° Extra II °
Avanzar
Aidan
Observo el panorama detrás de la mesada de la cocina. La sala estaba sola, no veía a nadie en las escaleras, tampoco escuchaba pasos.
Era tremendamente sospechoso.
Subo los antebrazos a la superficie, acomodando mi arma, no me confío de toda esa tranquilidad que abunda por aquí.
—¡Emboscada! —gritaron detrás de mí, asustándome.
Evan y Andy se aparecieron por la puerta de emergencia, bombardeandome con dardos de plástico, huí de la cocina con varios de esos pegados a la espalda he intentando darles a mis amigos.
Di un brinco en el sofá recién traído, ocultándome detrás de él. Espío por encima del espaldar, disparando hacia los chicos en la entrada de la cocina, corrieron a refugiarse en mi viejo escondite.
—¡No se permitían complots! —exclamé desde mi sitio.
—¡La única regla, es que no había reglas! —responde Andy.
Idiota Aidan de hace media hora.
Respiro profundamente para tomar valor y saltar el sofá, disparando como un loco dardos de plástico hacia el escondite de los chicos, ellos logran darme también, llego al pasillo de las habitaciones de esta planta con un resbalón estrepitoso que tuve con la alfombra, (¿Por qué, corazón?) Me quedé echado en el suelo consiguiendo oxígeno he intentando no pensar en las áreas de mi anatomía que ahora dolían.
Un par de rostros cubrieron mi vista del techo.
—Fin del juego, pelirrojo.
Ambos disparan sus últimos dardos, que quedan pegados encima de mis cejas.
—Los odio —mascullo, levantándome y quitando el par de juguetes.
Los chicos se rieron.
—Que gran victoria, amigo —ellos chocan los cinco—, le hemos ganado al rey de la casa.
—Por eso los odio —digo, sobando mi hombro—. ¿Cómo se atreven a ganarme en mi propia casa?
—No seas mal perdedor, Aidan —dijo Evan, poniendo su mano sobre mi hombro adolorido, hice una mueca soltando un quejido bajo—. Deberíamos seguir pasando las cosas, no vaya a ser que...
La puerta se abrió de golpe, seguido de un:
—¡Eh, hombres, gracias por la ayuda! —exclamado por Lyla, que junto a Bea y Hazel traen cajas de cartón.
Las chicas dejan las cosas junto al sofá y se cruzan de brazos al mismo tiempo, todas mirándonos mal.
—Media hora —declara Hazel—, media hora esperando por ustedes, ¿Qué tanto hacían?
—Oh, yo tengo una sospecha —responde Bea, tomando del suelo uno de los dardos plásticos.
Los chicos y yo soltamos un siseo. Hemos sido atrapados.
—¿Acaso se pusieron a jugar con esas pistolas de plástico? —ironiza Bea, dándonos una mirada de total molestia.
Andy resopla, Evan desvía la mirada y se pasa la mano por detrás del cuello, yo observo a los alrededores, silbando.
Las chicas suspiran, sabían la respuesta, era obvia. Aunque, en nuestra defensa, ellas no debieron dejarnos subir solos, ¡Sabían que nos podríamos distraer!
—A veces creo que no es solo Aidan el que tiene TDA —murmura Hazel.
Sí, había sido diagnosticado oficialmente con TDA, trastorno por déficit de atención sin hiperactividad hace al menos un año, debería decir que me causó sorpresa, lo que lo hizo es que fuera TDA y no TDAH, de resto, vivía mi vida como antes, ahora teniendo una explicación de por qué soy como soy.
Es que mis actitudes tenían que tener un por qué más allá de que soy extraño.
—Ahora, niños, ¿Nos van a ayudar a terminar de traer las cosas? —nos pregunta Lyla, usando un tono como si fuéramos críos.
—No nos hables así, no somos niños —le digo.
—Si bajan ahora se ganan una caja de galletas de su elección.
