11 - Tanteo
Salsa, salsa, salsa. Mhm, deliciosa salsa.
G R E C O
Cuando era niña, recibía todo el afecto que quisiera, nunca deseaba estar sola. Podría correr hacia mis padres y abrazarlos; ellos me corresponderían, y eso sentiría... bien. Podría ponerme sobre una silla y besarles la frente repetidamente, ellos lo aceptarían entre carcajadas, y sería agradable.
Cuando era adolescente, adopté el pensamiento de estar bien sola, querer ser independiente y no pedirle al hombre que me elogiara, porque ya tendría en claro qué diría, y no necesitaba que de su boca saliera para saberlo. Podría encerrarme en mi cuarto y escuchar música sola, y eso se sentiría bien. Podría estar en un salón de clases en una esquina leyendo un libro que ya leí cuatro veces, y sería agradable.
Lo que nunca supe es cuándo me volví una persona con tanta necesidad de amor y afecto. Cuando era pequeña si quería un abrazo podría recibirlo si lo pedía, cuando era adolescente no quería un abrazo, ¡y ahora lo quería! Pero, si lo pedía sería inmediatamente tachada de débil o tonta, aunque, en el fondo sentía que lo tonto era creer eso último, sin embargo, claramente yo también creía en esa tontería por más que lo negara. Y aunque me quitara ese bobo pensar, ¿a quién abrazaría durante mis penas?, ¿sobre qué hombro apoyaría mi llanto? Si bien la imagen de Bruno recorría mi psique, aún así descartaba la idea, puesto que no recordaba haber hablado con él sobre mis males, él se percataba de ello y sólo me apoyaba mediante pequeños actos, que, sinceramente agradecía esos gestos, sabiendo que en comparación al vacío que sentía eran insignificantes.
Cerré mis ojos y dejé que mi cuerpo sienta la comodidad de la cama, podría sumergirme en ella si me distraía, o al menos hundirme en ella y desaparecer era lo que quería.
Nunca le había encontrado el sentido a vivir, no tenía razón para permanecer parada en mi sitio, nunca tuve una vida satisfactoria, nunca sentí algo tan fuerte que me obligara a vivir. Realmente no quería mi carrera universitaria, pero tampoco había algo que me apasionara para perseguirlo, consideraba mi futuro como un abismo, y lo era, no tenía ni la más mínima idea qué hacer con mi vida y cada día el camino se volvía más difuso.
Volví a suspirar y dar una vuelta sobre la cama. Una vez más faltaba a la universidad, y una vez más me derrumbaba en mi cama a hacer nada.
Desde que comencé a pensar de esta forma tan excesiva me percaté que en mi cabeza no cabía la enfermedad de Bruno, eran pensamientos fugaces y cada día sentía como él desaparecía paulatinamente de mi mente, como si su imagen fuera insignificante para mí y se deshiciera en pequeños pedazos. Sólo pensaba en su estado, pensaba en qué tan solo se sentiría, o qué tan controlado estaría por su familia. La necesidad de él desaparecía como si nunca hubiera estado ahí, mis pensamientos se enfriaban cuando recordaba sus ojos afilados de tono oliva como los de una serpiente.
Mi teléfono comenzó a vibrar debajo de la almohada y lo quité, atendiendo la llamada. Era un número desconocido.
—Hey —La voz de Bruno sonó al otro lado y dejé huir una sonrisa de labios cerrados.
Hablando del Diablo.
—He estado pensando demasiado en ti —Noté un tono sonriente. Me pareció tonto que no comprobara si me hablaba realmente a mí o si era número equivocado—, Kat.
—Yo también —Extendí la diminuta sonrisa.
— ¿En serio? —Sonó su risa suave y grave.
No.
—Sí.
Oí su sonrisa. Dio un suspiro pesado y escuché un bajo tarareo efímero.
—Me dijeron que podía usar este teléfono para llamarte, espero que no te moleste que te llame.
—No te preocupes, no me molesta —Fruncí mi ceño cuando la idea de que esté levantado cruzó mi cabeza, con sólo poner un pie en el suelo le dolía todo, no imagina cómo sería caminar solo y atravesar pasillos—. ¿Estás fuera de la cama?
—Tranquila, me trajeron en mi silla de ruedas —habló, tranquilizándome un poco, aunque me inquietaba que su voz sonara entre ligeros jadeos que se volvían más perceptibles con cada palabra—, estar sobre ella es como subirte a un pequeño coche —bromeó, pero su voz sonaba cansada.
