° Cuarenta y cuatro °
La sonrisa que forma Hazel ahora se lleva el puesto número uno en mi lista personal de las sonrisas más bonitas que me a dedicado. Creo que lo he dicho mucho, y podría repetirlo todas las veces que sean necesarias, pero es que de verdad todas y cada una de sus sonrisas tienen un puesto uno para mí.
Antes de tocar la puerta, me dió un rápido pero fuerte abrazo de oso, uno que me sacó una corta risa, luego me dió un casto beso.
—Eres el mejor —murmura aún cerca de mi rostro antes de volver a besarme, un beso que duró más que el anterior.
En cuanto pusimos distancia, estábamos sonriendo como dos idiotas. No tengo idea de por qué Hazel está sonriendo, pero yo lo hago por ella, por lo increíblemente bien que se siente estar de esta forma con ella, ser más que amigos, ser más que compañeros de facultad. Es absurdo lo bien que me siento al estar conciente de que ella es mi novia y de qué yo soy su novio.
Si hubiera sabido que iba a ser así de genial, le habría pedido salir desde hace mucho tiempo atrás.
Después de ese bonito instante, Hazel inspira a pleno pulmón y toca la puerta.
Extrañamente, yo no me siento nervioso.
Algo raro, porque, es decir, ¡Estoy a punto de conocer a sus padres! A mis suegros, se supone que debo de estar muerto de nervios.
Pero no, solo estoy ansioso de ello.
Escuchamos unos pasos adentro y segundos después la puerta fue abierta, mostrando a una mujer de la estatura de Hazel, (centímetros más baja que yo) cabello rizado color caoba que lo tiene en una coleta a lo alto de su cabeza, piel ligeramente morena, ojos de un color similar a los míos: como un tono caramelo, casi tirando al miel. Tiene una gran sonrisa contagiosa he iba vestida con unos vaqueros desgastados, unas zapatillas deportivas y camiseta panadera que irónicamente tiene manchones de harina.
Abre los brazos, una clara señal de que se viene un gran abrazo de mamá oso, y exclamó yendo hacia la chica a mi lado:
—¡Hazelbaby!
De inmediato sentí las enormes ganas de soltar una fuerte carcajada.
Muerdo mis labios con fuerza, reteniendo con mucho esfuerzo la risa, aún así se me salen ronquidos que disimulo aclarandome la garganta. Está empezando a dolerme el estómago y la mandíbula.
Hazel respondió gustosa el abrazo, aunque podía ver que el apodo le había causado un poco de vergüenza.
—Hola, Eleanor —saluda, separándose poco después.
Eleanor tiene las manos sobre los hombros de Hazel, aún lleva esa sonrisa contagiosa.
—¡Feliz cumpleaños, Haz! —exclama, acariciando su cabeza—. Oh, estás tan hermosa, cielo.
Ella le sonríe.
—Gracias, Ele.
Dejó de ver a «Hazelbaby» para mirarme a mí, le sonreí de labios cerrados.
—Y tú eres el muy famoso Aidan —dijo—. Liz y Laurence están emocionados de conocerte.
Arqueo ambas cejas, sorprendido. Eso no me lo esperaba, y tal parece que mi novia tampoco, porque ambos preguntamos al mismo tiempo:
—¿En serio?
Eleanor asintió.
—Así es, chicos —afirma y yo aún no me lo creo. No todos los días tus suegros se emocionan de conocerte—. Hazel, sabes cómo son tus padres, siempre querrán que seas feliz. Y si eres feliz con este chico, ellos también lo serán.
—Pensé que se pondrían como locos, cómo lo habría hecho...
—¿Hansel? —adivina con una risita—. Recuerda que el más loco de los Michaels era tu hermano. Estate tranquila, nena. Ellos no matarán con la mirada a tu novio.
Sonreí por esa última palabra. Era un término muy poco para lo que quería con Hazel, pero eso no significaba que no me gustase como sonaba.
«tu novio» es tan encantador, me gusta ser eso, ser su novio.
Hazel suspira aliviada.
—Vale, es bueno saber eso —suelta una risita ligera—. Entonces, mejor acabar con esto, ¿No? —me mira sobre su hombro.
Acomodo mi mochila, asentí.
—Por mí, todo bien.
Eleanor nos regala una sonrisa de ánimo.
—Esa es la actitud, tus padres están en la sala esperándolos.
Hazel entra a la casa y yo me quedé un segundo afuera para tomar una última respiración profunda de aire fresco.
—Tranquilo, Aidan —me dijo Eleanor, que aún se encontraba afuera—, son buenas personas, estate tranquilo. Si tú haces feliz a nuestra niña, ellos te amarán. Siempre les va a importar la felicidad de Hazel antes que cualquier otra cosa.
Le sonrío por sus palabras, sujeto con un poco de fuerza la tira de mi mochila.
—Gracias.
Me devuelve el gesto con algo más de calidez, esa mismo me recordó mucho a mamá. Uh, tengo que llamarla, hace ya tanto que no hablamos.
