Capítulo III
—¡Buenas tardes, querida! ¿Cómo te fue en el colegio? —preguntó mi madre, Bianca, cuando ingresé a casa.
Ella me llamaba querida, querido o queride —a priori del lenguaje inclusivo— de forma indistinta estando en casa, en público usaba más el: querida para no levantar sospechas.
April, en cambio, me trataba de él en el ambiente doméstico y de ella en el exterior.
La verdad no me importan las etiquetas. Soy un ser humano: Adán por condición, Eva por formación o crianza.
—Creo que fatal —dije, tirando el morral sobre el sofá de la sala y desplomándome en el.
¿Los sorprendí? Seguro esperaban que dijera genial, fantástico, estupendo, supercalifragilisticoespialidoso, pero ¡no!
Resulta que los acontecimientos de final de hora modificaron la estructura de todo mi día y mi estado de ánimo, ya que Blue no tuvo mejor idea que invitarnos a Eva y a mí a una pijamada. ¡Help! Nunca en mi vida me había quedado a dormir fuera. Se imaginarán por qué. No obstante, había aceptado, solo porque Eva también iría y me estaba mirando con esos ojos que... Ufff.
—¿Me quieres contar por qué cariño? ¿Acaso otra vez tuviste problemas con tu...? —Bianca se había instalado a mi lado en el sofá, con dos tazas de chocolate caliente y malvavisco.
Siempre me espera para tomar un refrigerio, ya que April trabaja hasta tarde en la Universidad, mientras que ella lo hace en casa. Es una artista, pintora, como deseo serlo algún día. Además, tiene sus propias alumnas a quien instruye de forma particular.
Me ofreció una de las tazas. Su piel estaba salpicada de pintura roja, a juego con su tono de cabello y el mío. Si no lo había mencionado hasta ahora era para evitarme la burla. ¡No importa la época, siempre será difícil la vida de los pelirrojos!
—No, má. Creo que ya dominé el problema con mi... pepinillo. —Pepinillo: pene. Dos erecciones por semana no estaba nada mal, me refiero a aquellas que tenía en público, las de recién levantado eran otra historia—. Esto tiene que ver con una chica.
Los ojos de Bianca brillaron, como dos piezas de jade, tras aquella única frase. En su cabeza había acontecido toda una historia.
—¡Sabía que llegaría este momento algún día! ¡Por Frida Kahlo! —exclamó dando tal brinco que casi vuelca su chocolate—. Adamira, cariño, ¿no usaste protección? ¡Qué digo! ¿Cómo fue que le contaste el secreto? ¿Quién es ella? ¿April lo sabe?
—Mamá, mamá... tranquila, por favor —intenté serenarla. Aunque era difícil, ya que cuando Bianca entraba en crisis se abstraía tanto como cuando trabajaba en sus cuadros—. ¡Nada de eso pasó!
Era inútil. Mi madre ya se había levantado del sofá y se dirigía a la cocina de nuevo, en busca de su droga favorita, o sea, la cafeína.
Ya mencioné que Bianca es una mujer despreocupada, pero eso no quita que tenga episodios neuróticos de vez en cuando.
—¿Dónde está el café? ¡Por Cassatt! ¿Acaso nadie en esta casa deja las cosas en su lugar?
La seguí.
—Mamá, escúchame ¿sí? ¡Y ya deja de citar pintoras muertas! —Giré los ojos y me apoyé sobre la península de la cocina—. April escondió el café. Sabe que te altera demasiado y luego tienes insomnio y no la dejas dormir. —"Lo que no sabe es que no necesitas solo café para alterarte" pensé. Ella detuvo su búsqueda e hizo un gesto de aversión. Aproveché su momento de concentración para aclarar las cosas—. ¡No embaracé a nadie y tampoco le conté mi secreto a ninguna chica!
—¿Entonces qué hiciste? —cuestionó, poniendo sus brazos en jarra.
—Solo conocí a una chica y me pareció guapa, es todo —sinteticé. Se me habían ido las ganas de contarle la problemática.
—De acuerdo... —Suspiró, más tranquila—. Pero, antes dijiste que te fue fatal.
—Sí... Es que... Ella no siente lo mismo —mentí.
En esa ocasión, su expresión pasó de alarma por posible embarazo y difusión de información confidencial a alarma por mi estado emocional.
—Oh, queride... ¿Estás bien? —Se acercó a mí y me rodeó con sus brazos, frotándome la espalda sobre el vestido.
—Ya lo superaré —admití—. Tú, tranquila.
Se apartó para mirarme a la cara, como si observara un autorretrato, que en parte lo era, y dijo:
—De acuerdo, pero sabes que cualquier cosa puedes contar conmigo y confiarme lo que sea. —Besó mi mejilla—. ¡Ahora iré a pintar! El subidón de adrenalina me dio nueva energía —comunicó, feliz—. ¡¿Quién necesita un café cuando tienes un adolescente viviendo en casa?! —Se marchó hacia el estudio, con renovado humor, retomando aquella actitud de liviandad que la caracterizaba—. ¡Oh, querido! Ya no hagas ejercicio por la noche, porque los músculos se te están notando mucho y eso es peligroso... En todo caso, tendrás que hacerte pasar por una Feminista Radical y ya sabes lo que mamá y yo opinamos al respecto —anunció, antes de cerrar la puerta de su espacio de trabajo.
—Seguro, má —balbuceé, pero ella ya estaba dentro de su mundo imaginario.
Bubis arriba, bubis abajo.
Lo bueno de tener que usar busto falso era que podía moldear las prótesis a mi antojo. Lo malo era el hecho de que al ser artificial tenía que cubrirlo bien con el vestuario.
Pero, ¿cómo se suponía que hiciera eso en una pijamada? ¡Las chicas dormían prácticamente en ropa interior! Ajá, eso no es mito. Pero, es más por comodidad que por sensualidad. En mi caso, tendría que llevar mis camisones de abuelita.
Eso no era lo peor. Dejaré que adivinen.
No, la depilación no tiene nada que ver. Por fortuna tengo hecha una definitiva con láser.
Para quienes pensaron en fustes y en mástiles, están en lo correcto. Ocultar el miembro: ¡La historia de mi vida!
Algunas veces pensaba con seriedad en la sugerencia de April del cambio de sexo. Menos problemas. Otras, miraba a mi compañero de vida y me arrepentía. ¡No podría amputar partes de mi amado cuerpo!
Coloqué mis pijamas de vejestorio en la mochila, junto a los maquillajes, una muda de ropa extra para el día siguiente y varias golosinas. ¡Todo listo!
Solo quedaba rezar y, tal vez, masturbarme un par de veces para bajar la ansiedad, o rezar mientras me masturbaba.
Nada podía salir mal.
Si atravesaba esa noche me consagraría con Eva y, de paso, superaría mi trauma social.
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