—¡Galletas! —gritamos los tres al unísono como unos completos idiotas.
Lyla alzó una ceja hacia mí, como queriendo decir «¿No que no?» le di una mirada de ojos entrecerrados antes de seguir a mis amigos.
Bajamos al lobby a seguir descargando cajas del camión de mudanzas. Después de mucho esfuerzo duro y una serie de acontecimientos extraños que no creí vivir, había conseguido comprar un apartamento en una gran zona de Holbrook, donde podía andar sin estar usando gorros ni lentes de sol para esconderme.
El trato se cerró hace unos días y apenas hoy es que podemos transportar nuestras cosas, ya que no solo sería una casa para mí, sino también que le había pedido a Hazel que se viniera a vivir conmigo.
El día que le hice esa propuesta estaba en un nivel de nervios en el que nunca he estado, y eso que empecé actuación en el teatro. Temía de una respuesta negativa, pero cuando ella me sonrió con esa dulzura tan característica suya, supe que tendría a la mejor compañera de piso que podría pedir.
Así que aquí estábamos, transportando nuestras cosas a nuestro nuevo hogar. Extrañaré vivir en Ciudad Nevada, pero aquí tenía más oportunidades y me era más fácil cuando me contactaban para una producción.
Lo siento, mamá, tu cría mayor se vuelve a ir del nido.
Le paso una caja a Andy, que luego se la pasa a Evan, la siguiente se la queda él, a mí me tocó la más pesada, estaba seguro que son los libros de Hazel.
Bajé del camión con un salto, mis rodillas temblaron por el peso que cargaba.
—Somos tan idiotas —reconoce Andy entre una risa, dándole al botón de mi piso en el ascensor—. Nos compraron con galletas, ¿Qué edad tenemos? ¿Ocho?
—Pues, que de veinticuatro no parecemos —dije, entrando al ascensor con mis amigos—, ya lo hemos comprobado.
—Pero, hey, galletas son galletas —Evan encoge los hombros—, mientras sean de manzana o chispas de chocolate y menta, no me quejo.
Lo miro de reojo, parecía muy tranquilo.
—Tienes un problema con esos sabores de galletas, Evan.
Mi mejor amigo se encoge de hombros otra vez.
Cómo no podía más por el peso de la caja, (eh, son libros, y aunque aún sigo entrenando con los chicos, hay cosas que pueden más que yo) la dejo en el suelo del ascensor junto a mis pies, me apoyo de la pared metálica con un resoplido, pensando en qué ya tenía hambre y se me apetecía una pizza.
Pizza... eso suena bien, podría ser una buena cena, un par de refrescos y ya estamos. Soy feliz con eso.
—¿Aidan? —me llama Andy
Parpadeo para espabilar.
—¿Eh?
—Sí, TDA lo explica todo —comenta Evan, riendo.
Creo que nadie se sorprendió con mi diagnóstico.
—¿Qué pasa?
—¿Qué tal vas con lo de la propuesta?
—Sí, es cierto —conviene Evan, dejando también la caja en el suelo, Andy lo imita—, ¿Qué tal vas con eso?
Resoplo, pasando mi mano por mi pelo. Seguía siendo el mismo nido pelirrojo de ondas incontrolables, también seguía dándome pereza peinarme, así que públicamente me había ganado el apodo de «el despeinado». No me ofendida, pues sé que sí lo soy.
Recuerdo el objeto que se mantiene oculto dentro del bolsillo de mi chaqueta, lo he estado cargando conmigo desde hace al menos una semana en dónde me he acobardado de hacerle la gran pregunta a mi novia.
Dudo porque de verdad no sé si ella quiera dar ese... enorme paso.
