° Cuarenta y seis °
Hazel
Ver a mi padre reír por las bromas de Aidan es un recuerdo que nunca olvidaré.
Observo desde la entrada de la cocina como ambos se ríen sin parar en el comedor, esperando a que la cena sea servida.
Una sonrisa involuntaria se formó en mis labios, quería esto: que mi novio se llevara bien con mis padres y Aidan con su carisma y buen sentido del humor lo había conseguido.
-Haz, ¿Te quedarás ahí toda la noche? -escuché la pregunta de mi madre a mis espaldas. Y sin verla, sabía que se encontraba sonriendo.
Seguí con mi camino hacia la mesa del comedor, me había quedado viéndolos más tiempo del que me gustaría admitir, además, no quería interrumpir su momento.
-... ¡Y no es broma! -exclama un sonriente Aidan-. No tengo idea de cómo fue que pasó, simplemente bebía de un vaso totalmente vacío, para estar al segundo muriendo por ahogarme con mi propia saliva.
Papá estalla en otra carcajada.
Empiezo a poner los platos en los lugares que ocuparíamos cada uno en la mesa, Aidan y papá seguían hablando y riendo de diversos temas. Al parecer, mi papá tenía un poco de conocimiento sobre la astronomía al igual que el pelirrojo.
-¿Has visto alguna vez una lluvia de estrellas? -le pregunta papá, calmando su risa.
Aidan menea la cabeza aún sin perder la anterior sonrisa.
-Me encantaría verla alguna vez, dicen que es muy lindo.
Papá asiente.
-Es hermoso -afirma-. La mejor fue la de inicios de este mes. Nunca había visto tantos cometas.
-¿Habla de la lluvia de eta acuáridas? -pregunta Aidan, no pasé por alto la emoción en su voz.
-La misma, fue la mejor lluvia de estrellas que alguna vez pude ver.
-Recuerdo haber leído algo del tema... ¿Que están asociada al cometa Halley?
-Sí, se relacionan por ser los restos del cometa.
-Me invitaron a ver esa lluvia de estrellas, pero no pude ir. Ocupaciones del trabajo, para la noche ya estaba machacado.
-Una lastima, en serio fue una de las mejores.
-Le gusta mucho eso, ¿No? -cuestiona Aidan, acomodándose en su asiento.
-Así es, soy un aficionado a los eventos astronómicos desde que tengo dieciséis. Siempre me parecieron interesantes.
-Oiga, ¡Yo también! -exclama mi novio, nuevamente emocionado-. Empezó a llamarme la atención desde que estoy en noveno grado. Es tan genial todo el tema.
Papá ya sonreía bastante contento de tener un compinche de la astronomía. Desde hace mucho no lo veía así de feliz tocando este tema.
-¿Sabes? El cinco días se dará la caída de las sagitáridas, quizá puedan venir -sugiere mi papá, viéndonos a ambos.
¿Le estaba ofreciendo ver lo que sea que sea una caída de sagitáridas a Aidan?
Sí, lo está haciendo.
Dioses... eso está... guah. Papá no le hace esa invitación a cualquiera, era una tradición sagrada que tenía con Hansel.
-Sería genial, en serio, pero... es domingo, y no creo que podamos faltar el día siguiente a clases -dijo Aidan, haciendo una mueca-. Además, tengo que cumplir con mis horas de rodaje.
-Oh... que mal, muchacho. Sería genial ver una lluvia de estrellas con alguien que sabe del tema. Y más si ese alguien es mi yerno.
-Sí, sería muy genial -convino Aidan, ambos pareciendo muy entretenidos con el tema y cómodos en la presencia del otro.
Salí lentamente del comedor sin que ninguno de los dos se diera cuenta.
¿Acaba de pasar eso?
Acaba de pasar eso.
De todas las cosas que esperaba para este fin de semana, esta era una de la que más ansiaba, pero verlo es algo muy diferente a esperarlo. Nunca creí que se llevarían tan bien. Papá con mi anterior novio fue algo duro, incluso llegó a darle miradas de odio que no se esforzó en disimular.
Y con Aidan... con él todo era relajado, ¡Incluso lo invitó a ver una lluvia de estrellas! Esto es mucho más increíble de lo que había imaginado.
-¿Y esa sonrisa, Haz? -me pregunta Eleanor, agregándole aderezo a la ensalada.
