° Treinta y cinco °

Hazel

«El punto es, que lo siento, Hazel, de verdad. Sé que tomará su tiempo, pero quiero que me perdones»

«A partir de ahora quiero hacer bien las cosas, Hazel»

«Me gustas, mucho más de lo que crees, Hazel»

Fue inevitable que mis labios no se curvaran hacia arriba, haciendo que Aidan se aleje de mí, sonriendo también de una forma bastante dulce.

Después de todo, venir a hablar con él no había resultado tan mal.

Le debía mucho del valor que había recopilado para venir aquí a Ean, fue él quien me animó a por fin tomar una decisión en medio de todo el desastre de emociones que tenía. Después de nuestra salida hace dos días, me aconsejó para venir a hablar con Aidan. Cosa que me sorprendió ya que, siendo yo la chica que le gusta, me dió apoyo y consejo para venir a enmendar las cosas con el chico del que yo estaba enamorada.

Le había preguntado el por qué, ¿Por qué me ayudaba? Su respuesta me dejó aún más sorprendida.

«Uno no puede buscar la felicidad dónde no está. No se puede buscar algo donde nunca lo vas a encontrar. Tu felicidad no está conmigo, está con ese chico, Haz. Y si de verdad te gusta, solucionar las diferencias solo será el inicio de la felicidad que tanto querías»

En ese momento entendí que Ean se merecía a una chica que de verdad lo quisiera y sepa apreciar su bonito corazón.

Desde ese día de nuestra salida, solo me la pasé repitiendo sus palabras una y otra vez, sacando de algún lado que desconocía pizcas de valentía para venir a hacer esto. Y no solo escuché las palabras de Ean, también las de Evan y Andy, yo quería estar con él, y si quería eso, tenía que dar lucha por ello.

Estaba nerviosa, también molesta conmigo misma por ser una estúpida insistente, sin embargo, me gustaba tener esta sensación de vuelta. Era una combinación de muchas cosas que no podía explicar bien, solo que se sentía bien y que nadie más que él podía ocasionar.

La mirada color caramelo de Aidan reflejaba muchas cosas ahora y en conjunto con su sonrisa, supe de alguna manera que eso era por mí.

Su pulgar acarició mi mejilla, después despidió un suspiro que bien pudo ser uno de encanto. Me hizo reír por lo bajo.

No había necesidad de muchas palabras porque podía verlo en sus ojos, en ese nuevo brillo en su mirada, también en esa sonrisa. Siempre supe admitir que las sonrisas que Aidan puede esbozar son bastante lindas, pero esa que tiene ahora es diferente al resto. Era más... resplandeciente.

En ese momento, él estaba diciendo mucho sin necesidad de palabras, esos pequeños detalles suyos lo delataban. Y de alguna manera, yo sabía que estaba haciendo lo mismo.

Aidan acercó su rostro al mío para apoyar su frente de la mía sin perder esa sonrisa. Instintivamente llevé mis manos por detrás de su cabeza y las entrelacé, empezando a dar algunas caricias a su cabello.

—Gracias por no dejar de ser una terca ni rendirte con este miedoso —murmuró.

Solté una risita y lo tomé por las mejillas, obligandolo a alejarse de mí.

—Me gusta ese miedoso, por muy idiota que sea. Nada más espero que no me vuelva a alejar.

Aidan recostó la cabeza en una de mis manos y dejó un corto beso en mi pulgar que estaba cerca de la comisura de su boca.

—No lo dudes.

Sí, no había sido tan mala decisión venir.

-

Cita.

No estaba acostumbrada a escuchar esa palabra salir de la voz de Aidan, mucho menos que me involucre a mí. Nosotros siempre teníamos salidas casuales, nunca «citas».

Se me hacía tan raro como encantador.

—¿«cita»? —repetí en voz alta.

Afirmó con un sonido de su garganta y un asentimiento de su cabeza.

—Así es.