—¿Y si Hazel no está lista? —me sincero con mis amigos—, no quiero presionarla, pero tampoco me gustaría pasar la vergüenza de un «no» rotundo o un «deberíamos esperar»
Se hace un silencio de un minuto en el ascensor, luego, las carcajadas fuertes de mis amigos lo opacan. Les dirijo miradas de ofensa, ¡Me he sincerado con ellos de mi más grande miedo! ¿Y los malditos vienen a reírse? ¿Con qué clase de gente me he juntado?
—¡Por favor, Aidan! —exclamó Andy en medio de una risa—, ¿Cómo va a ser que Hazel te rechace? Está tan tontamente enamorada de ti, algo que sigo sin entender —ruedo los ojos y le hago una mueca discreta—, Hazel se muere por esa propuesta, amigo.
—¿Y tú cómo sabes eso?
—Mi novia es su amiga, y esas tres cotillean mucho mientras yo cuido a Alaia, se escucha mucho desde la habitación de la niña.
Alaia Guillén, sí, como te lo imaginas, es la pequeña niña de un año hija de Andy y Lyla. Su llegada fue toda una sorpresa para nosotros, Andy se desmayó más de una vez, pero sería mentira decir que no es lo mejor que nos pudo pasar. Todos amamos a esa pequeña rubia, y Andy ni que digamos.
Vuelvo a resoplar, pensando en las palabras de mi mejor amigo. Animándome, debía de hacerlo, quería hacerlo, voy a hacerlo.
Asentí para mí mismo, convenciendome.
—Sí, lo voy a hacer.
—Así se habla —me sonríen mis amigos.
No hay más charla porque el ascensor se abre en mi piso, volvemos a tomar las cajas con nuestras cosas para llevarlas a mi morada. Esto me seguía pareciendo de locos, ¿Acaso de verdad me estaba mudando a mi propio apartamento que compartiría con mi novia? La parte afectada de mi cerebro con TDA respondió que sí, y que el lugar estaba muy bonito y espacioso, perfecto para otra ronda de disparos con las pistolas de plástico.
Pasamos el resto de la tarde en bajar las cajas del camión y ayudando a los tipos de mudanzas con los nuevos muebles. Hazel y las chicas no paran de comentar emocionadas sobre cómo podrían decorar el lugar, algo que le dejé a su total decisión, Hazel me conocía, así que sabría qué hacer con este sitio para que los dos estemos cómodos.
Para la hora de la cena, ya teníamos un montón de cajas apiladas en la sala, muebles envueltos en plástico de burbujas y un lugar qué acomodar. Aún faltaban unas cosas por comprar, pero por ahora estábamos yendo bien.
Se cumplió mi deseo de pizza para la cena, los seis nos sentamos alrededor de dos cajas de pizzas familiares en el suelo, contando anécdotas, Andy presumiendo como siempre a Alaia, Hazel hablando sobre su próxima producción, Bea hablando sobre la colaboración con mi cuñado que estaba haciendo para adaptar una de sus historias a una novela gráfica, Lyla y Evan hablando sobre sus pasantías, (próximos trabajos) entre más cosas. Poniéndonos todos al día porque esta es la primera vez que nos vemos desde hace al menos un mes, y resulta ser agradable.
Nada más faltan Camille y Billy, pero esos dos andan muy ocupados en su luna de miel en Francia.
Ya a las ocho treinta nuestros amigos se estaban yendo de nuestro nuevo apartamento, prometiendo volver mañana para seguir ayudándonos.
Hazel y yo nos dejamos caer en el sofá, ella arruyandose a mi costado sigue siendo una de las cosas que más me encantan.
—Entonces, tenemos un nuevo apartamento —digo, mirándola.
—Tienes, Aidan, es tu casa.
—Pero tú vas a vivir aquí conmigo, lo que significa que también es tu casa; entonces, tenemos.
Ella echa un suspiro y sonríe, ladeando la cabeza.
—Mis papás quieren venir a ver el lugar —dijo, empezando a jugar con mi cabello—, están felices por ti.
—Nosotros —le corrijo.
