20 - El inicio de la primavera
uwu
Cerré la puerta de mi departamento detrás de mí y sentí una escotilla abierta en mi corazón al ser provista de tan gran dolor en mi pecho, como si la sangre que recorría el interior de mi corazón y venas saliera a borbotones. Era un estado nervioso del que nadie podría salvarme con palabras melosas o abrazos reconfortantes. Debía hacerlo sola. Debía salir de esto sola.
Encendí mi celular y vi los mensajes que le había enviado a Bruno sobre la fiesta, escritos con emojis y tono feliz. Era tan fácil fingir por mensaje.
Eché un suspiro recargándome en la puerta y di un brinco al oír golpes suaves contra ella.
Observé de lado a lado la casa y me percaté del desastre que estaba hecha, menudo asco. Abrí la puerta paulatinamente colando mi cabeza por la abertura de la misma.
Bruno.
Me observó con una sonrisa cálida y lastimosa, como solía hacer de adolescente luego de una discusión con sus padres que terminaba mal. Bajé mis ojos a su pecho y noté que sobre él sostenía flores variadas y simples. ¿Me quería comprar con flores?
—Pensé que alegrarían tu piso, siempre se ve muy depresivo.
Bruno era el tipo de chico al que no le agradaba demasiado lo material.
Suspiré.
—Bueno..., en casa de mis padres las plantas me hartaron, debe ser por eso que me desagradan, ¡son plagas! —bromeé, pero él no cambió la cara.
Me mostró sus dientes con su sonrisa pasiva.
—Adela es una fanática, creo que eso es lo único que no has heredado de ella.
Sus ojos se entrecerraron con desconcierto.
—Es extraño que no me dejes pasar apenas llego —comentó aun manteniendo su rostro risueño, pero de una forma más forzada.
Le di espacio un tanto avergonzada y él al entrar observó de forma sutil el desorden, sin embargo, no comentó nada. Bruno era el tipo de chico que hacía chistes sobre cosas como esas.
Además, Bruno era el tipo de chico que te besaba apenas te veía, aun así, en los dos encuentros que tuvimos —incluyendo éste— no se me había acercado de una forma muy íntima.
Mientras él se dedicaba cuidadosamente a retirar la flor delgada y pequeña en el florero de la mesa y reemplazarla con el ramo, noté su cabello descuidado, como siempre yacía. Sus ojos estaban más oscuros de lo normal, denotando un cansancio desalentador. Aun así, cuando volteaba a verme, estiraba sus labios sonriéndome de forma discreta. Bruno era el tipo de chico que sacaba la lengua al voltear a ti, nunca sonreía de esa forma tan fingida.
—Sé que no te gustan mucho las flores... pero traje tus favoritas —comentó, acariciando el tallo de una—. Te encantan las calas, ¿no?
Miré atenta el número de calas que había traído junto con flores más alegres.
— ¿Mi piso es una funeraria? —pregunté divertida, aunque sabía que la situación no lo era.
—No... ¿Por qué?
—Los lirios de agua se usan en los funerales, Bru.
Su cara se puso en blanco y progresivamente en rojo.
—No lo sabía, lo siento —replicó apenado.
—Anda —Me acerqué a él tranquilamente—, era una broma. No te pongas mal que me pongo mal yo.
Di unas palmadas en su espalda ancha y profesó contento al relajar su postura.
—Kat, sobre lo que dijiste en el hospital...
Habló rápidamente, nervioso y casi desesperado.
Otra vez esa maldita misma frase. ¿Tantas vueltas le había dado en los días que no estuve con él?
—Bru, hablaremos de eso más tarde —le interrumpí con una voz calma, intentando que se relaje.
—Katerine, estoy cansado de que pospongas todo —espetó firme, alejándose.
Bruno no era el tipo de chico que alzaba la voz.
Intenté hablar pero él se encimó en la conversación.
— ¿No crees que estamos tan jodidos por no charlar nuestros problemas?, ¿nunca pensaste en eso? Kat, cuando dijiste lo del hospital no fue intencional, fue puramente inconsciente. Si tu lengua no te hubiera traicionado, ¿cuándo me habrías dicho que nuestra relación te afecta?
Elevaba su voz, aun así se mantenía calmado y con un rostro estoico aterrador.
