° Treinta y nueve °
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Literalmente mi primer pensamiento fue:
Oh, mierda.
¿En serio ya estábamos empezando a cruzar esa línea?
No creí que sería tan pronto que Hazel me llevaría a conocer a su hermano mayor. Estaba conciente de que era un tema sensible para ella, y que estemos aquí en este momento, me hace sentir un poco... nervioso.
Muy, muy, muy nervioso.
Me agradaba la idea de que ya estemos cruzando ciertas líneas de nuestras vidas. En serio que ella me gusta muchísimo, sentía demasiadas cosas locas por ella, y que comience a contarme de a poco ciertas partes de su vida me agrada, me hace saber que sí está pasando algo de verdad entre nosotros.
Quité mis ojos de la lápida funeraria y los fijé en la chica a mi lado, tenía una ligera media sonrisa.
El único sonido que pudo salir de mi boca fue:
—Eh...
Hazel junto con Lucybell soltaron un par de risitas.
—Esperaba algo más, si soy sincera.
Parpadeo y aclaro mi garganta, le hice una pequeña seña a Hazel con mi cabeza para alejarnos un poco.
—¿Qué pasa? —me pregunta cuando nos detuvimos cerca del nogal.
Vi rápidamente a Lucybell sobre su hombro, la mujer había vuelto a su charla con el hermano de Hazel.
—¿Estás segura de esto?
Si bien me gusta esto de «cruzar nuestros límites» también me da un poco de miedo la idea de que solo lo hace por obligación, porque se siente obligada a hablar de esto conmigo.
Yo no quería eso, respetaría sus tiempos y cuando se sienta lista para hablar, yo estaré ahí para escucharla y apoyarla.
Era lo que debía de hacerse en una relación, ¿No? Al menos, así son Evan y Bea. Esto era un intento de ello, pero quería que todo saliera bien, ya no quería meter más la pata.
Hazel frunce el entrecejo.
—¿De qué me hablas?
—De esto, Hazel —señalo la situación con mis manos—. Mira, en serio me gusta esto de estar saliendo y que me cuentes más cosas de ti que no sabía, pero... no quiero que lo hagas porque te sientes obligada, ¿Vale? Tiempo al tiempo, Hazel. No importa cuánto sea, yo voy a estar allí para escucharte.
Ella suelta un suspiro por la nariz, sonriéndome.
—Vaya... de todas las cosas, nunca me imaginé que estaría escuchando esto de ti. Y mucho menos que me lo digas a mí.
Yo también sonreí, encogiendo los hombros y pasando mi mano por detrás de mi cabeza, quizá algo nervioso. Ella tenía razón, ni yo me llegué a imaginar que todas estas cosas de enamorado se las diría a ella.
—Tú me haces ser un idiota cursi.
—¿Eso es ser cursi para ti?
Encogí los hombros otra vez en respuesta. No era mucho, pero tenía el presentimiento de que ese no es todo mi lado cursi.
Hazel vuelve a exhalar, observándome. No se me ocurría qué podía estar pasando por su cabeza.
—Estoy segura, Aidan —responde mi pregunta anterior—, llevamos un par de semanas en esto de estar saliendo. Ya vienen siendo tiempo, ¿No crees?
—Sí, pero no quiero que te sientas obligada. Me gusta esto, pero lo que no me gustaría es que sientas esa presión. No quiero que lo que haya entre nosotros sea así.
—Te entiendo, pero en serio no lo hago porque "sienta esa presión". Aidan, lo hago porque confío en ti. Porque como tú me has contado cosas de ti, yo también te quiero contar cosas de mí. Sí, lo de mi hermano es difícil, pero hablarlo con alguien, y sobretodo si ese alguien es importante, el tema se hace más suave. Más llevadero.
»Te lo cuento porque quiero hacerlo en verdad.
Cuando finalizó, ya nuestras manos colgaban en medio de nosotros con los dedos entrelazados.
—Vale —acepté—, solo quería asegurarme. Quiero hacer bien las cosas contigo, Haz. No quiero que haya esa presión.
