41 - Comer
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wenas wapos.
Les aviso que si están CHIQUITOS y no pueden leer escenas con contenido sexual explícito vayan con CUIDADO por este capítulo, y si ya están GRANDES y pueden leerlo, leanlo po'.
https://youtu.be/ESl0HCWpI7Q
Canción para el cap (?).
Recomendación: váyanse a un lugar donde estén cómodxs para leer uwu.
¿Quién está enamorada? ¡Katerine Greco!
¿Quién sufre por la ruptura con su ex? ¡Katerine Greco!
¿Quién es una inútil? ¡Acertaste! ¡Katerine Greco!
Especialmente, soy una inútil para bajar de peso.
Desde la secundaria me ha gustado hacer ejercicio, lo que me ayudó a restar esos kilitos molestos y sobrantes. Pero... he perdido la afición en los últimos años; aun hago algo de ejercicio, pero bajar de peso me cuesta.
¿Por qué quiero bajar de peso? Simple; verme apetecible... Aunque eso suena raro.
No me interesa mucho ser gorda o flaca, simplemente me atrae sentirme bien conmigo misma. Y, hasta este justo momento, estuve pensando que «mi figura me da igual». Pero ahora me doy cuenta que me doy de todo menos igual.
—¡Uno, dos, tres! ¡Repetimos! —habló la mujer del televisor mientras hacía en bucle los tediosos ejercicios.
Sentadillas, abdominales y... un montón de ejercicios más que mañana por la mañana me dolerán como patada de caballo.
Me acerqué a la mesa del televisor para tomar agua y miré mi pantalla del móvil encendida con una notificación de mensaje. Era Rocío.
«Hey, ¿Sam y tú ya probaron la de Grey?»
Puse mis ojos en blanco.
«No».
«¿Qué esperáis? A este paso Sam será la siguiente Virgen María. ¿Estás esperando que venga el espíritu santo a embarazarte el novio?»
«Hey» mensajeó.
«Hey».
«Hey».
«Hey».
La sucesión de mensajes fue agobiante así que apagué la pantalla del móvil y continué con los ejercicios de las piernas, hasta que el móvil volvió a abrir. Resoplé y revisé la notificación. Esta vez hablaba Sam:
«Katekatekatekatekatekate».
Pesado.
«Quéquéquéquéquéquéqué» contesté.
«Bajaelvolumendeltelevisor».
«Porquéquieresquehagaeso?»
«Seescuchaenmicuarto».
«Bajatúelvolumendetuteclado».
Cuando Sam se pone a desafinar con el piano, es un dolor de cabeza total. Con la guitarra toca como un prodigio, pero cuando le oigo tocar en piano me siento en Destino Final, mientras que la parca intenta matarme con el mal sonido de las notas de Sam.
«No» respondió tras dos minutos.
Escuché un horrible sonido del piano, probablemente el cabrón pasó la palma por las teclas.
«Cabrón» insulté.
«Quejica».
Di un resoplido cargado de molestia y bajé el volumen del televisor, pronto los constantes sonidos del teclado de Sam se apaciguaron, dando sitio a una bonita tranquilidad.
Eché un suspiro y caí derribada a la cómoda cama. Cerré mis ojos y me dejé tranquilizar por la paulatina melodía del piano.
Era una grave composición, acompañada de un ritmo lento y siniestro, a pesar de ello, era sumamente relajante. Repentinamente Sam le dio fin a la efímera canción, dando lugar a un inevitable silencio que sentí de una manera pesada.
El móvil vibró a mi lado y giré mi rostro para leer la notificación:
«Tengo hambre».
«Vale» respondí.
«Comamos algo».
«Puedes comer tú solo».
«Intento hacer una cita, Katerine».
Uy, me dijo por mi nombre completo; malas noticias.
«Okaaay» mensajeé de mala gana. «Puedes venir, la puerta está abierta».
Mentira, no está abierta.
Me apresuré a correr y quitar el seguro de la misma, para volverme a mi habitación y posteriormente moverme al baño. Llevé el agua fría a mi cuello y rostro, limpiando cualquier rastro de sudor de mi piel. Me quité la camiseta y le di un lavado rápido a mi torso, estaba toda sudada.
Me puse otra camiseta, una de tono verde y amarré mi cabello a un moño simple. Sé que mientras yo no me esmero ni un poco en vestirme bien, Sam vendrá como un maldito príncipe. Eso me hace sentir mal conmigo misma.
