° Veinticinco °

Cuando llegué al apartamento después de dejar a Evan en la estación de autobuses, me encontré con mi mejor amiga sentada en el sofá de la salita, sonriendo muy ligeramente a la pantalla de su laptop.

-Ava pronto se recuperará, ya lo verá -decía mi amiga a la persona del otro lado. Cuando me acerqué, noté que se trataba de Christina, la mamá de Evan-. Solo hay que tener paciencia.

Escuché como resopló con tristeza.

-Solo hay que tener paciencia -repitió y al alzar la mirada, me notó sentándome junto a Bea, sonrió-. Oh, Aidan, hola, ¿Cómo estás, chiquito?

Un apodo muy infantil, pero así me llamaba ella desde que conozco a Evan, algo que ya se remonta desde hace muchos años.

-Muy bien, Christina, ¿Cómo estás tú? -no temía de tuterla, ella misma me lo había pedido.

En su rostro se reflejó la ansiedad y miedo que le generaba la situación de su hija menor.

-Esperando respuestas del médico.

-¿Aún nada?

-Nada que nos afirme realmente que Claudine está bien.

Bea y yo compartimos una mirada. A nosotros esto también nos ponía mal, demonios, estamos hablando de Ava, todos nos preocupamos por ella.

-¿Dónde está Evan, por cierto? -nos preguntó, frunciendo el ceño.

-Eh... -me rasqué la nuca, pensando en las palabras adecuadas-. Evan está... -busqué ayuda en Bea, que solo rodó los ojos y gesticuló sin emitir sonido «solo suéltalo»-. Bueno, Evan salió a Ciudad Nevada hace unos quince minutos.

La madre de mi mejor amigo se pasó la mano por la cara.

-Debí de esperarmelo.

-Sabe como es Evan respecto a Ava -terció Bea.

-Lo sé, aún así creí que no podría ser un impulsivo.

Sí, ahí tiene razón. Irse así como si nada fue una gran acción impulsiva por parte de Evan. Sin embargo, yo no soy quién para juzgarlo.

-No me imagino lo ansioso que a de estar -agregó Christina en un murmuro que pareció más para sí-. Me tengo que ir, corazones, cualquier cosa que nos informen los médicos les estaré avisando.

-Por favor -dijimos Bea y yo.

-Cuidense -nos regaló una pequeña sonrisa cansada.

-Usted también -Bea agitó la mano como última despedida antes que su suegra colgara la videollamada.

Compartimos otra mirada antes de echarnos con un suspiro sobre el apoyo del sofá. Mantuvimos el silencio por lo que pareció una eternidad. Ninguno tenía algo que decir, mi emoción por haber conocido a los de J.5 se fue de largo paseo por toda la situación con Ava. Quisiera estar en Ciudad Nevada justo ahora, no solo para apoyar a los Ross, también para estar con mi hermano.

Estoy seguro que él es uno de los que se negará a irse del hospital sin antes saber que Ava está bien.

-Todo... va a estar bien -murmuró Bea, aunque se escuchaba poco convencida-, Ava está en buenas manos.

-No solo me preocupa Ava, Bea -le dije, girando la cabeza en su dirección-. Evan, Sam, los Ross también me preocupan.

Hay un tercer suspiro de su parte.

Ella sabe bien el por qué de mi preocupación, sobretodo por mi mejor amigo. Sé que Evan a estado trabajando bastante en su salud mental los últimos diez años, se quebró y se reconstruyó, no a tenido recaídas depresivas ni ataques de pánico y eso me hace sentir bastante orgulloso, pero Evan es sensible, y más cuando se trata de su familia, muchísimo más cuando es de Ava la situación. Ver qué su hermanita está en una estado delicado de salud lo puede hacer bajar dos escalones, dos escalones que se pueden convertir en el inicio de toda una larga escalera.

No quiero decir que él sea débil, estoy totalmente seguro de que entre todos nosotros, Evan Ross es la persona más fuerte, pero vamos, todo se resume a Ava. Ella fue el principal ancla de mi amigo cuando pasó por tanta mierda, perderla... o verla mal... me hace temer por él.

Con Sam la cosa no es tan diferente, Ava tuvo el papel más importante para Sam después de la muerte de papá, es su mejor amiga desde hace tres años, le afectaría tanto como a Evan perderla.

Y los Ross... bueno, si bien son una familia unida, algo se rompería en ese vínculo.

