° Ocho °
—Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz. Que los cumplas, que los cumplas, que los cumplas feliz —cantamos todos al unísono alrededor de la mesa donde estaba el pastel.
—¡Feliz cumple, Sam! —grito al finalizar y los demás invitados me siguen.
Mi hermano le sonrió a todos antes de inclinarse y apagar las velas de su pastel. Todos aplaudimos y dimos vítores de emoción.
Después de ayudar a mamá a repartir trozos de pastel a los invitados en conjunto con una de mis tías, voy hacia donde Hazel estaba apartada metida en su celular, quizá respondiendo algún mensaje.
Estiro el brazo frente a ella para tenderle un plato desechable con su porción de pastel y una galleta encima.
—Este es el momento de tu vida que más vas a recordar.
Me da una mirada confundida, guardando su celular en uno de los bolsillos de su jean y tomando el plato que le tendía.
—¿Por qué?
—Tú solo prueba y ya. No cuestiones.
Otra mirada confundida acompañada con un poco de desconfianza, pero aún así, toma del tenedor plástico y corta un trozo del pastel.
Soy testigo del momento exacto en dónde su desconfianza y confusión pasan al deleite y esa sensación clásica de «necesito comer más»
Es lo que siempre pasa con los pasteles de mi mamá.
—Esto sabe increíble —dice lo evidente, tomando otro trozo del pastel, esta vez con cobertura de crema.
He ahí la mejor combinación de todas.
Mamá prepara siempre los mejores postres, todos sabemos eso y siempre es una gran satisfacción ver el deleite de una persona que no conocía lo bien que hornea mi mamá.
—Vas a recordar siempre este momento, ¿A qué sí?
Hazel solo asintió y siguió comiendo del pastel.
Ella sigue comiendo del postre mientras murmura lo bien que sabe y que «esto es comida hecha por dioses». Es divertido ver cómo Hazel literalmente se devora su trozo de pastel, no tuve problemas con darle la mitad del mío, igual terminaría comiendo más tarde de lo que quede.
Además, su expresión de deleite era única.
Casi terminado de comer el trozo extra, se ensucia un poco con la crema solo que ella no se da cuenta y termina de comer feliz su trozo de pastel.
—Espera un momento —limpio con mi pulgar la crema que la había ensuciado—. Listo, limpia y bonita.
Hazel solo rueda los ojos con una mínima sonrisa.
—Este pastel a sido uno de los mejores que he probado.
—Mi mamá tiene un talento increíble, lo sé —encogí los hombros.
—No lo dudo. Y si no te molesta... —iba pasando por mi lado—, ¡Te robo tu galleta!
Y sí, me robó la galleta que aún no comía y huyó riendo hacia donde estaban hablando nuestros amigos.
—Oh, esa chica pecas... —murmuro pero igual termino riendo.
Venga, ella de mí podía tomar cualquier cosa. Gustosamente podía dárselas.
-
La fiesta terminó a eso de las 07:30 de la noche. Sam tenía una gran sonrisa y por esa misma, supe que este a sido uno de sus mejores cumpleaños.
Conozco a mi hermano.
Despedirnos de nuestros abuelos fue algo que tardó bastante. No solemos verlos mucho aunque vivamos en la misma ciudad. Me gustaría prometer que los visitaría, pero ni siquiera sabía cuándo sería mi próxima visita a casa.
—Cuídate mucho, hijo —me pide mi Nana África, acariciando mi mejilla de forma maternal—. Y llámame más seguido, no te olvides de esta vieja.
Reí rodeándola en un abrazo.
—Claro que te llamaré más, Nana —me separé—. De hecho, haré una videollamada en conjunto con la abuela Betty también, me a pedido que la llame más seguido.
—Es que deberías hablar más con tus abuelas antes de estar todo el día en esas redes sociales.
—Vale, Nana, prometo que te llamaré más.
Mi Nana se fue con sus otros dos hijos y los abuelos Betty y Alfred los llevaron el hermano de mamá, quién se despidió de Sam con un abrazo y revolviéndole el pelo y de mí con un abrazo acompañado de palmadas en la espalda que casi me sacan un pulmón.
Digamos que el tío Arnold es un poco... exagerado en algunas cosas.