—¿No una «salida»? ¿Ni un «encuentro»? —pregunté.

—No una salida, y no un encuentro —respondió en afirmación.

Aún estaba atontada. Esto me parecía irreal.

Una cita...

—¿Tú y yo? —nos señalé.

—Es la idea.

Solos...

Nosotros dos...

—¿Esta noche?

—Eso planeo —contestó con una sonrisa.

—¿Una cita solo tú y yo esta noche? —repetí otra vez su propuesta de hace diez minutos.

Aidan se rió, la brisa que sopla hizo que uno de sus rizos rojizos cayera sobre su frente. Resistí el impulso de echarlo hacia atrás.

—Sí, Hazel, una cita tú y yo esta noche.

Y escucharlo salir de su boca me hizo sonreír como una fan que fue a ver a su cantante favorito tocar en vivo. Me seguía pareciendo tan irreal y encantador a la vez.

—Espero que esa sonrisa signifique un «sí»

—Definitivamente es más que un «sí» —afirmé, él también sonríe—. Claro que me gustaría salir contigo, insoportable pelirrojo.

—¿Sabes? Había extrañado que me dijeras así —admitió, tomando mi mano y entrelazando nuestros dedos. Todo dentro mío chilló—, mucho —agregó viéndome de soslayo.

Mordí mi labio inferior, tratando de contener la enorme sonrisa que quería esbozar. Demonios, ¿Por qué tenía que ser tan... ¡Arg!?

Ayer después de nuestra charla y ese momento tan cursi que prometimos no contarle a nadie, Aidan me acompañó hasta mi residencia y se despidió de mí con un dulce beso en la mejilla, prometiendo que para hoy tendría una sorpresa para empezar con sus disculpas. 

Y esto había sido.

Sé que me dijo ayer que me quería llevar a una cita, pero no creí que sería tan pronto.

Nos habíamos encontrado a la salida de la facultad he íbamos juntos hacia la zona de comida. Mi estómago pedía comer algo con urgencia, pero el escuchar a Aidan pedirme una cita mi hambre pasó a un segundo plano.

Y es, demonios, ¡Quería tener una cita conmigo! No una salida de amigos, ni un encuentro casual. ¡Era una cita! Mentiría si dijera que no me emocionó bastante. 

—Esto era lo que quería —dijo él de pronto, aún sin soltarme la mano.

—¿Qué? —pregunté.

—Esto, estar así contigo —ladea una sonrisa—. Es cierto eso que dicen, vale la pena correr ciertos riesgos por la persona correcta.

Retuve un suspiro. Mierda, ¿Por qué tenía que ser así? No ponía queja alguna, solo... ¿Por qué? Ya me dolían las mejillas por sonreír tanto, ¡Y apenas me lo estoy cruzando en el camino hoy!

En el área de comida nos sentamos juntos en una mesa. Aidan se ofreció a ir por algo de comer para los dos. No me preguntó qué era lo que quería porque según él «quería sorprenderme»

Me dejé llevar por la emoción.

De verdad que sí valió la pena ir a arreglar las cosas con él. Punto para mi lado estúpido he insistente.

Mientras esperaba por Aidan, observé a mi alrededor buscando a mis amigos. Por ningún lado ví a Camille con Billy, o a Bea con Evan, ni siquiera a Lyla con Andy. Así que debí de suponer que aún no salían de sus clases.

—Auto cinema.

Dijeron de pronto a mi lado, haciéndome dar un respingo. Dejé de ver a mi alrededor para cambiar mi atención a Aidan, quién estaba tomando asiento a mi lado, dejó una bandeja de comida frente a mí.

—Oh, provecho —agregó.

Me fijé en lo que había traído, el desayuno que siempre pedía: una tostada con vegimete untado, un batido de bananas, huevos revueltos, una pequeña taza con yogurt de fresas, y una taza de café. Era lo que siempre pedía porque era un desayuno típico de Australia, era como mi forma de estar cerca de casa.