-Quiero creer que esto es solo un susto -declaró con la mirada perdida.

-Quiero creer lo mismo.

El silencio volvió.

Bea se levantó del sofá sin decir una palabra y se fue a la cocinita por un vaso de agua, yo solo me quedé ahí sin pensar en nada en específico. Mi mente divagaba en un montón de cosas, en que tengo que terminar un trabajo escrito para dentro de dos días, que debo seguir ensayando las líneas de la obra de Savannah, que tengo que arreglar mi horario para que todos los compromisos y trabajos que tengo estas próximas semanas no choquen, entre tantas más, pero prefería evitarlos porque después ya no podría dormir por tal nivel de ansiedad que tendré por lo ocupado que estaré.

Usualmente mi agenda siempre estaba libre, solo eran mis clases, ir ciertos días a la semana a dar las clases de teatro en el centro adoptivo y ya, no había más. Ahora tenía los ensayos para la obra de Savannah, las grabaciones de la serie que son las que más abarca mi agenda, los compromisos con mi familia y también agreguemosle que tendré que hacer proyectos escolares.

Ya me veo el estrés que traeré.

Por ahora, solo me eché por completo en el sofá, usando un mini cojín tan duro como un piedra como almohada. Mi cuello se quejó.

Cuando Bea volvió de la cocina con un vaso de agua y un tazón con fresas en mano, me miró arqueando una ceja.

-Estás cómodo, por lo que veo.

-Sí, de hecho lo estoy, y te agradecería que... -ni me dejó terminar, ella postró su culo caliente sobre mis piernas-. Bea, quítate, no me gusta sentir la temperatura de tu retaguardia.

Ella solo se rió, levantándose para dejarme alzar las piernas y dejarlas en su regazo cuando volvió a sentarse.

-¿Quieres? -propuso, extendiendo el tazón con algunas fresas que despiden un buen aroma.

Tomé solo un par, no tenía tanto apetito.

-Oye, cuéntame cómo te fue en la prueba de vestuario hoy -dió un mordisco a la fruta.

También mordí una de las que había tomado, repasando el momento dónde conocí a cuatro de los J.5. Especialmente el momento dónde Dione me había puesto la mano en el hombro, eso me hizo sonreír. Perdón, lo dije, ella es muy guapa.

-Esa sonrisa debe significar que todo fue genial.

-Más que genial, gnomo de jardín, fue algo increíble -doy un suspiro soñador-. Es que la cosa más loca me pasó hoy, en serio que aún no me lo creo.

-Vale, ¿Y qué fue eso? -preguntó, mirándome curiosa he interesada.

-¿Sabes de esa banda beantown? -ella frunce el ceño-. Ya sabes, J.5, los que cantan My Way y Love City.

Se lo pensó un momento mientras se comía una fresa. La expresión pensativa de Bea puede dar risa, ella entrecierra los ojos y ve hacia la nada, sus labios se tuercen y en pocas ocasiones se empieza a morder la uña del pulgar.

-Oh, sí, J.5, ya sé. ¿Qué pasa con... -mi sonrisa y expresión de diversión le hicieron caer rápido en lo que quería decir-, ¿Los conociste?

Asentí volviendo a sentarme sobre mi trasero de un salto que casi hace que me caiga al suelo.

-¡Sí! Es tremendo, los conocí a todos, a Alisha, Peyton, Deneb y Dione.

-¿No te falta uno? ¿El guitarrista?

-Ese estaba dormido -encogí los hombros-, capaz lo vea despierto otro día en el set.

-Espera, ¿Son parte del cast?

-Son los encargados de la música, si no entendí mal -rasqué mi cabeza, eso no lo habían explicado mucho-. Uno de los productores es el padre de Deneb y Dione, están ahí para apoyarlo, empezaron a trabajar en este punto porque podría surgir algo de la banda, entrevistas, tú sabes, esas cosas de famosos.

-Que pronto serán también «tus cosas de famosos» -Bea me picó las costillas, haciéndome reír.

-Déjame, gnomo de jardín -pedí, alejando sus manos, me empezaba a quedar sin aire.

-Vale, vale, te dejo -ambos nos acomodamos en el sofá, quedando frente a frente. Me recordó a las noches en que hacíamos pijamada cuando éramos niños, esa siempre era nuestra posición para confesar secretos-. Estoy feliz por ti, por esto que estás haciendo. La romperás con ese papel, estoy segura. Confío en ti.