—C-creí que te habías dado cuenta —repliqué, temblorosa y sorprendida.
—Kat... —soltó entristecido, dolido— ¡creí que quererte sólo para mí era normal! ¡Creí que eso era amor verdadero! Kat, no tenía idea de lo mal que te hacía, hasta muy tarde —Mantuvo un silencio inquietante, hasta que pareció recordar algo—. E-esa vez cuando llegué ebrio a este piso y te... toque de esa forma tan ¡asquerosa...! ¿Por qué no dijiste no? ¿Por qué te rendiste?
Abrí mis ojos. Hablaba de aquella vez que me había sentido agredida por él, aunque estaba lo suficientemente confundida para no poder definir mis emociones.
—Y luego, al día siguiente..., cuando miré las marcas, me disculpé contigo, y tú me perdonaste en segundos. ¿Por qué eres así, Kat? ¿Por qué me perdonas todo? —soltaba con su voz quebrada, lastimada, desasosegada y torciéndose por culpa— Soy una mierda y aun así me quieres —concluyó afectado y confundido, como si hubiera estado en ese mismo ánimo desde hace semanas y ahora lo pudiera sacar.
Me observaba abatido y distanciado de mí. Di unos pocos pasos hacia Bruno pero aumentó la distancia.
—Bruno, creí que le hacía bien a la relación quedarme callada, ¡creí que no había forma de cambiarte! —El tono con el que él hablaba me fue otorgado. Un nudo en la garganta me impedía pronunciar del todo claro, pero lo intentaba, intentaba soltar mis sentimientos— H-he pensado... numerosas... veces... en term-minar contigo. Pero sólo pensaba en ti, ¡me dabas lástima, Bruno! ¡Me daba lástima dejarte sin nadie en quien confiar!
Aquellas palabras parecieron llegarle cual tiro al ver como sus ojos cobraban un brillo melancólico y sus labios se torcían de forma lastimosa.
Tomó asiento frente a la mesa y observó el florero con detenimiento.
—Esta relación ya no puede alargarse más.
Tragué fuertemente y mis manos y piernas trepidaron. ¿Qué quería decir con eso?
— ¿E-estás terminando conmigo?
Antes quería terminar con él. Acabar con nuestra relación y olvidarme del daño causado por ambas partes, pero ahora le tenía un miedo enorme a matarlo.
No quería matarlo.
Deseaba que su figura permanezca cercana a mí, abrazándome cuando llorara como acostumbraba a hacer. Llevarme a algún arcade y despilfarrarnos nuestro dinero en viciar Metal Slug o Street Fighter. Quería que me enseñara a patear tan bien la pelota de fútbol como él lo hacía en secundaria.
Añoraba su sonrisa, sus caricias en mi cabello y sus bromas estúpidas. Me gustaba cuando cocinábamos juntos coqueteando sutilmente.
Odiaba sus comportamientos asquerosos, pero... ahora sólo recordaba lo bien que se siente llegar a casa y que alguien te espere.
¿Realmente Bruno era el antagonista en mi vida? ¿Yo era su cómplice?
—No —negó con una voz susurrante—. Pero... quiero que este noviazgo se alargue un poco más —Volteó a verme, dejándome descubrir la angustia en sus lágrimas casi imperceptibles—, luego... tomemos caminos separados.
Me acerqué hacia Bruno y me puse de cuclillas frente suyo asimismo yacía sentado, mirando su rostro sorprendido con de líneas de sudor.
Llevé mi mano a su mejilla, acariciando suavemente con la yema de mi pulgar la piel de la susodicha, asimismo observaba como el cuerpo de Bruno se endurecía de incomodidad y sorpresa, tensándose en sus hombros.
—No creo que pueda amar a alguien tanto como te amo, Kat, pero... quiero hacerlo por ti —Llevó su mano a su rostro, limpiando las lágrimas que huían inconscientemente—. Quiero hacer al menos una vez algo por ti y no por mí.
Estaba rojísimo al llorar.
—Q-quiero... —dijo pausando—... que estemos al menos un poco de tiempo. No te pido que nos arreglemos, ya que, este próximo tiempo será mi carta de despedida.
El aliento abandonó mi boca, dejando escapar un lamento cargado de emoción, no precisamente positiva.
