° Catorce °

Aidan

Fijarse en los detalles de alguien es algo que pocas personas llegan a hacer, puede porque piensen que son cosas insignificantes o nunca llegan a estar el tiempo suficiente en la vida del otro como para poder notarlos.

Hace un tiempo, yo llegué a pertenecer a ambos grupos. Las pequeñeces me parecían absurdas y nunca llegué a estar el suficiente tiempo con alguien para poder notarlas. Además, tengo esta cosa de que mi mente siempre está pensando en otras cosas como para detallar a alguien a profundidad. Así que, ¿Qué importancia tienen?

Pero ahora... ahora me sorprende lo irónica que puede ser la vida.

A veces creo que el destino la tiene tomada conmigo. Amigo, ¿Qué se supone te he hecho para que me hagas cosas así?

Bueno...

Vale, es una pregunta que no tengo la moral suficiente para hacer. Mi punto es que, de camino a la universidad, me di cuenta de esos pequeños detalles de Hazel que mi distraída mente no se había dado la oportunidad de ver.

Esos detalles como el que sus ojos al sonreír se achican formando tiernas arrugas en los rabillos, también que los mismos adoptan un brillo de felicidad que le queda bastante bonito en conjunto con esa preciosa sonrisa que tiene. Sus mejillas se ponen rojizas cuando se a reído bastante y que también cuando le sale una fuerte carcajada, puede sonar como el gruñir de un cerdito.

Si hubiera sido otra personas, me hubiera reído hasta las lágrimas por el «¡Oink! ¡Oink!» que salió de su garganta, pero solo no pude hacerlo. Lo que hice fue sonreír como un idiota en cuanto escuché su risa. Me pareció el sonido más bonito que haya escuchado en toda mi maldita existencia. Y, ¿Qué clase de mierda cursi fue esa, Aidan?

También pensé en el momento de hace un rato, del cómo pudo saber cómo me sentía notando detalles que ella no pasó por alto. Eso de mostrar debilidad frente a otros no es algo de lo que soy muy fanático y el que Hazel siempre logre descubrir mi malestar y hacerme sentir mejor, me resulta bastante loco, sin embargo, le apreciaba siempre el gesto.

Aunque no lo diga en voz alta y me cueste aceptarlo en mi interior, me gusta eso que Hazel siempre hace: ayudarme, aconsejarme, preocuparse por mí. En la cuestión de «hablar de los sentimientos» soy un poco renuente. Lo hablo con mis mejores amigos y aún así me parece algo absurdo y ridículo.

Okey, no en ese punto, es más por... el miedo a lo que yo considero un problema, para otros solo sea una tontería. Que me digan exactamente lo que la parte pesimista de mí me dice «No tiene importancia, es solo una estupidez» y luego ser juzgado por ello. Me reservo mis cosas para mí solo por un maldito miedo.

No es porque no sepa hablarlo, es porque me aterra ser criticado.

Por eso me callé cuando pasó lo de Hasabell en su momento, por eso intenté fingir estar bien después de la muerte de mi padre, por eso finjo estar bien con ser desplazado por mis mejores amigos.

Quizá Evan y Bea no se den cuenta de lo que siento por estar en ese estúpido mundo de colores y amor suyo, pero Hazel sí lo nota, lo hace porque está conmigo en este lado.

Y, no lo sé, pero se siente bien saber que le importo a ella casi tanto como ella me importa a mí.

Suspiro recostando mi cabeza del vidrio detrás de mí asiento, pensando una vez más en el consejo que me dió Hazel mientras observo el metro casi vacío con ella a mí lado tarareando alguna canción que no reconocí.

Le di una mirada por el rabillo del ojo, estaba distraída viendo el vagón medio vacío, sus ojos caoba mirando con la curiosidad de una pequeña niña que viene conociendo el mundo. Y es que ella siempre mira así todos los lugares por muchas veces que los haya visitado, es observadora, se fija en cada cosa pequeña. No importa cuántas veces haya visto el mundo, siempre lo mirará con curiosidad.

Sin pensarlo, una pequeña sonrisa de lado se escurrió por mis labios. Ella ni siquiera nota en que no he podido despegar la mirada de su perfil, sigue tarareando y observando todo.

Y es que hay algo que no dudo, y es en que Hazel me va a volver un desastre.

-

—¿Por qué se supone estás... ¡Ay, Aidan! —lleva su mano detrás de su cabeza pero la espanto—. ¿Por qué se supone estamos haciendo esto en vez de hablar sobre la propuesta de Savannah?

Muerdo mi labio inferior, concentrado, pasando un mechón de un lado a otro, escuchando otra queja de Hazel.

Pero qué quejumbrosa, chica pecas.

—Dame unos minutos, o si quieres ve hablando, puedo escuchar y hacer esto al mismo tiempo.

—¿Pero por qué lo estás haciendo? —insiste por segunda vez—. Esto duele, Aidan.

—Calma, no te quejes tanto.

—¡Es mi cuero cabelludo el que sufre tus jalones! —exclama, molesta. No pude evitar reírme—. ¡Aidan!

—Vale, vale, tendré más cuidado.

Hazel suspira resignada sabiendo que no iba a dejar de trenzarle el pelo.

—¿Por qué repentinamente te dió la gana de trenzarme el pelo?

—Para demostrar un punto —respondo, siguiendo con el trenzado. El cabello de Hazel es tan largo que hacer una sola trenza me a llevado casi veinte minutos.

Puede que también sea porque es la primera vez que haga esto.

—¿Un punto? ¡Ay!