—Tú... lo recordaste... —fue lo que pude decir.

—Nunca lo olvidé —admitió—, siempre pides lo mismo para comer de desayuno. Tú no te dabas cuenta, pero siempre presté atención a esos pequeños detalles.

Ay, ya no sentía las mejillas.

Y es que en serio, no había podido dejar de sonreír desde que me crucé con él a la salida de la facultad, desde que me pidió tener una cita conmigo. Ahora mi sonrisa solo puede crecer por este detalle tan lindo de su parte. 

Miré a Aidan, quién me observa con una bonita mueca ladina en sus labios.

—Gracias, en serio.

—Lo que sea por tí —enrolla alrededor de su dedo un mechón de pelo suelto de mi coleta antes de dejarlo detrás de mí oreja. Dió una rápida caricia a mi mejilla—. Me dijeron por ahí que las acciones hablan más que las palabras, y en serio quiero que me perdones, Hazel, así tenga que traerte desayunos australianos todos los días, lo haré.

Reí sintiendo una sensación cálida en mi pecho. Esto era a lo que se refería Ean, aquí estaba parte de mi felicidad, Aidan formaba parte de ella. Y tenía una punzada de que esto era solo el inicio de todo, un «todo» que espero y sea muy bonito.

—Te ves muy bien sonriendo —comentó, apoyando su cabeza de su puño que a su vez está sobre la mesa—. No deberías dejar de hacerlo.

Tomé de la taza de café para así de alguna manera tapar mi sonrojo. Algo que sé que no funcionó porque él se rió divertido.

—Mi chica pecas sonrojada, que cosa tan extraña.

—Basta, déjame —pedí, ahora concentrandome en mi desayuno para evitar esa mirada color caramelo.

Aidan menea la cabeza, entretenido, cambia su posición a apoyar ambos brazos sobre la mesa.

—Como te decía, pensé que ir a un auto cinema sería agradable, algo tranquilo para una primera cita.

Otra vez di un chillido interno por esa palabra.

—¿Como un auto cinema? —pregunté, dando un mordisco a mi tostada.

—Ya sabes, de esos sitios donde ven películas en auto al aire libre —asentí a su respuesta, nunca había ido a uno de esos. Solo los había visto en la televisión—. ¿Qué opinas?

—Me parece genial —admití, me emocionaba ir a un auto cinema por primera vez—. ¿Qué veremos?

—Eso ya es una sorpresa.

—Bien... —lo miré con los ojos entrecerrados, dando otro mordisco a mi tostada—. Solo espero que no sea nada de terror, odio el terror.

—Okey, sorpresa arruinada.

Fruncí el entrecejo.

—Espera, ¿Era una película de terror?

Aidan asintió serio, hasta que segundos después se echó a reír, puede que por la cara que debí de haber puesto.

—No, tranquila, no es de terror.

—¿Seguro? —ya no tenía tanta confianza.

—Seguro. Solo déjate sorprender, ¿Vale? Prometo que te gustará.

Suspiré, dando mi último mordisco a mi tostada.

—Eso espero.

-

Mi día restante se basó en ir a mis clases, hoy especialmente me sentía de muy buen humor, así que a todo el mundo le iba regalando una sonrisa y saludos. Me sentía de maravilla, como si ya no tuviera encima una nube gris que me llovía todo el día, ahora había un lindo día soleado con un brillante arcoíris.

Entre clases me crucé con Savannah, quién me avisó que pronto volveríamos con los ensayos de la obra. A ella se le veía mejor después de que pasó casi una semana enferma, nada más que su voz aún se escuchaba congestionada, pero de resto, seguía igual que la Savannah de siempre.

También me crucé con el insoportable pelirrojo que cada vez que me veía esbozaba una randiante sonrisa en mi dirección. Ya en entre las últimas clases no lo ví por ningún lado, por lo que supuse que ya debió de haberse ido a las grabaciones de la serie.