Mi pecho apretaba, mis costillas se achicaban más y más. En mis pulmones no cabía el oxígeno y mi estómago se cerraba. Mi corazón bombeaba sangre a un paso dolorosamente rápido asimismo mi vista se difuminaba con mis lágrimas, cubriendo en mi vista a Bruno con la niebla que causaban las susodichas.
Encerró mi mano derecha en las suyas y me presionó de forma débil y cariñosa.
—No haré nada sin tu permiso. No te abrazaré a menos que lo pidas, ni te besaré, ni mucho menos te tocaré —pronunció lento y bajo, acariciando mis sentidos—. Katerine, quiero apreciarte todo lo que pueda, porque, pronto, sólo existirás en mis recuerdos.
Relamí mis labios con nervios.
Bruno me ofrecía escapar de él. Me ofrecía dejarme ir. Bruno estaba aceptando sufrir él con mi ausencia con tal de que yo esté feliz.
Observé la tristeza en sus ojos.
—No llores, por favor, Kat, no llores —suplicó apenas un sollozo huyó de mí-
Me levanté de mi sitio y apreté mi cuerpo contra el suyo con un abrazo.
Él era un amigo, no uno cualquiera, mi mejor amigo. Él era un amigo y una pareja, lo habría imaginado como esposo y padre en alguna fantasía ñoña de pequeña. Imaginé quererlo por la eternidad y morir a su lado, pero el amor no es para siempre, mucho menos el primer amor.
Me lastimaba pensar en alejarme de él.
—Pero, ¿no podemos seguir siendo amigos? —inquirí aferrándome a su ropa con mis puños.
—No..., me mudaré a La Fresneda, y en pocos meses estaré en Madrid —Aquellas palabras me impactaron.
Fruncí mi ceño. ¿Madrid?, ¿no seguirá su profesorado?
—Bruno, no me digas que te irás con...
—Sí, lo he decidido.
Me separé de él inmediatamente.
— ¿Lo has decidido o lo han decidido? —espeté alterada.
Me enfureció más no escuchar una palabra de él.
—Bruno, sigue estudiando ese puñetero profesorado, no seas gilipollas.
—Katerine, no tengo razón para seguir en Zaragoza. Ya te lo he dicho: iré a Madrid.
— ¿Entonces?, ¿continuarás los estudios allí?
Negó rotundamente.
En un momento sentí enojo, pero luego, sólo pude exasperarme y empezar a caminar de forma frenética por la sala.
—Kat, relájate.
Volteé a él y lo observé con mi ceño fruncido.
— ¡No puedes pedir que me relaje! ¡Nos esforzamos mucho para que estudies en Zaragoza y dejes de lado a tu familia para conseguir tu piso!
Se levantó de la silla y llevó su mano a la mía, intentando contenerme y de un rápido movimiento lo aparté.
—Kat, cálmate... Tendré una mejor vida en Madrid con Higinio, Irene y Betsabé. No hay necesidad de alarmarse.
Bajé mi rostro pero no rompí contacto visual.
Él se veía gélido, como si estuviera muy lejos y fuera un desconocido. No tenía el rostro de su adolescencia: uno soñador, alegre y tímido. Lucía mordaz, indiferente, inexpresivo y cruel. No era Bruno.
—Dijiste que querías vivir una vida sencilla —remarqué en voz baja—. Eso será un ambiente de lujos.
—Pues ya no opino eso.
Lograba ver todo nuestro esfuerzo derramado en el suelo, desperdiciado como si tratara de auténtica mierda.
— ¿Y... y-y si te digo que no quiero que terminemos? —solté, perdiendo la razón y sin pensar con claridad— ¿Te quedarás en Zaragoza?
Me miró silencioso y luego se echó a reír, sin diversión en el sonido, y sólo con un par de carcajadas secas.
—Kat..., el problema es que yo sí quiero que terminemos.
Mi mente se nubló. ¿Se había desatado de mí? La persona que tanto me había rogado para que sea su novia, ¿ya no deseaba estar conmigo?
—Te sigo amando —añadió quebrado—. Pero creo que sólo me das problemas y yo sólo te doy problemas.
— ¡Hemos tenido etapas felices!
—Ya lo decidí, Kat. Ya he hablado con Higinio; volveré a La Fresneda. Yo me olvidaré de ti y tú te olvidarás de mí —concluyó frío, helando mi sangre—. Esta relación nunca habrá existido.