Escuché golpes contra la puerta de mi departamento y me alarmé.
—Dame un momento.
Caminé con mi celular en mano fuera de mi cuarto y atravesé la sala.
Abrí la puerta lentamente y aproximé mi celular a mi rostro cuando vi de quien se trataba.
—Tengo que colgar, vino mi madre —avisé al micrófono.
—Está bien, cuídate, hermosa —Sonó un pequeño beso y detuvo la llamada sin rodeos.
Permanecí en silencio y miré a la visita, dándole paso al departamento. Llevé mi palma a mi frente, ¿cuándo tendría un momento de tranquilidad?
— ¿Por qué le mentiste? —Se oyó curioso.
Sam caminó sin escrúpulos por el área y luego se acomodó en una silla sin permiso. No saludó el maleducado.
— ¿Qué le diría? «Ah, Bruno, el tipo que te cae mal vino, tengo que colgar, ¡besos!» —Puse una voz aguda y Sam me miró divertido, aunque claramente yo estaba seria y ciertamente incómoda por su intrusión tan fuera de lugar.
— ¿'Que te cae mal'? —citó.
—No, no mal; pésimo. Sí, le caes pésimo —Me corregí y él me miró con los ojos entornados.
— ¿Qué le he hecho? —Ladeó su cabeza, oscureciendo levemente las cuencas de sus ojos.
—Quizás que hayas nacido le afecta —contesté con una sonrisa y me aproximé a la mesa que él enfrentaba—. Le molesta que me hables, hasta que me mires. Bruno puede llegar a ser... un idiota insoportable, te lo he dicho el domingo.
Él se quedó callado con la mirada en la mesa, observaba pensativo al mismo punto.
— ¿Por qué has venido? —interrogué un tanto inquieta, golpeando incesablemente la punta de mis dedos contra un lado de mi muslo mientras lo observaba fijamente parpadeando muy poco, él pareció notar mi incomodidad puesto a que detuvo su mirada en mi gesto.
La entrada del pelinegro me llamó la atención sin duda alguna, eran las ocho de la noche, no era un horario de visita, por lo que algo había sucedido para su repentina invasión.
Añadamos que no estaba de humor para lidiar con Sam, o mejor dicho, para lidiar con alguien. Quería estar sola un rato para acomodar mis ideas. Especialmente para averiguar cuáles eran mis verdaderos sentimientos por Bruno, y si realmente estaba bien relacionarme tan libremente con Sam a pesar de conocerlo muy poco.
Luego de unos instantes soltó un suspiro.
— ¿De verdad importa? —Apoyó su frente en su mano, mientras que la mesa era sostén de su codo.
—Vienes a mi casa a las ocho de la noche, entras y te sientas sin permiso. Evalúa la situación y dime si me importa porqué vienes o no, Samu —Abrí mi boca con una sonrisa y él me miró desde abajo con indiferencia.
Volvió a callarse, pero esta vez me hartó. Me acerqué a rápidos pisotones y me posicioné a sus espaldas. No se volteó, ignoró completamente mi molestia.
—Últimamente siento que estar contigo es relajante —habló bajo, inseguro y tentando. Quitó su mano de su rostro y se volteó un poco, observando por arriba del hombro.
Entreabrí mis labios un poco.
Sus ojos grises me daban un sentimiento de seguridad, y me hacían sentir que sus palabras eran genuinas. El tono suave de su voz era un verdadero paraíso para mi consciencia, tranquilo y pausado, con una claridad realzada que nunca había notado en otra persona. Él era... como las olas de la playa, tan calmas, moviéndose en un fino vaivén que producía una sensación placentera. Una mayoría podría considerar que su aspecto era lo mejor de él, pero cuando te perdías en la profundidad de sus iris no podrías regresar a la realidad. Tal vez, lo que hacía que su semblante se torne en esta forma era la melancolía que transmitía el apaciguado brillo sobre sus pupilas, o la caída de sus cejas, ¡o quizás, era la oscuridad en sus ojeras! Desconocía qué aspecto de él era capaz de producir tal encanto, y solamente me dejaba llevar por él; dejándome llevar por las olas, moviéndome al tan extraño e intrigante abismo del océano, podría ahogarme en él, y aún así disfrutarlo.
Quería contestarle, quería decirle que amaría disfrutar de aún más momentos con él.
— ¿Está bien que te use como antidepresivo?
Reí por su comentario. ¿Estaba ebrio? Repentinamente parecía sentimental, sin razón alguna.