-Sí, mi niña, ¿Por qué esa sonrisa? -dijo mi madre, sacando una jarra con jugo de naranja del refrigerador.
-Es por... por papá y Aidan -señalo con mi pulgar hacia el comedor-. Se llevan tan bien. No creí que...
Ambas sueltan risitas.
-¿Prefieres que se lleven mal?
-¡No, no. Para nada! Me gusta que se lleven bien. Pero creí que... bueno, con lo de mi anterior novio...
Eleanor suspira meneando la cabeza, mamá en cambio deja la jarra en la barra para acercarse a mí.
-Hazel, desde primera estancia supimos que Chad no era el mejor para ti, te lo dijimos, pero estabas tan enamorada que simplemente quisiste descubrirlo por ti misma. La diferencia con Aidan es que de él no notamos segundas o malas intenciones, es un chico simpático, amable y que te trata muy bonito. Con Chad siempre notamos algo extraño, con Aidan no es así. Se nota su transparencia y el cariño que te tiene.
»Por eso le cae tan bien a tu padre, a nosotras, porque te tiene como prioridad a ti -y agrega una caricia rápida a mi mejilla al final de sus palabras, acompañada de una de sus cálidas sonrisas.
Y es que ella tiene razón, Chad, mi ex novio de la preparatoria, nunca fue el prototipo de pareja perfecto, pero la Hazel de diecisiete años estaba tan enamorada de él que no notaba esos pequeños detalles. Nunca quise aceptar que me dejaba de lado en las salidas, nunca me di cuenta que solo quería una cosa de mí, y nunca me di cuenta hasta el momento que lo ví yo misma que se acostaba con mi ex-mejor amiga desde hace ya un tiempo.
Antes de ese desastre, éramos un trío de chicas: Camille, Aine y yo. Luego de que Chad me fuera infiel con mi propia mejor amiga, nos volvimos un dúo: Camille y yo. Mi mejor amiga estaba tan molesta con Aine por lo que había hecho, se supone que teníamos códigos y a ella no le importaron para lastimarme. Sabía que Chad me gustaba demasiado, ¿Y qué hizo? Acostarse por más de un mes con él, no decirme nada y seguir tratándome de mejor amiga.
Fue un dolor que duró un tiempo y ahora solo es parte del pasado. De esa experiencia aprendí que no son las personas que quieres que te fallan, es que tú las idealizaste de más. Y cuando aceptas eso, te permites estar en paz, sanar el dolor y aprender a ver a la gente con sus verdaderos colores.
Me costó un tiempo aprender y aceptar eso, ahora entendía que no todos son buenos, que la gente sencillamente querrá hacerte daño, y ya está de tu parte dejarte dañar o sanar el dolor.
Se aprende a vivir más tranquilo con esa mentalidad.
Con mi madre y nana llevamos la cena recién terminada a la mesa. Mi padre y novio seguían hablando cómodamente entre ellos. Papá es un hombre serio, le gusta ser intimidante, pero ahora está más relajado, ¡Incluso está bromeando con Aidan!
Esto a ido mejor de lo que esperaba.
-Y dinos algo, Aidan, ¿Eres de Ciudad Nevada, no? -pregunta mi madre, integrándose a la conversación.
Los tres adultos lo vieron expectantes. Mi madre sirve la bebida, Eleanor el complemento de la cena y mi padre corta trozos del pollo al horno que se había preparado. Eran un equipo los tres, aunque Eleanor fue contratada para esto, igual a mi madre le gusta ayudarla en estas cosas, mi padre también es así. Su naturaleza amable y servicial no le permiten dejarle todo el trabajo a Ele.
-Pues sí, señora Michaels. Soy de Ciudad Nevada.
Mamá despide una risa amable, dejando un vaso de jugo frente a Aidan.
-Te lo dijimos, Aidan, que no hay tanta necesidad de formalidades. Puedes decirme Liz.
Hasta eso me había dejado sorprendida. Con Chad no fue así, él era un poco confiado, así que llamaba a mis padres por sus nombres de pila incluso sin que ellos se los hayan pedido, algo que obviamente no les agradó y siempre exigían ser llamados «señor y señora Michaels», con Aidan no es así, ¡Le piden que los llamen por sus nombres!
De verdad que les cae mejor que mi ex.
-¿Y tienes hermanos? -cuestiona esta vez mi papá.
Aidan asiente, dando un trago rápido a su jugo.
