° Siete °
Entre las 2:00 y las 2:30 empezaron a llegar los invitados.
Los primeros en llegar fue la familia Ross en compañía de mi mejor amiga. Los hice pasar hasta el patio, dónde estaba mi mamá y el cumpleañero de hoy junto a Hazel.
-¡Sam! -exclamó Ava en cuanto vio a mi hermano. Los dos niños se abrazaron como si no se vieran desde hacía siglos-. ¡Feliz cumpleaños! -Ava lo abrazó una vez más pero al separarse, dejó un beso en su mejilla.
Pude ver cómo mi hermano se sonrojaba.
-Gracias -murmuró, tímido, algo que me sacó una pequeña sonrisa.
Ow, Sam, no me digas que tú también.
Todos los integrantes de la familia Ross habían venido: Avan, el papá de Evan y Ava, también Peter y Vanessa, los dos tíos de mi mejor amigo con sus hijos, los pequeños Vincent y Presley. Los dos niños son pequeñas combinaciones de sus padres; Vincent, el mayor, tiene el pelo castaño, igual que Vanessa, aunque sí tiene la tonalidad pálida que caracteriza a la familia Ross. Presley, la bebé de seis meses, tiene el pelo negro como su papá y los ojos azules de su madre. Vincent, en cambio, los tiene grises.
Tengo que admitir que esa familia fue favorecida con ese color de ojos.
Cuando pregunté por la madre de Evan, Christina, se me informó que no estaba en la ciudad este fin de semana, según la hermana de mi mejor amigo estaba en «una aventura aburrida de trabajo»
-Mira, te traje un regalo -Ava a le entrega a Sam el regalo que le pasó su papá.
Mi hermano lo toma aún visiblemente nervioso y lo pone en la mesa designada a los regalos. Desde muy pequeños mamá nos había dicho que abrir los regalos frente a las personas es de mala educación, ¿Por qué? Ya sabrá ella la razón.
Le siguen las felicitaciones de los demás integrantes de la familia Ross, luego Evan y Bea le dan sus regalos a mi hermanito seguido de abrazos que lo hacen reír, después los va a dejar en la mesa junto al de Ava.
Al pasar el tiempo, los invitados van llegando. Amigos de la primaria de Sam, algunos vecinos que se llevan bien con mi hermano y algunos primos y familiares que viven en la ciudad.
Incluso llego a ver algunos parientes míos por parte paterna. Es algo que me resulta un poco raro. Es decir, mi familia paterna en el mismo lugar que el nuevo novio de mamá. Sí, es raro.
Entre las personas, veo a mi madre acercarse a mí.
-¿Qué pasa? -le pregunto cuando está a mi lado. Y aunque tiene una sonrisa, su mirada era acusatoria.
¿Ahora qué se supone hice?
-¿Por qué no has ido a saludar a tus abuelos?
Fruncí el ceño.
-¿Mis abuelos están aquí?
Ni siquiera los había visto.
Mamá asintió.
-Me han estado preguntando por ti. Sobretodo tú Nana África. Ve a saludarla, Aidan.
-Lo habría hecho si hubiera sabido que estaba aquí -me alejo de mamá y busco entre la gente del patio a mi nana.
África es mi abuela paterna, desde muy pequeños, Sam y yo siempre le hemos dicho «nana» porque es una abuela muy simpática. Aunque no quieres verla molesta, en serio. La última vez que la ví había sido para la navidad de hace un año que nos habían invitado a pasarla con ellos.
Encuentro a mi nana hablando con mis otros dos abuelos, los padres de mamá. Le llego por atrás y le doy un abrazo que la hace dar un respingo de susto pero que termina riendo.
-Mi cabecita volcánica, hasta que al fin vienes a saludar a tus abuelos -la abuela me corresponde el abrazo.
-En mi defensa, Nana, no sabía que estaban aquí -le digo al separarnos he ir a abrazar a la abuela Betty y un apretón de manos al abuelo Alfred.
-Chácharas, niño, incluso el otro mocoso pelirrojo vino a vernos -me reclama el abuelo, haciendo el amago de querer darme un manotazo.
Digamos que él nos tiene a mí y a Sam ciertos apodos... especiales.
-Perdona, viejo, ¿Vale?
El abuelo solo me da una mala mirada y murmura por lo bajo algo parecido a «esta juventud de ahora»
Es un viejo cascarrabias, pero es divertido.
Hablo un largo rato con mis abuelos, me preguntan qué tal la universidad, el abuelo me molesta como siempre por estudiar actuación, mis abuelas me defienden como siempre... En fin, fue una buena charla con ellos.