—No hay problema. Ahora, andando.
Hizo un gesto con su mano y yo entré a la casa.
-
En ese momento recordé cuando Evan me contó la vez que fue a conocer a los padre de Bea, de él oficialmente como el novio de mi mejor amiga.
Evan me habló de cómo fue la cena, que en un principio creyó que esas miradas de odio que le daban el señor Ferguson y Benjamín eran solo para intimidarlo, para así luego decirle que se relajase.
No fue como mi amigo esperó, el señor Ferguson y Benjamín sí sentían un poco de odio irracional hacia Evan. Que en esa cena los únicos que no le estaban lanzando dagas con los ojos eran Brie, su novio y la mamá de Bea.
Creí que al conocerme, los padre de Hazel también sintieran hacia mí ese odio irracional que sintieron Ben y el señor Ferguson. No me conocían, no sabían nada de mí y aún así estaban ansiosos por conocerme. Pero ¿Por qué? ¿Qué perspectiva tienen de mí como para querer eso?
Esperaba que la primera impresión que les diera no la arruinara por completo.
Y resultó ser así, los padres de Hazel fueron muy amables conmigo. No hubo malas miradas, ni sonrisas falsas.
Justo ahora estábamos en la sala de la casa, que es aún más linda que el exterior. Eleanor se encontraba en la cocina preparando algo para merendar, Hazel se encuentra a mi lado, sonriendo aliviada de ver qué no todo fue tan malo como se lo había imaginado.
—Tienen una casa muy linda, señores Michaels —halago, observando a mi alrededor.
Aún estaba flipando de emoción.
—Pues, muchas gracias, Aidan.
Hazel despide una risita.
—Él dice que se parece mucho a la casa de sus sueños.
Sus padres me vieron interesados, así que me encogí de hombros.
—La verdad que sí —afirmo—. Un día sueño con tener una casa así de increíble en la playa. A sido uno de mis mayores sueños.
Su madre me sonríe.
—Un día podrás lograrlo.
—Le digo lo mismo todo el tiempo —remarca mi novia.
Le sonreí a ella.
—¿Y cómo pudieron pagarse una casa así? Si es que se puede saber, claro —agregué rapidamente, no quería ser un entrometido, pero aquello me causaba curiosidad.
—Claro que puedes saber —responde el señor Michaels, era mucho más amigable de lo que me había imaginado—. El dinero de mi retiro nos ayudó. Quería un lugar más... relajante, ¿Y qué mejor lugar que una casa como esta?
—Tiene razón —reconocí—. ¿Y dónde trabajaba antes, señor?
Resta importancia a mis palabras con un gesto.
—Puedes decirme Laurence, Aidan. No hay problema.
Asentí, mordiéndome la lengua. No te rías, Aidan, no te rías, Aidan. No arruines la primera impresión.
—¿Entonces?
—Oh, claro. Bueno, fui jefe de seguridad del personal de las torres de telecomunicaciones.
Mi cejas se alzaron en sorpresa de tan solo escucharlo.
¡Caray! ¿En serio trabajó ahí? Alguien que trabaje en ese lugar, ya sea de jefe, o si quiera de conserje, su paga es muy buena. Los trabajadores de las torres de telecomunicaciones son uno de los empleados mejores pagados de todo el condado.
—Vaya... —musito, sorprendido, algo que los hizo reír—. ¿Y por qué se retiró?
Suspira acomodándose en el asiento al lado de su mujer.
—Mucho trabajo, casi no pasaba tiempo con mi familia —responde—. Fueron once años de trabajo duro, ya era suficiente. Y más con lo de mi anterior trabajo en Australia...
—Estrés laboral —me aclara Hazel.
—Sí... ya no quería perder tiempo de calidad en familia —le sonrió a su hija y esposa.
—Guao... —murmuré—, con un sueldo como ese y un retiro, ya veo por qué decidió comprar esta casa.
Todos se rieron.
—Me alegra que te guste nuestra morada.
—«gustar» no es un término que yo usaría, pero está bastante próximo.
Vaya, nunca creí que me sentiría tan aliviado de caerle bien a un par de adultos. Siempre me valió la opinión de los adultos, se creen superiores solo porque son gente mayor, con trabajo y tales tonterías, pero justo en el momento en que me senté en el sofá junto a Hazel, me di cuenta de que en serio no quería arruinarlo.
Y todo estaba yendo increíblemente.
Eleanor volvió de la cocina con una bandeja en manos, cuando la dejó sobre la mesa de café para tomar asiento en un sofá individual a mi izquierda, pude ver que había traído galletas que emanaban un aroma delicioso y una jarra con líquido blanco: leche fresca.
La mejor combinación del mundo.
Acerco mi mano para tomar una, pero me detuve a medio camino y la miré a ella.
—¿Puedo?
Eleanor se echa una risa, asintiendo.
—Claro que sí, Aidan. Toma las que quieras.
Con su permiso, tomé la galleta más grande que encontré y le di un gran bocado.
