21

Los nervios me sobraban. Las manos me sudaban y el frío no ayudaba a mi estado. Mi panza estaba hecha un vuelco, y yo no dejaba de caminar enfrente del gran árbol que me encantaba de ese parque. Traía mis audífonos puestos escuchando la música que más me gustaba para poder tranquilizarme, pero se me hacía tan difícil concentrarme aunque sea en una melodía. Mis amigas estaban en unas bancas un poco lejos de mí, pero ellas tenían buena vista de mí así como yo de ellas.

Esperé quince minutos, que después se duplicaron. De lo cansada que me sentía decidí recargarme en el árbol, aferrada a mi gran chamarra verde militar.

Mientras esperaba, comencé a pensar en demasiadas cosas. Mis amores del pasado, ese amor que más marcada y en sufrimiento me dejó, en lo mucho que perdí con esa persona: amistades, seguridad, autoestima, felicidad.

Realmente temo que mi pasado vuelva a interferir con mi presente, afectando mi futuro con Logan. No quiero permitir a esa persona afectarme más de lo que ya ha hecho, aun cuando estoy segura que ni siquiera se acuerda de mí. Han pasado tantos años...

Casi una hora tarde venía Logan. Creo que no quiso presentarse, nunca me devolvió una respuesta y sólo asumí que vendría.

Debí de haber previsto esto, me dejé ilusionar tanto para nada, para que todo haya sido mentira o su paciencia haya acabado, sino ¿por qué pasar por tanto problema por alguien que no conoces en persona? Incluso llegué a creer que en esas dos semanas su amor se esfumó.

Fui ingenua al pensar que vendría, después de hacerlo esperar tanto. Me busqué esto, yo debí de haber terminado todo. Ahora perdí mi dignidad como siempre, abrí mi corazón nuevamente para que fuera destruido, dejé entrarlo sin haberlo visto, yo lo dejé, yo...

—Esto te pertenece —comentó un chico mientras tocaba mi hombro y yo me di la vuelta. Tenía un sobre en la mano, y para mi sorpresa, él no era un desconocido.

—¿Miles? —pregunté, sin poder creerlo.

—En realidad es Logan, les mentí a ti y a tus amigas, lo siento —se disculpó poniendo una mueca. Solté una risa nerviosa.

Estaba impresionada, pero no del todo. Algo en mi me decía que aquel chico era más de lo que decía.

—Me alegra que vinieras —comenté con una sonrisa nerviosa.

—Me alegra que hayas respondido —agregó y sonrió de lado.

Logan era la clase de chico que usaba suéteres con camisa y pantalón de vestir, aunque la otra vez que lo vimos llevaba una playera negra sencilla, pero con esta ropa tiene un aspecto de escritor. Le queda el estilo. Y sus ojos y cabello negro le daban ese toque misterioso. No es muy alto, pero lo suficiente para saber que cuando lo abrace quedaré entre su hombro y cuello.

—Lamento llegar tarde, no podía encontrar la carta, y hubo mucho tráfico... —empezó pero hizo una pausa, dudoso de sus palabras—. Y esa es una mentira muy estúpida ya que no tengo carro. De acuerdo, entré en pánico, pero hey, aquí estoy —mencionó y rio, yo me le uní con la risa.

—¿Qué dice la carta? —pregunté curiosa mientras la veía y después a sus ojos.

Nuestros ojos no dejaban de mirarse, una mirada fija, profunda, y no me cansaba de eso, no me intimidaba para nada, me sentía segura.

—Puedes leerla por ti misma —respondió y la señaló. Yo sonreí.

—Estoy contigo, la leeré después. —Bajé la mano para guárdala en mi bolso, pero Logan la tomó ligeramente y puso la carta en frente de nosotros.

—Léela, hará que todo tenga más sentido —aclaró y sonrió.

—De acuerdo, pero una pregunta más...

—Primero lee la carta —interrumpió y sonrió.

Me obsesioné con sus ojos y sonrisa, no podía dejar de verlos y admirar cada detalle. Todo en caso de que nuestra historia pase a ser solo un recuerdo.

Querida Venus,

No había escrito nada porque no podía. Mi vista se inundó de ilusiones, que ahora sé que cumplirás con tan solo intentarlo.