Mi Nana me pide ayuda para levantarse de la silla para estirar las piernas un rato, por lo que dejamos a los padres de mamá discutiendo de que el abuelo Alfred no podía estar llamando a todos sus nietos y niños en la fiesta como «mocosos»
Con mi Nana África vamos a la mesa de postres, dónde insiste en comer uno de los cupcakes de chocolate con galletas que preparó mamá aunque sabe que no debe de comer dulce en exceso.
Ninguno de los dos puede, pero ella más que yo.
-Déjame vivir, hijo -es su replica antes de darle un bocado-. Tu mamá aún sigue preparando los mejores postres de todos.
-Mamá tiene un increíble don.
Ella se ríe pasando sus ojos miel, iguales a los de papá, iguales a los míos, a donde estaba mamá hablando con varios tíos y con Chris.
-Veo que tu madre decidió intentarlo otra vez.
Asentí distraído quitando el capacillo del cupcake.
-Sí... supongo que está bien. Ya viene siendo hora, ¿No?
-¿Cómo te sientes con eso, hijo?
Suspiré dejando el cupcake a un lado.
-Es raro, Nana. No es que no me agrade la idea, mamá debe de se feliz otra vez y Chris es un sujeto agradable. Pero... se me hace extraño agregar a nuevas personas a mi rutina familiar.
-Está bien sentirse así, Aidan. Esto no es nuevo para ti.
-Es nuevo en el sentido que mamá no lo ocultó con la fachada de «entrenadora personal» -mi tono fue más duro de lo que pretendía.
La abuela suspira.
-Sé que las acciones de Sergio no fueron las mejores, Aidan. No te digo que lo entiendo porque no lo hago, incluso yo estuve decepcionada de él.
-Fue el padre del año -digo con sarcasmo-. Engañando a mamá con su supuesta entrenadora personal, pidiendo la custodia compartida de Sam -me reí irónicamente-. Nunca lo entendí y nunca lo voy a hacer. No lo odio, pero no le tengo el mismo cariño y respeto que antes, abuela.
-No te pido que lo tengas, hijo. Estás en todo tu derecho.
-Me gustaría saber el por qué -murmuro, bajando la mirada, fruncí el ceño al césped-. ¿Por qué hacerle eso a la mujer que supuestamente amabas? ¿Por qué dañar algo que era bonito para irte con alguien más? Son preguntas que siempre le quise hacer y nunca obtendré respuesta.
-Puedes preguntarle a ella.
Suelto una risa sarcástica y ruedo los ojos. Sí, claro, cómo no.
-El día en que yo hable con esa mujer será el día en que en brazos tenga a un mocoso propio, y eso no va a pasar, Nana.
Esta vez, es ella quien rueda los ojos.
-Hablas igual a tu abuelo Alfred -no había que negar eso-. Aidan, ella puede responder algunas de tus preguntas.
-No lo hará, abuela. Las respuestas las quería de papá, no de su amante. No va a ser lo mismo porque me va decir cosas desde su punto de vista.
-¿Y cómo sabes si tu padre le compartió sus razones?
Meneé la cabeza.
-El día en que yo hable con ella, será el día en que tenga a un mocoso propio en brazos, abuela, ya lo dije.
Mi abuela suspira una vez más y menea la cabeza. No volvemos a tocar el tema de papá.
Hablar de mi padre no es un tema de mi agrado. Sí, fue uno de mis progenitores pero también fue el que arruinó a nuestra pequeña familia. ¿Qué necesidad tenía de arruinar a nuestra familia? Todo era perfecto hasta que descubrimos toda la mierda que le estaba haciendo a mamá con aquella mujer. Luego del divorcio, vino la custodia compartida de Sam. Solo podíamos ver a mi hermano los malditos fines de semana, ¿Qué de justo hay ahí?
Sergio López pudo haber sido mi padre, lo habré querido mucho pero desde que decidió irse con otra, muchas cosas cambiaron. Jodió mucho las cosas.
Mi abuela me pide que la lleve con mis otros dos tíos, el hermano mayor y la hermana de en medio de mi papá, quiénes me sonríen y dan abrazos con palmadas. Hablo poco con ellos antes de irme a dónde están mis amigos, que es cerca de la casita del árbol.
-Entonces, ¿Cuál es tu nuevo papá? -me pregunta Evan, que bebe de su vaso de refresco.
Busco por todo el patio a Chris hasta que lo encuentro un poco apartado de los demás, hablando por teléfono con una sonrisa.
-El de la llamada -lo señalo con un discreto movimiento de mi cabeza.
Evan y Bea lo observan un rato hasta que termina su llamada y vuelve a integrarse a su charla con mamá.
-Cherokee -dice Bea.
-¿Eh?
-Es cherokee.
-Sí... ¿Cómo lo notaste?