—Por ti, Aidan —se sube a mi regazo, poniendo firmemente las manos sobre mis hombros—, fue tu esfuerzo, conseguiste este lugar con el dinero que tú ganaste. Sé que quieres que me sienta en casa, y lo hago, solo te estoy dando el crédito que te mereces.
Dejo ir una lenta respiración por la nariz, afianzando mis manos sobre su cintura, colandolas por debajo de su camisa para tocar su piel caliente, también seguía siendo de mis cosas favoritas. Formo una sonrisa de lado, mirando a mi novia.
—Maldición, ¿Cómo puede ser que me enamore más de ti?
Ella se ríe, entrelazando las manos detrás de mi cabeza.
—¿Tal vez de la misma forma en que yo lo hago de ti? —aproxima su rostro al mío, rozando nuestras narices, su respiración choca con la mía—, ¿O tal vez que mi brujería aún siga surtiendo efecto?
—Eso puede ser —voy subiendo las manos debajo de su camisa dando caricias a su espalda, ella deja ir un suspiro entrecortado—, explicaría mucho de porque pienso que daría todo por ti —alcanzo el broche de su sujetador, ladeo la cabeza, empezando a dar besos en su pecosa mejilla—, de porque quiero incluirte en cada aspecto de mi vida —Hazel emite el sonido más exitante de todos—, y de porqué te amo de forma incondicional, que hasta sería capaz de recibir una bala por ti.
El ambiente a nuestro alrededor no solo se torna sexual si no también romántico. Ella era el epicentro de todos mis deseos, y no solo del carácter físico, si no también del sentimental, si por mi fuera, podría pasar mi vida entera junto a ella, vivir mil experiencia juntos, tener un amanecer a su lado al igual que un anochecer. Incluso a veces se me pasa por la cabeza en los momentos donde ando vagando por la nubes eso de algún día tener críos juntos, quizá es una completa locura, pero cuando la veo cargando a Alaia o los días donde Andy nos pide cuidarla, me la imagino demasiado bien con un bebé parecido a nosotros.
Una idea loquísima que demuestra lo chalado que estoy por esta mujer, porque aunque yo no soy tan fan de los niños, me encantaría algún día tener uno con ella.
Comparando eso con la idea del matrimonio y la vida juntos que me imagino... sí, estoy hasta los hígados por ella.
La ropa justo ahora empieza a molestarnos bastante, Hazel se saca su sobrecamisa blanca, quedándose con la de tirantes y un brassier suelto que ansío sacar. Me desponjo de mi chaqueta, echándola a un lado, un gruñido que viene desde lo más profundo de mi garganta se escapa cuando mi novia empieza a moverse en círculos sobre mi regazo a la par que escurre las manos por debajo de mi camiseta.
Por un momento solo fui capaz de echar la cabeza hacia atrás, disfrutando de como ella se hacía conmigo. No me importa que Hazel empiece a llevar el control, eso solo me volvía más loco.
La dejo hacer conmigo lo que quiera, consigue sacarme la camisa, Hazel comienza a tocarme de tal manera que consigue que experimente más placer. Debería hacer lo mismo con ella, pero mi cerebro estaba demasiado nublado por la lujuria del momento y con los pensamientos cachondos de todo lo que le querría hacer después.
Su nombre abandona mis labios más de una vez cuando se centra en atacar mi cuello con débiles besos. Volteo la cabeza, encontrándome con mi chaqueta y en el bolsillo medio se veía la pequeña caja de terciopelo.
Mi cerebro se recompuso un poco del estado lujurioso, era tentando a volver porque Hazel sigue haciendo de lo suyo y es bastante difícil resistirse, más cuando ella no deja de moverse sobre mi regazo ni de emitir gemidos que incluyen mi nombre. Y demonios, eso es bastante exitante y difícil de ignorar.