-Sí, se llama Samuel, aunque todos le decimos Sam.
-¿Y es mayor o menor que tú? -agrega papá.
-Menor, tiene diez, los cumplió hace un par de meses.
Vaya... ya hace tanto del cumpleaños de Sam. Me parecía tan loco todo lo que a pasado desde ese entonces.
-¿Y tus padres? -inquiere mamá.
-Mi mamá es dueña de una pastelería de Center City, allá en casa. Y mi padre... bueno, él falleció hace tres años.
Acerco mi mano a la suya, que está sobre la mesa para darle un apretón, sé que el tema lo pone incómodo, por eso no me atrevo a ahondar en ello. No me gusta verlo triste, y claramente este tema lo pone melancólico.
Hubo un minuto de silencio respetuoso en la mesa. Aidan había desviado la mirada a algún punto del mantel, ignorando por completo la mirada de disculpa de mi madre.
-Mejor hablemos de otra cosa -pide un minuto después, con un aire recompuesto-. No me gusta hablar de ese tema.
Mamá asintió, tomando asiento.
La cena termina de ser servida y todos nos degustamos de una sabrosa comida casera. La comida que venden en el campus es buena, pero a mí parecer, la comida preparada en casa y compartirla con tu familia, está mucho mejor.
La reciente incomodidad por la pregunta de mamá se fue en solo segundos al Aidan sacar otro tema de conversación, uno el cual fue más relajado he hizo a un lado el aire tenso que se había formado.
Fue una cena entretenida, hubo risas, bromas, comentarios por parte de mis padres sobre cosas que no quería que le contaran a nadie de mi infancia, algunos comentarios revelados por Aidan de cosas similares, (y peores) de lo que él había hecho. ¿Quién diría que con siete años Aidan López ya sería todo un casanova?
Al terminar de comer, Aidan me ayudó a llevar lo platos sucios a la cocina, y se ofreció a lavarlos, (algo que la verdad me sorprendió) mis padres se negaron en un principio, pero Aidan era terco, así que aquí estábamos, él enjuagando platos y yo poniéndolos en el lavavajillas a un lado.
-Evan se estaría riendo de mí ahora -comenta con una sonrisa, pasándome un vaso.
-Evan, Bea, Lyla, Andy, incluso Camille y Billy, todos se estarían riendo de ti.
Hubo una risa de su parte.
-Tus padres son simpáticos, me agradan.
-Y tú a ellos, Aidan. Mucho más de lo que crees.
Sonríe de lado, pasando la esponja por un tenedor.
-Eso me alegra saberlo.
Cuando terminamos de lavar los trastes, cada uno se fue a cambiar por una muda de ropa más cómoda. Mis padres ya habían preparado la sala para ver una película. Esta era una tradición que teníamos desde hace años, es lindo y algo sencillo. Además de que pasábamos un tiempo en familia.
Volví de mi habitación ya con mi pijama puesta, en la sala Aidan estaba sentado en el sofá individual de lado izquierdo del grande donde estaba mamá, papá y Eleanor.
-¿Qué veremos? -mis pies se detuvieron, indecisa de si sentarme con ellos o con Aidan.
Mamá nota mi duda, así que con sus ojos y un ligero movimiento de su cabeza, me indica que vaya con Aidan. Algo que hice al instante. Él sonríe pasando su brazo sobre mis hombros.
Noté que los tres adultos sonrieron disimuladamente.
-Bueno, Aidan nos dijo que ayer vieron Enredados -paso saliva con disimulo al recordar lo que pasó antes de ver la película. Esperaba no haberme sonrojado-. Así que hoy veremos Jumanji.
Una sonrisa se aparece en mis labios, esa era la película favorita de mi hermano.
-Me gusta.
Eleanor apaga la luz y volvió a tomar asiento al lado de mamá. Papá le dió play al control para dar inicio a la película.
Era una cinta vieja, así y todo, me gusta porque me hace sentir que mi hermano está aquí conmigo, dándome un abrazo fuerte por mi cumpleaños como lo hacía todos los años.
-
Horas más tarde, después de terminar de ver Jumanji y hablar un rato todos en la sala, cada uno se fue a su habitación. Y no sé si fueron ideas mías, o es que papá se quedó con nosotros los quince minutos que estuvimos hablando para asegurarse de que Aidan se quedara en la habitación de invitados.
Creo que sí fue por eso.
