° Seis °

El primer destino que elegí fue el CallyCafé.

Al llegar a la cafetería, la dueña, Cally, nos recibió con amables abrazos, felicitó a Sam y yo le presenté a Hazel. Venir a esta cafetería me recuerda a muchas cosas geniales: tardes de meriendas con mamá y Sam, cuando venía con Evan y Bea después de clases, las presentaciones que tuvo mi mejor amigo aquí.

Eran cosas que me gustaba recordar.

Antes de sentarnos, ordené una tarta que, a petición de mi hermano, fue de fresa con chocolate. Insistí en pagar, pero Cally fue mucho más terca que yo, diciendo que era un regalo de la casa por el cumpleaños de Sam.

Mi hermano no se quejó.

Sentados en una mesa, Sam y yo le contamos a Hazel las anécdotas que teníamos en este lugar: las tardes que veníamos con mamá, incluso de las veces que vinimos con papá, las presentaciones de Evan, los bocadillos a hurtadillas que nos regalaba Andy cuando trabajó aquí.

Ella no se paraba de reír de cada cosa que le contábamos.

—Aquí fue donde conocí a Ava —sonríe mi hermano con cierta ternura nostálgica—. Bueno, fue en el escenario.

—No fue un día muy bueno para nosotros.

—Sí... pero Ava me ayudó bastante, gracias por traerme a la presentación de Evan, Dan.

—No hay de qué, Nano —le desordené el pelo.

Una mesera trae la tarta de chocolate y fresa con una vela encendida, cuando lo deja frente a Sam, él no duda en cerrar los ojos y soplar.

—Feliz cumpleaños, pequeño pelirrojo —le desea la mesera antes de volver a su trabajo.

—¡Gracias! —los ojos de mi hermanito brillan por el postre frente a él—. Dan, corta, quiero pastel.

Reí arrastrando el pastel hacia mí y cortando una rebanada para cada uno con el cuchillo que habían traído. Sam no duda ni un segundo en tomar un trozo del pastel con una fresa encima y llevarlo a su boca.

—Sabe increíble... —murmura y vuelve a comer de su trozo de pastel.

Un largo rato es solo comiendo de la tarta de chocolate y fresas, hasta que por fin, me digno a preguntarle a mi hermano:

—Oye, Nano...

—¿Si?

—Este Chris... ¿Cuánto tiempo lleva saliendo con mamá?

Él parece pensarlo mientras come.

—No lo sé, ¿Tres o cuatro meses?

—¿Y has salido con ellos a comer o no sé, al parque?

—Sí, un par de veces cuando Chris viene a la ciudad. Es bastante agradable y siempre que viene trae caramelos ácidos.

Claro, a él ya lo tenía comprado con eso.

—¿Y qué sabes de él, Sam? —esta vez, le pregunta Hazel.

—Hum... trabaja haciendo viajes, vive en el norte de Holbrook, eh... ¡Oh! Me dijo que es cherokee.

—¿Qué? ¿Cherokee?

Sam asintió sonriendo.

—Sí, es muy cool. Me a enseñado algunas cosas geniales, ¡Habla incluso el idioma!

Okey, esto no me lo ví venir. ¿El ligue o novio de mi madre en un nativo americano?

Vaya mamá, eso es original, pero... ¡Guao!

—Chris es muy buena onda, Dan. Me agrada y mamá se la pasa bien con él.

Ya la cuarta persona que me dice lo mismo. Aún así, quería ver más de cerca a este sujeto.

Comemos otro trozo del pastel y el resto lo pedimos para llevar. Nos despedimos de Cally con otros abrazos y unos cuantos mimos para Sam que lo hicieron reír. Nuestro segundo destino fue el centro comercial, más específicamente: la pista de hielo.

Cómo no estábamos en la época invernal del año, el lago del parque no estaba congelado, así que mi mejor opción para llevar a patinar a mi hermano y a Hazel era la pista de hielo que estaba aquí.

Cuando llegamos a nuestro destino, pedimos nuestra talla en patines. Sam se puso los suyos sin ayuda porque es algo que desde pequeño sabe hacer. Patinar sobre hielo es algo que la mayoría de los nevadences hacemos desde bastante niños.

—¿Qué pasa? —le pregunté a Hazel cuando la ví muy quieta en su lugar.

Soltó un suspiro por la boca y después apretó los labios, parecía apenada.

—Yo... eh...

—¿Tú...?

Bajó la mirada y arrugó la nariz.

—Nunca he patinado en hielo, Aidan —murmura bajo—. No sé ni cómo diablos van estos patines.

Esperé unos segundo para que se echara a reír y me dijera que estaba bromeando, solo que ese momento nunca llegó. Hazel mantenía la mirada gacha, como si estuviera avergonzada.

¿Por qué habría de estarlo? Dioses, es algo tonto.