—¿Haz? —consigo decir en medio de un jadeo, uno que se alarga un poco de más cuando siento sus labios bajar de mi cuello a mi pecho.
Ay, joder.
—¿Mmm? —responde, muy concentrada en su tarea.
No consigo formular bien lo que quiero decir, no solo por los nervios que están detrás de la exitación, también porque ella no para de besarme ni de tocarme, ¿Cómo quieres que me concentre si está en ese plan?
Veo a mi chaqueta, la cajita aún se asoma por el bolsillo.
—Haz... tú... joder —se me escapa eso último, ella empezó a dar brincos que opacaron a mi razonamiento, ahora solo podía pensar en ella sin ropa brincando encima de mí.
Necesito concentrarme, necesito concentrarme, necesito concentrarme.
—Tócame, Aidan —murmura a mi oído, paso saliva con dificultad.
Agarra mis manos, que se han mantenido empuñadas a mis costados intentando mantener la fallida concentración y las lleva hacia sus piernas descubiertas gracias al short de jean que lleva puesto.
Le detallo el rostro sonrojado, las pecas más prominentes, sus labios color cereza que se muerde exitada, los mechones de pelo corto que le caen a los lados de la cara, la larga coleta de cabello que se mueve de un lado a otro como un reloj debido a sus movimientos.
La sensación de que este deseo intenso no lo conseguiría experimentar con nadie más, y que esto es lo que quiero para mi vida entera aparece en mi pecho. Sentir no solo un deseo físico por alguien, sino también que después del acto poder acurrucarnos y dormitar juntos, despertar a la mañana siguiente y verla durmiendo en mi pecho, sentir que eso es todo lo que necesito para ser feliz en la vida.
Ese sentimiento no me abandona, y es lo que me da la concentración suficiente para hacer la gran pregunta:
—Haz... tú... ¿Te quieres casar conmigo? —es un milagro que ningún jadeo se haya interponido en mi pregunta.
La sorpresa se va apoderando de su rostro aún sonrojado, deja de moverse lo que le agradezco y me quejo en partes iguales, su pecho no para de subir y bajar jadeante.
—¿Qué?
Asentí, humedeciendo mis labios.
—Haz, ¿Te quieres casar conmigo?
Me mira incrédula los minutos más largos de toda mi vida, y eso que estuve en la sala de partos cuando nació Alaia porque Andy se desmayó. Sentí exactamente lo mismo que ese día, una tensión increíble esperando a saber qué pasará después, «¿Ella no va a llorar?» Es reemplazado por «¿Me rechazará?»
Hasta que por fin hace algo: sonríe, forma una gran sonrisa dulce y emocionada empezando a asentir, Hazel me toma de las mejillas dejando un montón de besos por mi rostro que finalizan en mis labios, no es un beso húmedo que puede volver a la situación anterior, es algo más como amoroso y acaramelado, digno del momento.
—¡Claro que acepto casarme contigo, insoportable pelirrojo! —responde, totalmente emocionada.
Tomo la cajita de mi chaqueta, mostrándole el anillo. El diamante central en forma de corazón parece brillar a la luz de nuestra sala.
Le pongo la sortija con manos temblorosas, no hay razón para estar nervioso, ¡Me ha dicho que sí! Supongo que como la lujuria se a tomado un descanso, los nervios ahora sí podían aparecerse.
Hazel admira el nuevo decorativo en su mano sin perder su sonrisa, pasa a verme con la mirada iluminada.
—Así que el chico que no quería más relaciones se va a casar.
Meneo la cabeza, riendo, siempre hace esa broma.
—El chico ya no es un chico, es un hombre que conoció al amor de su vida y no quiere perder la oportunidad de pasar el resto de su existencia junto a ella.
—Ella tampoco quiere perder la oportunidad de estar junto a él —junta nuestras frentes—. Te amo, insoportable pelirrojo.
—Yo también te amo, chica pecas.
