° Cuarenta y uno °
El domingo por la noche de ese fin de semana, Aidan me propuso ver una película en su apartamento aprovechando la ocasión de que Evan saldría con Bea, (una salida romántica, según mi amiga) y también que su rodaje de ese día con Austin, el actor de Ezra, había terminado temprano.
Se supone que no podía porque debía de empezar una investigación extensa para una de mis clases, pero solo no pude negarme cuando puso su tonta carita de perrito a la que soy incapaz de decirle que no.
No me culpen, es demasiado difícil negarle algo a Aidan cuando pone esa cara. Bea me comentó que la hace desde siempre, que es su as bajo la manga para conseguir cosas y que siempre tiene el mismo efecto
Y por no saber decirle que no a esa carita, estábamos aquí, en su apartamento en la residencia, viendo una película de Marvel.
—Mi favorita es Age Of Ultron —dijo Aidan, tomando asiento la plaza a mi lado en el sofá y comiendo un puñado de palomitas—, me gusta la aparición de Elizabeth Olsen y Aaron Taylor-Jhonson.
—A mí también me gusta —reconocí—, pero de todas mi favorita es Civil War. La pelea entre todos en el aeropuerto es genial.
—Es de las más épicas.
Durante la película debatimos un poco sobre cuáles son nuestras películas favoritas de la franquicia y los actores que más nos gustaban. No me sorprendió cuando Aidan dijo Elizabeth Olsen, estoy conciente que uno de sus personajes favoritos es la bruja escarlata. Y de igual manera a él no le resultó tan impactante cuando dije que Sebastian Stan, (¿Qué? El soldado del invierno es cool) aunque en algo los dos estuvimos de acuerdo: Robert Downey Jr era el mejor actor de todos.
—Me gustó en Sherlock Holmes —opina Aidan—, el acento británico le salió bien.
—A mí me gustó en Wonder Boys —Aidan alza una ceja, sorprendido, incluso desorbitó un poco los ojos—, ¿Qué? Es una película interesante, además, Things Have Changed es un buen tema de Bob Dylan.
—Vale, yo no juzgo, eh —alza ambas manos, riendo—. Cada quien con sus gustos.
Puse los ojos en blanco y sacudí la cabeza. No es que Wonder Boys sea mi película favorita de Robert Downey Jr, solo me pareció interesante verlo en ese papel cuando estaba acostumbrada al excéntrico de Tony Stark.
Le robo un puñado de palomitas de su tazón y observo la pantalla, habíamos decidido ver la principal de Los Vengadores, y justo estaba en la escena donde se juntan por primera vez Iron Man, Thor y el Capitán América.
Aún esas películas siguen dándome la misma emoción que generaron en una Hazel de doce años, seguía teniendo la ilusión de que un día yo podría hacer eso, actuar en grandes producciones de acción con actores reconocidos mundialmente, con mis ídolos.
—¿Sabes? Me gusta soñar con que un día podría conocerlo y actuar en una película con él. Sería...—sonrío, imaginando cómo sería ese momento de mi vida por muy tonto que sea—, como mi mayor sueño hecho realidad.
—Lo lograrás, Hazel. Lo sé.
Miro a Aidan sin perder la sonrisa, me como otra palomita.
—Tú también un día podrás actuar con Adam Sandler —le di un ligero codazo en broma.
Aidan exagera un suspiro soñador, dejando caer sus hombros.
—Que los dioses te escuche. ¿Te imaginas? Yo actuando junto a mí actor de comedia favorito —resopla como incrédulo—. Maldición, sería mi mayor sueño hecho realidad.
Suelto una risita, acomodandome para estar más cerca de él y poder recostar mi cabeza de su hombro. Esa acción de mi parte a Aidan le pareció buenísima.
—Lo lograrás, ya estás empezando con algo en el mundo de la actuación —le animo—, y si no es con Adam, será con Kevin James, pero de qué actúas con tu ídolo, actúas con tu ídolo.