Fruncí mis labios en una fina línea y resoplé. Decidí buscar mi cajita de maquillaje. Usé rímel y un bálsamo labial. Mientras colocaba el susodicho, arrugué mi nariz al sentir el aroma del producto. Espero que a Sam no le moleste que venga con sabor.
Miré mi reflejo y preferí desatarme el cabello. Estaba hecho un desastre, pero no debería tomar mucho tiempo pasarlo por la plancha, ¿verdad?
Terminé con el último mechón por la caliente plancha. Finalmente: arreglada decentemente. Bien, ahora no sentiré más culpa.
Antes de que pudiera pensar siquiera una cosa más escuché el ruido de la puerta y me apresuré a ir a la sala, encontrándome con Sam, alias «el chico guapo que se hace llamar mi novio». Ah, y además de guapo, es perfecto, al menos en mis ojos y cabeza.
Me acerqué a él de forma furtiva y con pasos silentes.
—Alphi —canté al verlo.
Alzó su vista a mí y sonrió. ¡Qué infarto me da cuando sonríe!
—¿Otra vez ese apodo? —Entrecerró sus ojos.
—¿No te gusta?
El espacio entre nosotros fue muy reducido, pero se volvió menos cuando llevé mi mano a su nuca y él se dejó atraer a mí. Nos unimos en un beso suave, de saludo.
Se separó de mí, mas permaneció a escasos centímetros. Sin que lo pueda anticipar, se acercó a mí y pasó su lengua por mi labio superior mientras sus ojos oscuros me miraban fijamente, erizándome la piel y haciendo temblar mis manos.
Eso fue sexy.
—Sé que suena raro —dijo—, pero sabes bien.
Me siento una diosa por haber elegido ponerme un santo bálsamo con sabor, lo que me permitió experimentar tal momento genial con Sam.
Su constante cercanía acostumbró a mi nariz a su dulce aroma. Probablemente era el olor de su shampoo, ya que noté que su cabello yacía levemente húmedo.
Le mostré una fina sonrisa y me aparté de él. Me permití observarlo mejor y notar su cabello negro ligeramente despeinado. Vestía prendas cómodas y que le sentaban perfectamente... como toda la ropa que usa.
—¿Pedimos pizza? —preguntó.
Meneé mi cabeza en negación y caminé al arco que dirigía a la cocina.
—Estás creciendo, Sam. Así que mejor que comas saludable. —Le saqué la lengua en burla, entrando a la cocina.
Escuché sus pasos hacer eco en el cuarto y lo observé por arriba del hombro, mirando su cara zonza de siempre.
—¿Eres mi madre o qué?
Se puso a mi lado, apoyando sus codos en la encimera y observando lo que hacía.
—Sólo me preocupo por ti. —Sonreí—. ¿Quieres ayudarme?
Le di una mirada y noté su ceño fruncido.
—¿Se suponía que lo harías sola?
Exhalé como una risa y le tendí un cuchillo de cocina.
—Hay un poco de pescado en el refri. Sabes cortarlo, ¿no?
Sam asintió. Se dirigió al refrigerador y comenzó a preparar el pescado. Cortaba con suavidad, tanto que, sus movimientos podrían salir en algún fragmento de una película elegante y de fotografía envidiable.
Me dediqué a cortar patatas en rodajas tras lavarlas y pelarlas. Al terminar, simplemente las puse a calentar al horno.
Le eché un vistazo a mi novio, quien parecía estar terminando con el pescado.
—¿Necesitas ayuda? —pregunté.
Sinceramente, Sam no estaba batallando con el cuchillo, pero quizás no le vendría mal una mano.
—No es necesario.
Me recargué contra la encimera, observando cada cosa que Sam hacía. Terminó con su trabajo antes de lo que esperaba y me dispuse a cocinar la carne en la plancha.
Ajusté el fuego de la estufa y me dediqué a contemplar la carne con tal de vigilar su cocción, mas, obviamente, hubo una distracción: Sam d'Aramitz. No podía ser nadie más.
Sus brazos me envolvieron en un abrazo desde atrás, y pronto sentí la calma de su respiración fría contra mi cuello. Cerré mis ojos, disfrutando del momento. Pero no pasó mucho tiempo para que la suave caricia de sus labios sobre mi piel sensible me hiciera suspirar.
