3 - Bruno


Buenas, acá les traigo un nuevo capítulo, ¡disfruten!

En la noche de ese mismo día, Bruno había tocado a mi puerta... y olía a alcohol. Odiaba el olor a cerveza, pero ésta se sentía bien en Bruno.

Cada vez que lo veía embelesado conmigo recordaba que él era mi todo. Empezó siendo el chico lindo que las traía locas a todas en la secundaria, rechazó a todas, pero, por razones desconocidas, se fijó en mí. Mi físico no es la gran cosa, sin embargo, él afirmaba que yo era hermosa, mi personalidad no es muy buena, pero para él yo era «una fuerte chica». Entre coqueteos, más suspiros y sonrisas robadas, Bruno y yo nos volvimos la parejita del salón de clases.

Me observaba inquieto desde la puerta, su rostro señalaba hacia abajo pero mantenía firmemente su mirada sobre mí. Su cabello castaño caía en cascada a su frente, estaba muy despeinado, y sus ojos verdes me analizaban y parecían devorarme lentamente con tan sólo observarme. Dios santo, qué guapo es.

— ¿Quieres pas...?

No pude terminar ya que él se abalanzó sobre mí y estampó sus labios con los míos con un ritmo agresivo y demandante. Llevé mi manos a su cabello, atrayéndolo más a mí y él dirigió las suyas a mi trasero, apretando, lo que hizo que un jadeo escape de mi boca durante el beso. Mordí ligeramente su labio inferior rogándole para que abra su boca y el captó mi solicitud, haciendo lo mencionado. Introduje mi lengua en su cavidad y él hizo lo mismo. Sentía toda la humedad de su lengua poblar mi boca, así que rápidamente arremetí con el mismo desesperado movimiento.

Caminamos en reversa y él me derribó en el sofá, por suerte, no tuvo que voltearse para cerrar la puerta ya que lo había hecho con agilidad antes. Tomó en sus manos mis rodillas y las abrió para ponerse entre mis piernas, se agachó ligeramente para alcanzar mi boca y atrapó mis labios nuevamente en otro beso tan necesitado. La violencia con la que se movía era impresionante, apenas me daba espacio para respirar y mordía de vez en cuando mi labio inferior, en una ocasión hizo demasiada presión y salió sangre del mismo, pero esto no lo detuvo. Pasaba sus manos por todo mi cuerpo sin pudor, y tocaba fuertemente mis zonas más sensibles, arrebatándome sonoros gemidos de los que me avergonzaba.

Después del prolongado acto intenté acomodarme en el sillón, sumamente agotada tras recibir esa agridulce muestra de amor... o celos. Sabía que se trataban de celos ya que Bruno decía cosas bastante posesivas durante el acto, repitiendo con firmeza que mi cuerpo le pertenecía o que sólo él podía hacerme retorcer así. Sinceramente, consideraba muy macabra esta sesión en particular, él se había mostrado como una bestia furiosa y hambrienta, hecho que en más de una ocasión me había hecho temblar, no de placer, sino de miedo: miedo de que me lastimara al hacerlo o que se enfadara repentinamente sin razón alguna. Y sobre lastimarme... más de una vez me lastimó, y ni siquiera se atrevió a llevarme a la cama, estaba tan descontrolado que me había tomado ahí mismo.

Suspiré y entré a mi habitación para dirigirme al baño, me di una rápida ducha ya que estaba un poco «usada» y me puse ropa limpia, ya que la otra no sería muy agradable de llevar. Mientras me vestía, observé mi reflejo en el espejo y quedé espantada al notar las marcas que Bruno me había dejado. Tenía una mordida bastante notable en el cuello y en mis senos había varias más pequeñas repartidas. En mis muslos había rasguños y mi labio inferior estaba un poco lastimado después de esa fuerte mordida que me dio durante un beso.

Salí del baño y de mi cuarto con una camiseta simple negra que llegaba hasta mi cintura y unos pantalones azules oscuros bastantes altos, estaba descalza.

Él preparó la cena, la cual ya estaba servida en la mesa. Tomé asiento y miré a Bruno con un rostro fulminante.

—Sueles ser un caballero, pero esta vez te has pasado —le reprendí tomando un tenedor en mano y enredando la pasta en el susodicho.

—Sólo admite que fue bueno —Me dedicó una sonrisa satisfecha—. Aunque ni siquiera hace falta que lo digas, con todos esos gritos ya me lo dejaste claro.

La sangre subió a mi rostro y me avergonzaba pensar que a pesar de que él había sido muy desconsiderado, lo había disfrutado mucho más que en otras ocasiones.

—No digas cosas así.

— ¿Cosas cómo cuáles? ¿Cosas como la forma en que te retorcías de placer bajo mío o como gritabas mi nombre para que lo haga más rápido?

Empecé a toser sin control por sus palabras. Nunca había tenido esa actitud tan guarra, pero admitía que inesperadamente sus palabras me excitaban demasiado a pesar de desagradarme.
Él observaba mis acciones detenidamente, sé que alguna «buena» idea se le cruzó por la cabeza al ver la sonrisa en sus labios.