Venus, no tengo mucho qué decir, todo lo que quería decir ya lo hice, mi corazón es tuyo, podrías destruirme si quisieras, y la verdad sería un privilegio. Todo lo que hemos hablado, las cartas, el vernos, ha sido un privilegio, y así será hasta que nosotros decidamos que ya no sea así. El día en el que te vi en la cafetería, quería tomarte de mano, tomarte en mis brazos y no soltarte jamás. Debo decir que contener la cordura fue difícil y más aún cuando dijiste que lo harías, que vencerías tu miedo.

Lo último que puedo decir por ahora es que nos veo siendo felices, haciéndonos felices el uno al otro. Aquello que te esté deteniendo de experimentar la felicidad total, yo estaré ahí para tomar tu mano y que de una vez por todas sueltes tu pasado y lo dejes donde debería estar; eventualmente te darás cuenta que solo era carga innecesaria el dolor que sientes. En su tiempo te dejó experiencias y enseñanzas, pero solo debes de quedarte con eso, no caer más de lo que te tumbaron.

En realidad, pensar que alguien pudo hacerte daño me hace pensar que este mundo no tiene salvación, la chica más dulce y con los sentimientos más puros, fue dañada por alguien que seguramente no merece ese privilegio de haber sido amados por ti, habría hecho lo que fuera para conocerte antes y ahora haría lo que fuera para estar a tu lado.

Te cuidaré Venus, te querré, y espero que tu hagas lo mismo. Que esté a tu lado no significa que resolveré tus problemas porque hay algunos que no tienen solución, pero siempre los enfrentaremos juntos. Seré paciente si lo que necesitas es tiempo, solo tienes que decirme, porque si todo salió como esperé, debería estar enfrente tuyo, esperando una respuesta de tu parte. ¿Y bien?

Llevé mi mirada del papel a Logan. Sus ojos gritaban que tuviera esperanza, pues él una vez lo dijo, y es que tenía suficiente esperanza para los dos.

Quería llorar, mucho. Pero no por tristeza, sino porque sé que por fin encontré la felicidad, a lado de este chico. Eso que he estado buscando, por fin lo encontré...bueno, me encontró.

Asentí con la cabeza, y le respiré profundo. Mi nariz se puso roja y mis ojos borrosos, pero no quise soltar una lágrima. Me acerqué a abrazarlo, lo tomé por el cuello, él me tomó por la cintura y nos dimos un largo abrazo. Se sentía, correcto. Ambos estábamos donde debíamos estar, y este tipo de amor llega a ti sin que lo esperes.

—¿Te mencioné que tus ojos son hermosos, en cualquier aspecto? —me comentó y solo sonreí de lo apenada que estaba.

—Algunas veces lo mencionaste —respondí y me reí, ambos rompiendo el abrazo—. Tengo que avisarles a las chicas que se pueden ir, que todo está en orden —agregué y les hice señas de lejos mientras les marcaba con mi celular. Querían que les contara todo, pero yo estaba con Logan, luego las veré a ellas.

—¿Qué pregunta tenías para mí? —me recordó mientras guardaba mi celular y comenzábamos a caminar.

—Oh claro. ¿Cómo ayudaste a Camila con el carro? No tienes uno, y no parece que sepas mucho de mecánica. Un poco prejuiciosa pero, hazme pensar diferente —hablé y lo miré como si fuera la última vez lo hiciera. Analizaba cada aspecto de su rostro y manera de actuar. Pude notar incomodidad.

—Mi padre sabía mucho de carros, toda mi infancia y adolescencia le ayudé. En realidad él quería que estudiara algo relacionado a eso, pero cuando elegí otra carrera, se decepcionó mucho y creo que no me ha perdonado —explicó.

—No debí de haber preguntado, lo siento, siempre pregunto cosas que no debería, te hice sentir incómodo. —Negué con la cabeza varias veces, arrepentida.

—Está bien, no hiciste nada malo. Además creo que deberías saberlo —dijo y sonrió de lado.

En ese momento me di cuenta de lo cierto que era aquel dicho: después de la tormenta, sale el sol.