—¡Perdón! —me disculpo antes de recibir un golpe—. Y quiero demostrarle a Bea, a Lyla y a Ava que hacer un trenzado no es tan difícil para un hombre. Evan, Sam y Andy ya se rindieron, quedo yo y tengo que lograrlo.

—Las apuestas que ustedes se hacen son bastante extrañas.

—Sí, lo sabemos.

—En fin, cambiando de tema, ¿Qué crees que deberíamos hacer?

Por un momento vacilo en mi trenzado por pensar esa pregunta. Desde hace dos días que llevamos pensando la propuesta de Savannah sobre tomar los papeles principales de su obra. Leímos juntos el libreto, sabemos que es bueno, tiene una buena trama. Es una historia demasiado increíble como para no aceptar el papel, pero aún nos sentíamos mal por nuestros otros compañeros. Sabía que muchos querían una oportunidad para tener el personaje principal.

En algo que ambos estamos de acuerdo es en el sentimiento de incomodidad de volver a tomar papeles protagonistas.

Suspiro volviendo con el trenzado, no estaba tan difícil como creía. Solo soy muy lento.

—No lo sé, Haz.

Ella resopla doblando su espalda. A veces Hazel solo deja de tener esas actitudes «decentes» o de «señorita» solo para estar cómoda.

—Yo tampoco sé qué hacer.

La brisa de la mañana nos refresca y trae aire puro. Se estaba bastante tranquilo en la plataforma solitaria del teatro: el silencio, una brisa fresca y una buena compañía. Es un buen lugar para pensar la propuesta que tenemos Hazel y yo sobre la mesa.

—¿Y si lo dejamos a la suerte? —propone ella, volviendo a ponerse recta de espalda de pronto.

Dejé de trenzar un momento para estirarme a un lado y darle mi mirada de «¿En serio?» a Hazel antes de volver a mi posición detrás de ella.

—¿Echarás a la suerte los papeles protagónicos de la obra más importante de la vida de Savannah? —ironizo—. ¿En serio?

—Si lo pones así no parece una buena idea —musita.

Me reí por lo bajo, negando con la cabeza. Finalizo la primera trenza y le pido a Hazel la liga para atarla. Empiezo con la otra, yendo con un poco más de rapidez en mis dedos al trenzar cada mechón.

—Bueno, si no hay más opciones.

Hazel busca entre los bolsillos de su bolera negra hasta dar con lo que necesita: una moneda.

—Okey, cara para negarnos. Cruz para aceptar.

Lanzó la moneda que giró en el aire por un corto tiempo que se sintió más largo del que fue, al bajar, Hazel la atrapó con en el dorso de su mano y tapando el resultado con la otra.

—Muy bien, veremos qué a decidido el destino.

Dejo de trenzar su cabello un momento para mirar sobre su hombro.

Destapó la moneda.

—Bueno, ya sabemos qué tenemos que hacer —digo, volviendo a mi anterior posición.

Hazel asintió sin más y yo seguí con mi tarea.

-

Savannah no aparta su azulada mirada de nosotros, llevaba así al menos unos dos minutos, de su boca solo salían balbuceos intangibles y parecía estar congelada en la posición que le dimos la noticia.

¿La habremos averiado?

Obtengo mi respuesta negativa cuando Savannah deja ir un gran grito agudo que me perfora los tímpanos y me obliga a hacer una mueca de dolor.

Ah, eso me dolió.

—¡¡ESTE ES EL MEJOR DÍA DE TODA MI VIDA!! —gritó con emoción, felicidad y más emociones positivas juntas.

El primer fin de semana de ensayo de la obra de Savannah había llegado, queríamos darle la buena noticia ayer pero no estaba por ningún lado del campus, así que esperamos hasta hoy y cuando nos vio cruzar la puerta del auditorio, su expresión estaba entre la esperanza y la tristeza.

Aprendí una lección importante hoy: tratar de no ser la persona que le dé noticias positivas a Savannah, terminaré sordo antes de los treinta.

—¡Gracias, gracias, gracias, gracias! —exclama acercándose para darnos un fuerte abrazo a los dos al mismo tiempo.

Aprendí otra cosa también: Savannah tiene fuerza cuando está emocionada.

—Hey, Savannah... no... No respiro... —fue el murmullo entrecortado de parte de Hazel.

Ella se aleja riendo culpable.

—Lo siento, chicos. ¡Es que estoy realmente emocionada! —da saltos demostrándonos esa emoción—. ¡Me han hecho la persona más feliz del mundo entero! —y nos regala una enorme sonrisa que es agradable de ver.

Definitivamente a valido la pena aceptar el papel. Ver así de feliz a Savannah me recuerda a la reacción que tuvo Sam cuando le di su regalo de cumpleaños. Es igual de tierno.

—¡Bueno, chicos, vamos a empezar con los ensayos! —exclamó ella, dirigiéndose a una de las butacas frente al escenario.

Otros chicos que supuse son de los asistentes de tras bastidores nos entregaron a Hazel y a mí un guión, las líneas de cada uno en la obra.

—¿Están listo, chicos? —nos preguntó Savannah desde su lugar.

Miré a Hazel, ella me sonríe asintiendo con la cabeza.

—¡Estamos listos! —avisó a Savannah.

Hazel me sonríe antes de darme un apretón de convicción a la mano y entrar en escena. La miraba desde mi lugar con una sonrisa de tonto plasmada en los labios, viendo cómo se desenvolvía y entraba en el papel de Pilar tan rápido y como lo hacía increíble.

Ella... mierda, simplemente lo hacía perfecto.

Ella es perfecta.

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