° Epílogo °

South Holbrook - vacaciones de verano

Me tumbé al lado de Hazel en la cama, nuestras respiraciones agitadas se escuchan por la habitación, por todos lados oía los latidos acelerados de mi corazón.

Giré la cabeza a verla, sus mejillas estaban sonrojadas y sus labios ahora color cereza tenían una sonrisa satisfecha en ellos. Ella me miró y los dos nos echamos una risa corta como un par de niños.

Atraigo a Hazel hacia mí para luego cubrirnos con una frazada. Ella se recostó de mi hombro, pasando su brazo sobre mi abdomen, mi mano por sí sola se apoya sobre su cintura y, como siempre, empezó a dar caricias leves a su piel.

—Sin ofender, corazón, pero me gusta demasiado que tus padres no estén aquí.

Ella soltó otra risita, acomodándose en su lugar entre mis brazos para verme a los ojos.

—No sé si está bien de mi parte decir esto, pero también me gusta que se hayan ido de vacaciones a Florida.

—Aún no me creo que los hayas logrado convencer para dejarnos pasar una semana aquí con los chicos.

Encogió los hombros ligeramente.

—No fue tan difícil, solo no quería que destruyeramos nada.

—¿Tu cama entra en eso?

Me dió un manotazo divertido en el pecho.

La vuelvo atraer hacia hasta dejarla en su antigua posición.

—Creo que estas han sido las mejores vacaciones que he tenido.

Charlamos un poco más hasta que sentí como la respiración de Hazel se volvió más tranquila, dándome la señal de que se había quedado dormida.

Decidimos que pasar al menos una semana de nuestras vacaciones de verano en la casa de los padres de Hazel era algo necesario. Los chicos tenían que conocer este palacio y la increíble playa en el fondo. Para mi novia no fue tan difícil convencer a sus padres para que nos dejaran quedarnos aquí una semana, con la condición de no destruir nada y no hacer fiestas máximas.

Igual no conocíamos a nadie por estos lados como para hacer una.

Ya llevábamos tres días aquí, los padres de Hazel habían decidido ir a vacacionar a Florida, conocer nuevos lugares y cambiar un poco la rutina, mientras que Eleanor se fue a visitar a su familia en Australia.

En los tres días que llevamos aquí habíamos ido al centro comercial, a comer helado, ir al parque y claro que también a la playa... Nos la hemos pasado bien turisteando un poco este lado de la ciudad.

Y como sus padres no están presentes, Hazel y yo habíamos tomado su habitación, Evan y Bea la habitación dónde yo había pasado media noche cuando vinimos para el cumpleaños de mi novia, Camille y Billy otra de las habitaciones del piso de abajo y Andy y Lyla la que está al final del pasillo.

No han sido unos malos días, pasar el rato aquí con mis amigos entra en las mejores experiencias que he vivido.

Poco rato después mis párpados empezaron a pesarme, lentamente dejé las caricias a la cintura de Hazel para así caer en un sueño profundo con ella entre mis brazos.

-

A la mañana siguiente, no sentí a mi novia junto a mí.

Al despertar, por instinto llevé mi brazo a mi lado, pero no encontré el cuerpo de Hazel dormido.

Estaba vacío.

Tallé mis ojos y bostecé para despertar, medio consiguiendolo, aún tenía sueño. Encontré los pantalones de mi pijama en el suelo y me los puse. Bajé las escaleras al escuchar el ruido de risas femeninas.

—Oh, miren, el primer hombre que despierta —oí que dijo la voz de Camille desde la cocina.

Fui hacia esa dirección, notando que solo estaban las chicas cocinando no sé qué cosa para desayunar.

—Buenos días —saludo a medio bostezo.

—Buenos días, Ai —responde Bea.

Otra cosa que hice por instinto: ir hacia Hazel y dejar un beso en su mejilla.

Las chicas nos miraron con sonrisas.

—Miren, el segundo, tercero y cuarto reanimado —Camille comenta nuevamente.

Por las escaleras apareció Andy, con el pelo rubio todo desordenado y cara de sueño, por el pasillo bajo las escaleras salieron Evan y Billy. El primero con la camisa del pijama al revés y ojeras. El segundo con el pantalón de pijama y con el torso desnudo, también tenía una cara de sueño tremendo.

—Buenos días —saludaron al unísono.

Y todos nos reímos al verlos bostezar al mismo tiempo.