—Deja de evadir mi pregunta —Intenté mantener la sonrisa y me miró un poco entristecido.
—Es mi forma de responderla —Retrocedió la silla y se levantó de una manera bastante mecánica de la susodicha. Me observó por arriba de mi rostro. Nuevamente invadía mi espacio, sólo que esta vez no me importaba en lo más mínimo, simplemente veía su oscurecido semblante intentando comprender qué sucedía internamente en su psique—; tómala o déjala, Kate.
Cerré mis labios en una pequeña sonrisa.
—Sabes que la tomo, Sam.
Sus ojos brillaron y soltó un poco de aire por su nariz, el cual chocó contra la piel de mi rostro gracias a la cercanía de él.
— ¿Y... por qué necesitabas relajarte... conmigo? —Di un paso hacía atrás y él llevó su mano a su nuca.
—Invadieron mi casa.
¿Eh?
A ver, a ver, era Sam. No sabía si esa era su forma de expresar algo malo o bueno, puesto que él tenía maneras bastante extrañas.
— ¿A qué te refieres? —interrogué rápidamente repleta de dudas.
Él bajó su mirada al suelo.
—Mi padre está haciendo una visita —respondió.
Arqueé una ceja, aún más confundida. Yo me alegraría si mi padre visitara mi departamento, pero, ¿por qué él huía?, ¿su papá sería un maltratador?
— ¿Y qué pasa con eso?
—Bueno... —Lo miré atentamente, esperando que me diera una razón— él es muy ruidoso, ¡se la pasa chillando! Preguntando esto y aquello, si soy gay, si Estanislao dejó de ser tímido con su novia, si lo queremos. ¡Es un pesado!
Solté una estruendosa risa. ¿Era eso lo que le molestaba?
Creí que él tendría algún problema grave con su padre.
— ¿Qué es lo gracioso? —Me miró enfadado, quitando su mano de su cabeza para acercarse nuevamente con el paso que yo había retrocedido.
¿Recuerdan cuando dije que Sam me ponía? Aún me sigue poniendo, especialmente cuando intenta ser duro.
Calmé mi jocosa reacción y lo miré directamente.
—Tu ternura, Sam —Arremetí con la misma mirada fija. Si bien intentaba permanecer indoblegable, mis piernas temblaban, aunque no precisamente de miedo. Dios mío, Sam podía ser tan tierno como quisiera, pero ninguna actitud adorable le arrebataría sus ojos tan profundos y observadores.
Pareció molestarse un poco más, aún así, relajó su mirar instantes más tardes y curvó una ceja, alzándola. Oh-oh, esa expresión no era buena señal.
Abrió sus labios para hablar e inmediatamente los cerró.
—Aunque... —El hálito me fue arrebatado nuevamente cuando noté la repentina dilatación en sus pupilas, era algo bastante perceptible por el contraste entre susodicha zona e iris— ahora no me pareces adorable, ¿eso está bien?
Bajé mi mirada a su boca y noté la curva en la misma. ¿Qué le divierte?
—Supongo que... sí —Su jadeo cortó sus palabras. Ay, mierda, no puedo parar de mirarlo fijamente. La distancia que nos divide no es del todo íntima, pero siento el mismo fuego que sentiría si estuviera tocándome. Sus ojos me quemaban y parecían querer derretir mi piel, y, en parte, lo estaba logrando—. Después de todo, quiero que dejes de pensar en que soy tierno, Kate.
— ¿Ah?, ¿en serio? —Sonreí— Pareces un niño diciendo eso.
—Sabes que no lo soy.
Ensanché mi sonrisa.
— ¿Por qué siempre terminamos así? —Recorrió mi rostro con su mirada a medida que mis palabras eran despedidas— Al borde de besarnos.
Rió en voz baja.
—Sabes que los amigos no se besan, Kate.
—Algunos sí.
Tragó fuertemente saliva.
—Tienes novio —aclaró, haciéndome alzar mis cejas.
— ¿Entonces quieres besarme pero eso te lo impide?, ¿o qué?
Observé el rubor que amaneció en sus mejillas. Sentí un cosquilleo en mi cintura, bajé mi mirada sin alejar mi rostro de su dirección y noté su agarre en la susodicha.
—No es eso. Sólo te lo recuerdo.
Puse mis ojos en blanco, ¿qué era lo que quería?
Recorrí mi cuerpo y llevé mis manos a las suyas, poniéndolas encima.