Caminamos, conversamos, recorrimos todo el parque, y hablamos de todo pero a la vez de nada importante. Con cada paso que dábamos, con cada palabra que decíamos, nos enamorábamos del otro. Y eso incluía saber la verdad, como la que él estaba por descubrir.

—¿De dónde eres? Tú y tus amigas tienen un acento diferente —preguntó acompañado de su ceño fruncido. Intenté ocultar mi vergüenza con una risa, pero solo salió un intento fallido de esta.

—Esperaba que no lo notaras, pero al parecer es muy evidente. —Sonreí—. Las tres venimos de México. En realidad soy de aquí, crecí en Estados Unidos pero viví un largo tiempo allá, por eso tengo el acento —expliqué e hice una pausa para analizarlo—. No me veas diferente, es algo que dejé de mencionar hace mucho tiempo por la poca aceptación que tuve de las demás personas.

—Solo te hace más única de lo que ya eres —dijo y me sonrió.

Era ya de noche, y estoy segura que las culpables de mi sinceridad ante Logan son la luna y las estrellas, nos obligan a sacar nuestras palabras más sinceras cuando están resplandeciendo en el cielo.

—Nunca sé qué responder a los halagos. No pienses que no me gustan, de hecho me encantan, pero nunca me he acostumbrado a eso —comenté nerviosa y mirando al suelo mientras seguíamos caminando.

—Haré que te acostumbres, es lo mínimo que puedo hacer, que te sientas bien y feliz. Y por favor, deja de temer lo que piense. Me encantas, ¿de acuerdo? Me estoy enamorando de ti con cada palabra que dices, nada de lo que digas o hagas me hará cambiar de parecer.

—Me alegra que no seas así solo por carta, sino que también en persona —mencioné y suspiré—. Y tú no te preocupes de que yo no sienta lo mismo —hablé y conecté mis ojos con los suyos.

Parecía que lo conocía hace años, se sentía así.

—¿Podemos parar por un rato? Es que me duelen las piernas de tanto caminar —comenté y Logan buscó por todos lados una banca.

—No encuentro dónde sentarnos. Vamos a buscar un taxi y te acompaño hasta tu casa —habló y comenzó a caminar. Pero yo lo detuve con mi brazo.

—Logan, está bien, no quiero que la noche acabe todavía —musité.

Cuando me di cuenta de que todavía lo tenía agarrado, lo solté rápidamente, nerviosa. Froté mis manos para que tomaran calor, pero Logan decidió hacer algo al respecto. Se acercó lentamente a mí, y envolvió ambas de mis manos, intentando proporcionarme algo de calor.

—Estás helada —masculló con la voz baja y serena. Nunca lo vi alejarse a pesar de que mis manos eran casi como el hielo.

—Desde que tengo memoria así ha funcionado —dije y bajé mi cabeza.

Logan tomó mi mano derecha y la entrelazó con la suya. Con su mano libre, tomó mi barbilla de manera muy ligera. Yo sonreí poco, dándole a entender que estaba bien. Y por fin, unió nuestros labios.

Fue algo simple, pero lleno de amor. Fue tierno, delicado, caliente pero con algunos toques fríos. Nunca me soltó de la barbilla ni soltó mi mano. Nos separamos y nos vimos a los ojos.

No puedo expresar cómo me siento. Feliz, completa por fin. Estoy protegida, porque tengo a alguien a mi lado al fin, y sé que no se irá por mucho tiempo. Ambos sonreímos, le di un corto beso en los labios y caminamos hasta un taxi, tomados de la mano, conversando de lo que sea que nos viniera a la mente.

—Logan, ¿puedo pedirte algo? —pregunté mientras parábamos de caminar y me ponía enfrente de él.

—Dime.

—Prométeme que las cartas no pararan. Obviamente no quiero una todos los días, pero si un día tienes un pensamiento, escríbelo y mándamelo, yo haré lo mismo —expliqué, lo tomé por ambas manos y las entrelacé.

—Tenlo por seguro que así será —me tranquilizó y me lancé a abrazarlo con una gran sonrisa. Él me devolvió el abrazo.

—Gracias —susurré.

Y así me encontraba, agradecida, de haber contestado aquella primera carta, de haber contestado la de hace unos días, de estar con él, con Logan, aquello que buscaba y no sabía que lo hacía hasta que lo encontré.

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