Para cuándo finalizó el día, me fui directamente al apartamento. Quería elegir un buen atuendo para esa noche, busqué como loca en mi armario algo que se viera bien pero sin ser demasiado arreglado. Lo conseguí después de casi una hora.

—¿Y tú a dónde vas? —escuché preguntar a Camille detrás de mí.

—A un lado —respondí con una voz infantil antes de reírme.

Sentía la mirada curiosa de mi mejor amiga en la nuca.

—¿Tendrás otra salida con Ean?

—Nop —tomé los zapatos que utilizaría y los dejé al pie de la cama, donde después me senté para verla con una enorme sonrisa.

Camille estaba cruzada de brazos apoyada del marco de la puerta de mi habitación, sus ojos entrecerrados intentando descubrir con quién sería mi salida de esa noche.

Me señaló con su dedo índice.

—Habla.

Despedí un suspiro y empecé a contarle lo que pasó ayer con Aidan en la azotea, a cada palabra que decía a Camille se le iba cayendo la mandíbula y sus ojos se abrían cada vez más, incluso dejó caer los hombros y los brazos le colgaban tambaleantes a cada costado.

Cuando terminé, pasó su mirada a la ropa que estaba a mi lado en la cama, luego volvió a mí.

—¡¿Una cita?! —gritó.

Asentí encogiendo los hombros.

—¿Ustedes dos? ¿Solos? —volví a asentir, entusiasmada. Camille parpadeó—. Es... vaya, increíble.

—¡Lo sé! —exclamé, levantándome de un salto—. Es absurdo lo emocionada que estoy, pero no puedo evitarlo.

Camille se rió entrando a mi habitación para darme unas palmaditas al hombro.

—Es normal, es decir, vas a salir con el pelirrojo que te vuelve loquita.

Le di un empujón.

—Espero la pasen lindo —dijo—, pero eso sí, tendré una conversación con Aidan en cuanto llegue —me advirtió, señalandome mientras salía de mi habitación a paso lento.

No refuté ni me quejé porque no serviría de nada, Camille lo haría sí o sí, por lo que solo me encogí de hombros y tomé mi toalla para ir a darme una ducha.

Después de un largo baño de casi quince minutos, volví a mi habitación donde me vestí rápidamente y empecé a secar mi cabello, había tenido la estúpida idea de lavarlo cuando sé que me toma mucho tiempo secarlo.

En serio que estaba considerando eso de un corte de pelo.

Traté de ser lo más rápida posible porque ya Aidan me había enviado un mensaje avisándome que ya había regresado de las grabaciones, por lo que estaría viniendo por mí en... ¡¿Treinta minutos?! ¡Aún no estoy lista!

Dejé mi cabello por un momento y me concentré en lo demás, calcé las zapatillas que había elegido y me puse manos a la obra con un maquillaje sencillo, intentando no pasarme con el rubor para no parecer un payaso. Me tomó quince minutos, solté un suspiro de alivio, mismo que me retracté cuando caí en cuenta de que aún me falta mi pelo.

Lo desenredé con rapidez, mi cuero cabelludo se quejó más de una vez y en mi peine quedaron muchos cabellos. Sabía que no se secaría antes de que Aidan venga por mí en diez minutos, así que solo me hice una media coleta dejando algunos mechones sueltos a los lados de mi cara.

En el momento justo que salía de mi habitación con la respiración agitada, empezaron a tocar la puerta.

Miré la hora en mi móvil, justo a tiempo.

Aquí empezamos nuestra primera cita.

-

—¿Cómo lo hiciste?

—Tengo mis métodos.

Me giré a verlo arqueando una ceja.

Aidan suspiró.

—Bien, quizá le haya prometido traerle algo de comer.

—Eso tiene más sentido.

—El punto es que lo conseguí, ¿Okey? No importa como.

—Importa, sí.

—¿En qué?

—Que quiero saber cómo lograste convencer a Andy para que te prestase su coche, y reírme de lo que tuviste que hacer.