Sam se separó de mi cuello y ladeé mi rostro para verlo. Grave error. Él no esperó demasiado para adelantar su mano a mi mejilla e inmovilizarme para juntar sus labios con los míos en un beso tranquilo y profundo.
Antes de que me pudiera dar cuenta, ya estaba frente a él contra la encimera, así que me subí a la susodicha, facilitándole el acceso a mi boca. Gruñí cuando él mordió mi labio inferior suavemente y tiró de él. Eso último probablemente lo aprendió de mí.
Abrí mi boca casi por reflejo, Sam no perdió el tiempo para introducir su lengua en mi cavidad y darme aquel cosquilleo en mi abdomen.
Nos separamos con tal de buscar aire, pero nuestros rostros permanecieron cerca de otro. Quise alejarme de él y me lo impidió, dejándome quieta con su firme pero cuidadoso agarre.
—Sam, si me sigues besando se quemará la comida —advertí con una mueca disgustada.
Él sonrió con picardía. Trasladó su rostro a mi cuello, rápidamente depositándose cerca de mi oreja, la cual cosquilleaba al sentir su respiración.
—Si es así, ¿puedo comerte a ti?
Mis piernas temblaron, aunque no de miedo. El calor subió a mi rostro y pobló a mi cuerpo. Mordí mi labio, rememorando el día donde nos quedamos a limpiar Délicatesse y él me tocó de esa forma tan sensual y provocativa. ¿Acaso lo haría de nuevo? Ansiaba que sea así.
—Eso es ridículo —repliqué con una risa incómoda y nerviosa—. Déjame seguir con lo mío, ¿no era que tenías hambre?
—Necesitaba una excusa para venir a tu piso —pronunció por lo bajo, alejándose de mí—. Sólo quería verte.
Mi corazón se aceleró a su máximo galope, mas preferí mantenerme dura:
—Podemos hacer lo que quieras después de comer, ¿vale?
Mi propuesta pareció convencerlo, así que se apartó completamente de mí. Lo seguí con la mirada, clavando mis ojos café en los suyos, metálicos.
—Mejor vete de la cocina, me distraes.
Él me miró mal, como si le hubiera dicho un insulto horrible. Echó un suspiro repleto de pesadez y desapareció por el arco. Eso me dio oportunidad a estar sola con mis pensamientos, y obviamente mi cabeza no tardó mucho en crear fantasías.
Mordí mi labio inferior, completamente ansiosa, deseando terminar con la comida para inmiscuirme con mi novio. Lo admito: hasta a mí me suena extraño decir novio; aun no puedo creer que Sam y yo nos podamos llamar de esa forma con tal libertad, sin tener un impedimiento externo que nos ate. Simplemente somos él y yo, una pareja.
Ambas partes de la comida estaban listas, así que las acoplé por separado en dos platos. Tomé uno en cada mano, saliendo de la cocina y dándome cuenta que Sam estaba cerca de uno de los libreros, echando un vistazo a un libro. Le di un ojeo rápido a la cubierta y me alegré de que esta vez no esté leyendo mi maldita colección de Cincuenta Sombras.
Deposité ambos platos sobre la mesa y di unas cuantas idas y vueltas para poner los cubiertos y la jarra de zumo, entre otros. Había puesto los platos en una esquina de la mesa, dejando uno en el lado vertical y el otro en un extremo próximo del lado horizontal.
Tras terminar con ello, me senté y me dediqué a observar al pelinegro, aguardando porque se siente.
Eché un suspiro pesado cuando su demora hizo presencia.
—¿No vendrás a sentarte?
Él no respondió. Simplemente me miró de reojo y dejó el libro junto a los demás. Me contenté al pensar que por fin vendría, pero sólo se apoyó en el mueble, con sus brazos cruzados y su mirada fija en mí. Sus ojos fueron tan intensos que, quizás podrían atravesarme.
Preferí comenzar a comer, de lo contrario la espera sería eterna.
—Anoche estuve hablando con Rocío.
—Qué novedad —comenté con sarcasmo. No me sorprendía que entre ellos se llevaran bien, ambos tenían personalidades compatibles.
—Me contó sobre un sueño tuyo.
Casi me atraganté.
Me esforcé en recomponerme y lo logré, sólo que mi rostro se llenó del color rojo y todo de mí ardía. Tenía ganas de matar a Rocío, no debería confiarle ninguna intimidad de nuevo. ¡Maldita chismosa!