¿Nunca habrá existido? ¿Una relación de doce años?
— ¡¿En serio borrarás esto así?!, ¡¿en serio eliminarás esta relación tan fácilmente?! ¡¿Acaso nunca te importé?! —exclamé débil y quebrada sin pensar dos veces mis palabras.
—Todo esto es por tu bien.
— ¿Pero qué hay de ti?
Mis lágrimas se detuvieron y mis sollozos también cuando él se acercó a abrazarme.
—Dijiste que pedirías permiso —remarqué con voz agria.
Exhaló aire conteniendo una risa.
— ¿Te lo creíste?
— ¿Es que no ibas en serio? —hablé bajo rodeando su cuerpo ancho y rígido con mis brazos de una forma delicada.
—Sí —susurró en mi hombro—, pero prefiero consolarte. Al menos esta vez.
Eché un suspiro y cerré fuertemente mis ojos, sintiendo toda su persona entre mis brazos.
Disfrutaría el momento. Quizás sólo podría sentir su aroma unos pocos días más y luego se esfumaría precipitadamente. La noticia previa me dejó alterada y dolida, pero no tenía el poder de protestar. Ahora, era sólo su vida.
—Si hubiera sido más sensato no estaríamos en esto —lamentó apretando ligeramente.
Reí de forma forzada.
—No te eches toda la culpa, no es sólo tuya.
En parte yo también había cometido errores.
—Pero la mayoría lo es.
Mantuve el silencio y escuché una carcajada suya. Se alejó lentamente y me mostró una sonrisa taciturna, sus ojos oliva brillaban con la luz del atardecer y su cabello castaño le cubría parte de su rostro.
—Dios... creí que sería un poco fácil pero es todo lo contrario —confesó con la misma expresión.
Suspiré nuevamente y bajé mi cabeza, sin embargo, Bruno elevó con tranquilidad y sutileza mi rostro al posar su mano en mi mejilla.
—Kat, quisiera que... pasemos estos días de una forma feliz, sin peleas ni discusiones, ¿crees que está bien?
Asentí con una mueca indiferente, incapaz de saber qué cara debía poner ante todas las emociones que abarcaban mi interior.
Me despierto con el sonido de mi alarma. Extiendo mi brazo en la cama, palmando con suavidad la tela, percatándome de la ausencia de Bruno. Logré superar la poca presencia de mi novio, pero ahora, con cada mínima cosa que me recordara a Bruno me hacía extrañarlo.
Al revisar mi móvil y notar los mensajes de madrugada de Bruno, la realidad volvió a golpearme: pronto Bruno y yo dejaríamos de estar unidos. Se notaba por el tono en el que los mensajes estaban redactados, de una forma superficial y aburrida.
Era extraño pensar que una persona tan presente en tu vida se iría repentinamente y luego la verías escasas ocasiones.
Si hubiéramos convivido un año más, seríamos amigos desde hace trece años. Pensaba que dolería, ya que, él siempre había estado para mí y yo para él, pronto ya no sería así.
Superar adversidades con una persona podría hacerte guardarla en el rincón más especial de tu corazón, pero cuando éste cometiera un error lo suficientemente grande, perdería gran confianza. Tal cual había sido con Bruno.
Bruno ya lo había dicho:
—Creo que sólo me das problemas y yo sólo te doy problemas.
Él había abandonado las expectativas por parte de su familia por mí. Quería huir de ese entorno por una mujer.
En resumidas palabras: él se había liberado de sus padres y yo era la razón detrás de sus actos. Le causé grandes molestias que trajeron consigo una bendición, pero, todo seguía siendo problemático.
Quizás Bruno me idealizo demasiado; quizás me quiso demasiado, hasta llegar a la obsesión.
Tal vez su obsesión le llevo a contemplar la idea de adueñarse de mí. Y yo se lo permití ciegamente.
Amaba a Bruno, con o sin su obsesión, pero amarlo lastimaba, y creí que soportando el dolor me acostumbraría y todo mejoraría.
Nosotros somos como una pareja de erizos, al intentar calentarnos al acercarnos, sólo terminaremos lastimándonos con nuestras propias espinas. Ninguno sabe del todo bien cómo amar, ni mucho menos hemos aprendido a amarnos. Sólo a acatar órdenes y mantenernos volubles.