No pasé por alto en que Billy tiene algo extraño en el cuello, el tipo es de tez bastante blanca, no al nivel de Evan (que está a mitad de camino entre ser pálido y sonrosado) pero sí lo suficientemente blanca como para que aquello no pase desapercibido. Es un hematoma que está rojizo, un... claro, chupón.

—Vale, vale, ya sabemos que hicieron un par por aquí anoche —señalo con tono bromista, recostándome de la barra.

Todos se miraron confundidos, buscando quien era el receptor de mi broma, la búsqueda se detuvo cuando todas la miradas se pararon en el chupetón que tiene Billy en el cuello.

—¿Qué? —inquiere él—. ¿Qué tengo?

—¿Acaso no te has visto el cuello? —se rió Evan.

Billy frunció más el entrecejo.

Hazel señala hacia la sala.

—Por allá hay uno.

Dándonos una mirada confundida a todos, salió de la cocina a la sala, no pasaron ni diez segundos cuando lo escuchamos exclamar.

—¡Hala!

Volvió a aparecerse en la entrada de la cocina, dirigiendole una mirada totalmente incrédula a su novia, una que sonrió culpable. 

Todos observamos divertidos a Camille.

—Eh... ¿Grrrr?

Silencio sepulcral.

Solo que nadie lo soportó, los primeros ruidos de una risa contenida vinieron de mí, luego de Bea, hasta que no me aguanté más y dejé ir la carcajada, haciendo que los chicos se sumen.

Luego de arreglarnos, comimos del desayuno que habían preparado las chicas, que había sido panqueques con miel de Maple. Luego de la comida, las chicas dijeron que nosotros teníamos que lavar los platos, nos quejamos, ellas insistieron, nosotros nos quejamos otra vez.

Pero al final, nosotros terminamos haciendo la labor.

A veces odio lo astutas que son.

La mañana la pasamos viendo televisión, pero ninguno se ponía de acuerdo en qué programa dejar, hasta que Hazel se apoderó del control y puso una película de romance.

Los chicos nos quejamos. Bueno, los chicos y Bea.

Ella aún seguía sin tener un gusto poco femenino con respecto a las películas.

El Stand De Los Besos —citó el título—. ¿Por qué mejor no After? Me encanta como Hardin apuesta a Tessa como si fuera un objeto —agrega con sarcasmo.

Todas las chicas la miran con mala cara.

—¿Qué? ¡Pero si he dicho que me encanta!

—Claro, pasemos del sarcasmo, ¿No? —ironiza Lyla.

—Este tipo de películas de romance están sobrevaloradas, hay mejores géneros en el cine.

Oh, ahora las chicas querían matarla.

—Bea, solo cállate —le exige Camille—, por favor.

—Pero... —intenta decir mi mejor amiga.

—Solo hazlo —sentencia Lyla.

Ella resopla cruzando los brazos y echándose hacia atrás hasta apoyarse del espaldar del sofá.

—Aún no entiendo qué manía con eso.

Antes de que las otras tres chicas intentaran matar a mi mejor amiga, Evan y yo nos sentamos a cada uno de sus lados, protegiéndola. Bea no se callaba cuando le convenía.

Al final, las demás chicas vieron la película, los chicos estuvieron entre aquí y allá con la trama y Bea estuvo sumida en su celular casi una hora entera.

Vinieron apagando la televisión después de créditos.

—Pregunta hipotética —dije, llamando la atención—. Cuando se estrene la serie, ¿No la verás? —le pregunté directamente a Bea.

Sabía que Bea soportaba poco las películas de romance, muy pocas historias le llaman la atención, Evan puede soportarlas y quizá verlas si le parecían interesantes, pero Bea... era un caso serio, era tan terca como una mula, lograr que vea una película romántica es tan difícil como para Evan las matemáticas.

Se encogió de hombros.

—No lo sé, depende qué tan buena sea.

—Oye, quiero una respuesta sencilla, ¿Si o no? —insistí.

—Un no lo sé, Aidan. Tendría que ver si me gusta, si me atrapa la trama.

—No aceptaré eso como respuesta —me negué—. Tú más que nadie debería verla.

Miré a Hazel, Evan y Andy.

—Y ustedes, claro —agregué antes de que me llovieran los golpes—, que si no la ves por cuenta propia, te amarraré a una silla y te obligaré a hacerlo, gnomo de jardín.

Puso los ojos en blanco, tenía una sonrisita en los labios. Bea estaba fastidiada, pero era algo más como divertido, nada aún tan serio.

—Sabes que odio que me llames así, tonto —me dió un ligero manotazo con el dorso de su mano.

—Pero no te molesta que Evan te llame «Pulgarcita», ¿O si?

