ella, acercándose hasta poner una mano sobre mi hombro.

—Esa es la cosa, Hazel, ¡No puedo seguir! ¡Me estanqué! —abrí los brazos a cada lado, como para recalcar ese hecho, haciendo que ella aleje su mano. Enredé mis dedos en mi cabello—. ¿Por qué acepté, dioses? —me pregunté en voz baja.

Si en un inicio habría sabido que este personaje me haría esto, le habría dejado a Erick Russo a otro chico.

—No te puedes arrepentir ahora, Aidan, ni desistir. ¡No le puedes hacer eso a Savannah!

—No he dicho que voy a abonar, Hazel. Solo... me frustré. Y... y... —dejé caer mis brazos.

Hazel torció los labios y después largó un suspiro.

—¿Abrazo?

Asentí de inmediato en respuesta.

Hazel me rodea el torso con sus brazos y yo la rodeé a ella, soltando un suspiro. Por muy frustrado que me sintiera con respecto a Erick, su línea, los sentimientos y Hazel, un abrazo siempre me hará sentir mejor, solía creer que después de un abrazo muchas cosas pueden quitarse, miedo, estrés, tristeza, incluso la soledad... Me gustaba creer eso porque, de cierta manera, era cierto.

Y sintiendo sus brazos rodearme y ese aroma dulce de caramelo, me sentí bien. Demasiado bien.

Fue en ese momento cuando mis cuerdas vocales soltaron algo que desde ayer tenían atravesado:

—Me gustas —salió de mis labios en un murmuro, de inmediato sentí a Hazel tensarse.

—¿Q-qué? —balbuceó aún sin soltarme, pero tampoco relajándose.

—Solo quería que supieras eso —rompí nuestro abrazo, Hazel me miraba confundida, impactada y con algo más, algo más profundo, un sentimiento diferente a los dos primeros protagonistas.

—Aidan...

—No... —meneé la cabeza—. Solo... no.

Me di la vuelta recogiendo mi mochila del suelo y también el guión, sintiendo la mirada confundida de Hazel en la nuca. Salí del escenario y después del auditorio sin dar más respuestas, ni siquiera yo las sabía bien, y si tenía alguna, no era la correcta.

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