—No sé de qué hablas.
Aunque lo evada e intente mentir, ni siquiera yo puedo creerme la mentira, mucho menos Sam, quien puede leerme de la misma forma en que leía el libro de antes.
Puse esmero en esquivar el contacto visual, mas un escalofrío recorrió mi columna al oír sus pasos en mi dirección. Mi pulso se descontroló cuando en mi campo de vista apareció Sam, sentándose en la silla a menos de un metro de mí.
Lo vi sonreír y reír con una exhalación.
—Entonces es verdad —asumió, disfrutando de mi vergüenza. Aunque ésta le fue contagiada prontamente. Tras recomponerse, me miró con curiosidad y suspiró—. Has pasado de rechazarme dos veces a soñar conmigo, Kate.
Sinónimo: caí en su trampa.
Tragué saliva y apreté mis manos formando puños, incapaz de replicar algo.
—¿Te pongo nerviosa?
Agh, esa pregunta. Esa maldita pregunta. Pregunta de la que todos sabemos su respuesta.
Ante mi silencio, repentinamente Sam colocó mi mano en mi rodilla y con suavidad se deslizó hacia arriba, rozando con su yemas mi piel apenas cubierta con la fina tela de los leggings. No contuve mi jadeo y alcé mi vista para observar al condenado chico que tanto me estaba calentando.
Su expresión seria y fría se relajó cuando hizo un asomo por curvar sus comisuras, pero sólo fue una sonrisa contenida. Los ojos plateados de Sam, tan perspicaces como los de un felino, se mantuvieron en mí, detallando mi rostro y facciones, como acostumbraba a hacerlo.
—Sam...
—¿Sí?
Apreté mis labios, reteniendo cualquier cosa que podría salir de mi boca en ese instante. Al volver a chocar sus ojos con los míos los recuerdos de ese estúpido sueño volvieron a mí, con Sam como protagonista.
Cuánto calor.
Su mano ascendió más, marcando leves círculos sobre la parte final de mi muslo interno, casi en mi intimidad.
Mi respiración pesó aún más. Mi tórax se sentía demasiado pequeño para mi corazón, que aumentaba de tamaño con cada latido, apretando mis pulmones y asfixiándome.
Sin previo aviso Sam quitó su mano de mi pierna y se incorporó correctamente en su asiento, tomando los cubiertos y cortando un trozo de pescado con total normalidad.
—Deberíamos comer. —Sonrió con malicia.
Si antes me parecía un angelito de buenas intenciones, ahora sólo es un diablillo lleno de maldad.
Apreté mis dientes y sentí toda la ola formándose dentro de mí caerse como si le hubieran robado todo impulso.
—Sam... —mascullé, llenándome de decepción.
—Dime —volvió a hablar con picardía y maldad.
¡Será...!
—¿Pasa algo malo? —repitió ese tono.
Me observó de reojo con total arrogancia. Él sabe lo que ocasiona en mí, así que le divierte derrumbarme toda expectativa.
Decidí ignorarlo y concentrarme en las benditas patatas y pescado. Esperaba que su sabor me hiciera olvidarme de tal travesura del condenado que tenía al lado.
Llevé la comida a mi boca y saboreé el trozo en mi paladar. Y eso, me dejó en claro algo: no soy la favorita del dios del destino. Porque nunca había probado un plato con un sabor tan ordinario como ese.
Ahora tengo dos decepciones: el jueguito que no lleva a nada de Sam, y el pescado que no sabe a nada. Lo peor: el bálsamo me genera un extraño sabor dulce y agrio a la vez.
Tras un grave silencio entre ambos, di el último mordisco a la comida y alcé mi vista, observando al pelinegro.
—¿Qué fue lo de antes? —inquirí, cruzándome de brazos.
—¿Qué cosa?
No quitó la mirada de su plato.
Eché un suspiro pesado e hinqué mi codo en la mesa, dejando caer mi rostro en mi mano y observando cualquier punto que no sea Sam.
—¿Estás resentida por eso? —se mofó, terminando de comer—. Kate, dijiste que sólo podríamos hacer lo que quiera al terminar de comer. ¿Lo olvidaste?
Apreté mis labios. Es verdad.
—Entonces termina de comer —murmuré.
Cuando espié por el rabillo de mi ojo, me percaté de su gesto jocoso. El condenado lo disfrutaba.