-Mi papá es arqueólogo, Aidan, mi hermano también. Papá se especializó en algún tipo de arqueología nativa, no lo sé. El punto es que he viajado con él a tribus, conocí a gente nativa americana, entre ellos, los cherokee. Es fácil distinguirlos de otras tribus.
Parpadeo sorprendido un par de veces, sin dejar de observar a Bea.
-Vaya...
Ella no hace más que reír.
-Se ve que es una persona agradable -encoge los hombros-. Mira, ahora está hablando con Hazel y se ve bastante amable.
Volví a ver a Chris y, como lo a dicho mi mejor amiga, se encontraba hablando con Hazel de algo que no logré escuchar. Chris se mantenía atento a lo que ella decía, tenía una distancia prudente y, en general, se comportaba.
Desvío mi atención de Hazel y Chris para ver a los recién llegados invitados. Un par de críos: un niño de cabello castaño claro con reflejos rubios y otra niña castaña oscura de ojos cafés.
-¡Eh, Sam! -exclamó el niño de la entrada. Mi hermano se giró hacia él y sonrió.
-¡Liam! -dijo de vuelta, yendo a abrazarlo.
-¡Cumpleañero! -gritó la otra niña, mi hermano también la abraza.
No entiendo la manía de Sam con los abrazos.
Los dos niños les dan sus regalos a Sam, quién les sonríe y los deja en la mesa.
-¡Clau! -exclamó la niña, yendo a dónde estaba Ava jugando con algunos primos. La hermana de Evan le dió un fuerte abrazo y la sumó al juego.
En general, no entiendo la manía de los niños con los abrazos.
-Dan -me llama mi hermano-. Él es Liam, es mi mejor amigo.
-¿En serio? ¿Así de reemplazable soy? -digo y ellos se rieron-. ¿Qué hay, mini bro? -choqué los puños con Liam.
-Y ella es Astrea -señaló a la niña que jugaba con ricitos-, es la mejor amiga de Ava.
-Astrea -repito en una risa ronca-, que raro nombre.
El par niños no le prestaron atención a mi comentario, solo me ignoraron y se sumaron a jugar con las chicas.
-A ver, ¿Quién carajo le pone a su hija «Astrea»? -le pregunté a mis amigos.
-Es un lindo nombre -admite Bea-. Es el nombre griego de la diosa de la justicia.
-Los romanos la llamaban Justicia -agregó Evan.
Rodé los ojos. No este tema otra vez.
-Venga ya, amigos. Superenlo, por favor. Han pasado meses desde que se leyeron esos libros.
Bea se ríe.
-Es un tema interesante, Ai. Te gustaría.
-Briana tenía razón -admitió Evan-, cuando entras en esas historias, es difícil salir.
Un rato después aparecieron Andy y Lyla con una niña rubia: Zoey, la sobrina de Andy. Supongo que debe de estudiar en la misma primaria que Sam porque cuando mi hermano la vió le sonrió y se la llevó a jugar con él y otros niños. Claro, no sin antes recibir con una sonrisa los regalos de la pareja de locos.
Ellos se acercaron a nosotros que seguíamos cerca del árbol.
-Adivino -empezó a decir Andy-. Somos los únicos idiotas aquí que pasan su sábado en una fiesta infantil en vez de ir a una verdadera fiesta.
Nosotros nos reímos.
-Oye, si no quieres estar aquí. La puerta está por allá -bromeé, señalando la puerta del patio.
-Nah', aquí hay pastel y dulces. En otro tipo de fiesta solo encuentras alcohol y personas follando en las esquinas oscuras.
Asentí estando de acuerdo a eso. Era lo que veía cuando iba a las fiestas en las facultades de la universidad.
Con los chicos hablamos mientras que los niños jugaban y bailaban al ritmo de músicas infantiles y mamá les repartía de vez en cuando algunos de los dulces que preparó.
Hazel volvió con nosotros con una gran sonrisa. Se veía que la pasaba bien y me agradó eso.
-¿Qué tal la pasas? -le pregunté.
-Creo que nunca me había divertido tanto en una fiesta para niños -admite sin perder su sonrisa-. Tu familia es muy agradable, Aidan. Y Chris, en definitiva, es muy simpático.
Escucho algunas risitas de Evan y Andy y murmuros que espero Hazel no haya escuchado.
Imbéciles a esos dos.
-Me alegra que la pases bien, chica pecas.
Pasó su mirada de mí a nuestros amigos, que estaban más sonrientes de lo común. Aunque, en un momento, la sonrisa de Evan se borra para transformarse en un entrecejo fruncido.
Todos nos dimos cuenta de eso, por lo que nos giramos para ver lo que él veía también.
Logramos ver el momento dónde un niño pasaba junto a Ava y la empujaba al suelo, quizá sin querer, quizá a propósito. Lo que sabíamos, es que Evan no le agradó eso.