Ella me sonrió.
—Te aseguro que no la hay.
Eché un resoplido y miré por sobre mi hombro a donde estaba Lucybell, seguía teniendo una charla en tonos bajos frente a la lápida del hermano de Hazel.
—Bueno... ¿Vamos?
Ella asiente, sonriendo y sin soltar el agarre de una de nuestras manos, volvimos con la rubia y su hijo.
—¿Van en orden las cosas chicos? —pregunta ella cuando nos acercamos, el acento español resaltó en la frase.
—Sí, todo en orden —contesta Hazel—. Así que este chiquillo es el pequeño Isaac en persona. Hola, amigo —saluda, agachándose para estar a la altura del niño.
El pequeño se esconde detrás de las piernas de su mamá, quién sonríe agachándose junto a él.
—Tranquilo, Isaac. Está bien, ella es tía Hazel.
—¿Tía Hazel?
—Así es —afirma la mujer, mirando a la castaña frente a ella—. No eres directamente mi familia, Hazel, pero recuerda que yo siempre te consideré una hermanita menor.
Debo decir algo, la sonrisa que esbozó Hazel fue una de las más bonitas que le he visto, y esa que gran parte de su repertorio de sonrisas siempre son bonitas. Esta tuvo algo diferente, un sentimiento distinto.
—Sí, lo recuerdo —musita volviendo a ver a Isaac—. Soy tu tía Hazel, Isaac. Está bien.
El niño parecía estar ahora más tranquilo con la presencia de ella. Ya no se mostraba tan cuidadoso y temeroso.
—¿Cómo estás?
—Bien... —responde por lo bajo.
—Estate tranquilo, no te haré nada —Lucybell le guiñó el ojo de forma divertida, él niño rió.
Ambas volvieron a su estatura normal.
—¿Por qué querías que nos viéramos aquí? —inquiere Hazel.
Lucybell suspira, la brisa que sopló le movió algunos mechones de pelo rubio.
—No lo sé, yo solo... quería verlo por última vez. Veros a vosotros dos.
—¿Qué... qué quieres decir?
Hubo un tenso silencio. Yo me sentía excluido.
—Me voy devuelta a España, Haz. No volveré en un tiempo.
—¿Qué...? —balbucea Hazel, mirandola incrédula. Si hasta yo me sorprendí por esa declaración, no imagino ella.
—Quería ver a Hansel una última vez. A ti también —Lucybell forma una sonrisa de hermana mayor—. Estás muy cambiada a la última vez que te ví.
Hay una risita algo tensa de parte de la chica a mi lado.
—Sí, es que... bueno, eso fue para mí graduación. Estabas embarazada de Isaac.
El silencio llega, Hazel aún parecía no procesar la recién noticia que le dieron, y no fui el único que notó su expresión decaída.
—Hey, no te voy a olvidar, Hazel. Sería imposible.
—Lo sé —convino ella—, pero... no sé... Creo que te voy a extrañar. Hace años no te veía, y ahora me dices que te vas devuelta a España. Me dejó un poco... impactada.
—Encontraremos un modo de hablar. Mis padres, Paola. Siempre habrá algo.
—¿Ellos también se van?
Sacudió la cabeza en negación.
—Solo soy yo.
—Pero... ¿Por qué te vas?
Lucybell tuerce los labios.
—Extraño Salamanca, mi hogar, quiero ver a mi familia, a los amigos que dejé allá. Quiero que Isaac conozca las raíces maternas que tiene.
—¿Y te... te vas con tu esposo?
Afirmó con un asentimiento.
—Es... una especie de aventura familiar.
—Entonces, espero que te vaya bien.
—Gracias, Haz.
De pronto, Lucybell dejó de ver a Hazel para fijar sus ojos en mí. Eran iguales a los de su hermana Paola.
—Y tú eres Aidan —dijo—. Mis padres me comentaron cuando fueron a su cafetería. Paola aún no está convencida de que vosotros solo seáis "amigos" —hizo comillas al aire.
