17 - El cielo en el infierno
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TRIPLE ACTUALIZACIÓN!!
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EL CAPÍTULO 15 y 16
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Kate le extendió dinero al conductor, quien no dijo ni gracias ni adiós. Bajamos del coche y rodeé el susodicho aproximándome a mi acompañante.
Observé mi entorno. Era la nada misma, si miraba adelante me toparía con montones de césped y un camino de tierra, lo mismo sucedía si volteaba hacía atrás.
—Éstas son las puertas nacaradas —habló con una sonrisa divertida.
Comenzó a caminar adentrándose en el campo. Observaba las piedras filosas que parecían incrustadas cuales estacas en el terreno e intentaba evitar las pequeñas lagunas de barro que estaban dispersas por todo el camino, mientras que Kate apartaba el césped largo de mi camino.
—Sospecho de que estés llevándome a un sitio alejado para asesinarme, ¿me equivoco? —bromeé al notar que el camino a pie se hacía cada vez más largo.
Soltó una risa baja, casi forzada.
—No es mala idea.
Miré el cielo sobre mi cabeza mientras avanzaba entre la hierba.
—Ahora que lo pienso, decías de llevarme al cielo, ¿eso es una indirecta sobre matarme?
—Mhm... Lo que dije se abre a muchos conceptos, pero puedes tomar esa definición si así lo prefieres —respondió un tanto desganada—. Después de todo, no sólo puedes morir cuando pierdes tu vida, ¿sabías eso? También puedes morir cuando sucede algo muy-muy malo, como cuando pierdes a un familiar, o cosas así.
— ¿Tú estás viva? —inquirí, un tanto inmerso en su habla.
Volteó a mí con sus ojos entornados, como si pensara una respuesta aceptable.
—Yo... —Volvió a girarse, continuando su caminar—... estoy agonizando. Sinceramente, lo que yo tengo como «vida» no podría ser considerado una «verdadera vida», pero no estoy muerta; estoy cerca de estarlo. No tengo metas, ni temores, nada me entusiasma ni satisface.
—Deberías cambiar eso.
Suspiró.
—Es difícil. Quizás tú puedes emocionarte tocando tu guitarra, yo no me emociono con nada; nada me apasiona.
— ¿Por qué? —pregunté, acelerando mi paso con tal de estar a poca distancia de ella.
—No estoy segura —contestó—. Crecí encerrada, sin hacer nada, bajo los ojos de mis padres que vigilaban meticulosamente qué hacía y qué no hacía. El arte estaba prohibido en casa; nunca pinté en exceso, según mis padres: la creatividad es peligrosa. Crecí viendo tele se podría decir.
— ¿Y nunca deseaste ser actriz, periodista o animadora para salir en la tele?
—No.
Observé su espalda, sus hombros rígidos y su cabeza gacha que firmemente miraba el suelo sin detenerse a observar qué había delante.
Noté como lentamente el pasto alto comenzó a disminuir y encaramos una pradera que parecía vacía, en el horizonte podía ver un arroyo bastante distanciado.
—Falta poco —anunció.
Pudimos avanzar más rápido por el terreno liso y menos frondoso, hasta que ella se detuvo. El terreno seguro se terminaba ahí, ya que había una bajada casi recta de al menos cinco metros, por lo que tropezarse ahí sería peligroso por la caída que tendrías sobre las rocas que yacían en el terreno próximo.
Kate rodeó el sitio hasta llegar a una zona menos recta y más diagonal por la que se podría bajar con mucho cuidado.
—Ve despacio para no caerte, no quiero que te arranques la piel de la pierna —recomendó mientras daba el primer paso en la peligrosa bajada.
Finalmente terminó de bajar entre las filosas piedras y el inclinado terreno.
Me observó desde abajo, aguardando porque yo baje.
Di el primer paso y me aseguré de plantar mi pie entero antes de avanzar, me inclinaba hacia atrás con tal de facilitar mi bajada. A pesar de que sabía que llegaría bien, mi corazón se aceleraba más con cada paso que daba y me temblaban un poco las piernas al imaginarme una posible caída.