Justo ahora estaba echada en mi cama con las manos sobre el estómago. Suelto un suspiro y me acomodo de lado.
La brisa sopla la cortina del balcón, refrescando la habitación.
Se escucha como las olas golpean la arena de la playa.
Vuelvo a acomodarme en mi cama, observo aburrida el techo.
Con todo este agitador día, no tenía ni un poco de sueño.
Suspiro frustrada y decido tomar mi teléfono.
Al tenerlo en manos, entro en el chat de Aidan y le envío un mensaje:
¿Despierto?
Un minuto después recibo una respuesta:
Sí, ¿Tampoco puedes dormir?
Le respondo con un:
No, no puedo. Es tan raro, hoy fue un día agotador.
Insoportable pelirrojo: sí, también me parece raro. Pero no puedo dormir.
Yo: desde que terminó la película no tengo sueño, y estoy segura que mis padres ya están más allá de la realidad.
Insoportable pelirrojo: ¿Más allá de la realidad dices?
Yo: pues sí, mis padres tienen un sueño pesado.
Insoportable pelirrojo: es bueno saber eso.
Fruncí el entrecejo.
¿Qué quieres decir?
No me responde.
Aidan, ¿Qué quieres decir?
No hubo respuesta.
Me sobresalto en mi cama cuando escucho un ligero toque en la puerta de mi habitación. Es raro, pasan de las once y treinta, mis padres y Eleanor están dormidos. Y si no son ninguno de ellos, es...
Oh, dioses, ¿Es en serio?
Salí de la cama yendo hacia la puerta para abrirla, del otro lado me encontré con un sonriente Aidan. Su cabello pelirrojo está desordenado, pero eso no le quita el hecho de que se ve adorable.
No, no, no pienses en eso, Hazel.
-¡Te dije que no vinieras aquí! -exclamo en un susurro-. ¡Mis padres pueden venir!
-Hazel, tus padres están más dormidos que un perezoso, no van a venir.
-Pero si...
-No vendrán -me interrumpe él-. ¿Puedes dejarme pasar?
Aún un poco molesta, me hice a un lado para que Aidan pase a la habitación.
Cierro la puerta con cuidado, tratando de hacer el menor ruido posible. Me doy la vuelta ya con el ceño fruncido, Aidan está sentado muy cómodo en la orilla de mi cama, viéndome con esa tonta sonrisa que tiene.
Puse las manos en mi cintura y lo miré con mi mejor mirada de reproche.
-¿Qué demonios haces aquí?
Se encoge de hombros.
-¿Acaso no puedo escabullirme a la habitación de mi novia?
-¡No! -digo en tono bajo.
Aidan se ríe otra vez, a esto él le parecía hilarante, a mí todo un riesgo.
-Ven, Hazel, acércate, sabes que no muerdo tan duro.
Le doy otra mala mirada, a la cual él responde con una sonrisa divertida. Aún así me acerco a dónde se encuentra.
Me mantengo de pie frente a Aidan, por lo que él tiene que levantar ligeramente la cabeza para verme a los ojos, sus manos se dirigen a mi cintura y se mantienen ahí, colándose por debajo de mi camisa para dar caricia con sus pulgares.
-¿Recuerdas que tienes una deuda conmigo?
Me crucé de brazos soltando un suspiro a la vez que intento no sonreír.
Que pervertido era este chico.
-Sí, lo recuerdo.
-¿Entonces...?
-Aidan, mis padres están en la primera habitación del pasillo. No seas tan desesperado.
-No es desesperación, de hecho. Es más recordarte algo que me debes -hace un puchero y alza las cejas.
Puse mis manos en sus hombros y las entrelacé detrás de su cabeza.
-Aidan, ni esa mentira un crío te la cree.
-Vale, puede que mienta un poco.
-Vaya, no me había dado cuenta -digo con sarcasmo.
Eso lo hizo reír. Que ya deje de hacer eso, por favor, me hace querer picarle las mejillas.
-Fue una linda velada -comenta, y sé que se refiere a la cena con mis padres-. Me alegra no haberles caído mal a tus papás.
-Te adoran.
-No sabría qué habría hecho para remendar eso.
-Te lo dije: una salida al auto cinema ayuda.
Puso los ojos en blanco, aunque aún tiene una pequeña sonrisita en sus labios.
-Supéralo, ¿Vale?
-Jamás.