Me levanté de la mesa y caminé a la cocina con mi plato y utilensilios con tal de limpiarlos. Terminé con ello rápido y regresé a la sala, encontrándome con Sam sentado con su codo izquierdo sobre la mesa y su cabeza apoyada en mano. Sus ojos se dispararon hacia mí apenas entré.
Contemplaba el suave sismo en mis manos. Los nervios me carcomían. A menudo tenía el control de la situación cuando se trataba de él, pero ahora me encontraba en una posición vulnerable. Mis estúpidas fantasías le fueron expuestas como si se tratara de un chisme cualquiera, y ahora disfrutaba de mi bochorno. Aunque, lo que más me avergüenza es que me haya puesto justo mínimos instantes tras entrar por mi puerta.
Nuestros ojos se encontraron. Era su tosco y serio platino, junto a mi inseguro ámbar. Dos colores que, podían ir de la mano de forma espléndida, o de lo contrario: de forma desastrosa.
—Ven —pidió con su voz suave y amable.
Caminé hacia él con precaución. Su mirada estaba atenta a todos mis pasos, al movimiento de mis rodillas al flexionar mis piernas o la forma en que mis muslos se movían. Aquello me incomodó un poco y lo sentí en la torpeza y ritmo mecánico de mi andar.
Finalmente estuve frente a él. Alzó su rostro con tal de verme directamente y me mostró su sonrisa cálida.
Llevé mi rodilla al espacio vacío entre sus piernas con tal de agacharme y poner proximidad entre nosotros.
En la cercanía, sus ojos me mostraron cierta adoración y conmoción. Una de sus manos fue conducida a mi nuca y me presionó contra su boca. Fue un beso corto, sólo un toque.
El rostro de Sam desapareció de mi vista y fue a mi cuello, me estremecí con el simple contacto de sus cálidos labios en mi fría piel. Me besó de manera profunda, intercalando movimientos con sus labios y lengua, de esa manera aceleró mi respiración, que se cortaba con jadeos o suspiros suaves.
Una avalancha de deseo atacó mi cuerpo; en ese momento me di cuenta que quería más que un beso en los labios o en mi cuello.
Terminó con su besuqueo y me miró directamente. El gris de sus iris parecía brillar. Sin que pudiera decirle algo, él pegó su boca a la mía en un excitante y eléctrico beso cargado de lubricidad. El movimiento eficaz de su lengua me volvía loca. Me devoraba de la misma forma que ayer y lentamente me hacía víctima de una sensación fogosa en mi intimidad.
Me separé de él, con la frecuencia de mis jadeos en otro nivel y mi pulso volviéndose salvaje. Me acerqué a su oreja y marqué un suave recorrido por ella con mi lengua hasta su sensible lóbulo, arrancándole un jadeo.
Enfrenté su rostro y uní mi frente con la suya, cerrando mis ojos.
—Vayamos a mi cuarto.
Abrí mis ojos con tal de ver su reacción. Su cara estaba totalmente roja, no sé si de la agitación o de la vergüenza.
—Si así lo quieres —musitó—. Sino, podemos hacerlo sobre la mesa.
Mis párpados superiores casi tocan el final de mi frente. ¿Hacer qué? ¿Acaso escuché mal?
—¿Hacerlo? —pregunté rápidamente.
Sam abrió sus ojos con sorpresa, parecía que recién se había dado cuenta que su frase se podía malinterpretar fácil.
—No quise decirlo así.
Sonreí levemente.
—Pero pensaste en 'hacerlo', ¿verdad? —comenté recorriendo su rostro con mis ojos.
Tartamudeó un poco, pero no dijo nada.
—De acuerdo, vayamos al cuarto —murmuré cerca de su oído, erizando su piel.
Me levanté de la silla y le permití a Sam adelantarse. Marcó un camino suave hasta mi cuarto y cuando entró en él, cerré la puerta detrás mío.
Volteó a mí con tal de verme, así que me puse de puntitas para alcanzarlo, abracé su cuello con mis brazos y lo acerqué a mí, de esa forma volviendo a besarlo.
Me adelanté mientras lo besaba, lo que lo obligó a retroceder y pronto cayó sentado en mi cama. Eso lo separó de mí.