Katerine extendió su mano hacia mí y la tomé. De unos rápidos y cortos pasos logré pisar un terreno estable y suspiré de alivio.
—Lo has hecho bien —Me sonrió contenta.
Su mano aún seguía sosteniendo la mía.
—Ya he bajado, puedes soltarme.
Abrió sus ojos sorprendida y deshizo el agarre un tanto avergonzada.
—Lo siento.
Ladeé mi cabeza con confusión. ¿Me tomaba la mano con normalidad pero de todas formas se avergonzaba?
Observé por arriba del hombro de Kate y noté una estructura a una distancia moderada, cercana al arroyo que antes veía en el horizonte.
—Unos pasos más y llegamos, Sam.
Caminamos entre el amarillento pastizal hasta divisar una zona más verde.
Eran ruinas.
No era ningún paraíso, no era el Edén; eran ruinas. Eran ruinas consumidas por la vegetación.
Volteé estupefacto hacia un lado para ver a Kate a los ojos, quien miraba con suma nostalgia la estructura destruida.
Yacían partes de paredes de piedra, exactamente cuatro. Donde se suponía que debía ir el techo, sólo había escasas maderas viejas, agujereadas y oscurecidas por humedad. El techo era de un agua, aunque a duras penas se podía contemplar su forma. No tenía ventanas de vidrio, simplemente huecos cuadrados junto a aberturas de madera saqueada. Parecía ser un refugio abandonado, del cual pies y cabeza desaparecieron hasta dejar un vago boceto de la estructura.
—Creí que no sería un verdadero paraíso sin ángeles en él —habló girando su cabeza hacia mí, observándome de pies a cabeza para luego fijar su vista en mis ojos—, esta vez me aseguré de traer uno. La última vez traje un demonio.
— ¿De quién hablas?
—Del innombrable —dijo antes de caminar hacia lo que parecía haber sido la entrada del sitio.
Observé las enredaderas que abrazaban la piedra y los arbustos que crecían en los cimientos, mientras que el musgo no dejaba ver la zona más baja de las paredes.
— ¿Te refieres a...?
—Shh —interrumpió llevando su índice a la cercanía de sus labios—. Hoy hay una regla: no nombrarlo. Si mencionas su nombre, el diablo será invocado —prosiguió con un tono juguetón.
Me acerqué lentamente a ella y me detuve sobre uno de los escalones de la entrada. Volteó a mí y sonrió diminutamente, con sus ojos enfocando mi rostro.
—Esta tarde sólo existimos tú y yo; no hay terceros.
Mis comisuras se extendieron involuntariamente y mis ojos sonrieron elevando los párpados de forma cálida.
Cuando Kate abrió la puerta desgastada ésta se zafó de sus bisagras. Ella miró el objeto derribado y bufó, entrando al lugar que podía ser iluminado con luz solar por los huecos del techo y paredes.
El piso estaba humedecido y sentía que si pisaba las tablas podrían quebrarse de una pisada.
—Una vez durante las vacaciones de verano, mi papá quiso explorar los campos alrededor de Zaragoza —comentó sentándose en un banco a una esquina—, se tropezó en la bajada que está cerca y su pierna comenzó a sangrar. No era muy grave, pero los hombres son muy dramáticos, así que lo trajimos aquí entre mamá y yo.
Miré desde el umbral a Kate, que miraba el suelo con su cabeza ladeada y una expresión seria que de vez en cuando sonreía.
—Al siguiente año, volvimos a este lugar y armamos un picnic, y al siguiente hicimos lo mismo, y al siguiente, y al siguiente...
— ¿Pasó algo más? —murmuré.
—Luego de unos años, el año anterior al año pasado, traje al demonio a mi cielo. Fue agradable mientras duró —habló entre risas suaves—, él me dijo: «¡Qué horrible lugar! ¿Cómo puedes llamar a esto un paraíso?» Me enojé con él y le dije: «¡Si tú estás aquí esto es el infierno!» Admito que fue tonto.