La tomé del mentón con cuidado y alcé su cabeza.

—Oye, está bien, puedo ayudarte. No tienes que avergonzarte de algo así, Hazel.

—Lo sé, solo que... ustedes básicamente son expertos en estas cosas.

Me reí soltando su mentón para hacer una seña de que suba la pierna a mi regazo.

—¿Expertos? Nah', solo vamos aprendiendo con el tiempo. Créeme, la primera vez que patiné, mi trasero se golpeó muchas veces.

Hazel se echa a reír observando como empiezo a atar las cuerdas del patín en su pie izquierdo.

—Sabes que tampoco sé patinar, ¿No? —me pasa su otro pie.

—Si no sabes atar tus patines, supuse que tampoco sabes patinar, Hazel —ato con fuerza la trenza en medio—. Tranquila, yo voy a estar a tu lado en la pista. No te voy a dejar caer.

Cuando termino de atar sus patines, ella ya me estaba sonriendo.

—Gracias, insoportable pelirrojo.

Me levanté ayudándola a ponerse de pie también.

—No hay de qué, chica pecas.

Me giré a ver a Sam, que terminaba de atar las trenzas de su patín.

—¿Listo, Nano?

Se levantó de un salto, sonriente.

—¡Andando!

Él se nos adelantó porque no tiene a alguien a quien llevar del brazo porque no sabe mantener el equilibrio sobre patines de hielo.

—Eso me hace sentir un poco mal conmigo misma —señala a la pista.

Entre la gente patinando pude ver a mi hermano ir y venir, dando vueltas y saltos cortos y aterrizar sobre las cuchillas de su patín sin caerse.

—Él lleva patinando sobre hielo desde que tiene cuatro años, Hazel. Tú apenas empiezas.

—Igual me hace sentir mal.

Negué con la cabeza riendo. Ella es demasiado terca.

Entro de primero a la pista de hielo, tomo ambas manos de Hazel con fuerza para que tenga un soporte firme, cuando pone un pie sobre el hielo, su poco de equilibrio se pierde, sus pies no pueden quedarse en una sola posición porque se resbala a cada segundo.

—¡Esto es una mala idea! —exclama asustada sin despegar la vista del hielo.

—Venga, solo relájate, ten las piernas un poco abiertas y concéntrate, no es tan difícil.

Alzó la mirada en cuanto escuchó mis últimas palabras.

—¡¿«no es tan difícil»?! —repite, molesta—. ¡Sí, Aidan, sí es muy difícil!

Su pie izquierdo termina desviándose y Hazel pierde el equilibrio, lo que la hace inclinarse hacia mí, que no duda en rodearme del torso con sus brazos y mucha fuerza.

—Esto no me gusta, esto no me gusta, esto no me gusta —murmura aún sin soltarme.

—¡Vamos, Hazel, tú puedes! —la anima mi hermano apareciendo a mi lado.

—No, no, no. Odio esto. No sirvo para patinar.

—Vamos, no hemos dado ni una vuelta.

—Aidan, ¿Crees que puedo dar una vuelta? ¡Si hasta tengo miedo de soltarte! —dice todo eso aún sin dejar de abrazarme.

Debo de ser sincero en algo, era un buen abrazo porque tenía una buena vista de cierta parte de la anatomía de Hazel, pero tengo que animarla a dar al menos media vuelta, aunque eso implique perder mi bonita vista.

—Te dije que no te iba a soltar, ¿Okey? No lo voy a hacer, confía en mí.

Hay unos segundos en los que ella solo mantiene el silencio.

—Está bien.

Lentamente Hazel se separa de mí y de inmediato se resbala. Aunque no cae, sí se asusta. Sam termina siendo su apoyo en el segundo en que me pongo de su otro lado.

—De aquí no nos vamos hasta que des una vuelta, Haz.

Ella me da una mirada de «¿En serio?»

—No, Aidan...

—Así es, así que vamos, tú puedes.

—Sí, Hazel, tú puedes —apoya mi hermano.

Ella suspira lastimera.

Sam y yo vamos patinando con lentitud con Hazel en medio de nosotros, apoyándose nerviosa de nosotros. Mi hermano se ríe en algunas ocasiones en las que Hazel se asusta momentáneamente por perder el equilibrio, algo que pasa a cada segundo.

Hazel tiene miedo de caerse, por eso está tan tensa y no se divierte. Tiene que entender que para aprender tiene que caerse la veces que sean necesaria.

—Nano, ve a patinar —le digo a mi hermano—. Anda y diviértete un rato.

Me da una mirada de «¿Seguro?» a la cual asentí.

Sam se alejó de Hazel y yo la rodeé de la cintura con mi brazo. Mi hermano se unió a las demás personas dando vueltas y haciendo carreras sobre sus patines con otros niños en la pista. Algo de Sam es que sabe hacer amigos muy rápido.