—Solo quieres burlarte de mí —notó, abriéndome la puerta de acompañante.

Me reí, entrando en el coche.

—Puede ser...

Aidan entró en el lado de conductor y encendió el coche, saliendo del estacionamiento del campus y adentrándose en las calles de la gran ciudad.

De camino a donde sería el auto cinema fuimos escuchando una música en la radio. He escuchado cantar a Aidan pocas veces y debo admitirlo aunque me cueste, su voz era muy bonita. Claro, hay notas en las que desafina, pero si la letra de la canción es suave, sin notas altas, Aidan la cantaría a la perfección.

También platicamos un poco de lo que fue nuestro día, yo no tuve mucho que contar, él en cambio habló hasta por los codos de cómo le fue en el set de grabación. Resultó tierno verlo así de emocionado.

Veinte minutos después llegamos al parque, lugar donde se haría el auto cinema, era en un espacio abierto parecido a un aparcamiento.

Había una enorme tela blanca que reflejaría la cinta, también habían ya varios coches en el lugar, con parejas, familias, grupos de amigos o parejas de chicas y chicos. Vi a unos vendedores ambulantes ofreciendo bocadillos como palomitas, refrescos y dulces.

—¿Vamos por un bocadillo? —me preguntó Aidan, apagando el motor.

—Claro.

Salimos del coche y nos dirigimos a uno de lo vendedores. Primero compramos las palomitas, porque, ¡Vamos! ¿Qué es una película sin palomitas? Debería ser una ley de vida o algo. Luego las bebidas: ambas Coca-Cola. Y algunos dulces: como choccy, algunas biccies, caramelos. Y por insistencia mía, compramos una caja de regaliz, me encantaban esos dulces.

—¿Qué película veremos? —le pregunté a Aidan, dándole un gran mordisco a mi regaliz.

Siente El Ritmo.

Dejé de morder la tira para mirarlo confundida y con las cejas fruncidas.

—¿No que no te gusta esa película?

Aidan se encogió de hombros.

—La protagonista puede ser detestable por sus decisiones egoístas y por usar a las niñas de New Hope, pero a ti te gusta y eso la hace soportable.

Parpadeé asimilando lo que acaba de decir. Dioses, Aidan odia Siente El Ritmo por eso mismo, no le gusta como es la protagonista, las veces que he elegido la película se la vive quejando y que ahora me haya traído a verla porque es de mis películas de baile favoritas, me hace querer dejarle montones de besos en las mejillas.

—Gracias, Aidan —dije, honesta.

Me sonrió.

—Si tengo que soportar una película con una protagonista cuestionable porque a ti te gusta, no tengo mucha opción.

Suspiré sonriendo como una tonta. Una tonta que estaba enamoradísima de su insoportable pelirrojo.

Antes de que apagaran las luces de las faroles que estaban cerca, dejé un beso en su mejilla que le sorprendió pero no se lo tomó a mal. Me acomodé en mi asiento y presté mi total atención a la pantalla grande frente a nosotros dónde apareció el inicio de Siente El Ritmo.

————————————

Nota de la autora:

¡Viernes de Solo Me Importas Tú he inicio de mes!

Feliz primero de septiembre, gente bella, bonita y preciosa. Ojalá todos pasemos un mes increíble.

Este mes de septiembre es mi favorito por razones que creo todos conocemos. No solo porque es mi cumpleaños, también porque es el de nuestro querido Ross. ¿Habrá sorpresas? Quizá, tal vez, no lo sé.

Ahora, ¿Qué tal este capítulo? Ya vemos la solución de los problemas que habían entre estos dos. Aidan metió la pata, Hazel se animó a hablar seriamente con él y ahora veremos un poco de ellos con la dinámica de pareja.

A mí me gustan mucho, son tiernos. Espero y a ustedes también.

Nos leemos pronto <3

Besos y abrazos con desayunos australianos, auto cinema y regaliz

MJ.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top