Luego de que los invitados se fueran y en casa solo quedáramos mis mejores amigos con Ava, Hazel, mamá, Chris, Sam y yo, decidimos ver cuáles eran los regalos que había recibido mi hermano en el trascurso de la fiesta.
Sam sonreía al abrir los regalos. La mayoría eran cosas que le gustaban mucho y las otras eran como calcetines y cosas pequeñas. ¿Quién rayos le regala calcetines a un niño de diez años?
Mi hermano sacó de la última bolsa de regalo un collar. ¿Un collar de perro?
—¿Por qué te iban a regalar un collar de perro? —le pregunté.
Él veía el regalo con el ceño fruncido, hasta que sonríe y ve a Ava. Ambos compartieron una mirada que solo ellos entendieron.
—¿Me explican? —pedí.
—¡Para Lucky, Dan!
—¿Luc... Ah, ya.
Lucky, el golden retriever de Lyla que Sam y Ava cuidaban en conjunto con Bea desde que nos fuimos a la universidad. Cuando Bea se fue a la universidad un año después, Lucky quedó al completo cargo de los niños.
Unas semanas Lucky se quedaba con Ava y otras con Sam, y por lo que me dice mamá, mi hermano cuida muy bien del perro, al igual que Ava, pero cuando estamos de visita, Lucky volvía esos días con Lyla y al irnos, vuelve con alguno de los dos niños. Lo había olvidado solo porque no a estado aquí las últimas veces que vine de visita.
—Hay que decirle a Lyla —dijo Ava—. De seguro le gustará.
—Sí, está muy lindo —conviene mi hermano.
En cuanto Sam terminó de abrir sus regalos, los que quedamos comimos algunos de los dulces que sobraron. Algunos cupcakes y unas galletas, también otro trozo de pastel. Hazel estuvo más que feliz con eso.
Mis amigos se quedaron hasta casi las nueve de la noche en dónde estuvimos hablando entre nosotros y con Sam y Ava jugando un juego entre sí: consistía en quitar las manos rápido antes de que el otro te diera un manotazo. Y Sam siempre perdía.
—¿Cómo lo haces? ¡Yo siempre pierdo! —se queja él.
Ava se ríe malvadamente.
—Tienes que saber mover la manos rápido.
Puede que mi mente sucia haya procesado eso de una forma nada inocente.
Vale, necesito limpiar un poco mi conciencia.
Evan, Bea y Ava se fueron un rato después de eso. Si no los conocieras, creerías que son una familia feliz. Aunque, no veo muy lejano el día en que esos dos estén formando una familia.
Fui a despedirme de mis amigos al jardín, dónde mamá y Chris llevan ya un rato "despidiéndose", ambos solo hablan entre risas y miraditas. Mamá se veía bastante sonriente y esa imagen de ella me gustó. Mi mamá solo se merecía cosas buenas.
—Adiós, Aidan —se despide Ava, dándome un fuerte abrazo que me hizo sonreír.
Adoraba esa niña, no lo iba a negar.
—Adiós, ricitos —al separarnos, dejé un beso en su frente que la hizo reír—. Está atenta a qué Sam no haga locuras. Eres mis ojos en él.
Me hace un divertido saludo militar.
—Sí, capitán rojo —otro rápido abrazo y sube al auto de su hermano con su ayuda.
—Nos vemos mañana, Aidan —se despiden Evan y Bea desde los asientos de conductor y acompañante.
Les hago un gesto de despedida, viéndolos perderse en la calle.
Vuelvo a dentro sin esperar a mi mamá y me encuentro a Hazel sola en la sala, pregunto por Sam y ella me responde que se fue a dormir ya que había sido un día agotador.
Sí, lo había sido, ya empezaba a tener sueño.
Escucho el sonido del motor de un un auto ser encendido, la voz de mamá y luego el de la puerta principal ser cerrada. Mi mamá apareció en la sala con una sonrisa resplandeciente y las mejillas sonrojadas.
Era lindo, seguía siendo un poco extraño pero si mamá estaba siendo feliz con Chris, ¿Quién demonios soy yo para impedirlo? Lo dije, mi mamá solo se merece cosas buenas, espero que Chris sepa dárselas.
—Espero toparme con Chris en Holbrook, sería agradable volver a verlo.