—Y... ¿por qué éste es el cielo? —inquirí mientras observaba todas las aberturas del sitio y las plantas que habían crecido en el suelo interior.
Inhaló y exhaló profundamente.
—Cuando vengo a este lugar, siento calma, siento familiaridad, me siento parte de él. Siento que he conseguido calma después de mucho tiempo de agobio, ¿no se supone que el cielo es eso: un descanso?
Sinceramente, este sitio era tal como Kate describía: calmado. El silencio dominaba en él y el viento soplaba como un susurro. Podía sentir que la presión en mi cuerpo se desvanecía lentamente, como si el entorno me cantara una nana.
— ¿El cielo no es un sitio donde ves a tu familia y amigos? —respondí observando su semblante relajado.
Se veía hermosa alrededor de la escasa pero potente luz que se filtraba y la vegetación. Sus ojos se cerraban cada vez que respiraba profundamente y su espalda perdía rigidez.
—Aquí puedo ver de mi familia y yo conversando mientras reímos y almorzamos; son recuerdos preciosos —Volteó a verme y clavó su mirada en mis ojos mientras se levantaba del asiento y daba pequeños y lentos pasos hacia mí—. Si alguna vez regresas dentro de muchos años, recordarás esto, quizás con una sonrisa, con enojo o con lágrimas, y ¿no crees que es extraño que un sitio tan poco especial te haga sentir tanto?
—No creo que este sitio sea poco especial.
Arqueó una ceja.
—Es un lugar que se cae a pedazos y ya no tiene forma, ¿cómo podría ser especial?
Me aproximé con pasos vagos pero largos y llevé mi mano a su mejilla, lo que hizo que ella me mostrara una sonrisa y recueste ligeramente su rostro.
—No es su diseño ni arquitectura, es como tú lo has dicho: son los recuerdos lo que lo hace especial, Kate.
Me observó en silencio manteniendo aquella sonrisa simple que tanto le gustaba usar.
—Por ese tipo de cosas que dices te quiero, Sam.
De la mochila sacó unos sándwiches un tanto amorfos y los miró con una mueca hastiada.
—Creo que no debí correr tanto —comentó mientras se acomodaba en la manta que ella misma tendió en el suelo.
—Eso me vuelve a dejar en claro que eres una idiota.
—Te diría que no, pero opino lo mismo —contestó dándole una primera mordida al sándwich.
Extendió uno en mano, ofreciéndome.
—Gracias.
Kate observó con sus ojos entrecerrados el cielo crepuscular.
—Ya está oscureciendo —comentó excavando su mochila, de ella sacó un farol.
— ¿Es una mochila mágica o algo por el estilo? —bromeé, al notar de que seguía sacando cosas del bolso.
—Yep —contestó sacando una botella relativamente grande.
—En serio no puedo creer que pueden caber tantas cosas en esa maldita mochila.
Soltó una risa.
— ¿Tienes sed? —preguntó sirviendo zumo en un vaso de plástico.
—No.
—Pues yo sí.
Me acercó otro vaso, pero vacío.
—Hagamos un brindis —propuso sonriente.
Tomé el vaso y lo acerqué al suyo,
—Por las mini-vacaciones —brindó.
Se llevó el zumo de manzana a la boca y lo tragó como si bebiera cerveza.
Con el farol ya encendido y después de casi atragantarnos con la comida, Kate si quedó mirándome como si tuviera la cara manchada.
— ¿Qué? —hablé.
— ¿Cómo te ha ido en tu cita? —preguntó de la nada.
Eché un suspiro. ¿Seguía con eso de la cita?
— ¿Tanto te importa?
Se encogió de hombros.
—Somos amigos; nos contamos ese tipo de cosas.
Dirigí mi vista al cielo y me recosté en la manta, juntando mis manos bajo mi nuca y cruzando mis piernas.
—No fue una cita, no le intereso ni ella me interesa.
—Oh, qué aburrido —comentó cortante entrecerrando sus ojos.