Aunque pensara que Bruno era un puto insensible, quizás realmente él no sabía cómo manejar sus emociones, heriéndonos a ambos, para que, posteriormente yo pasara a dañar también.
Posteriormente a dar numerosas vueltas en la cama me preparé y me dirigí a Délicatesse.
Tras unos minutos de caminar pude llegar a tiempo.
— ¡Samusamu! —exclama Rocío detrás del aludido que pone sus ojos en blanco al tener a la rubia siguiéndolo.
Délicatesse luce tan brillante como siempre. Sus esculturas parecen brillar y sonreír, todos los clientes lucen felices y los empleados parecen llevarse de maravilla.
No sé si es mi estado actual lo que me hace idealizar de tal forma mi entorno.
Sam me notó entre los recién llegados y con una expresión alarmada me siguió hasta la sala de empleados casi pisando mis talones.
—No puedes estar aquí —le recalqué mientras me quitaba mi abrigo.
Observaba el calendario colgado. Era martes, veinticuatro de marzo. Había empezado la primavera y el clima era ligeramente agradable, pero seguía sintiéndolo frío como en invierno.
—Ayer no respondiste mis mensajes —mencionó apoyándose en el conjunto de casilleros adyacente al mío.
—No tenía WiFi.
—No mientas. ¿No aprendes nada, no?
Le miré confundida y continué guardando mis pertenencias.
—Luego sabrás qué sucede, Sam, por el momento... déjame sola. Tengo que refrescarme.
Pareció comprender y se marchó del espacio, dejándome sola con mis pensamientos.
Bruno no se ha ido aun. Debería mantenerme feliz para disfrutar el momento.
Al poco tiempo, llega Rocío a la sala buscando algo en su bolso.
— ¿Viste a Ignacio? Está reemplazando a Florencia en la recepción. Parece que ella ha renunciado.
—No me he dado cuenta —hablé desinteresada.
—Vaya, qué distraída —Tomó su móvil de su bolso y me miró extrañada—: ¿Te sientes bien? Estás pálida.
—Eh... No desayuné.
Pareció notar mi pequeña mentira, aun así no hizo comentarios.
—Ayer en la tarde pusiste bastante nervioso a Sam —comentó desde la mesa.
Volteé con un poco de curiosidad y ella sonrió de lado.
—Bueno, de hecho ya estaba nervioso cuando llegó Bruno —añadió.
En sus ojos cían noté una picardía pronunciada, como si me probara.
—Yo lo vi normal.
—Pues eres ciega —replicó borde.
Miré mal a Rocío. Era una chica peculiar, de superficie tímida e interior afilado, solía detectar con facilidad los defectos en las personas y no perdía la oportunidad para sacar provecho de ello. Una de sus presas principales era el señor Ferre, pero en tal peculiar y poco convencional relación no se sabía a ciencia cierta cuál de los dos sería cazado primero, gracias a la personalidad tan estrambótica de ambos.
—Por cierto, ¿qué se supone que hacías ayer con Sam en la tarde? —inquirí curiosa y levemente inquieta,
— ¿Estás celosa? —Sonrió.
— ¿No...?, ¿por qué lo estaría?
Rió ligeramente y agitó su palma en el aire, negando—: Nada, nada.
Se acomodó en el asiento y prosiguió:
—Sam y yo estamos desarrollando una... amistad.
— ¿Es otro de tus experimentos? —murmuré como si fuera un secreto. Lo cierto es que todos (menos Sam y Andreu) sabían que Rocío era una chica que adoraba contemplar las personalidades de su entorno, como si se trataran de sujetos de laboratorio. En resumen, Rocío considera a la psicología y psiquiatría un arte.
—Sí y no. Me gusta Sam, ¿sabes? No de forma romántica ni amistosa, de forma pro-fe-sio-nal —Dio una palmada con cada sílaba, sonriendo finamente—. Quiero contemplarlo, pero también quiero ser acérrima suya. Hasta ahora ha sido fácil averiguar lo que le agrada y desagrada.
Parecía ansiosa por decir más, pero se calló cohibida con sus mejillas encendidas.
— ¡Continúa! Quiero oírte —exigí emocionada.
Por más que Rocío sea una incomprendida yo adoro oír sus opiniones.
