° Treinta y tres °

Lo que restó de nuestra salida solo pude confirmar aún más mi descubrimiento reciente, de verdad le gustaba a Ean.

Pero... ¿Por qué? Es decir, no he hecho nada para llamar su atención, no hago cosas extravagante ni nada por el estilo. Ni siquiera soy capaz de mantener vivo a un cactus, ni tampoco tenemos tanto tiempo conociéndonos. Yo solo... soy yo, una tipeja rara de teatro que se humilla a sí misma en la tarima.

Pero tal parece que eso bastó y sobrópara que cierto a castaño le empezase a gustar.

Aún con esa gran explosión en medio, tomé la sabia decisión de no atormentarme tanto por ello. Después de todo, salir con él sí había funcionado, me divertí y me ayudó a despejar la mente. Podría pensar en lo que platiqué con Evan y Andy con un poco más de claridad.

El camino de vuelta al campus fue más divertido que la cena en sí, nos pasamos por un Macca's, (lo que toda persona conoce como «McDonald's») y ordenamos un par de helados de choccy, (lo que conocen ustedes cómo «chocolate») fue entretenida toda la trayectoria en su coche mientras nos comíamos los helados. La cena fue entretenida, no podía negarlo, pero simplemente lo mío no eran restaurantes elegantes o demasiado ostentosos. Yo era más de estar al aire libre, si me llevan a una salida al parque, a solo comer donas, será perfecto para mí porque me gusta lo sencillo. Considero que los pequeños momentos se aprecian más que los que están mejor planeados.

Supongo que a veces... hay que dejar fluir las cosas.

Desde que tengo uso de memoria soy así, cuando vivíamos en Straya, muchos niños y viejos compañeros de la primera querían fiestas de cumpleaños con enormes pasteles, castillos inflables, muchos regalos y entretenimiento en vivo. En cambio yo solo me conformaba en ir al jardín público que tanto me gustaba visitar con mi familia a montar un picnic. Y si eso no se podía, solo estar en casa y jugar algún juego de mesa con mis padres y hermano para luego pasar la tarde viendo películas.

Era lo que yo consideraba el mejor cumpleaños de todos.

¿Soy conformista? Para nada, es que con ciertas cosas de mi vida me gusta la sencillez, disfrutar de las cositas pequeñas. Y eso es algo que muy pocas personas aprecian de verdad.

Aprendí a tenerle cariño a los momentos sencillos gracias a Hansel, él también era así: disfrutaba de todos los días como si fuera el último, y para mí era admirable que un chico de diecisiete años apreciara las pequeñeces que te brinda la vida. Cómo el simple hecho de respirar o poder sonreír, mi hermano lo disfrutaba todo.

Y hasta el día de hoy, sigo con el mismo ejemplo que aprendí de él. Hansel a dejado muchas cosas en mi vida que de verdad apreciaba mucho. De cierta manera, es como mi forma de mantenerlo cerca, de sentir que está conmigo aún cuando no sé dónde rayos pueda estar ahora.

Al llegar al campus, Ean me acompañó de vuelta al apartamento, riendo en el ascensor por las bromas que hicimos en el restaurante y las miradas que todos nos dieron. Y como cada vez que me reía, los sonidos de cerdito brotaron de mi garganta.

El castaño a mi lado soltó un ruido ronco, una clara señal de que estaba aguantas las ganas de reír. Se aclaró la garganta.

—Perdón, no quise... —empieza a disculparse, yo lo interrumpí con un gesto de mi mano para que parara.

—Tranquilo, Ean. Ya estoy acostumbrada a eso. En serio, sé que mi risa puede dar risa.

En más de una ocasión por reírme contagié mi risa a otros, aún tenía bien presente el recuerdo de como había hecho reír a un salón entero.

Mordió su labio inferior con el superior, evitando sonreír.

—Puede que un poco sí.

Meneo con la cabeza una vez más y suelto una risita que se transformó en un suspiro al final. El ascensor se abrió, dejándonos en mi piso. Juntos avanzamos a la puerta del apartamento que comparto con mi mejor amiga.

—Entonces... ¿Sí te ayudó la salida a despejar tu mente? —inquiere, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.