-No, no lo hizo -murmura él, sin apartar la mirada. Evan puede convertirse en un sobreprotector con Ava-. ¿Quién se cree? -se soltó de la mano de Bea-. ¡Hey, tú, mocoso!
-Cálmate -le dijo Bea, volviendo a entrelazar sus manos-. Mira...
Señaló a dónde estaba Ava, que ahora se sacudía el vestido ya de pie, fue hacia donde estaba el niño y le tocó en hombro para que se girara hacia ella. Nosotros escuchamos desde aquí lo que le dijo:
-Mi hermano dice que cuando uno hace algo malo debe de pedir disculpas, y tú me has empujado, eso es algo malo. Debes de pedir perdón.
El niño mantuvo el silencio apenado por unos segundos.
-Lo siento -dijo al fin.
Ava le sonrió.
-Disculpa aceptada, ¿Quieres jugar conmigo y mi amiga?
El niño también le sonríe.
-Sí.
Y ambos se fueron a jugar con Astrea, la amiga de Ava.
-Vaya, sin duda, Ava es una niña increíble -dice Evan, ahora con su sonrisa de vuelta.
-Sí... -conviene Bea-, y creo que eso puede llamar la atención de Sam.
Esta vez, señala a dónde está mi hermano, quién estaba a pocos pasos de nosotros, observando con una sonrisa tonta en dirección a Ava, que jugaba con el niño que la empujó y su amiga.
-¡Esperen! ¡Yo también quiero jugar!
-¿Mi hermana y Sam? -pregunta Evan con el ceño fruncido-. No, eso no.
-¿Qué? ¿Crees que una Ross es mucho para un López?
Los chicos nos veían con un media sonrisa, sabían que se acercaba una de nuestras estúpidas peleas.
Evan se encogió de hombros
-Nosotros los Ross siempre seremos mejores que los pelirrojos insoportables de los López.
Llevé una mano a mi pecho fingiendo estar herido. El «insoportable» no me molestaba tanto porque sé que puedo serlo.
-Herido por mi mejor amigo. ¡Que alguien me pellizque y me saque de esta pesadilla!
Hazel me pellizcó con fuerza en el brazo.
-¡Puta madre, no lo decía en serio! -exclamé, sobando la zona herida de mi brazo.
-Mami, ¿Qué es una «puta madre»? -le pregunta un niño a su madre a unos pasos de nosotros.
La mujer me dió una mirada asesina.
-¿Qué? ¡Algún día lo dirá también! ¡No será un niño toda la vida, señora! -la mujer se fue con su hijo a otro lado.
-¿Algún día madurarás, Aidan? -me pregunta Bea, riendo.
Arrugo la nariz mientras niego con la cabeza.
-No lo creo, así soy increíble.
-Increíblemente insoportable -murmuró Hazel.
-Vamos, sabes que me adoras -le hice ojitos.
Ella rodó los ojos.
-Ajá, dejaré que creas eso para no herir tu orgullo.
-¡Oh! ¡Golpe bajo! -rió Andy.
Auch, eso dolió.
-Algún día te escucharé fuerte y claro cuando me digas que sí me adoras.
-¡Claro! Ese será el día en que el cielo sea verde y Andy no sea un blandengue con Lyla.
-¡Oh! ¡Golpe bajo! -ahora rió Evan.
-No es gracioso -dijo serio el rubio.
Ella se encogió de hombros.
-Cuando ese día llegue, me avisan.
Cuando llegue el día en que esos comentarios de ella de ese tipo no me prendan, me avisan.
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Nota de la autora:
¡Hey, gente bonita y hermosa que habita por estos lares!
Je, yo apareciendo repentinamente en este libro luego de no actualizar la semana pasada, pero imagino que sabrán la razón: se me olvidó completamente. Perdón, mi memoria es muy mala.
¡Pero aquí estamos! Y ya con el capítulo del cumpleaños de Sam, pero que lindo, me a encantado poner un poco más de la familia de Aidan, incluso esa parte que a él tanto le desagrada.
Hemos visto también a unos nuevos chiquillos: Liam y Astrea, los mejores amigos de Ava y Sam. Sinceramente, no será la primera vez que los lean, así que no los olviden.
Oh, claro, no debo de olvidar esto: ¡Feliz navidad retrasada! Ya les había dejado un regalito en UADVOM pero también les dejaré un regalito por aquí. Así que siga leyendo, ¡Porque es doble actualización!
Vaya, vaya, sé que quieres seguir leyendo *guiño, guiño*
Nos leeremos pronto en alguna novela antes que termine el año.
Besos y abrazos con empujones a Ava, conversaciones con la nana África y bromas de Evan y Aidan.
MJ.
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