—Paola... —masculla Hazel, divertida—. Ahora nosotros estamos... en ese plan de intentar salir.
—Oh... entonces, le tocará hacer las diez pruebas.
Fruncí el entrecejo.
—¿Diez pruebas? —repetí—. ¿Qué es eso?
—No le hagas caso, está loca —pide mi chica pecas.
—Son diez pruebas que Hansel tenía pensando hacer a cualquiera que quisiera salir con su hermana —responde Lucybell de igual manera—. Si las lograbas pasar, eras digno de salir con Hazel Michaels.
—Mi hermano también estaba loco —agregó ella.
—¿Y en qué consistían? —pregunto a cualquiera.
Hazel resopla.
—Diez tontas pruebas que mi hermano decía que haría si un día llegase a tener novio.
—Iban de diez hacia abajo, cada una se volvía más difícil que la anterior.
—¿Cuál era la diez?
—Recorrer cinco kilómetros en canoa por el Outter River —contestó Lucybell.
Una de mis cejas se arqueó imaginando cómo sería eso.
—Vale... eso está raro.
—Las otras son peores —comenta entre dientes Hazel.
—¿La nueve?
—Correr diez kilómetros bajo el sol abrasador.
Me hice una idea de cómo podría haber sido eso, la imagen me trajo el recuerdo de mi carrera con golpe de zapato volador en la preparatoria.
—Capaz sí lo habría hecho. Una vez recorrí toda la preparatoria huyendo de un tipo que no sabía aceptar una derrota.
Hazel frunció el entrecejo, viéndome de forma divertida he incrédula.
—Es en serio —afirmé—. Al final terminé perdiéndolo, pero igual me llevé un golpe de un zapato en la cara.
—Vale, que tío más raro —opina Lucybell a la vez que soltaba una corta risa.
—¿Cuál era la prueba ocho?
—Aidan... —intenta decir Hazel.
—Hey, quiero saber, quizá me toque hacerlas algún día. ¿Quién sabe? Ganarte no debe ser tarea fácil. Eres un premio mayor, vales la pena.
Ella desvía la mirada al suelo con las mejillas coloreadas.
—Eso ya te daría mil puntos con Hansel —menciona Lucy—. Él consideraba que su hermanita era mucho más que un premio mayor. Debía de valer la pena.
Sonreí de lado, viendo a Hazel de soslayo.
—Ella lo vale, lo vale todo.
—Hala, este tío se ganó a tu hermano sin hacer prueba alguna —se rió—. Como Hansel no está presente con nosotros, me queda a mí decir esto: cuídala, ¿Vale? Hazel Michaels es una chica muy dulce. Créeme, lo digo porque sé de ello. No la dejes ir.
—Habría de estar hecho un loco para hacer eso.
—¡Basta! ¡Dejen de decir esas cosas! —suplica ella, más que avergonzada, estaba nerviosa. Lo notaba.
Me reí pasando mi brazo por encima de su hombro. Dejé un beso a la altura de su sien.
—Vale, vale, lo dejamos.
—Cuídala —formuló Lucybell sin emitir sonido, agregando un guiño de ojo.
-
A la salida del cementerio charlamos un poco hasta que Lucybell tuvo que irse. Ella y Hazel se despidieron con un fuerte abrazo porque, al parecer, sería la última vez que se verían en mucho tiempo.
—Te voy a extrañar mucho, Haz —le oí decir a Lucybell sin soltar a la castaña.
—Yo también, Lucy.
—Despídete de la tía Hazel, Isaac —le dijo al niño después de alejarse.
—Adiós, tía Hazel —le sonrió agitando su manito.
Hazel despidió una dulce risita.
—Adiós, Isaac. Cuídate mucho, pequeño.
Él niño asintió, dándole un corto abrazo a las piernas.
—Adiós, chicos.
Fue lo último que dijo antes de irse acompañada de su hijo.
-
—¿Cómo estás?
Hazel juega distraídamente con la pajilla del smoothie de moras que recién le traía.
—Bien, supongo.
—Hazel...
Echa un suspiro por la boca, dejando de jugar con la pajilla.