Nos quedamos en un silencio bastante agradable. Sus manos en mi cintura me atraen más hacia sí hasta hacerme sentar sobre su regazo con las piernas a cada lado. Las caricias suben y bajan, haciendo que el resto de mi cuerpo quiera ser tocado por sus manos.
Diablos, odiaba lo que su simple tacto me causaba.
Sus ojos no se apartaban ni un segundo de los míos, ni siquiera cuando las caricias empezaban a pasar de ser cariñosas a subir de nivel.
Sus manos empezaron a subir por mi torso, trazando la ligera curva en mi cintura. Tenía las palmas frías, mi piel estaba caliente, tal cambio de temperatura me hizo sentir un escalofrío. Mi respiración se entrecorta cuando siento sus manos llegar a mis pechos.
-Aidan... -se me escapa un murmuro, empezaba a tener cosquillas en el estómago que bajan a mi vientre.
-¿Si? -su voz está en un tono más ronco de lo usual, siento como empieza a dejar un recorrido de besos desde mi mejillas hasta el cuello.
Había descubierto tan rápidamente un gran punto débil.
-Yo... -balbuceo, ladeando la cabeza para que siguiera con lo suyo. De repente mi mente se puso en blanco, olvidando lo que iba a decir.
-¿Tú qué, Hazel? -murmura en mi oído.
Odio como simplemente con este tipo de acciones logre convencerme. Ya empezaba a agradarme la idea de...
Aidan deja de besar mi cuello, igual de tocarme.
Abro los ojos, él está esbozando una sonrisa de dientes completos.
-Tus padres pueden venir en cualquier momento.
No inventes, ¿En serio me salía con esto?
-Aidan -reprocho, mis labios en un puchero molesto.
-¿Si?
Podré ser muy directa cuando me lo propongo, pero hay cosas y temas que me hacen dudar de mi seguridad.
Un tema de esos era este.
No sé cómo sacar de mi boca el: «sigue con lo que hacías. Ya no importan mis padres». Quizá me sentía un poco apenada al pedir algo así y sé que después me estará molestando con eso.
Tras minutos de ver su mirada divertida, con un claro mensaje de «quiero que lo digas» en ella, tuve la idea de ser yo quien tenga el control. Poder tentarlo, provocarlo. Hacerlo suspirar y jadear a él.
Y con eso en mente, empecé mi plan.
Sin ya importarme si me molestará después, uní sus labios con los míos. Aidan se sorprende por la repentina acción, pero no tarda en seguir el ritmo y también en querer tomar el control.
No se lo permití.
Lentamente, aún sin perder el control de aquel beso, acuesto a Aidan sobre mi cama, quedando yo encima de él.
-¿Qué estás haciendo, chica pecas? -jadea.
No le respondo, en cambio, entierro mi cara en su cuello. Él huele delicioso, su aroma natural es tan simple pero embriagador. Mis labios hacen contacto con la delicada piel de su cuello y él se estremece. Mi respiración empieza a ser pesada mientras dejo besos húmedos por todo su cuello.
Siento como sus brazos se mueven, y detengo en el momento justo a sus manos antes de que las pongo en mi cintura. Se está muriendo por tomar el control y no se lo cederé.
-No, no harás eso -murmuré cerca de su oído, mordí el lóbulo de su oreja.
Aidan suspira profundamente, yo seguí con mi ataque a su cuello. Sus manos a sus costados se mueven ansiosas por tocarme, por tomar el control de la situación. Lo siento ponerse aún más tenso contra mi entrepierna. Así que
comienzo a moverme contra él suavemente, tentándolo, torturándolo.
Un leve gemido se escapó de sus labios, sonreí contra su piel y muevo mi boca hasta alcanzar nuevamente su oreja.
-Aidan...
Yo también empezaba a sentir lo niveles subidos de temperatura.
-Hazel... -sale de su boca en un murmuro que lograba crear millones de sensaciones dentro de mí.
Mi nombre nunca se había oído tan bien en una voz.
Saqué mi cara de su cuello y lo miré a los ojos: el deseo que encontré en ellos me desarmó por completo. Estaban más oscuros de lo normal, además de ja lujuria, habían otros sentimientos. Su nariz roza la mía, nuestras aceleradas respiraciones se mezclaban.
-Por favor... -la súplica salió de su boca.
Una sonrisa triunfante se formó en mis labios.