—Claro que sí, era lo que necesitaba para poder pensar con un poco más de claridad —respondo, sincera. La salida sí que fue de ayuda, aunque prefiero omitir ciertos detalles que no me habían caído bien—, así que gracias, Ean.

Él sonríe, dando un paso hacia mí.

—No hay de qué, Haz. Estoy para ayudar.

De un momento a otro, Eran ya no estaba a un par de pasos de mí, se había acercado lo suficiente como para entrar en mi espacio personal y obligarme a alzar la para mantener la mirada en su rostro y no en su pecho. Volví a tener esa sensación de incomodidad por la repentina cercanía.

Entonces, mi mente traicionera y sin vergüenza me llevó a pensar en el día que Aidan y yo nos besamos en el Jardín de Ceres.

Genial, no había pensado en él desde esta mañana y es justo ahora que se viene a presentar en mi cabeza. Asombroso, simplemente asombroso.

Aún entre Ean y yo había una distancia que nos separaba, una la cual desaparecía con cada segundo que pasa. Un rizo castaño le cae sobre la frente, sus ojos avellana claros no se apartan de los míos ni en el momento en que su mano empezó a dar caricias a mi brazo hasta descender y anclarse en mi cintura.

Ahí estaba otra vez esa sensación de incomodidad.

No pude decir nada, mis cuerdas vocales se negaron a soltar algún sonido porque estaba en el limbo de esos irises avellanas, un marrón más claro del que había visto nunca. Sus ojos eran lindos, sin embargo... no eran los que me gustaban.

Ean estuvo lo suficientemente cerca de mí como para sentir su respiración chocar contra la mía. Noté que él estaba esperando alguna especie de confirmación de mi parte. Fue un gesto dulce, pero... él habría ido directo a lo que quería.

Y no sé por qué rayos asentí... o quizá sí lo sabía.

Eso fue lo que el castaño necesitó para acabar con la ya muy escasa distancia entre nosotros para unir sus labios con los míos y besarme.

No... no me gustó.

No porque Ean haya hecho algo mal. Fue todo lo contrario, él era dulce y tierno, movía sus labios sobre los míos con delicadeza y esos son gestos que se aprecian.

No me gustó por el hecho de que Ean no era Aidan.

En este momento quería que la persona que estuviera ahí, besándome, sea ese insoportable pelirrojo.

Me odié por eso, frente a mí tenía un hombre dulce y amable que se preocupaba por mí, que me dejaba siempre la última palabra. Mientras yo quería a un idiota que se alejó de mí porque es un cobarde de mierda.

Odio las problemáticas en las que nos pueden meter los sentimientos.

En medio de ese lento beso, puse mis manos sobre el pecho de Ean, podía sentir lo acelerado que estaba su corazón, puede que de la emoción, puede que de los nervios. El mío mientras tanto mantenía su latido natural porque sabía que no era él a quien de verdad queríamos. Con cuidado lo alejé de mí, no podía seguir besándolo a él cuando quería que fuera otro que estuviera ahí. No sería justo para ninguno de los dos.

Ean tragó saliva con visibilidad, se pasó una mano por el pelo, parecía apenado.

—Yo... Hazel... perdón.

—Está bien, Ean —dije, manteniendo un tono tranquilo, decaído sería la palabra correcta—. Tú no tienes por qué disculparte.

—Pero... ¿Hice algo mal?

Suspiré, torciendo los labios. La respuesta era no, la que estaba mal aquí era yo.

—Sé que esto sonará muy cliché, y quizá no te lo creas, pero es la verdad: no eres tú, soy yo —lo miré apretando los labios.

Sonrió ligeramente de lado, aún con la clara confusión en su expresión.

—Sí que suena cliché.

—Perdón, Ean.

—¿Por qué?

—Por... —desvié la mirada, pasándola por muchos puntos antes de volverla a él—, por no poder seguirte el beso.

—Entiendo, Haz. Lo que no comprendo es... ¿Te incomodé o algo?

—No... no. Es solo que... —de pronto, empecé a sentirme frustrada por no saber explicarle la razón, por lo que sentía por Aidan y porque ya mi cabeza había vuelto ser un embrollo de pensamientos. Me pasé las manos por la raíz del pelo, estresada—. ¡Arg! No... no sé cómo explicarte... —dejé caer mis brazos a cada uno de mis costados.