Cierro los ojos, disfrutando la sensación que dejó después de dar un beso sobre mi cabello. Aunque fueron unos cortos segundos, resultaron ser muy agradables. Me gusta su versión dulce y cursi.
—¿Qué clase de gran acción tuve hacer para poder estar con alguien tan sensacional como tú? —se cuestiona, manteniendo su rostro muy cerca del mío.
—No lo sé, quizá fue algo que hiciste en tu vida pasada.
Ladea una sonrisa, pasando su brazo sobre mis hombros, dejó un mechón de mi cabello tras mi oreja y acarició mi pómulo derecho.
—Lo que sea que fuere, me alegra haberlo hecho porque así puedo ser yo quien disfrute de ti en esta vida.
Eso aceleró a mi torpe corazón que estaba como un borrico por este chico. Así que con una mano en su mejilla, atraje a Aidan hacia mí para dejar un casto beso sobre sus labios.
No sé quién tenía la sonrisa más grande, si él o yo.
Definitivamente nunca deberíamos decir nunca, porque de tantas veces que nos reímos de nuestros amigos por sus sugerencias de que deberíamos salir, ahora sentíamos algo muy fuerte por el otro.
Y lo más cumbre, no me arrepentía de nada.
—Nuestro karma nos llegó —digo, alejándome.
Aidan se ríe, sabiendo de lo que hablo.
—Me gusta mi karma, entonces —deja una rápida presión sobre mis labios antes de centrarse una vez más en la película.
Me acurruco a su lado, pasando mi brazo por su torso y apoyando la mejilla en medio de su hombro y pecho. No pasé por alto que el latir de su corazón es ligeramente acelerado, aunque él parece bastante tranquilo, quizá igual tiene la misma reacción que el mío: emocionarse por la cercanía del otro.
—Tienes el corazón acelerado —murmuro.
Su pecho vibra en una risa.
—¿Y te dignas a preguntar? —ironiza, suelta otra risa—. Ay, chica pecas.
Le di un golpecito en el brazo, nada muy fuerte, por lo que él volvió a reírse de mí y apretujarme más a su lado, si es que eso era posible.
-
Hacía unas dos semanas que no veía a Ean, según porque estaba ocupado en clases, y para ser honesta, le había extrañado un poco.
—¡Ean! —exclamo emocionada apenas lo veo.
—¡Haz! —dijo de vuelta, con el mismo tono que yo.
Al estar ambos de frente le di un fuerte abrazo que incluso lo hizo quejarse un poco por mi fuerza. En serio que lo había echado de menos en estas semanas de ocupaciones, fue raro lo que «pasó» entre nosotros, sin embargo, antes de eso, era mi amigo, y quería mantener su amistad.
—¿Cómo estás? —pregunta él cuando nos separamos.
—Muy bien, ya sin tantos asuntos, ¿Tú qué tal estás?
Se encoge de hombros, con aire divertido.
—Todo sigue igual, nada a cambiado. Solo tengo más proyectos que entregar y un estrés por el que vivir —respondió.
Su respuesta me hizo reír.
—Venga, Ean, algo interesante te debió de haber pasado en estas últimas semanas que no hablamos.
—Te juro que nada interesante pasó —lo seguí viendo insistente—. Bien, bien, me rindo. Te lo diré.
—¿Qué pasó? —inquiero, llevándolo conmigo para sentarnos al borde de la fuente.
Ean resopla, estirando las piernas sobre la gravilla, tamborilea los dedos sobre su regazo.
—Bueno, en primer lugar, conseguí obtener una de las mejores calificaciones de mi clase, nada interesante.
—¿Nada interesante? Ean, dioses, eso es muy bueno. Felicidades, amigo, en serio.
Le restó importancia con un gesto.
—Desestimas mucho tu propio logro —señalo—. Dijiste que «en primer lugar» ¿Hay un segundo lugar?
Noté que mi pregunta lo puso medio nervioso.
—¿Qué me ocultas, Ean Altmann? —le piqué una costilla con mi dedo.