Acomodé mi cuerpo sobre su regazo, sentándome a horcajadas sobre él. Eché un jadeo cuando entré en contacto con su ligera erección. Mecí mi entrepierna contra la susodicha y Sam mordió su labio inferior, conteniendo algún sonido. Cerró sus ojos, dejándose llevar por mi suave movimiento contra su miembro, que con mi ritmo lento se endureció poco más. Sonreí por su gesto.
—¿Excitado? —murmuré.
El pelinegro abrió apenas sus párpados, observándome. Permaneció callado por unos segundos.
—Me encantas, Kate —jadeó.
—Y tú a mí —murmuré contra su cuello, dándole un suave beso repleto de cuidado.
Ascendí mis labios y encontré su boca, tomándolo con total posesión y derribándolo completamente a la cama. Recorrió mi cuerpo con sus ojos encendidos en lujuria al separarse de mí y sintió mi cintura con sus manos. Antes de que pudiera siquiera parpadear me tomó entre sus manos y me quitó de arriba suyo, dándome la vuelta con un movimiento suave y dejándome bajo él.
Mi respiración se volvió errática. Me tenía encerrada contra la cama y su cuerpo, haciéndome sentir indefensa y enteramente vulnerable, pero esa sensación me agradaba, me excitaba y emocionaba. Adoraba cuando Sam tomaba el control de mí, incluso si decía que me hacía sentir incómoda, realmente sentía un impetuoso fuego en mi interior cuando era él quien tomaba las riendas.
—Quiero hacerte sentir lo que causaste en mí en mi piso.
La respiración se me cortó cuando Sam adentró su mano bajo mi camiseta, tanteando mi piel como si fuera un terreno desconocido.
Miré con nervios a mi pelinegro, ¿qué pasaba por su cabeza? Quisiera saberlo.
—¿Me tocarás? —inquirí, mordiendo mi labio al sentirlo en mi cuello, asimismo acariciaba mi sensible piel de las costillas.
—No —respondió con su voz ronca y baja, sumamente provocativa—. Te comeré, Kate.
Ya no soy Katerine Greco, soy Katerine Atlántico. En otras palabras: un océano. Parece chiste, pero es anécdota.
—Quiero que lo hagas —afirmé, pasando mis manos por su abdomen y sintiendo sus abdominales bajo mis palmas.
Mordió mi cuello y chupó de él, probablemente de una manera tan intensa para dejar marca y de esa forma arrancándome un gemido. Cerré mis ojos, dejándome hundir en la placentera sensación de su boca contra mi sensible piel.
Se separó de mi cuello y volvió a mi boca, besándome lentamente. Continué con el ritmo de manera pacífica, pero un cosquilleo recorrió mi columna vertebral cuando repentinamente sentí su mano en uno de mis senos.
Abrí mis ojos lentamente y me percaté que él me observaba. Rápidamente me separé y los nervios se apoderaron de mi cabeza. Eché un suspiro cuando su mano me masajeó con delicadeza.
—No sé si lo estoy haciendo bien —admitió.
Asentí con mi cabeza—: Lo estás haciendo bien.
Su pulgar hizo un ligero roce con mi pezón y contuve un sonido extraño. Se sentía como si me tocara directamente debido a la fina tela del bralette. Cuando encontró aquel punto sensible, marcó ligeros círculos con su pulgar, provocando en mí múltiples jadeos.
Se acercó a mi oído y susurró:
—¿Puedo quitarte la camiseta?
Sí. Sí. Sí. Y mil veces sí.
Asentí con mis ansias en crescendo. Se apartó de mí y tomó el filo de la prenda. Me senté para facilitarle la tarea y cuando terminó con ello, me miró con total vergüenza y asombro.
Se llevó una mano al rostro y cubrió la mitad de su rostro.
—Kate, ¿qué clase de sujetador es ese? —preguntó conmocionado.
Ah, quizás piensa que es lencería erótica o algo por el estilo.
—Es cómodo. —Me encogí de hombros—. Además, ¿no es lindo?
Debo reconocer que es razonable la vergüenza de Sam; la tela es casi transparente.
—Yo debería sentir más vergüenza, Sam. Soy la única sin camiseta de los dos —me burlé de él—. ¿No quieres poner parejas las cosas? —ofrecí con un tono sugerente, palpando su abdomen.
Él tragó saliva fuertemente y, completamente para mi sorpresa, tomó del cuello a su prenda y se la quitó por su cabeza.