—Esta posición se puede malinterpretar, cariño —Las apreté ligeramente, advirtiéndole, pero eso sólo hizo que reforzara su agarre, arrebatándome un suspiro al sentir la cautelosa presión de sus largas manos contra mi cintura.
Volví a mirar su rostro y noté su semblante entretenido. Sus ojos brillaban en la oscuridad de sus cuencas, mientras que sus labios suavemente enrojecidos se curvaban en una sonrisa cerrada.
— ¿Hay alguien viendo para poder malinterpretar, cariño? —Hizo énfasis en la última palabra.
Relamí apenas mi labio inferior y rápidamente oculté mi lengua. Jadeé cuando sus manos me apretaron un poco más, como si me exigiera una respuesta.
—Estás jugando con fuego.
Se aproximó a mi oído, dejándome sentir su respiración calma contra la piel descubierta de mi oreja y cuello, haciendo que un escalofrío recorra toda mi columna vertebral y que mi ritmo cardíaco se enfurezca violentamente.
—Entonces quémame.
Santa mierda. Que alguien me detenga, sino realmente voy a quemar a este hombre.
Estaba dispuesta a seguirle el juego cuando la imagen de Bruno rápidamente subió a mi cabeza y apreté las manos de Sam prácticamente arrancándolas de mí. Me aparté de él y me observó con un poco de confusión, sin embargo, no tardó mucho en mirarme divertido.
—Creí que venías a relajarte —dije manteniendo toda la distancia que podía.
Mi corazón se volvió loco con un simple agarre y susurro, mientras que él seguía calmado, y, de hecho parecía estar jugando conmigo.
—Me estoy relajando —Arqueé una ceja con su respuesta—, tu presencia es refrescante, así que no necesito esforzarme para sentirme cómodo contigo, Kate.
— ¿Es una confesión?
Ladeó su cabeza, dubitativo.
—No.
Bufé un tanto hastiada.
—Sam, realmente no te entiendo, ¿lo de recién fue un juego tuyo?
—Podría ser.
Apreté mis puños. Ese tipo de actitud me recordaba a Bruno, lo que me hacía hervir la sangre.
—Me gusta observar tus reacciones —admitió sin quitar su sonrisa—, siempre intentas provocarme pero te echas atrás si te sigo la corriente —Su rostro tomó un tinte serio—. ¿Acaso te gusta que te acorrale como recién? Sino, no entiendo tu comportamiento.
Suspiré y sentí la tensión en mis hombros, sabía que Sam la percibía, puesto a que él solía notar mis inquietudes.
—Ambos sabemos que tocarme así es incorrecto.
Alzó sus cejas.
—Es incorrecto y lo disfrutas —afirmó.
Decía la verdad, sinceramente tener a Sam así de cerca podría haber sido alguna de mis fantasías cuando ambos éramos desconocidos. No lo niego, antes yo también babeaba al verlo, ahora también... pero menos.
— ¿Quién ha dicho eso? —Me defendí sin perder el tiempo.
—Tus ojos, Kate, no hay nada más sincero que tus ojos.
Tenía la sensación de que previamente yo le había dicho algo parecido. ¿Estaba usando mis palabras en mi contra? Oh, Sam, maldito seas.
—Dejemos el tema por hoy.
Fue lo único que se me ocurrió.
—Como gustes —Sonrió.
Di un suspiro y me alejé aún más, como dejara que Sam me toque otra vez de esa forma me daría un infarto... literalmente.
El tiempo pasó con una lentitud letal, Sam simplemente se quedaba mirando a absolutamente nada y de vez en cuando mi atravesaba en su vista, mientras tanto yo intentaba seguir con mi vida yendo de un lado al otro continuamente.
—Dentro de poco serán las nueve —inicié—, ¿no te irás a tu casa?
—No tengo ganas —formuló desinteresado.
Apreté mis puños y me dirigí a él.
— ¿Qué te pasa? —solté enfadada— Te estás comportando como un imbécil.
Entrecerró sus ojos y no se movió de la silla.
—Tuve un mal día.
¿Eh?
¿Realmente esa era su excusa?
—Eso no te da derecho a desquitarte conmigo, Sam —Intenté hablar más suave con tal de no hacerlo enfadar.
—Lo lamento —Si bien sus palabras parecían genuinas, su tono de voz tan neutro me hacía pensar que se disculpaba sin ganas.
Di otro suspiro cansino y me hice un lugar a su lado, tirando mi cara sobre la mesa.
—Tengo bastantes problemas para que tú te sumes, Samuel.
