12 - Acendrado


No sean fantasmones, los quiero <3

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Mis oídos se pueblan de un débil sonido incesable, agudo y pausado. La oscuridad no me permite reconocer al emisor de tan dulce melodía entristecida. Con cada paso que doy en ese abismo misterioso una parte del inexistente e impalpable suelo se ilumina con la forma de mis pies, dejando un camino tras mí de brillo que atraviesa el horizonte de mi visión, desapareciendo en la mismísima nada. Bajo mi vista nuevamente hacia el suelo, encontrándome con algo nuevo: mi reflejo. Mi tez se ha tornado pálida y las ojeras bajo mis ojos se han marcado aún más, mi cabello está hecho un desastre y mis labios rotos. No logro ver mi anatomía con claridad, por lo que no me puedo permitir describirla con precisión, sólo notó la forma esquelética de mis brazos, antes dotados de apariencia saludable.

Me encuentro confundida, no sé a dónde ir y con cada paso que doy siento aquel tañido incrementarse en decibeles, percatándome de que se trataba de un llanto desasosegado sin consuelo, lentamente se fue apagando y sólo oía mocosas respiraciones y sollozos contenidos.

— ¿Por qué lloras? —Sonó una voz infantil muy aguda que me resultaba familiar, sin embargo, no reconocía al dueño de la voz.

—Todos los niños creen que soy gorda y fea —respondió una niña, una vez más, creía conocer la voz.

Una risa leve se extendió en el abismo.

—Para mí, tú eres la niña más hermosa de todo el colegio, Greco, cuando crezca quiero casarme contigo —Sonó dulce y casi en murmullo.

¿Greco?, ¿soy yo?

El llanto inmediatamente se intensificó cuando el chico terminó de pronunciar aquellas palabras.

— ¡Eres un tonto! —bramó en un tono desgarrador— ¡Siempre me mientes! ¡Sabes que soy fea, gorda y tengo la cara muy-muy redonda!, ¡no intentes cambiarme!, ¡sabes que soy así y que todos se burlan de mí por eso!, ¡que tú me digas hermosa no me cambiará, idiota!


—Pero para mí... —continuó con una voz lastimada.


— ¡Cállate de una vez!


Delante mío apareció una figura de espaldas, elevé mi vista a su cabeza y observé cabello sumamente disparejo de un oscuro café grisáceo, cortado en partes desiguales, desparramadas por aquí'y allá.


— ¿Ellos fueron quienes te hicieron esto? —El cabello se elevó, como si alguien lo tomara.


Oí un sonido apagado que funcionó como confirmación para el niño.

Aquella anatomía se desvaneció antes de que la punta de mis dedos siquiera la tocara.

La voz se quebró nuevamente en un ruidoso llanto.

—No llores...

— ¿Por... qué... no? —preguntó entre sollozos y quejidos de manera débil y lenta.

—Mi madre dice que llorar está mal.

— ¿Entonces como sabrán los demás cuando esté triste?

—No lo sé —respondió confundido—, pero mi madre dice que está mal, llorar es de débiles, 'mostrar una debilidad hace que la gente saque provecho de ti' eso es lo que dice ella, es mi madre, así que tiene razón.

—No creo que sea así —Logró formular.

— ¿Por qué?

—Porque todas las personas lloran —Su voz se notó aún más aguda e inocente, débil, confundida.

—Pero nosotros no somos «todas las personas» —dijo—. Así que debemos ser fuertes y no llorar, para que nadie se aproveche de nosotros.

La niña paró de llorar y oí el sonido de sus mocos siendo absorbidos.

Cerré mis ojos para pestañear y cuando los abrí mi abismo se transformó en un salón de clases vacío, pero repleto con gritos y risas, con paredes en las cuales de su extremo más alto descendían líneas de humedad, sus ventanas yacían empañadas y el exterior era inexistente.

— ¿Crees que le gustas, Katty? —Una voz femenina diferente sonó entre risas suaves.

— ¿A quién?

— ¿A quién será? ¡A él, por supuesto!