Y aunque yo también lo hacía, escuchar esas palabras de una tercera persona, y más si esa tercera persona es mi mejor amiga, me hacía convencerme más de ello.

Sus palabras me daban confianza porque cada vez que me entraba alguna duda sobre esto, que de verdad puedo hacer bien esto de actuar, ella siempre está ahí para hacerme razonar y ver una vez más que la actuación es y siempre a sido lo mío, solo que lo he pasado por alto. «Por eso siempre hacías grandes dramas» fue algo que me dijo una vez, en los tiempos que empezaban a llamarme reina del drama.

La serie es algo nuevo en lo que apenas me incursiono, pero mientras la tenga a ella, a mi familia y a mis amigos más cercanos, sé que lo podré hacer, por muy difícil y pesado que se vuelva todo con la universidad junta.

Confío en mí y sé que podré con ello.

-

-Oh, no -Lyla se cubre la boca, sorprendida.

-Vaya -Andy, en cambio, se las pasa por el pelo rubio húmedo.

-Al menos... ya está mejor -agregué-, aún internada en el hospital, pero mejor.

La noticia era buena, la operación de Ava había salido bien y habían podido extraer todo el líquido que se formó en su pleura, no hubo tantos riesgos como pensamos, solo el que Ava deberá pasar internada unos cuantos días en el hospital.

De eso nos vinieron avisando a eso de las nueve de la noche, aunque estaba cansado por todo lo que había hecho ayer, no me atrevía a ir a dormir sin tener la noticia de que Ava estaba bien y que mi mejor amigo había llegado a Ciudad Nevada, luego de que la mamá de Evan nos llamara para darnos la noticia de Ava, un peso se me fue de encima. Luego, cuando recibimos otra llamada, esa siendo de Evan, pude estar tranquilo he irme a dormir.

Caí como una roca y no supe nada de mí hasta hace como hora y media cuando Andy me fue a buscar para cumplir con la rutina de hoy.

A Bea solo se la dejaron pasar porque se había trasnochado hablando con Evan, pero a mí, yo ni me salvo aunque rogara por ello.

Así que estábamos aquí, en el parquecito cerca del campus dónde solemos entrenar a las casi seis treinta de la mañana. El cielo apenas empezaba a pintarse de azul, aún estaba un poco frío de la noche y solo otros pocos locos como nosotros estaban entrenando aquí.

Mi sueño no era tanto como los primeros días de esto, pero aún así me hice una nota mental de ir a preguntarle a mi doctor si debía de seguir con esta rutina. Unas horas de sueño más no me molestarían.

Mientras espero respuestas de la pareja de locos, doy un gran sorbo a mi termo de agua fría. Estaba machacado, mis brazos se quejaban si tan solo intentaba alzarlos, mis rodillas se quejaban de todo mi peso y literalmente todo, pero todo estaba sudando, incluso lo que no sabía que podía sudar.

Andy es un buen amigo, el mejor, pero dioses, no lo quieres como entrenador nunca. Te saca hasta el alma y la exprime.

-Nunca creí que esto de Ava podría pasar, si soy honesto -admitió Andy, con una mueca preocupada en el rostro-. Nada más pensé solo podría ser algo de asma, en el peor de los casos neumonía. No... esto.

-Yo pensé lo mismo -convino su novia, cruzando la brazos sobre el pecho. Lyla seguía bastante sorprendida como cuando les dije lo que pasó ayer en casa-. No imagino como deben de estar los Ross.

-Preocupados, eso seguro -respondió Andy, yo asentí-. Ojalá que no sea tan grave como... bueno, cuando nació Ava.

Ese día nos sigue poniendo a muchos los pelos de punta, a Evan más que todo. Desde ese diecisiete de abril, muchas cosas cambiaron, sobretodo en nuestro amigo. Estaba triste, no quería jugar, de a poco quería que lo visitaramos, hasta que se aisló completamente. A los diez años, ni Andy ni yo entendíamos lo que pasaba, hasta que mamá nos explicó la situación: Evan no estaba bien y más que nunca necesitaba apoyo. Nada forzado, apoyo auténtico. Y ahí estuvimos el Rubatomismo y yo en todo lo que pudimos dar como niños de diez años.

-Ustedes relatan que fue algo trágico -dijo Lyla, viéndonos-, ¿Tan mal así?