—Estoy bien, Aidan. Solo que, no sé... voy a extrañar a Lucybell.
—Es alguien importante para ti, ¿Verdad?
—Fue la persona que más estuvo conmigo cuando murió mi hermano. Incluso más que mis padres. Ella es como... una hermana para mí, y no quiero decir que la tomé como el reemplazo de Hansel, no, solo... me brindó mucho de su apoyo.
—Entiendo, pero, hey, recuerda que no perderán el contacto. Seguirán hablando. Piensa en positivo.
—Sí, creo que tienes razón. Seguiremos hablando. No perderé el contacto con los Ramirez.
Le sonreí.
—Así es.
Antes de irnos de la pequeña cafetería, pagamos nuestros smoothies de fresas y mora. De camino a la universidad, charlamos un poco de lo que pasó ayer. De la obra de Savannah y de la muy buena recepción que tuvo. En las cuentas de Instagram del campus ya se está hablando bastante de ella. Y por algo que escuchó Hazel, saldrá un artículo en el periódico escolar sobre la obra. De seguro Savannah está muy emocionada.
Sin embargo, el tema cambió abruptamente cuando Hazel se detuvo a mitad de camino y exclamó emocionada:
—¡La próxima semana es mi cumpleaños!
Últimamente tenía esa fecha muy metida a la cabeza. No salía por nada del mundo y se me hacía difícil olvidarla.
—Lo sé, estoy pensando en qué regalarte.
—¿Me darás un regalo? —preguntó, no tanto confundida, sino más bien... Eh, ¿Con ternura?
—Claro que sí. Estamos saliendo, ¿No? Obvio que mereces un regalo de mi parte.
—Aww, gracias, Aidan —chilló recostando su cabeza de mi brazo un segundo antes de dar un sorbido a su bebida.
—No te he regalado nada y ya me estás agradeciendo.
—Bueno, me conformo solo con salir contigo. Nada extravagante, sabes cómo soy —otro sorbo al smoothie.
—Muy sencilla incluso para celebrar tu cumpleaños —negué con la cabeza y puse los ojos en blanco. Si bien no veía mal que disfrutara las cosas sencillas, a veces Hazel se sobrepasaba con ello.
Demonios, estamos hablando de su cumpleaños veinte, ¿Cuántas veces en la vida cumples veinte? ¡Una sola! Debía de disfrutar de ello.
Ella se encogió de hombros, riendo culpable.
—Mi cumpleaños cae viernes, sabes que ese día la ciudad se enciende.
Entendí a lo qué se refería: las personas salen a fiestas y todo se vuelve un despelote. Si bien era un buen día para celebrar, a veces las cosas en la ciudad a los viernes se alocaban de más.
—Además —agrega—, el sábado temprano por la mañana iré al otro lado de la ciudad para visitar a mis padres.
—Genial, eso es bueno.
—Pero... hay algo más...
La miré confundido.
—¿Cómo que «más»?
Inhala a pleno pulmón, como si estuviera tomando el valor para decirme que se iría a la guerra, incluso creo que eso no habría sido nada comparado con lo que en realidad tenía por decirme.
—Mis padres quieren que vayas conmigo. Ellos... quieren... conocerte.
———————————————
Nota de la autora:
Y hasta aquí este maratón de cuatro capítulos de la historia de Aidan y Hazel, todo lleno de muchos eventos y cosas emocionantes, y aún faltan unas cuantas.
Se nos viene el cumpleaños de Hazel, ¿Qué pasará ahí? Lo averiguarán pronto.
En otras noticias que espero les alegre, pude terminar de escribir esta novela, ¡Yei! Después de muchos bloqueos creativos y tener mis peleas con Aidan, al fin pudimos llegar a un acuerdo y terminar juntos su historia.
¿Cuántos capítulos restantes quedan? Eso también lo averiguarán pronto, pero por ahora disfruten de lo que tenemos aquí.
Nos leeremos el viernes <3
Besos y abrazos con sorpresa de Aidan, miedo a Jax y salidas
MJ.
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