—Me ha dicho que quiere casarse conmigo..., ¿eso cuenta?

— ¡Bah!, ¡eres una zopenca! ¡Sí que cuenta, y de más!

— ¿Qué es zopenca? —preguntó la mar de confundida.

—Una tonta —habló con un tono engreído, lo que me dio cierta gracia.

Esa voz le pertenecía a Abril, mi amiga durante la primaria, secundaria y preparatoria. La reconocí finalmente con ese tonito suyo tan peculiar que tenía cuando sentía que superaba en conocimiento a otra persona, aunque, bueno, ella siempre había sido más inteligente que yo, después de todo era la primera de la clase, y no porque sólo tuviera buenas notas, de hecho, esa niña era un auténtico genio.

— ¿Dónde aprendes esas palabras?

—De los libros, por supuesto, por cierto, ¿leíste los libros que te di?

Unas cuantas risas masculinas interrumpieron a la niña, aunque de seguro no había leído esos libros, siempre se los devolvía sin leerlos «por falta de tiempo», ¡já! En realidad me la pasaba viendo tele.

— ¡Vamos, dile lo de siempre! —Una de las voces de niño se escuchó.

—K-Ka... —inició la voz del niño que antes me consolaba.

Uno de ellos estalló en carcajadas—: ¡Ni siquiera puedes decir su nombre!

—K-Katerine... ¿quieres...?

—No, no quiero —Se apresuró a responder mi yo infantil—, ni nunca querré ir a comer helado contigo, Damiani —hablé tajante.

Ese apellido lleva atormentando mi paz desde la niñez, al parecer.

— ¡Huy, la gorda se hace la importante! —burló uno de los niños poniendo voz afeminada— ¿Piensas que eres la gran cosa para rechazar a Bruno?

Bruno.

Lo intuía, tal persona sumisa sólo podía ser Bruno.

No me defendió, quizás, en ese momento le dio una mirada amenazante a uno de sus amigos, y nada más. ¿A qué le temías, Bruno? O mejor dicho... ¿a qué le has temido todo este tiempo para dejarte pisotear, excepto por mí?

— ¡Ya cállense, inferiores! —exclamó Abril, repleta de ira— ¡Todos sois unos lameculos de Bruno!

Unos pisotones se oyeron con marcada firmeza.

— ¡Abril Ríos! ¡¿Cómo te atreves a tener esa boca?! ¡Una señorita debe hablar con clase! —Una voz madura e imponente resonó con eco en toda la sala, dando lugar al silencio de toda la clase.

— ¡Pero, maestra, ellos estaban diciéndole gorda a Katerine!

—Eso no te da derecho a hablar de esa forma —bramó agravando su voz—. además, yo no les he escuchado decir absolutamente nada de tu amiguita Katerine, ¿ustedes?

Toda la clase emitió un no prolongado. Nadie se animaría a ir en contra de Bruno y su grupo profesional de chupar botas, sino, se meterían con la familia Damiani, y eso acarrearía muchos-muchos problemas.

La conversación entre Abril y la profesora fue apagándose lentamente de mi consciencia hasta desvanecerse por completo, consigo encogiéndose el salón hasta minimizarse a un diminuto punto. Oscuridad nuevamente.

Solté un suspiro y caí derribada al suelo, apoyando mi trasero en aquel extraño cuerpo invisible y esperando despertar.

Nuevamente oí un llanto. Esta vez, no era una voz femenina, sino la de un chico: Bruno. Era tan débil a comparación del mío, constaba simplemente de sollozos y gruñidos melancólicos.

—Bruno, ¿por qué llo...?

— ¡Shh! —Logró interrumpir— Por favor, habla más bajo, si mamá nos oye...

Susurraba como si hubiera un monstruo deambulando en los alrededores, uno que nos podría devorar con sólo oír nuestra respiración u oler nuestro miedo.

—Pero, ¿por qué no debe oírnos?

—No quiero decepcionarla, ¡no otra vez! —exclamó sin dejar de murmurar— Ella no quiere escucharme llorar, soy su primogénito, su heredero, y también el de papá.