Un sonido de placer sale de mi garganta. Oh, dioses de las galletas, están buenísimas.
—Eh, Aidan...
Dejé el disfrute de la galleta a un lado para mirar a mi novia.
—Tienes... eh... —extiende su mano hacia mí y limpió un poco más abajo de mi boca. Sonrió—. Ya está.
—Gracias, corazón.
Bajó la mirada, como apenada, sus mejillas se colorearon.
¿Por qué...? Ah, claro, estamos en presencia de sus padres.
Al ver a los demás presentes, ellos sonreían por nuestra reciente escenita.
—Bueno, chicos —habla la mamá de Hazel, dando un ligero golpe con sus palmas a sus muslos—, ¿Por qué mejor no salen? No querrás que tu novio pase todo el fin de semana aburrido aquí con tres ancianos, ¿Oh sí, mi niña?
Ella meneó la cabeza.
Bueno, dudo que pueda aburrirme en una casa tan genial como esa con gente tan agradable.
—Pueden llevarse mi coche —sugiere el señor Michaels—, ir a dar una vuelta, pasear.
—De hecho, venimos en auto propio —comenté dando otro mordisco a la galleta.
—Mejor; pueden aprovechar este fin de semana. Salgan, diviértanse. Nosotros los esperaremos aquí más tarde para hacer nuestra pequeña reunión, Hazel.
Ella asintió de acuerdo.
—Pero ¿Están seguros? —cuestiona—. No quiero dejarlos de lado, pueden venir, si quieren.
Su madre le sonríe amablemente, es la misma sonrisa de su hija. No lo había comentado, pero Hazel tiene un parecido enorme a su madre, de ella es que había sacado la mayor parte de sus atributos, y sí, se parece en algunas cosas a su padre, como en el color de ojos, las pecas y el pelo ondulado, pero casi todos sus rasgos vienen de su madre. Estoy seguro de que ella se verá como esa mujer en el futuro.
—Claro que sí, mi niña. Diviértanse. No creo que en el campus puedan pasarla muy bien.
Buen punto.
—Vale —accede Hazel—, guardaremos nuestras cosas y... no sé, ¿Qué tal ir al parque, Aidan?
—Claro, sería divertido.
-
Pude ver el alivio en el rostro de los tres adultos cuando Hazel dijo apresuradamente que yo «dormiré en la habitación de invitados del piso de abajo y ella en su cuarto arriba»
Igual no me quejé, la habitación es linda, tiene dos puertas que una era el baño y la otra un closet. También tiene una corrediza que las cubre un par de gruesas cortinas blancas que se mueven por la brisa. Al correrlas, tuve la maravillosa vista del mar azul.
Dioses, esto era genial.
La parte de afuera es como un pequeño balcón de tablones de madera, hay una escalinata en mi lado derecho que lleva hacia el patio de la casa, que igual tiene tablones de madera, mesitas como para tomar té, una parrillera he incluso una maca, hay otra escalera que baja a la playa.
Definitivamente esta era la jodida casa de mis sueños.
Escucho un toque en la puerta de la habitación.
—Pasa.
Por ella apareció Hazel, se había cambiado a algo más fresco, shorts de jean, sandalias, un top trapecio holgado de color azul, también se había hecho dos coletas.
—¿Estás listo?
—Claro, vamos.
Nos despedimos de sus padres prometiendo que volveríamos antes de la cena y salimos de la casa. Adentro del coche, Hazel se echó sobre el apoyo del asiento de acompañante soltando un suspiro de alivio.
—Guao, nunca había estado tan nerviosa en mi vida.
—¿Por qué estabas nerviosa, chica pecas? —pregunto encendiendo el coche y saliendo de la calle a la avenida.
—Aidan, acabas de conocer a mis padres, ¿No sentiste si quiera los nervios?
—¿Sinceramente? Pues no.
—¿Por qué? ¡Eras tú el que estaban interrogando!
Me reí, verla en este estado histérico es gracioso.
—¿Tú estabas nerviosa cuando conociste a mi madre?
—Pues... no —balbucea, confundida.
—Entonces, yo tampoco lo estuve al conocer a tus padres.
—Pero no estamos en la misma situación.
—¿Cuál es la diferencia? —giro hacia la izquierda cuando ella me lo indicó con un gesto.
—Que cuando conocí a tu madre nosotros no estábamos saliendo.
—Aún así, no estaba muy nervioso.
—¿Pero antes lo estabas?
—Ansioso, más que todo.
Ella menea la cabeza.
—Les caíste muy bien, les agradas.
—Que bueno, porque no sé qué habría hecho para enmendar eso.
—Llevarlo a un auto cinema —bromea—, funcionó con nosotros.
—Oh, no empieces, que sí te gustó.
Ella se echó un fuerte carcajada a la que me le uní poco después.
Cuando dejamos de reír, ella se estira sobre la palanca de velocidades para dejar un beso en mi mejilla.
—Estuviste genial allá.
Luego de eso, volvió a su lugar junto a mí.
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