Volví a pronunciar su nombre, ¡oops! Bueno, no importa mucho.
Inspeccioné sus facciones a través del rabillo de mi ojo y noté el cansancio en su semblante, ¿qué le agotaba?
—Si me vuelvo un problema puedes desecharme, es simple.
Solté una risa baja.
— ¿Qué? —Giró su rostro hacia mí, desconcertado.
—Eres una persona, Sam, no podría botarte —Acerqué mi mano a su cabeza y acomodé ligeramente unos cuantos mechones de cabello, lo que pareció calmarle—, ni tampoco quiero deshacerme de ti.
— ¿Por qué no? —Tomó suavemente mi mano y la llevó nuevamente a la mesa, rechazando mi tacto— ¿Qué te lo impide?
Apagué mi sonrisa y mantuve una mirada circunspecta en él.
—Oh, Sam, no seas así —Estreché mis cejas.
—De todas formas te deshaces de todas las personas fácilmente.
—Pero tú no eres «todas las personas».
Me observó detenidamente, parecía intentar encontrar alguna falacia oculta escrutando mi expresión. Soltó aire por su nariz y entreabrió sus labios, sin embargo, no dejó salir ninguna palabra.
—Es molesto que quieras que te bote —dije, cerrando mis ojos y suspirando—, creí que valorabas más nuestra relación.
—La valoro —Lo miré dudosa—, no sé si tú la valoras.
— ¿Qué te hace pensar que no?
—Tus actitudes.
— ¿Cómo cuáles?
—Deberías saberlo.
Revolví mi cabello soltando un chillido.
— ¿Por qué me complicas las cosas? —dije rápidamente— Quiero pensar que te comportas así por tu «mal día» —Cesé mi excavación en mi cabeza y volteé a verlo— Ahora que lo pienso, ¿qué ha pasado?
—Eso no importa.
—Agh —Llevé mis ojos al límite de mis párpados superiores, poniéndolos en blanco—. ¿Realmente viniste a relajarte... o a estresarme?
—Las dos cosas —Me sacó la lengua manteniendo sus ojos entrecerrados.
Me levanté de mi asiento apoyando mis manos sobre la mesa y abrió sus ojos, claramente nervioso.
—De acuerdo —hablé—, si las cosas van a ser así iré a dormir, vete cuando quieras.
Caminé hacia mi cuarto y sentí que me detuvo tomándome del brazo. Sonreí internamente, por fin había vuelto a ser torpe.
—Kate, lo siento, no quería comportarme como un idiota, es que... —habló acelerado y nervioso, por lo que decidí interumpirle:
—Hey, tranquilo, sólo estaba jugando —Mi respuesta hizo que entornara los ojos.
—Serás...
—Lo la-men-to —dije detenidamente, casi separando en sílabas.
Me observó molesto y no me soltó.
— ¿Para cuándo me dejas ir, Sam?
Inmediatamente quitó su mano de su brazo y di un suspiro, sobando la zona que se había enrojecido un poco.
Abrí la puerta y volteé a él, mirando su semblante confundido y un tanto enfadado.
—Duerme bien, y no te molestes por tonterías —Le saqué la lengua y cerré la puerta tras atravesarla.
—Mira quien lo dice —Oí del otro lado y una sonrisa huyó de mí.
Cada día mi corazón latía aún más rápido cuando me acercaba un poco a él, era un efecto mágico que hacía que mi estómago se revuelva y mis pensamientos se llenen de niebla. Hoy no había podido contener la rebosante vergüenza al verlo cambiarse, ¡había reaccionado como una niña! Llevé mis manos a mi cara y di repetidas patadas al aire cuando la imagen de Sam haciendo «eso» volvió a mi cabeza, vaya inmadurez.
Por alguna razón, ahora sólo quería salir de mi cuarto y verlo nuevamente, molestarlo o que él me moleste a mí, y terminar riendo de nuevo.
Cerré mis ojos fuertemente, necesitaba dormir y dejar de pensar en Sam. Dormir y dejar de pensar en Sam. Dormir y dejar de pensar en Sam.
Agh, pero si es imposible.
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Los adoro, guapos, así que les dejé este capítulo con un Sam un tanto aweonao... sólo estoy calmando un poco las cosas para ponerles drama y desastre próximamente, así que no se acomoden♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥uwu
Listo, eso es lo que tengo por hoy, ¡nos vemos!
Bueno, zao-zao! Selesquiere<3
—Sphinx
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