A pesar de que la tonalidad de su voz aún era aguda, hablaba como un adulto, o, intentaba sonar como uno.

—Que seas eso no significa que no puedas llorar, Bruno, hasta los más fuertes derraman lágrimas.

—No..., una persona realmente fuerte ni siquiera sufre, no le afecta nada, ignora.

—Esa persona «realmente fuerte» no existe —sonó en voz risueña. Dio un suspiro suave, tranquilo y añadió—:, esa persona que dices es un robot.

Una risa muy pequeña se oyó y prontamente se desvaneció en un resoplido cansado.

—Kat, ¿recuerdas cuando me puse a llorar porque alguien te escribió una carta insultándote?

Una voz grave nubló mi consciencia y mi cuerpo perdió el equilibrio sobre el escenario, haciéndome caer en un infinito abismo blanco.

—Sí, lo recuerdo —hablé con una amplia sonrisa, aún cayendo y sin comprender qué sucedía a mi alrededor—, cuando encontraste al culpable comenzaste a insultarlo con lo mismo que decía la carta, luego, él te devolvió los gritos y empezaste a llorar

Nuevamente, había oscuridad, pero en ella distinguía una débil luz que lentamente se volvía más y más fuerte, llegando a lastimar mi visión. Intenté abrir mis párpados y costó un cojón, pero finalmente l0 logré.

—Salí cagando leches cuando noté que me estabas mirando, odiaba que me veas llorar.

Llevé el dorso de mi mano a ambos de mis ojos y los froté con tal de poder ver a Bruno con claridad.

—Aún lo sigues odiando.

Me miró con disgusto.

—Tienes un poco de razón —Sus ojos oliva se entornaron.

Reí por su reacción—: No te gusta darme la razón, ¿verdad?

Sentí su silencio. Oops, la he cagado, pero sinceramente le he dicho sus verdades. Nuestra paz acabó cuando oímos el sonido de unos tacones, ambos nos giramos en dirección al ruido: Betsabé.

— ¡Hermanito! —chilló molestando a Bruno, que se llevó instintivamente las manos a los oídos, para bajarlas apenas notó su gesto. La «niña» corrió hasta su mayor y le proporcionó un apretado abrazo— Y Kat —Volteó a verme con una mirada oscura y risueña.

Esta chica es un martirio. ¿Qué le he hecho para recibir sus celos asquerosos? Ah, quizás eso mismo se preguntaba Sam sobre Bruno.

— ¿Qué tal estás, Bersy? —Le devolví el mirar, lo que pareció mosquear un poco a la rubia.

Me percaté que su tono amarillento se estaba desvaneciendo, no se había pintado hace tiempo, quizás por mantenerse cerca de Bruno y cuidarlo. Mordí mi lengua; por más molesta que podía ser esta muchacha, era muy entregada a su familia.

—Lo llevo bien, gracias por preguntar —Se separó de Bruno y tomó asiento sobre la cama.

Miré a los dos desde mi lejano asiento. Bruno miraba con cierto temor la tensión que había entre ambas.

— ¿No te pedí que me dejaras en paz por treinta putos minutos, Betsabé? —masculló el castaño apretando sus puños con las sábanas.

—Ya has estado una hora con Katerine, ¡no es justo!

—Paso la semana entera contigo —replicó aún más enfadado.

— ¿Menosprecias mi compañía? —lloriqueó, mientras tomaba con sus dos manos delicadamente la muñeca, presionando de una forma insignificante.

Esperé bastante divertida por la respuesta de Bruno. ¡Que le diga que sí! ¡Que le diga que sí!

—Sí.

Contuve una sonrisa y fallé enteramente, llevando mi mano a mi mandíbula para ocultar mi respuesta jocosa.

La chica tensó sus labios y ceño, levantándose inmediatamente y volviendo a la salida con su cabeza gacha, como una amplia demostración de derrota.

Puse mis pies en el suelo y me paré, para luego dejar que mi risa estalle tras la partida de la rubia, tal cual un villano haría, aunque, bueno, siento que en mi historia soy lo que menos se aproxima a un villano, de hecho a veces me siento como un personaje secundario, ¿será porque no tengo una personalidad rimbombante o una apariencia envidiable? Ah, dudas de la vida.