La respiración se me agitó y mis ojos se fijaron en su torso, probablemente tallado por deidades. Sam no es flaco, pero tampoco es una masa de músculos, sino que tiene una contextura bastante atractiva, al menos para mí. Tiene marcas de abdominales, no de forma exagerada y sus pectorales de la misma forma.
—Sexy, como siempre. —Sonreí, tocando su torso desnudo, lo que provocó una contracción en él.
Pareció acostumbrarse a tal situación, por lo que noté que sus hombros se distendieron.
Se acercó a mí y besó mi clavícula. Pero cuando tomó nuevamente uno de mis senos comprendí totalmente qué planeaba hacer.
—Lo siento, no son muy grandes —dije—, puede que no sea lo que esperabas.
Alzó su vista hacia mi rostro.
—¿Bromeas? —Paró de besarme—. Kate, a mí me pareces hermosa y tus pechos me gustan.
Abrí mis ojos con sorpresa.
—Lo último fue vergonzoso —se cohibió.
Solté una risa suave. Me encanta Sam, con su lado sexy, su lado adorable y tímido, junto a su faceta pasota. Pero una de las cosas que más valoro de él es su sinceridad.
Entrelacé mis dedos en su cabello, manteniendo mi sonrisa.
—Te quiero.
Noté que sus músculos faciales se distendieron en un mismo gesto risueño. Aunque el ambiente cálido se desvaneció cuando apretó un poco mi pecho, arrancándome un jadeo.
—¡Sam! —lo regañé.
Me mostró una sonrisa repleta de malicia y me contagió el gesto.
Volví a sumergirme en su juego, mordiendo mi labio al verlo levantar un poco la tela del sujetador con tal de dejar mis senos descubiertos.
No pude contener el gemido que me hizo dar cuando su boca acaparó uno de mis pezones y una de sus manos estimuló el otro.
Con que a esto se refería con comerme.
Lo vi abrir sus ojos y mirarme. Estaba rojo y la calidez de su rostro la sentía contra la piel sensible de mi pecho.
—Sigue —gemí con la intensidad de su boca.
Su lengua húmeda y caliente marcaba un recorrido en mi pezón atrapado entre sus labios, formando una ola dentro de mí. Lo tomé del cabello y lo acaricié, pidiéndole en silencio por más.
Se alejó de mi con un suspiro caliente y me miró directamente a los ojos.
—No soy bueno en ello.
Si eso no es ser bueno, no sé qué será ser excelente.
—Hazlo otra vez —rogué con mi respiración jadeante, privándome de formular bien una oración.
Me percaté de que esa simple frase lo encendió demasiado, volviendo a tomar aquel punto entre sus labios y chupándome de tal forma para arrancarme gemidos.
Mis piernas temblaban por el gozo y mi vista se nublaba. No pensaba en nada más, sólo en Sam, a quien, incitaba a darme más manteniendo mi mano en su cabello.
Tras un buen momento donde la habitación sólo fue poblada con mis gemidos y jadeos, él se separó de mí y yo traté de recomponerme, ya que, mi intimidad palpitaba demasiado y podía oír también el galope de mi corazón.
Acomodé mi ropa interior de nuevo en su sitio y miré a Sam, quien parecía cohibido y agitado.
Tras acomodar un poco mi estado, me recosté en la cama, apoyando mi cabeza sobre la almohada. Le indiqué con palmaditas que se acostara a mi lado. Lo hizo y echó un suspiro pesado.
Bajé mi mirada por su cuerpo, notando su potente erección. Debe molestarle mucho.
—¿Qué harás con tu erección? —pregunté sin pelos en la lengua.
Volteó su rostro y me miró.
—Si pienso en algo desagradable se baja.
Solté una carcajada.
—¿Cómo qué?
La seriedad con la que me miró me dejó en claro en que se le vinieron a la cabeza imágenes de guerra.
—Lengua geográfica.
Fruncí mi ceño—: ¿Qué es eso?
—Búscalo en Google.
Mejor no lo hago.
Imagínense que Estanislao estaba en el cuarto al lado de la habitación de Kate y los escuchó XD.
Bueno, les dejo el capítulo hasta acá. Gracias por leer y, opd, estamos a 25k, gente, watafak. Buenas a los nuevos que se leyeron hasta acá y buenas a los old que siguen continuando con la lectura, se les re quiere por haber seguido las actualizaciones <3<3<3.
Me despido uwu.
—The Sphinx.
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