-
A la mañana siguiente, después de una intensa noche donde nos estrenamos el sofá y la cama de nuestra habitación, desayunábamos un nutritivo cereal con leche ya que aún no terminamos de amueblar nuestra cocina.
Estábamos charlando entre la comida sentados en la barra cuando a mi laptop entra una videollamada de mi madre.
—¡Hola! —saluda con su ánimo de siempre y regalandonos una resplandeciente sonrisa.
—Hola, mamá.
—Hola, señora Aldana.
—¿Cómo están, chicos? ¿Qué tal el nuevo apartamento?
—Todo genial, aún tenemos que acomodar y amueblar.
—También comprar algunas cosas —agrega Hazel.
—Sí, eso también, pero ahora estamos bien, los chicos hoy vienen a ayudarnos.
—Como me encantaría ir a verlos y poder ayudarles también.
—No te preocupes, mamá, cuando esté todo listo, haremos una pequeña reunión y así podrías venir a ver cómo quedó todo.
—Aún así...
—Hey, de que vienes a ver el apartamento, lo vienes a ver.
Mamá vuelve a formar su sonrisa, solo que no tan brillante como la que hizo cuando contesté.
—Vale, cielo, espero y eso sea pronto.
—Espero eso también —veo detrás de ella, estaba en la sala de la casa, muy solitaria a mi parecer—. ¿Dónde están...?
Dejo la pregunta al aire cuando del lado de mi madre se oyen risitas infantiles seguido de un:
—¡Te atrapé! —Sam, mi hermano de ahora catorce años aparece detrás del sofá donde mamá está sentada, alzando a la pequeña de tres años que no para de reírse—. Eres astuta para ser tan pequeña, eh.
Ella sigue riéndose.
—Hey, Sam, mira quién está en llamada —le dice mamá.
Mi hermano voltea a verla, encontrándose con nosotros en videollamada, le hago un gesto de saludo.
—¡Eh, Dan!
—¡Dan! —chilla la pequeña.
Ellos se apretujan junto a mamá, ambos sonriendo, ellos dos comparten la misma sonrisa, una que evidentemente heredaron de nuestra madre.
—Hola, Sakari —le saludo—, ¿Cómo estás, chiquita?
—¡Supeee! —responde, mostrando sus dientecitos en una sonrisa.
Sakari Amadahy es la otra inesperada bebé que llegó a nuestras vidas hace ya tres años. Es el producto de la relación que mamá aún mantiene con Chris, que ahora es su marido, por lo que actualmente es la señora Seavey. Ellos se casaron después de un año de relación, al poco tiempo se enteraron de la existencia de Sakari, y aunque no estaba en los planes, todos estamos encantados con la bebé.
Y es que ella es toda una monada, tiene los ojos verdes de mamá, la muy afortunada, y un cabello castaño anaranjado que me recuerda al de Lyla, también tiene pecas, lo que es extraño pero a Sam le gusta bromear que las sacó de él, también una actitud que me recuerda muchísimo a mi hermano cuando tenía su edad. Tuve la suerte (¿o desgracia?) De estar sus primeros tres años en casa ya que me mudé ese tiempo con mamá mientras ahorraba para el apartamento, pasé noches enteras sin dormir, cambié pañales y tuve vómito de bebé encima, pero también pasé buenos momentos, pude escuchar sus primeras palabras y estar presente cuando dió sus primeros pasos, así que eso valió la pena.
Podrá ser masoquista, pero si tuviera la oportunidad de volver a los días donde apenas era una bebé de semanas de nacida, no dudaría en hacerlo.
—¿Qué tal tú, Nano? ¿Cómo vas en la prepa?
Sam resopló.
—Es duro, pero yo puedo con ello.
—Claro que sí, si eres un nerd.
Mi hermano se ríe y niega con la cabeza, aunque sabe que tengo razón.
—¿Y Chris, mamá?
—¡Tabajando! —responde Sakari—, papi tabaja.