—Veo que disfrutaste eso —Sonrió Bruno con sus ojos bastante entrecerrados, complaciéndose con mi risa indisimulable.

—«Disfrutar» se queda corto, ¡entré al paraíso! —Extendí mis brazos aún con mi sonrisa de oreja a oreja.

—Luego tendré que darle explicaciones, sino, se pondrá a llorar delante de mi madre.

—Irene sabe lo molesta que puede llegar a ser tu hermana.

—Lo sabe, pero si yo la molesto un poco a ella me convierto en un antagonista.

Tomé el previo lugar de su hermana, sentándome en el borde de la cama. Llevé mi mano a su mejilla, acunando su rostro, cosa que pareció agradarle, puesto a que se acomodó en la misma, como si fuera una cómoda almohada.

—No te queda mal el papel de antagonista.

De hecho, a veces pareces un antagonista.

—Mhm, ¿en serio? —Tomó mi mano y la separó un poco de su rostro, para acercar sus labios a la palma y dejar un ligero beso en el centro de la misma sin quitar sus ojos de los míos. Asentí relajando mi rostro risueño, lo que le hizo añadir—: Si fuera un antagonista, ¿serías mi cómplice?

Apagué mi sonrisa.

Cómplice. ¿Qué significaba eso?, ¿cometer crímenes en conjunto?, ¿hacer algo malo con alguien sin que importen la consecuencias?

Yo ya era cómplice de Bruno, sea un villano, personaje secundario, terciario, extra o principal; eso es algo que he tratado de evadir. He tratado.

No podía decirle a Bruno de que esta relación lentamente me marchitaba, no podía, o al menos no mientras él esté en ese estado, ¿qué pasaba si empeoraba por mi culpa? Y si le mentía ahora diciendo que todo está bien y luego terminara con él, ¿no sería aún peor?, ¿no sería algo horrible acabar con las ilusiones que yo misma le había construido?

Claramente, me balanceaba en un nuevo abismo: uno de dudas. Dudas, miedos, inseguridades y el mismo estaba bañado en la incertidumbre sobre el futuro.

Quería creer que sería capaz de cambiar a Bruno, que podríamos casarnos, formar una familia, tener mil y una mascotas, envejecer juntos y esperar por la muerte tomados de la mano. Después de todo, habíamos compartido una vida, ¿por qué dejaríamos de compartirla?

¿Es algo necesario lastimarlo?, ¿es un requisito? ¿No puedo simplemente irme sin romperle el corazón?

Mentir era la salida más fácil, pero quizás no la mejor.

— ¿Por qué no? —respondí con una sonrisa.

¿Por qué sí?

—Me asusté cuando te quedaste callada —suspiró aliviado.

—Intentaba pensar algo ingenioso, pero no se me vino nada a la cabeza —rematé con una excusa vaga, pero pareció convencerlo.

Volvió a depositar mi mano en su mejilla y me permitió volver a formar leves círculos con mi mano sobre aquella zona.

— ¿Ferre te ha vuelto a molestar? —Su pregunta fue repentina y mis movimientos sobre su mejilla cesaron.

¿Le preocupaba eso?

—No sueles contarme sobre tu trabajo, es difícil saber qué te aqueja, ¿sabes? —Bajó su mirada, quizás ofendido o apenado, no podía saberlo. Hablaba bajo, lo que era bastante irregular en él, ¿acaso era por el cansancio?

—Ya tienes muchos problemas para que yo sea uno más en tu lista.

—No eres un problema, eres una responsabilidad, Kat —Apretó un poco mi mano con la suya y observé la presión en sus cejas mientras aún mantenía sus vista en las sábanas—. Te amo, y odio que sufras; Ferre ya te ha dado muchas penas, y, hoy pareces retraída.

—No te preocupes, no es eso lo que me preocupa.

Sus ojos volaron hacia a mí y punzaron con una emoción que nuevamente no lograba distinguir.