-Mis padres pueden venir en cualquier momento.
Aidan suelta un gruñido.
-Tus padres me están valiendo ahora mismo -sorpresivamente sentí sus manos tomarme de la cintura, deteniendo mis movimientos-, y ninguno de los dos se va a quedar así.
Y en un movimiento rápido, me puso debajo de él.
-Mucho menos tú.
Alzó la camisa de mi pijama y la tiró por algún lado de la habitación. Mis ojos ven estrellas en cuanto siento el contacto de su boca con mi pecho izquierdo. Me abstuve de soltar un pequeño grito de placer por el repentino contacto.
-Me gustó tu juego previo -dijo, bajando lentamente por la piel de mi abdomen-, pero hubo demasiado.
Las prendas de ropa quedaron por el suelo de mi habitación y mi razonamiento por las nubes.
-
Descubrí algo importante.
Era relajante ver a Aidan dormir.
Ver el subir y bajar de su pecho, los rizos rojizos desordenados, su expresión contraída en tranquilidad, sus labios ligeramente abiertos.
Sencillamente te generaba tranquilidad verlo dormir.
No sé cuántos minutos han pasado, probablemente más de cinco, en los que llevo observando a Aidan dormir.
Es que solo no puedo evitarlo.
Se ve tan tierno, tan tranquilo. Podría pasar todo el tiempo viéndolo dormir.
Vale, eso sonó muy acosador.
Pero es que si pudieras ver lo que yo veo, estarías de acuerdo conmigo.
Acerqué mi mano a su rostro para dejar un largo mechón rojizo con el resto de la mata roja que es su cabello. Lo tenía bastante crecido, pero a mí me gustaba cuando lo tenía largo, se veía más lindo.
Emitió un gruñido y se acomodó en su lugar, poniéndose frente a mí.
Esta vez acaricié delicadamente su mejilla, podía sentir como el vello de una incipiente barba quería crecer.
-No dejes de hacer eso -murmura.
Aidan sigue con los ojos cerrados, pero con una pequeña sonrisa. Seguí con mis caricias a su mejilla, eso haciendo que su sonrisa creciera.
Al fin abrió los ojos.
-Buenos días, corazón.
Sonreí como boba al escucharlo. Me gusta cuando me dice «chica pecas», pero esos pequeños apodos cariñosos me fascinan más, sobretodo como le salen con tanta naturalidad.
-Buenos días -respondí.
Aidan estira los brazos y suelta un bostezo. Iba con el torso desnudo ya que yo llevaba puesta su camisa de dormir.
-¿Qué hora es? -pregunta poco después.
Tomé mi teléfono en la mesita de noche junto a la cama.
-06:17 de la mañana.
-¿Crees que pueda volver por la sala sin que tus padres me encuentren?
-Supongo, normalmente despiertan a las siete.
-Hum... -murmura, sus ojos se vuelven a cerrar.
-Aidan, si vas a salir de mi habitación, deberías hacerlo ahora.
-Sí... -abre los ojos y menea la cabeza-. Oye, ¿Me estás echando?
-Claro que no, pero si no quieres que papá te mate, deberías irte.
-Tu padre debe saber o hacerse la idea de que ya has tenido sexo, Hazel. No eres una niña de diez años -dijo en medio de un bostezo.
Me sonrojé sin evitarlo. A veces olvido que Aidan no tiene filtro.
-Deberías irte -respondí en cambio.
-Me seduces, me utilizas y luego me pides que me vaya. Guao, ya veo el interés, Hazel -expresa, divertido.
Que idiota.
-Aidan, Eleanor sí despierta más temprano, y si ella te ve, no dudará en formar un escándalo.
-Vale, vale. Me voy.
Se levanta de la cama y vuelve a estirarse más cómodamente. Ambos nos dirigimos a la puerta y vimos a cada lado del pasillo, debíamos de parecer un par de caricaturas.
Salió después la habitación.
-Hey, Aidan -lo llamé en un murmuro.
-¿Eh?
Humedecí mis labios, y dije antes de arrepentirme:
-Te quiero, idiota.
Una de las sonrisas más lindas que le he visto se forma en sus labios. Aunque no sé si fueron ideas mías, o es que el sueño que tenía empezaba a hacerme alucinar cosas, pero había un atisbo de tristeza en ella.
-Yo también te quiero, chica pecas.
Y se fue por el pasillo a la habitación de abajo.
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