—Eso es todo.
Se apoyó sobre sus codos y me miró de reojo.
— ¿De qué hablaron? Si es que hablaron.
Hostia, ¿qué contesto? Literalmente Rocío había estado hablando —de no muy buena forma— sobre Kate.
—Sobre nuestros intereses —respondí—. Rocío es una artista, ¿sabías eso? —Intenté mencionar cosas banales, con tal de desviar la conversación.
—Ah, ¿entonces le contaste que eres músico?
—No le conté sobre eso, sólo habló de sí misma.
—En resumen: fue una charla unidireccional.
En realidad no.
—Digamos —confirmé. Abrí mis ojos desmesuradamente al notar la imagen que se formaba sobre mí—. Kate, mira el cielo...
Mi asombro era enorme, los cientos de estrellas en el cielo brillaban como potentes linternas en un oscuro bosque, mientras que las constelaciones se podían ver perfectamente. En ese instante, me percaté que la luz de la luna y las estrellas me permitían divisar mi entorno y que estaba en la oscuridad, sino en una penumbra.
—Qué pasada —contestó igual de maravillada con brillo en sus ojos.
No podía evitar sonreír. Nunca había visto algo así de hermoso junto a la persona indicada. En la ciudad este panorama era casi imposible, y ahora que lo conocía, podría volverme un adicto a él.
—Podría venir aquí todos los días, Kate.
—No —espetó con voz firme—, no puedes saltarte clases.
Mi sonrisa se ensanchó, también curvando mis ojos.
—No hay problema, en dos meses me gradúo.
— ¿Entonces qué?, ¿construirás una casa aquí para ver el cielo estrellado?
—No es mala idea.
Unos segundos después de haber hablado sentí calidez sobre mi mano, la cual también acaloraba mi corazón. Volteé a ver a Kate, quien me observaba con una expresión apacible.
Se acercó a un ritmo lento y tortuoso, hasta extender su otro brazo y recostarse junto a mí con un abrazo. Podía percibir, de forma leve y sutil, como su corazón se aceleraba con cada latido y su respiración se sentía torpe e irregular.
En el momento que correspondí a su agarre, ella intensificó su fuerza y me apretó, como si intentara inmovilizarme, asimismo hundía su cara en mí, casi fundiéndose.
—No me iré a ningún lado, Kate, no necesitas abrazarme así.
Rio contra mí.
—Sólo aprecio el momento, Sam. No sé cuándo volveré a sentir lo mismo —Quitó su rostro de mi pecho y me observó con sus pupilas dilatadas.
—Te aseguro que muchas veces más.
Sus escleras se cristalizaron, humedeciéndose sin soltar ninguna lágrima.
La compañía de Katerine, era quizás la ataraxia que tanto había querido, pero nunca había buscado, resultando en una auténtica e inigualable serendipia.
Podría permanecer junto a ella de esta forma durante mucho, mucho tiempo, y no me importaría sentir sed o hambre, sólo quería que ella estuviera a mi lado, o al menos, de mi lado.
Con Kate podía experimentar cualquier sensación. Podía desahogarme y ella me oiría, haciéndome sentir seguridad y confianza. Podríamos coquetear inocentemente, y mi corazón se aceleraría. Podía bromear y que ella me devuelva el chiste, riéndonos de alguna tontería momentánea. Podía ser yo mismo frente a ella y no le importaría.
—Kate...
— ¿Qué pasa? —respondió en voz baja volviéndose a acurrucarse contra mí.
— ¿Por qué me has traído a este sitio? —inquirí con intriga.
Suspiró suavemente y guardó silencio por unos segundos.
—Porque siempre traigo aquí a las personas que son importantes para mí.
INSTAGRAM: https.sphinxie
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Les dejo el Instagram de Sollozo a Medianoche,
para que tengamos más contacto mediante stories
y esas cosas, publiqué curiosidades de la historia
en el apartado de PERSONAJES PRINCIPALES♥
Pueden seguirlo en caso de que quieran recibir
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