Sus mejillas morenas cobraron un tono rojo.

—Oh, como te odio —masculló entre dientes.

—Yo también te amo, Bea —le sonreí de labios cerrados, recostando un segundo mi cabeza de su hombro.

Los demás ven divertidos nuestra pequeña escena. Es divertido meterse con Bea, hacerla molestar es una cosa tan fácil y le da pinta de un gatito molesto. Claro que no quieres llegar al límite de cuánto te golpea o lanza un zapato, porque de verdad tiene fuerza y puntería.

—Pelirrojo idiota —le oí decir, medio segundo después me apartó.

Cómo los tres últimos días hemos estado saliendo mucho, hoy decidimos quedarnos en la casa, jugar algunos juegos de mesa o simplemente hacer nada. Estuve hablando con mi madre y hermano un rato dónde más de una vez Sam me regañó por no haberlo traído a la playa conmigo, y aunque le expliqué que nos estábamos alojando en la casa de mis suegros, mi hermano terco y molesto no le entendió.

Igual su drama es inútil porque tengo entendido que Chris está planeando un viaje sorpresa para él hacia acá. Sam nunca a ido a la playa, por lo que el novio de mamá le quiere hacer ese regalo.

Ya a eso de las cinco de la tarde bajamos a la playa, a esa hora está algo más vacía de lo normal, el cielo se empieza a motear de un color naranja y rosa.

—¡A qué no me alcanzas! —Hazel grita sobre la brisa antes de echarse a correr.

Yo fui detrás de ella entre risas.

A unos seis metros de mí ella se detuvo para sacarse la camisa que lleva puesta, dejando ver la parte superior de su bikini y la bonita cintura a la que tanto me gusta darle caricias a la hora de dormir. Lanzó la prenda en mi dirección.

La atrapé al aire.

—¿Tan rápido desvistiéndote?

Suelta una risita que bien pudo haber sido o divertida o traviesa, mi cerebro tomó la segunda opción. Sin quitarme la mirada de encima, ella baja sus shorts de jean.

—¡Tarán! —hace manos de jazz.

De verdad que ese traje de baño le queda increíble.

Termino con la distancia que hay entre nosotros, mi brazo rodea su cintura, teniendo un contacto más directo con la piel suave y caliente.

—¿Acaso estás provocándome?

Se hizo la pensativa.

—Puede ser... —responde con tono juguetón, siento como juega con mi cabello.

—No sabes lo mucho que me encantaría quitarte ese traje de baño, por muy lindo que se te vea.

—Gracias, pero no gracias, mejor no repitamos experiencias, tuve arena en lugares demasiado incómodos.

Oh, la experiencia del lunes. ¿Cómo olvidarla?

—Fue interesante, y divertido —sonrío como niño al recordar lo que pasó.

—He incómodo —agrega.

—Yo no tenía tanta arena.

—Claro, ¿Cómo la tendrías? Era yo la de abajo —recibí un golpecito en el pecho que me hizo reír.

—La verdad que no tengo problema en serlo yo —murmuré contra sus labios.

Sin esperar una respuesta de su parte, la besé. Me encanta hacerlo, no podría cansarme nunca de probar sus labios, de sentir sus besos, de tocar su piel y cada parte de su cuerpo.

Sencillamente no me cansaría nunca de ella, y si lo hiciera, ¿Qué demonios estaría ocurriendo conmigo? Entre mis brazos tengo a la mujer más increíble que he conocido, una amiga, una compañera, una amante y la mejor novia que he tenido entre una larga y mala lista de novias.

Estar con ella, tener una relación con ella, es lo más... jodidamente increíble que me a pasado, por muy exagerado que suene. Tener todo eso en una sola persona no es algo que se ve todo el tiempo, ¿Para qué quería buscar a alguien más? Con ella me bastaba. A las personas correctas no se les debe dejar ir, el click es único, y nunca deberías dejar ir a tu click.

Y seré un total idiota seguramente con déficit de atención, pero en lo único que no quiero volver a ser un tonto es con ella.

Al separarnos, sus labios exhiben esa sonrisa suya tan única que amo con locura.

—Recuerda esto, ¿Si? —ella asintió—. Siempre serás tú, no importa el tiempo que pase. A mi Solo Me Importas Tú, Hazel. Y siempre será así.

Sus ojos marrones brillan de emoción y amor, algo que de seguro también está en los míos. 

Y con la sonrisa más tierna dijo:

—Te amo, Aidan.

Y volvió a juntar nuestros labios.

• ° Fin ° •

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