—A él también le agradaría volver a verte, Rufus —me sonríe antes de subir las escaleras.
Vuelvo a tomar asiento en el sofá y observo a Hazel, había empezado a caminar por la sala, viendo entre las fotografías que decoraban el lugar.
Se detuvo frente a la chimenea y se hizo a un lado para señalarme una foto en específico.
—¿Este es tu papá?
Mamá había guardado todas las fotos de ella con papá, he incluso algunas de Sam y yo con él. Pero esa foto... era difícil deshacerse de ella.
Recuerdo que había sido un fin de semana familiar. Yo tenía catorce años y Sam apenas tenía cuatro años. Habíamos ido por un helado. Recuerdo que la foto la había tomado un fotógrafo que estaba por ahí, nosotros no lo sabíamos y por eso los cuatro salíamos riendo sin ver a la cámara. Papá abrazaba a mamá por la cintura, ella estaba cargando a mi pequeño hermano, yo reía por el bigote de helado que tenía en la boca y él sonreía mientras intentaba torpemente en limpiarlo con su lengua.
Había sido un tiempo antes de enterarnos de la infidelidad de papá. En esos meses no había problemas, no había gritos, no había llanto. Solo era... una bonita felicidad familiar.
—Aidan, ¿Todo bien?
La pregunta de Hazel me devuelve a la realidad. No había notado que me había quedado callado un largo rato.
—Lamento si te incomodé —agregó—. En serio, lo siento.
Negué con la cabeza, suspirando.
—Está bien. Estoy bien —ella pareció no creerme—. En serio, lo estoy —sonreí para convencerla—. Y con respecto a tu pregunta: Sí, ese es mi papá.
Volvió su vista a la fotografía y luego a mí.
—No... no te pareces en nada a él. Solo los ojos claros.
Me encogí de hombros.
—Sí, siempre me dicen lo mismo. Sam y yo nos parecemos más a mamá que a papá —suspiré—. Me parece bien, no quisiera tener algún parecido más que el de los ojos con él, y ni siquiera eso, me habría gustado tener los ojos de mamá. Son más lindos —agregué para mí. No haber heredado el color de ojos de mamá me seguía pareciendo mal.
Cuando ví a Hazel luego de haber meneando la cabeza para dejar esa idea de lado, en su cara se escribía la clara pregunta de «¿Por qué?»
—Mi familia tuvo problemas, Hazel. Cómo ya lo has notado, fue por mi papá. Él... le fue infiel a mi madre con lo que estúpidamente creímos que era su "entrenadora personal"
—Debió ser difícil para ti y para Sam —oigo sus pasos acercarse.
Encogí los hombros otra vez.
—Lo fue. Ahora... estamos mejor.
—¿Todavía sigue con su "entrenadora personal"?
Bajé la mirada a mis manos.
—No —respondí por lo bajo—, papá falleció hace tres años.
Tenso silencio es lo que abunda en la sala.
—Yo... Aidan...
Meneé la cabeza.
—Ahórrate la lastima, Hazel.
No sé en qué momento ella se acercó hasta estar sentada otra vez a mi lado.
—No seas idiota, Aidan. No te daré mi lastima, sé que eres un chico fuerte y que ya debiste superarlo.
En parte, aún seguían doliendo muchas cosas.
—Quiero disculparme contigo, no debí haber hecho una pregunta tan personal. Lo siento, en serio.
Miré de soslayo a Hazel.
—Está bien, chica pecas. No hay problema.
Medio sonrió.
—Para Sam debió de ser difícil, tenía siete años cuando pasó eso. Debió doverle mucho.
Asentí.
—No quería hablar con nadie. Decía que se sentía solo cuando la realidad era que muchas personas querían estar con él. Sólo habló con Ava —sonreí al recordar ese día. De verdad que esa niña es increíble—. Desde ese día se han vuelto muy unidos.
Ella sonrió con aire ausente.
—Es comprensible que no quisiera hablar con nadie, perder alguien a esa edad es difícil... Sientes que todo tu mundo pierde su color, que ya no será el mismo. Pero siempre llegará esa persona que le devuelva la vida a tu mundo. Ava fue esa persona para Sam —Hazel suspiró, de repente todo el aire había cambiado—. A mí también me hubiera gustado tener a alguien así.