Solo quería estar tranquila, y lo estaba antes de la conversación con Evan y Andy me sentía bien, ahora... ahora todo se fue al demonio. Quería llorar porque no sabía qué hacer con todo lo que sentía y por toda la situación en la que estaba.

Ean me miró con empatía, una sonrisa de lado se apareció por sus labios.

—¿Hay un chico, cierto?

Desvié la mirada a mis pies, empezando a jugar con ellos. No pude responderle a Ean, mi silencio fue más que suficiente para él.

—Sí, hay un chico —afirmó, no con un tono de amargura—. Por él estás así, ¿Verdad? Pensativa, distraída.

No me atrevía a alzar la mirada de mis zapatos, justo ahora, me parecían lo más interesante.

—Sí... es por él —admití en un murmuro.

—¿Te gusta?

Una vez más, no le respondí a Ean.

—No es solo eso —dedujo—, tú... él te gusta mucho, ¿Cierto?

Asentí cabizbaja.

—Vale, muy bien... —musitó.

Fue en ese momento que tomé del poco valor que tenía y levanté la mirada, fue el momento justo para verlo resoplar y pasar su mano por su cabello, desordenandolo.

—Ean, creo que es mejor no hablar de este tema...

—¿Por qué? ¿Por qué tú me gustas?

Parpadeé por recibir esa respuesta tan directa de su parte. No tanto por el tono que usó, porque aún se mantenía calmado, me sorprendió porque no creí que lo diría así de directo. Mucho menos en esta situación.

—No quiero hacerte daño.

Me apoyé de la pared que tenía a un lado y me abracé a mí misma. Ean imitó mi acción.

—Yo no tengo problema, Hazel. Quiero escucharte, ayudarte.

Lo miré de soslayo, su imagen se veía borrosa por las lágrimas de frustración y estrés que se habían acumulado en mis ojos.

—¿Por qué? —mi pregunta salió en un tono agudo, mi garganta empezaba a doler por el nudo que se formaba.

—Porque no soy egoísta. Puedo ver qué lo que sientes por ese chico es un sentimiento muy fuerte. Los silencios pueden expresar mucho más que las palabras, una mirada, un suspiro. Son pequeños detalles que, aunque no lo notes, siempre expresarán mucho de lo que sentimos.

No dije nada, solo seguí escuchándolo hablar:

—Me gustas, sí, pero porque me gustas no quiero que estés así de desanimada, Haz. Si de verdad quieres algo, deberías ir y dar lucha por ello.

Fue el mismo consejo que me dió Evan.

Ean pasó su brazo sobre mis hombros he instintivamente apoyé mi cabeza del suyo, parpadeando, dejando que las lágrimas corran por mis mejillas. Él dió caricias reconfortantes a mi brazo.

—¿Quieres hablarlo?

Asentí, sorbiendo mi nariz.

—¿Quieres ir adentro?

Asentí otra vez.

—Te escucharé, Hazel —me aleja de sí, limpiando las lágrimas en mis mejillas con sus pulgares con delicadeza—. Tenlo por seguro.

Y eso hizo, por un largo rato, Ean me escuchó hablar de lo que sentía hacia mi insoportable pelirrojo.

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Nota de la autora:

Esta soy yo actualizando a las casi una de la mañana porque se le olvidó actualizar más temprano.

En serio que lo había olvidado, hace un tiempo que esto no pasaba, pero hoy estuve un poco ocupada, así que perdonad, gente. Aquí ya no habrán más ausencias, ya hubieron muchas.

Este capítulo como vemos es la continuación del anterior. ¿Ean y Hazel? Huuumm, técnicamente no hay nada de malo, pero como que algo no cuadra jkjkjk.

Ean, te amamos, eres un personaje muy bonito. Y, eh, no se despidan de él, que aún no le diremos adiós.

Hazel, pobre mi chiquita :(

Les daré un spoiler del siguiente capítulo: lo narra Aidan y es su vuelta a Holbrook, veremos personajes que amamos y ciertas cositas... solo esperense.

Nos leemos el martes <3

Besos y abrazos con Macca's, choccy y estrés amoroso

MJ.

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