—Le das mis saludos a tu papá, ¿Si?
—¡Shiii!
Aw, basta, ella es muy tierna.
Recibo un golpecito en el brazo por parte de Hazel, al verla, ella dirige su mirada con discreción a la mano donde está el anillo de compromiso, entendí lo que quería hacer.
Después de todo, tenía que decirle a mamá el gran suceso de anoche, sin tantos detalles, claro, porque sino ella haría una visita especial a la ciudad solo para jalarme las orejas.
—Oye, mamá... Hazel y yo —le tomo la mano—, tenemos algo que decirte, algo importante.
—Uh, ¿Vale? ¿Y eso qué es, cielo?
Todos por aquel lado parecen intrigados, incluso mi hermanita, Sam tiene el ceño fruncido y una mirada escrutadora, como si fuera a averiguar algo con una pantalla de por medio.
«Es capaz —dijo la voz del déficit de atención—, es inteligente»
Hice mi mayor esfuerzo por no darle cuerda a ese pensamiento.
Veo a Hazel, buscando apoyo de su parte, me sonríe y asiente con la cabeza, dando un apretón a nuestras manos entrelazadas.
—Bueno... —levanto nuestras manos, dejando a la vista el anillo—, le pedí matrimonio a Hazel.
—¡No inventes! —exclamó mi hermano, descolocado.
—¡Dindo anilo! —dice Sakari por su parte.
Mamá tiene una mueca incrédula que poco a poco se transforma en una sonrisa de completa felicidad.
—¡Felicidades, mis niños! —se inclina para ver la sortija—. ¿Por eso esas charlas misteriosas con Chris, Aidan?
—Tal vez...
—Estoy muy feliz por ustedes, chicos, por lo que están construyendo juntos. Felicidades.
—¡Eh, que yo quiero ser padrino de bodas! —dijo mi hermano.
—¿Y lo dudas?
Sam se ríe.
—Jo, felicidades, hermano. Esto es loquísimo, pero estoy muy feliz por ti.
—Gracias, Nano.
—Felicita a Dan, Sakari —le insita mamá a la niña.
—¡Feliz Dan!
—Gracias, chiquita.
Hablamos el resto del desayuno con mi familia, hay unas cuantas felicitaciones más y promesas mías de mandar fotos del proceso de decoración del apartamento. Colgamos un rato después cuando mi hermano ya se estaba yendo a clases y mamá iba a ir a la pastelería, lugar al que a mí hermanita le encanta ir.
Cierro la pantalla de mi laptop, girando en el banco al igual que Hazel.
—Entonces ahora no solo hay que ordenar el apartamento, sino también una boda —digo.
—Un compromiso no tiene fecha límite, Aidan, así que podemos tomarnos un tiempo para pensar todo bien.
—Pero yo quiero que sea lo más pronto posible.
—No seas un desesperado, insoportable pelirrojo —ella rueda los ojos con diversión.
—Disculpa por querer casarme con el amor de mi vida.
Se acerca a dejar un casto beso en mis labios que sabe a cereal.
—Entonces, si quieres una boda pronto, no te distraigas jugando con pistolas de plástico —se baja del banco de un salto.
—Oye, tengo déficit de atención, pedirme que no me distraiga es casi imposible.
—Entonces, retrasamos la boda —ella va a dejar los dos tazones dónde estuvo nuestro desayuno al fregadero como una modelo desfilando por la pasarela.
—Vale —bajo de la silla, yendo con ella, le doy un abrazo por detrás y dejo un beso en su mejilla—, lo que usted ordene, futura señora López.
—Ahora, venga, ayúdame aquí y arreglemos un poco antes de que lleguen los chicos.
Le ayudo con los escasos platos sucios, luego a acomodar y sacar muebles de los plásticos de burbujas. Serán días ocupados, tal vez meses ahora con este compromiso, no me arrepentiría de nada.
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