— ¿Entonces...?

— ¿Entonces qué? —sostuve.

— ¿Entonces qué te preocupa?

Miente, miente, miente.

—Nuestra relación —Llevé mi otra mano a mi boca incapaz de creer que mis palabras se habían deslizado de esa manera.

— ¿A qué te refieres? —Ladeó su cabeza, ampliamente perdido.

—Olvídalo.

Intenté pararme pero sostuvo mi mano en un fuerte agarre, aún así, cuidándose de no lastimarme.

—No evadas la pregunta —Noté las prontas arrugas en el espacio entre sus cejas—, siempre haces eso.

—No quiero hablar de eso, Bruno, no me presiones, por favor —rogué con mis ojos, él me comprendió y aflojó su agarre, dejándome levantarme de la cama.

Logré alejarme unos pocos pasos y él pareció compungido.

— ¿Te has aburrido de mí, Kat? —Intentó sonreír, pero aquella curva en sus comisuras se esfumó apenas sus ojos se cristalizaron— Después de todo nos conocimos hace doce años...

Apuré mis pasos hacia él, casi dando brincos para llegar a su posición. Me agaché sobre la cama y llevé mis manos a sus mejillas, encarándolo completamente.

—Por favor, Bru, no llores... grítame pero no llores, por favor —solicité apretando mis dedos contra su piel—. Cariño, me estás malentendiendo, así que no llores.

—Kat, ¿me dejarás?

—N-no —repliqué, sintiéndome horrible. La persona que más amaba estaba frente a mí al borde del llanto, y ni siquiera sabía si así debían ser las cosas.

— ¿Por qué no? Siempre he sido un novio horrible, deja de mentirme y decir que todo está bien —Su voz se quebró rápidamente aunque contuvo un sollozo—. Ahora me doy cuenta..., me doy cuenta que nunca me has dicho si he hecho algo mal, y eso es lo único que hago yo: regañarte por cosas que son insignificantes al lado de mis errores.

El aliento me fue arrebatado, ¿él sospechaba de mis sentimientos hace mucho? De todas formas, él sabía cuando algo me molestaba o entristecía, ¿entonces teorizaba de mi aversión hacia él?

—Bebé..., no eres un novio horrible —Sonreí intentando tranquilizarlo, aunque mi voz sonaba temblorosa, quería ser una antorcha para su oscuridad—, yo también he fallado muchas veces contigo, no hace falta que te culpes por todo.

—Pero al final la mayoría de la culpa será mía, ¿no?

Mantuve el silencio y agaché mi cabeza, sintiéndome culpable de la situación.

Le daba la razón a Bruno, y me dolía aceptar que su afirmación era veraz.

Mantuve mis ojos gachos con tal de no sentir aún más remordimiento, y la confusión se apoderó de mí al oír una baja carcajada, la cual, no era para nada chistosa, sino que sonaba compungida, rota y silenciosa.

Sentí el silencio como una gran roca sobre mi espalda, a veces alzaba mi vista y la volvía bajar en muy pequeños intervalos de tiempo para percatarme de que el estado de Bruno era el mismo que el mío: uno frágil.

Deslicé suavemente mis manos por su rostro y las pasé en un acelerado camino —además de torpe— a sus hombros, temblorosos y tensos, como los míos. Apreté aquella zona con una quebradiza intensidad, como si intentara juntar sus partes.

—Kat —Levanté mi vista, encontrándome con sus escurridizos ojos tratando de evadir el contacto visual—, dame otra oportunidad.

***


Recargué mi espalda contra la pared, mirando como la mayoría de los empleados con los cuales compartía turno estaban en la mesa agarrándose la cabeza, excepto Sam, quien lucía sumamente distraído, casi siguiendo el vuelo de una mosca. Observé al responsable de esas reacciones, el cual era Ferre, quien, explicaba cada detalle de las reformas que se efectuarán en el restaurante los próximos días. Resumiendo su charla: estaríamos toda la semana sin trabajar, después de hoy, el lunes, claro está.