—Kat, ¿te gusta que te hable sucio? —Apoyó su cara en una mano mientras apoyaba su codo en la mesa. Me calaba de pies a cabeza con sus ojos con una ligera chispa en ellos; parecía revivir imágenes del encuentro de hace unos minutos.

Tragué fuertemente saliva. Mi rostro seguía rojo.

Sé que era patético y sumiso, pero asentí a su pregunta, admitiendo la pura verdad.

—Entonces debería hacerlo más seguido —Amplió su sonrisa y devolvió sus ojos a la comida, empezando a comer.

No podía comer en tranquilidad gracias a la tensión que reinaba sobre ambos. Era complicado comer, ya que apenas levantaba mi vista él estaba viéndome con una sonrisa perversa o con alguna mirada cautivadora. El alcohol le hacía muy mal, perdía la cabeza y hacía o decía cosas sin pensar, justo como en ese momento.

—Si te mantuvieras alejada de los demás hombres haríamos esto más seguido, Kat —dijo sin verme.

— ¿Me estás comprando con sexo? —hablé, molesta.

—En parte —admitió con una sonrisa.

Suspiré con pesadez.

—Cuando miras a ese chico hay algo en tus ojos que no puedo descifrar, Katerine.

Bruno tenía la habilidad de incomodarme con sus observaciones.

—Son imaginaciones tuyas, Bruno.

— ¿Segura? —Arqueó una ceja.

—Segura.

—Comprobaremos eso en un futuro —soltó en un semblante tajante, seguro de sus palabras y enseriando las mismas.

Tenía la seguridad de que entre Sam y yo nunca habría nada. Él me atraía, claro está, pero ese hecho era bastante obvio considerando el rostro de Samuel, sin embargo, el nivel de atracción era demasiado bajo para que yo cayera rendida como me había pasado con Bruno.

—Anoche mentiste con lo de tu período, ¿no? —pronunció sin levantar su mirada, observando fijamente el plato.

Mis manos sudaron, brotando nerviosismo en mi sistema. Él sabía cuando mentía, nunca podía ocultarle algo o engañarlo, me conocía tan bien que a través de mi gestos u observaciones lógicas terminaba por descubrirme.

Asentí nuevamente con la misma actitud sumisa y patética de antes. Sólo Bruno me generaba ese miedo, sólo él me miraba con esos ojos que mostraban amenaza para luego tornarse en un pervertido coqueteo, pero en esta ocasión, no me veía, lo que me resultaba aterrador, cuando él veía abajo o simplemente no me veía a los ojos indicaba peligro.

—No necesitabas mentirme —habló seco luego de tragar—. No te haré nada, tranquila —dijo en una voz suave y tranquilizante al notar mi semblante despavorido—, creo que ya te he dejado en claro las cosas hace unos minutos. Aún así, no vuelvas a mentirme, Kat, si no quieres hacerlo sólo dímelo directamente, pero no sólo me refiero a sexo. No me mientas, simplemente eso.

—No te miento, sólo fue por esa vez. No estaba del mejor humor para hacerlo, ¿ya? —aclaré apenada evadiendo sus ojos. Odiaba que desconfiara de mí.

Noté en su mirada cierta sospecha. No me creía aún, pero parecía un poco convencido.

Después de la cena vi que se levantó y lavó los objetos que usó para comer, terminamos casi al mismo tiempo así que hice lo mismo junto a él.
Me contempló por varios segundos con una sonrisa de boca cerrada con pena.

— ¿Sucede algo?

—Debo irme —dijo acariciando desde la distancia mi mejilla, cerré mis ojos ante su suave y delicado tacto.

—Creí que te quedarías toda la noche —me quejé con los ojos aún cerrados.

— ¿Qué?, ¿aún quieres más? —Abrí mis ojos y fruncí mi ceño con cierto rubor bajo mis ojos. Rió suavemente por mi mohín— Me encantaría quedarme, Kat, pero tengo cosas que hacer.

Suspiré.

Me dirigí junto a él a la entrada y antes de que se fuera dije—: ¿Ningún beso de despedida?

—Si te beso me darían ganas de hacértelo de nuevo, Katerine —replicó como si fuera algo obvio. Una vez más hundí mis cejas.

—De acuerdo —asentí—, pero mañana me debes una recompensa por irte temprano y dejarme sin beso de despedida.

Él me sonrió con picardía. Sabía qué estaba pensando, y lo que a él se le ocurría era lo mismo que yo deseaba.

Nos dijimos adiós y él desapareció por la puerta. Suspiré y me dirigí al cuarto. La paz reinaba sobre mí hasta que oí el lindo sonido de la guitarra de Sam. Aquellos acordes deleitaban mis oídos, probablemente habría ajustado las cuerdas ya que el sonido era mucho más limpio que la noche anterior. Cada nota era más atractiva que la otra, mientras que el ritmo se aceleraba paulatinamente y se sumía en salvajes entonaciones. Cuando el ritmo rápido se estableció escuché por lo bajo la voz de Sam, esa voz era tan bonita, suave y seductora llenaba mis oídos asimismo la guitarra emitía aquellos sonidos.

¿Debía salir?