-Más en la parte que pasó después, Ly -contestó Andy-, Ava estaba grave, pasó un tiempo largo en cuidados intensivos neonatales, pasó lo de la mamá de Evan, fue duro para él.

-Vaya... -murmuró Lyla-. Bueno, creo que ahora solo nos queda esperar una mejoría por parte de Ava.

-Yo espero y no tenga que pasar su cumpleaños en el hospital -esa era otra cosa, el cumpleaños de Ava es en dos semanas, y aunque la pequeña Ross no pretendía hacer una gran fiesta como la de mi hermano, sí quería algo para celebrar su cumpleaños número diez-. Mi cuñado una vez me contó que cuando hacía pasantía en el hospital general de Massachusetts, en los tiempos que estuvo viviendo en Boston, hubo una paciente que pasó su cumpleaños en coma, ¿Saben qué tan de mierda debe ser eso? Espero Ava no le pase lo mismo.

Lyla y yo hicimos muecas de tan solo escuchar a Andy, eso sí es un mal rollo. Si pasar tu cumpleaños en el hospital es difícil, no quiero imaginarme lo que es pasar tu cumpleaños en un hospital, estando en coma.

-Algunos solo tienen mala suerte -comentó Lyla-. Pero mejor cambiemos de tema, o hagamos otra cosa, por favor, me voy a deprimir.

Andy la atrajo para darle un medio abrazo que ella correspondió, sin importarle lo sudados que estaban ambos. Si bien hice una mueca por eso último, por dentro se me fue un suspiro. A veces los envidio, ambos tienen una de las mejores relaciones que he visto. Sí, pelean, ¿Qué pareja no lo hace? Pero siempre hacen las pases y eso es de admirar, no todos tienen el suficiente valor para sacar las palabras que tienen guardadas dentro.

Hum, hum.

Me corrijo, yo no tengo el valor para sacar las palabras que traigo atascadas dentro. Lo he dicho, soy un cobarde cuando de sentimientos se trata, cambiar y mejorar eso no es fácil.

Pero ese no es el caso, Andy y Lyla llevan juntos cinco, ¡Cinco! Largos años, compartir esa cantidad de tiempo con una misma persona es... guao. Sobretodo el soportarse mutuamente. Eso, eso es lo que más les admiro.

-Que cursis son ustedes dos -y aunque a veces los moleste con ese tipo de comentarios, me gusta verlos juntos. Se complementan y hacen felices.

Lyla me sacó la lengua en un gesto divertido que le devolví, Andy en cambio fue más grosero, él me sacó el dedo medio.

Me llevé la mano al pecho, fingiendo indignación.

-Me ofendes, Andy Guillén.

-Un rábano, Aidan.

-Ya veo que te importo mucho, ¿La amas más a ella que a mí? ¡Yo soy tu mejor amigo, rubio idiota! ¡Me conociste a mí primero!

Andy me miró unos largos segundos con sus ojos azules, antes de menear la cabeza y reírse.

-Eres una reina del drama, Aidan López.

-Innegable -convino Lyla, aún muy cómoda recibiendo el abrazo de Andy.

-Oh, calla -ambos se rieron-. Sí, sí, rianse. Ya sé en qué lugar estoy en tu vida, Andy. Tanto que yo te quiero, ¿Y así me tratas?

Ahí sí ninguno de nosotros pudo aguantarse la risa. Vale, que me he pasado de dramático.

-Ya entiendo por qué eres tan bueno en tus clases -habló Lyla, alejándose de Andy-. Eres un dramático nato.

-Lo a sido siempre -declaró el rubio-. Me sorprende que hasta ahora no se había topado con el teatro.

-Hasta ahora vengo desarrollando mis grandes dones -presumí.

Lyla solo meneó la cabeza y me dió un ligero golpe en el brazo, pero como mis músculos estaban cansados y gritaban de piedad, ese golpecito se sintió como uno más fuerte, lo que me obligó a llevar mi mano a esa zona en un vago intento de calmar el dolor.

-Exagerado -dijo ella-. En fin, que yo tengo un plano que terminar para mi primera clase del día, así que andando, caballeros.

Internamente le agradecí su petición de irnos, porque si fuera por Andy, estaríamos ahí hasta las siete treinta de la mañana.

En serio que no lo quieres como entrenador, te exprime hasta tu última gota de energía.

Lyla se nos adelantó en el camino mientras que Andy y yo nos quedamos un poco atrás, más que todo porque yo estaba usando su hombro como apoyo para caminar.