—Ahora llevarán uniformes completos en lugar de un delantal, debido a las quejas de empleados de otros turnos y de los clientes —explicó, lo que llamó la atención de todos en la habitación—. Por lo que, la sala de empleados será dividida para que mujeres y hombres se vistan en sitios distintos, sin embargo, ambas salas estarán conectadas a través del depósito, para que a todos se les facilite la entrada al susodicho.

Tragué fuertemente saliva, eso significaba que no podría hablar con Sam en mi tiempo libre.

—La cocina será ampliada para agilizar el proceso durante la noche y posibilitar las órdenes inmediatas durante el día sin tediosos tiempos de espera —Eduardo y el equipo de la cocina parecieron cobrar un brillo en sus ojos luego de las palabras del jefe—, el menú del día dejará de ser simple y se permitirá la elaboración de platillos más exquisitos para que las quejas sobre el menú variante dejen de llegar.

Vi a Ignacio alzar su brazo, lo que me hizo reír un poco, ¿acaso creía que estaba en la escuela?

El jefe le permitió la palabra.

— ¿Qué pasará con quienes no sepan cocinar esos platos?

Era seguro que se refería a él.

—Si su rendimiento no mejora, serán despedidos, así que deberán aprender adecuadamente cada maldito platillo —respondió con un tono severo, lo que enmudeció al chico. El hombre de mediana edad bufó y prosiguió—:. Prontamente recibirán más noticias sobre las reformas de Délicatesse a través del grupo de WhatsApp. Tengan unas buenas vacaciones.

Ferre abandonó la sala de empleados sin responder ninguna duda más.

Andreu se apuró a alzar la voz con una carcajada repleta de júbilo, lo que nos aturdió a todos en la sala.

— ¿Qué tal si vamos a casa de Flor y...?

—Cállate —arremetió Eduardo, todos parecían haber pensado eso puesto que nadie defendió al «comediante».

Esbocé una sonrisa cuando vi que Sam caminaba en mi dirección y ésta se ensanchó cuando Roció cesó su rumbo. Él parecía indiferente por su presencia, lo que me resultaba un tanto extraño, ya que normalmente los chicos se exaltaban cuando esta niña les hablaba, aunque era Sam, y Sam no solía perturbarse demasiado.

Roció sostenía entre ambas manos su celular, mirando atentamente a Sam con una sonrisa pequeña y tierna, ¡esta mujer es adorable!

El pelinegro arrebató de su bolsillo trasero su móvil y comenzó a teclear durante un breve tiempo junto a la chica de pálidos mechones, ella parecía un tanto feliz, mientras que Sam mantenía esa cara de culo que lo caracteriza.

Cuando terminaron, volteó hacia a mí y en sus labios se formó una pequeña sonrisa calma.

— ¿No crees que harías buena pareja con ella? —inicié cuando comprobé que estábamos solos.

— ¿Con Rocío? Nah —Se encogió de hombros, poniendo un rostro de desdén.

Arqueé una ceja.

— ¿Por qué nah?

—No es mi tipo.

Dicen que cuando alguien te ve desde abajo y nota su esclera, indica una amenaza, y confirmo que ahora Sam se ve exactamente como una amenaza con esa mirada. Lo que me perturbaba más: tenía las manos en sus bolsillos, ¡wow! Qué badass.


—Entonces, ¿quién lo es?


Amplió su sonrisa, e imité su gesto inconscientemente.


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No sé qué onda con Wattpad que me junta los párrafos y luego no se pueden comentar por separado, pero bueno.

Este capítulo tendría que haber salido muchos antes pero Drive me dio unos cuantos dolores de cabeza >:(

6k, qué belleza <3<3<3<3<3<3<3<3<3<3<3<3, eso me anima un montón a actualizar, así que ni en pedo abandono esta historia.

En siete días empiezo las clases :'(, dudo que mi constancia se termine, pero puede que se vea ligeramente afectada, aunque intentaré escribir en las madrugadas antes de dormir o luego de acabar tareas </3


¿Consideran a Bruno el antagonista, o sólo un personaje más?


Chau, chau♥

—Sphinx


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