Quería ver a Sam, pero algo me decía que esa no sería una conversación agradable. Aún así, no contuve mis deseos y deslicé la puerta del balcón, para después apoyar mis desnudos pies en el mismo. Encontré a Sam, cantando y tocando la guitarra con sus ojos cerrados.
Me apoyé en la barandilla y contemplé el acto. El cabello negro de Sam bailaba con el viento y sus expresiones se distorsionaban al cantar en alguna entonación más complicada. Movía sus manos rápidamente, éstas tenían dedos largos y sus nudillos se marcaban al igual que sus tendones. Veía como finas gotas de sudor atravesaban su frente y sus mechones caían en la susodicha, dándole aires de despreocupación. El ritmo de su voz y guitarra fue apaciguándose lentamente hasta apagarse por completo. Yo aún le veía, embobada con su canción.
Él alzó su rostro lentamente y abrió sus ojos con sorpresa, para después relajarlos y mostrar una sonrisa de lado.

—¿Noche agitada?

Sus ojos veían a mi cuello, lo que me avergonzó rápidamente.  Estaba hecha un tomate, y me daba aún más vergüenza mostrarme así delante de él.
Además, había olvidado que él podía oír todo.

—Hoy fueron muy groseros, tuve que salir de mi departamento para no escuchar —Fingió fastidio y se levantó de su silla para luego dejar la guitarra apoyada contra la susodicha— Era broma —A pasos lentos se dirigió a mí e instaló sus codos sobre el barandal. Nos separaba un poco más de un metro. Relajó su rostro y suspiró, para luego cambiar de teme—: ¿Te gusta la canción?

—Me encanta —contesté con brillos en mis ojos, delatando mi emoción—, aunque tiene palabras que no conozco.

—Supongo que eres bastante básica —comentó algo decepcionado.

Resopló.
Hubo un minuto de silencio en el que yo volteé mi vista hacia la ciudad, observando con detenimiento el paisaje. Intentaba pensar palabras.

—Es extraño que estés tocando tan temprano —dije aún sin mirarlo.

De hecho ni siquiera eran las diez. Él solía tocar después de medianoche, así que era algo raro.

—Necesitaba liberarme —explicó. Sabía que me estaba mirando—, últimamente me siento bajo presión.

—¿Lo dices por el trabajo?

—Ajá.

Suspiré y lo miré por el rabillo del ojo, intentando formular una oración.

—No es tu culpa —Intenté consolarlo—. Hace poco tiempo estás sirviendo, sólo necesitas practicar.

—¿Cuánto más? —soltó con cierto grado de exasperación, como si la situación y mis palabras los hartaran— Llevo un mes y hasta ahora no ha habido semana donde no tire un plato o vaso. Todo eso se descuenta de mi sueldo, no podré pagar el alquiler, y si lo pago, tendría que comer horrible todos los días.

Evidentemente el desasosiego lo poblaba, cada palabra era despedida de su boca con enfado y tristeza, y agitaba sus brazos al ritmo de lo que decía con rapidez y brusquedad, parecía como si le diera una cachetada al mismo aire.

—¿Qué hay de tus padres?, ¿no pueden mandarte dinero? —Intenté sonar reconfortante o cooperativa, él claramente necesitaba ayuda y no podía ser dura.

Negó lentamente cabizbajo y supe que por dentro estaba gritando, pero lo callaba soltando un quejido casi inaudible.

Bajé mi cabeza junto a él. ¿Debía ayudarlo? Aunque en mis recuerdos él nunca me había ayudado a mí.
Negué ligeramente con mi cabeza.

—Vale —emití mientras no sacaba mis ojos del suelo de la calle—. No hace falta que me pagues, te ayudaré sólo porque soy compañera, bondadosa, buena persona y principalmente humilde —dije con ironía y escuché un soplido que quizá fue una risa retenida—. Espero que sea de ayuda.

—Ayuda —Sonrió, aunque aún con esa inquietud previa.

—Espero que me devuelvas los favores.

—¿Favores? —preguntó enfatizando el uso del plural.

—Cuando recogí lo que rompiste, cuando te dejé ir, también cuando te ayudé a despejarte y ahora esto —conté elevando mis dedos, uno por uno—. Son cuatro en total, espero que no te aproveches de mi «bondad», Sam —Me di la vuelta y me encaminé a la puerta, para luego dirigirle una sonrisa fingida como despedida y finalmente entrar.

Había disfrutado de su semblante de enfado al decirle todo lo que había hecho por él. Yo no hacía los favores gratis, y esperaba que él lo sepa.


_____________
Holaaa. ¿Qué tal?
Espero que hayan disfrutado el capítulo.

¿A quién prefieres?

¿A Samuel o...

a Bruno?

¿Qué tal te cae Katerine?

¿Crees que están bien los celos de Bruno?

En el nuevo capítulo hay nuevos personajes para amargarnos —o alegrarnos— la vida. Vamos a explorar un poco más a Sam y quizás alguna escena fanservice de Bruno y Katerine, apra molestar JAJAJA.

Eso es todo por mi parte, ¡cuídense!

recuerden votar o comentar, chikistrikis, sino les pego por fantasmas

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top