—En un principio creí que sería sólo un chico de cara bonita y ojos claros que cambian de color con el sol —prosiguió moviendo sus manos al ritmo de su habla—, sin nada interesante, nada más que su agraciada genética que haría que algunas prepuber se mojen. Pero... cuando vi que se te acercó, a ti, la excluida de Délicatesse me dio una curiosidad mortífera e inexplicable, debía averiguar con qué propósito establecería una relación afectuosa contigo.
— ¿Eduardo te apoya en esto?
—Sí, ¡aunque aún no lo sabe! Ed no es del todo inteligente para percatarse que mis estrafalarios interrogatorios lucen sospechosos —Amplió su brillante sonrisa repleta de suficiencia y ego—. Todavía no he conseguido toda la confianza que quiero con él, pero quizás alguna observación tuya pueda colaborar con la causa, Katty.
Se inclinó hacia mí con una cara ilusionada, dispuesta a adularme con tal de robarme algo de información de su nuevo interés.
Negué rápidamente y con rapidez, cohibida con su emoción.
—Vaya —exclamó con decepción—. Bueno, creo que la conversación acaba aquí. Ve a trabajar ahora, puede que Ferre te regañe.
—Nah, no lo creo. Suelo tener castigos normales.
—Ah, cierto. Porque estás en la lista, ¿no?
— ¿La lista? —interrogué sumamente confusa.
—La lista de favoritos, ¡los bendecidos por el gerente! —exclamó eufórica.
—No sé a qué te refieres.
—Pronto sabrás a qué me refiero, Greco Katerine.
— ¿Crees que puedes evitar que Betsabé entre a Délicatesse, Kat? —susurró Bruno mientras veía inquieto la ventana— Desde que salí del hospital no ha parado de seguirme, además, ¡supo que Sam trabaja aquí! —gritó murmurando de una forma aterrada.
— ¿Qué tiene que sepa que trabaja aquí? —hablé del mismo modo, comprobando que el gerente no esté cerca para ver mi distracción, aunque si estuviera, haría la vista gorda.
— ¡Que me seguirá y se sentará junto a mí! Me ha estado hablando de Shawn Mendes y Noah Centineo durante toda mi estancia en Madrid.
—Wow, te memorizaste sus nombres.
—Eso no es lo que importa —Frunció su ceño.
Me erguí y contemplé el entorno. Ninguna cabellera rubia en degradado a la vista.
Ya era viernes, Bruno y yo no habíamos tenido demasiada interacción pero el ambiente entre ambos bajó en cuanto a la tensión. Mañana tendríamos que ir a la condenada fiesta y ciertamente estaba aterrada por lo que podría suceder. También, me encontraba ampliamente sorprendida que Bruno haya accedido a la fiesta. La última vez que fuimos tuve un acoso —severo— por parte de Andreu y sus colegas, ya se imaginarán el resto de la historia. «Afortunadamente», la violencia fue mayoritariamente verbal.
Me observó con ojos agigantados, lo que me dejó confundida, hasta que sentí dos manos, cada una en un hombro mío.
—Cu...ña...da —susurró.
Los Damiani tienen una facilidad enorme para aparecer sigilosamente.
Al voltearme, me percaté también de Sam al otro lado de la sala queriendo cavar una agujero en el suelo del lugar para ocultarse allí, bueno, al menos eso me trasmitía su rostro, que podría ser de un color blanco auténtico a pesar de su piel trigueña.
Si Bruno es el Diablo, Betsabé es Lilith.
El título del capítulo les describe lo que se viene en el libro.
No les voy a contar mi vida en esta nota btw, así que ntp. Lo que sí les digo es que pueden seguir la cuenta de IG para contenido extra mientras esperan actualización. He publicado modelos/influencers que me parecen parecidos a mis ideas de los personajes (?), así que no sé, por ahí me pueden hablar de una forma menos formal y todas esas weas, también me pueden putear, se los dejo como opción AJAJAJJ-.
Dejo a una chica del """""""""""reparto""""""""""". No es ningún reparto porque defiendo a muerte imaginar a los personajes.
ahora me arrepiento por darle características medias inusuales a samusamu porque no encuentro muchos modelos similares a su concepto, pero uso los que tengo a mano owo.
Chauuu, se los quiere!
Hoy actualicé un poco más temprano O_O
— The Sphinx.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top