Se sobresaltó, también se tomó el área picada para después echarse una risita aguda.
Sí, definitivamente está nervioso.
—Puede que... quizá tal vez, en esta última semana... —se pasa una mano por la nuca—, haya conocido a una chica...
—¡¿Qué?! —exclamé, levantándome de golpe.
Ean me mira, aún nervioso, una sonrisita forzada se forma en sus labios.
—¿Tal vez?
Parpadeo, incrédula.
No es que me moleste, para nada, no soy tan egoísta como para cabrearme porque él esté conociendo otra chica. Felicidades para él, se lo merece. Ean tiene un corazón muy lindo y es una persona increíble, la chica que a de estar conociendo se ganó un buen partido.
—Vaya... es... ¡Guao! —vuelvo a sentarme—, ¿Y quién es esta chica?
—Oh, debes de conocerla, está en tu facultad, se llama Savannah.
—¡¿Qué?! —volví a estar de pie, ahora sí bien impactada.
¡¿Ean y Savannah?! ¡¿En qué momento?!
Por otro lado... eso explicaría bien porque las veces que he visto a la rubia está muy sonriente al teléfono.
—¿Cómo...? En qué... ¿Cómo es que...?
Él suelta una risita, encoge los hombros.
—No lo sé, la ví un día en el MediaLuna Café, empezamos a hablar y... está pasando algo —le sigo mirando incrédula, no conseguía procesar todo esto—. Dejemos de hablar de mí, por favor. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo van las cosas con tu chico?
Me tomó un minuto reaccionar y salir de la sorpresa, guao, eso sí que no me lo ví venir, pero de seguro harán una linda pareja. Cuando capté su pregunta, un suspiro de tonta se me escapó, volví a sentarme.
—Todo va... bien. Estamos saliendo, hablamos todo el tiempo. Él es... es muy lindo conmigo —pensé en lo dulce y detallista que es Aidan, siempre tiene algún dulce para mí, cualquier cosa, es bastante tierno.
—Me alegra que estés así, te ves feliz.
—Es que Aidan es muy... no lo sé, es muchas cosas, pero ninguna es mala, eso sí —lo miré sobre mi hombro, Ean sonríe de manera que se le marca el hoyuelo—, todo eso te lo debo a ti, eh.
Arruga las cejas, contrariado.
—¿A mí? ¿Por qué a mí? Yo no hice nada.
—Claro que hiciste algo, Ean, fuiste tú el que me empujó a hablar con él. Sin ti, no habría tenido el valor de hacerlo. Sin ti él y yo no estaríamos como estamos ahora. Así que gracias, Ean Altmann.
Resta importancia con un gesto.
—Nah', Hazel, no tienes nada qué agradecer, de verdad.
—Claro que sí, tonto.
Niega con la cabeza, sonriendo.
—Eh, claro que no, Haz. Yo no hice nada. Solo... —pensó las palabras—, fui esa persona que te escuchó hablar. Tú al final de todo tenías que tomar la decisión. Y eso hiciste: decidiste hablar con él. Yo no entro en su ecuación, soy más como... aquel crío que no la entiende: el que solo está presente ante ella.
—Aún así: gracias, por ser el crío presente —le di un empujoncito amable con mi hombro al suyo.
—Entonces, no hay de qué, Hazel Michaels —me devuelve el empujón.
—Espero tú y Savannah les vaya bien en sus cosas —desvía la mirada al frente, sus mejillas se ponen rosadas_, y si le haces daño, te las verás conmigo, Savannah es buena amiga mía.
—¿Y si es al revés?
—Por favor, ella no le hace daño ni a una mosca —él asiente de acuerdo—, pero si se da el caso, entonces ella se las verá conmigo.
—Supongo que es bueno tener un respaldo.
—Cuentas conmigo, claro que sí. Ahora, ¿Se le apetece ir a comer un helado en el área de comida, señor Altmann? —pregunto, extendiendo mi brazo para que lo cruce con el suyo.
Eso hizo.
—Claro que sí, señorita Michaels.
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