—Aidan, sigo odiando esto.

—Solo relájate, Hazel. Si caes, te caiste y ya.

—Pero no quiero caerme, va a dolerme.

—Y eso es lo divertido de esto. Yo me caí un montón de veces pero así fue como fui aprendiendo. No tienes que tener miedo de caerte, así se aprenden las mejores cosas.

»Ahora me voy a alejar, ¿Vale? Pero no te voy a soltar. Relájate y verás que todo será más fácil.

Antes de que pudiera protestar, le solté la cintura y me puse frente a ella, patinando hacia atrás y la tomé otra vez de las manos que estaban frías. Sus mejillas y nariz tenían un color rojizo que la dió cierto aspecto tierno.

—Respira y relájate —aconsejo y ella hace caso, cerrando los ojos para tomar una respiración profunda.

Los abre otra vez y noto que está solo un poco más relajada, logramos andar unos pocos metros antes de que alguien detrás de mí nos choque, hace que pierda el equilibrio y por ende, Hazel lo pierda también.

Caí de espaldas contra el hielo, Hazel cayó sobre mí.

—Mierda, esto está frío —murmuro en un gruñido. 

Alguien se detiene junto a nosotros en un frenazo que causó que derrapara el hielo y nos cayera en la cara.

—Dan, Hazel, ¿Están bien? —Sam le ayuda a ella a levantarse.

Yo lo hice sin muchos problemas y me limpié las sobras del hielo del rostro.

—Sí, estamos bien —les respondo—, creo que será mejor irnos, si no llegaremos tarde a tu fiesta, Nano.

Ninguno puso quejas, mucho menos Hazel. Salimos de la pista y nos quitamos los patines. Sam insiste en que quiere una foto de los tres antes de salir del lugar y, ¿Quién soy yo para negarme? Terminamos tomando una selfie de los tres con la pista de hielo atrás.

El camino a casa la pasamos escuchando música y a mi hermano cantar esas canciones. Aunque fueron solo dos horas fuera antes de la fiesta, no me quejo. Resultó ser una buena tarde con mi hermano y Hazel.

Al llegar, mamá ordenó a Sam irse a cambiar ya que la fiesta empezaría en media hora y a mí a Hazel a ayudarle a terminar de acomodar los últimos bocadillos en las mesas del patio.

Tomamos las bandejas con los cupcakes que había preparado y fuimos al patio donde Chris estaba colgando un cartel con los dibujos de los personajes de la película favorita de Sam: Grandes Héroes, con un parecido increíble. También ponía en letras blancas: «¡Feliz cumpleaños, Sam!» con una fuente increíble.

Así que ese es el segundo regalo de Bea. Vaya, le a quedado increíble.

Chris sigue colgando el cartel y Hazel y yo acomodamos los cupcakes en dónde mamá nos lo había ordenado. El patio de la casa estaba bien decorado para la fiesta de mi hermano, con globos de los colores mas característicos de la película y bambalinas que le hacían juego. Las mesas donde estaban los bocadillos, dónde van los regalos y dónde está el pastel están vestidas con un mantel que tienen a los seis personajes de la película. Incluso la casita del árbol de Sam, (antiguamente mía) estaba decorada.

En cuanto nosotros terminamos de acomodar los cupcakes, él termina de colgar el cartel. Le entrego a Hazel la bandeja vacía y en una petición silenciosa le pido que me deje a solas con el "amigo" de mi mamá.

—No digas nada idiota —murmura.

—Pero si eso es lo mío.

Me da una mala mirada.

—Vale, nada idiota.

Dudando un poco, ella vuelve hacia adentro.

Me acerco a Chris que veía al cartel, quizá asegurándose de que no le haya quedado chueco. Tuve que aclarar mi garganta para que me notara.

—Ah, Aidan —sonrié al darse la vuelta.

—Sí, hola.

Silencio incómodo.

Tengo que admitir que no sé qué demonios hablar con este sujeto. Para mí es prácticamente un desconocido como quizá yo lo soy para él. También está el hecho de que quiere andarse de manitos con mi mamá.

—Bueno, Chris, seré franco contigo.

—Espero que lo seas.

—Vale, no sé nada de ti y no supe de tu existencia hasta hoy. Eres prácticamente un desconocido y seguramente yo lo soy también para ti. No sé qué intenciones tienes con mi mamá y no es que me caigas mal, si no que no sé quién eres y ni idea de qué quieres hacer en nuestras vidas.

Por unos segundos, el silencio vuelve, aunque no es tan tenso he incómodo, sino algo... raro.

Chris termina riéndose y delata el hoyuelo que tiene en la mejilla derecha.

—Te entiendo, Aidan. Comprendo tu posición, estás viendo cambios en tu vida que tenía una rutina y es normal asustarse por ello. Mi hija reaccionó igual que tú.