—Um, ¿A qué te refieres?
Acomoda un mechón de su cabello, desviando la mirada al suelo.
—Cuando tenía diez, perdí a mi hermano mayor en un accidente de motocicletas —responde en un murmuro—. Mis padres solían decirle que esas carreras eran peligrosas y aún así él iba a ellas. El día del accidente... hubo un problema en los frenos y... —su voz se apagó. Tomó una respiración profunda—, haberlo perdido fue difícil para todos. Yo admiraba a mi hermano más que a nada y que se haya ido fue un golpe bajo.
Paso mi brazo por sobre los hombros de Hazel y la atraigo hacia mí en un medio abrazo. Aunque no llora a lágrimas, sí percibo que el tema la pone sensible.
Hazel nunca me había hablado mucho de su familia. De hecho, sé muy poco de ellos. Aunque apenas me esté enterado que tenía un hermano mayor, no me hacía sentir mal, todo lo contrario, agradecía que tuviera esa confianza en mí.
—Cuando él se fue, cada quien en mi familia se aisló en su propio mundo. Mis padres en el suyo y yo... en el mío. Fue difícil aceptar que ya no estaba y fue aún más doloroso vivir con ello... —agrega, recostando su cabeza de mi hombro.
Al separarnos, ella limpió las escasas lágrimas que quedaban en sus mejillas.
—Eh, gracias.
Limpio esa última lágrima que corre por su mejilla.
—Sabes que puedes hablar de cualquier cosa conmigo, Hazel. Cualquiera.
En medio de su triste recuerdo, me regala una linda sonrisa sincera. Una que siempre era agradable de ver.
—Lo sé, Aidan, y sabes que es igual conmigo.
Una vez más, en ese momento de los dos en el silencio de la sala de estar, sentí esa sensación de cálida al estar con ella. El contacto visual se alargó más de la cuenta. Tragué saliva al detallar su rostro: al ver esa galaxia pecosa sobre sus pómulos y nariz, al fijarme en los más pequeños detalles de su rostro.
Hasta que ese recorrido terminó en sus labios.
Se veían suaves, rosados y demasiado apetitosos. Mi imaginación voló. Me imaginé dándole un furioso beso sin control, buscando el dominio sobre sus labios.
Mi respiración empezaba a volverse un caos por esa imagen demasiado tentadora ahora.
Oh, mierda, Aidan.
Tragué saliva.
—Creo que... deberíamos ir a... dormir —mi mirada no se apartaba.
Ella asintió aunque no se movió de su lugar.
—Deberíamos.
Mis manos empezaron a picar. Sentí el gran impulso de tomarla por la nuca, acercarla a mí y estampar mis labios contra los suyos.
Joder, controlate Aidan, sino terminarás como la última vez.
¡Venga, no me hagas recordar la última vez en este momento!
—En serio, Hazel, hay que... que... ir a dormir.
Cuando creí que ya mi autocontrol estaba a punto de irse al demonio, Hazel se levantó de su asiento me desordenó el pelo como si yo fuera solo un perrito y se fue por el pasillo hacia la habitación de invitados donde dormiría esta noche.
Pasé mi mano por mi cabello.
—No, Aidan. Solo no pienses en ella como mujer. Es tu amiga, idiota.
La amiga a la que le tienes ganas.
—Solo. Vela. Cómo. Tu. Amiga.
Me dije a mí mismo antes de subir la escaleras he ir a mi habitación.
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Nota de la autora:
¡Primera actualización del 2023 en mis novelas!
¿Qué tal, gente bonita? ¿Cómo recibieron el año nuevo? Espero que bien, con sus familias y una cena abundante.
Aquí estamos con la primera actualización del año y, ¿Qué mejor que sea de nuestro pelirrojo favorito?
Y hablando de nuestro pelirrojo favorito... ¿Qué tal ese final? Aidan, eres todo un caso complicado de entender, vida mía.
Esa tensión... tuvo' fuerte, ¿No? Y Hazel, oh, chequeta, ojalá pudiera darte un abrazo :(
Bueno, ¡Nos veremos pronto en otra actualización! Antes de irme: espero pasen un lindo inicio de año.
Besos y abrazos con torta de Aldana, regalos raros para Sam y tensión entre Aidan y Hazel.
MJ.
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