-Venga, amigo, no seas débil.

Le dediqué una mirada de «Cierra la boca y sirve de apoyo»

-Exprimiste mi alma, rubio imbécil. Evidentemente voy a estar cansado.

Andy solo puso los ojos en blanco y siguió siendo mi soporte.

-Menos mal y no optaste por la beca deportiva, el entrenador te habría machacado en el primer entrenamiento.

-Yo no soy de deportes, eso es lo tuyo y lo de Evan.

-Cierto que eres el quejica del trío.

Le di un manotazo detrás de la cabeza que solo lo hizo reír.

-Ah, ya, no me golpees, hombre -Andy me obligó a poner mi brazo sobre sus hombros para tener mejor apoyo y caminar más rápido, lo cual sí se pudo, pero como él es unos centímetros más alto que yo, tenía la pinta de que estaba balanceado-. Oye, por cierto, ¿No has hablado con Hazel?

Esa mención me hizo trastabillar con una abertura en el suelo, Andy me impidió irme de boca.

-¿Qué? -balbuceo.

-Con Hazel, hace unos días me preguntó por ti.

Capaz fue mi silencio lo que le hizo entrecerrar los ojos hacia mí.

-¿Pero qué has hecho, Aidan Manuel?

-¡No me llames así, sabes que lo odio, Andy Fabrizio!

Él hizo una mueca cuando mencioné su segundo nombre. Pero es que en serio, ¿Por qué los padres se eligen los peores nombres de todos?

-Ese no es el caso, ¿Qué hiciste?

Me pasé la mano por el pelo húmedo, también por el cuello, ladeé la cabeza de un lado a otro, pensando en si decirle, cuando lo ví de reojo, su mirada azulada me decía que se enteraría por mí o por otras fuentes.

Así que despedí un suspiro y le conté lo que había pasado. Desde la tarde que me acompañó a comprarme algunas prendas de ropa, el picnic en el Jardín de Ceres, el beso y mi involuntaria confesión en el auditorio. Andy me escuchó atento cada palabra, asintiendo lentamente.

-... no me atrevo a hablarle -agregué luego del largo relato-, me gusta, muchísimo, ¿Pero y si yo a ella no? Hazel y por poco me soporta, además de que es una amiga importante para mí, no me gustaría perderla solo por una estupidez como sentir algo por ella.

Recibí un manotazo en el cogote.

-¡Oye! -me quejé, alejándome, no quiero otro golpe.

-Te lo mereces por decir que sentir algo hacia alguien es una estupidez -puse los ojos en blanco. Claro, el mayor defensor de los sentimientos a llegado-. Sé que estás pensando que no tengo la moral suficiente para decir eso, pero créeme que la tengo.

»Asusta, no te lo voy a negar, pero... -desvió la mirada hacia Lyla, se había detenido en un local cerrado a esperarnos-, vale la pena -volvió a verme, había algo distinto en su mirada. Ese brillo encantado que por primera vez ví cuando nos dijo a Evan y a mí que tenía novia-, tienes que abrirte a amar, amigo, por supuesto que será doloroso a veces, pero luego se tornará mejor en algún momento...

-Solo tienes que confiar en el universo -completé por él, volviendo a caminar-. Te encanta sermonearme con frases de mis cantantes favoritos.

-Chris Martin siempre tiene la razón, como yo -sonrió con arrogancia fastidiosa.

-Claro, Andy, claro.

-Oye, pero en serio, Aidan -su voz adoptó un tono serio y tranquilo-, sé que te asusta que te lastimen otra vez, te comprendo bien. Lo de Alene y Hasabell no fue fácil, pero... ¿No crees que vale la pena entregar una vez más el corazón por la chica que consideras correcta?

-Esa es la cuestión, Andy -agité de un lado a otro mi termo, viendo el agua ir en cada dirección-, ¿Cómo sé que es la chica correcta? Quiero mucho a Hazel, pero ni siquiera estoy seguro de que de verdad sea «la indicada»

Él pareció pensar una respuesta, antes de llegar al local donde se había parado Lyla a descansar, puso su mano con cuidado en mi hombro.

-Te das cuenta de que es la ideal cuando verla sonreírle a alguien más te afecta de mil maneras que no sabes cómo explicar. Y que cuando esa sonrisa es dirigida a ti, te desordena todo tu interior, así es como lo notas.

Dió dos palmaditas a mi hombro antes de adelantarse para ir con su novia.

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