—¿Tienes una hija?

Asintió.

—Así es, es un par de años menor que tú.

—¿Mi mamá sabe de ella?

Volvió a asentir.

—Ambos somos concientes de que tenemos hijos, Aidan. Aldana está bien con ello y yo también.

»Volviendo a lo que habías dicho —esboza una pequeña sonrisa—. Si soy un desconocido para ti, debo de presentarme, ¿No? Cómo ya sabes, soy Chris Seavey, trabajo en una empresa de Central Holbrook que me obliga a estar viajando en ocasiones y en uno de esos viajes conocí a tu madre. Tengo una hija de diecisiete años que es mi mayor orgullo. Soy de Oklahoma pero vivo en Holbrook y me gusta pasar tiempo de calidad con mi hija.

»Con respecto a las intenciones que tengo con tu mamá, te aseguro que no son malas. Tú madre es una gran mujer, Aidan. Y con las grandes mujeres malas intenciones no se deben de tener.

Vale, he quedado impactado.

No creí que reaccionaría de esa manera tan... pacífica.

—Sam... él me a dicho que eres... cherokee, ¿Es cierto?

Se ríe rascando detrás de su cabeza.

—Sí, soy cherokee de Oklahoma, me crié en la reserva de Tahlequah con mi padre.

—Vaya... —murmuré—. Entonces, tu hija es... ¿Cherokee también?

—Es mestiza, su madre no es nativa.

Asentí aún asombrado. Es increíble que me esté hablando con tanta tranquilidad y sin inhibiciones sobre su vida privada.

—Supongo que me tengo que presentar también, ¿No?

—Sería lo justo, sí.

Suspiré por la nariz.

—Vale, eh, yo soy Aidan López. Tengo veinte años, los cumplí el diecisiete de enero. Estudio actuación en la Universidad Central de Holbrook, cuatro días a la semana doy clases de teatro en un orfanato de la ciudad. Eh... no tengo hijos, ni novia. Y... mi mamá y mi hermano son lo más importante para mí.

—Eso se puede ver, Aidan.

—Sí... —torcí los labios—. Oye, perdón si he sido entrometido, es que... desde que mis padres se divorciaron fuimos mi mamá y yo y cuando él, pues... —hice una seña con mi pulgar como si cortara mi cuello—. Ya sabes, falleció, empezamos a ser solo nosotros tres. He vivido años con esta rutina que agregar a una... a dos personas más, se me hace un poco... extraño.

—Y eso es comprensible, Aidan. Lo haz dicho: llevas años teniendo una rutina familiar en donde solo son tu madre, tu hermano y tú. Sé que para ti, que alguien más se integre a eso, será extraño.

—Lo es.

—Pero te aseguro que aunque serán cambios difíciles de procesar, con el tiempo te adaptarás a ellos. No miento cuando te digo que mis intenciones con tu mamá no son malas.

—Lo sé, te creo. Pero aún así te tendré la vista encima.

Chris se echa a reír.

—Aldana me dijo que me dirías algo así.

—No bromeo, eh. Es mi madre con la que te metes, esa mujer es mi vida.

—Admirable.

Al final, ambos terminamos riendo.

—Oye, tu hija... ¿Sabe de mi madre?

Chris asintió.

—En un principio estuvo como tú ahora, pero lo entiende. Aún no la conoce en persona, tu madre insistió en que, ya sabes, tú y yo nos conociéramos.

—Para así hacer todas las formalidades.

—Exacto.

—Bueno, sería un placer conocerla. Siempre quise tener una hermana.

—Estoy seguro de que ustedes les caerán bien.

Después de eso, charlamos un rato de diferentes temas. Temas que una vez me habría gustado hablar con mi papá pero con Chris no estuvo nada mal. Me contó también un poco de la vez en que conoció a mamá y por la sonrisa que tenía, supe que en verdad no tenía malas intenciones, que sí quería algo serio con mi mamá.

Y fue justo la sinceridad en sus palabras que lo hizo ganarse mi silenciosa aprobación.

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Nota de la autora:

Vale, pero yo ya amo a Chris.

Personaje nativo americano, sí, decidí tomar algunos riesgos, pero me a gustado. ¡No se olviden de él, gente, que no será la primera vez que lo veamos!

Aidan ayudando a Hazel en la pista de hielo... * suspiro soñador * ¿He dicho que amo a este chico? Porque lo amo, en serio.

Bueno, gente, el próximo será de la fiesta de Sam y conoceremos un poco más a la familia de Aidan y ciertas cosas de lo que todos sabemos que él odia hablar.

Nos veremos el próximo martes <3

Besos y abrazos con caídas sobre el hielo, charlas con Chris y felicitaciones a pequeños pelirrojos.

MJ.

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