10 - Papá

DISFRUTEN Y DISCULPEN LA TARDANZA OWO

D ' A R A M I T Z

¿Alguna vez habéis odiado a alguien firmemente, pero han estado obligados a convivir con ellos? Bueno, esa es mi actual situación.


Desde el domingo que pasé la tarde con Kate le he cogido una especie de desprecio a alguien que ni siquiera puede usar sus piernas para levantarse de la cama: Bruno. Aunque, por suerte no estoy obligado a convivir con Bruno, sino quizás tendría ataques de ira constantemente, justo como Katerine. De hecho, hay otro individuo el cual me genera la situación primeramente expuesta: Andreu, de hecho, todos le tienen un marcado repudio en Délicatesse, en cambio las mujeres, exceptuando a Kate considerando la sensatez de la susodicha. Todo inició cuando descubrí de su extrema fijación por culos y pechos, especialmente en los de Rocío, quien es más o menos la princesa de los empleados. A pesar de que Eduardo también suele sobrevalorar a Rocío, el caso de Andreu resulta sumamente exasperante. Lo que más odio de él es su extraño encanto al grupo femenino del restaurante, lo adoran por sus chistes y sus extraños coqueteos fuera de lugar, el jefe lo valora justamente por ese «encanto» que tiene con sus palabras, ignorando su mal servicio respecto a llevar los platos. En cambio, a mí me descuenta montones de euros por cada vaso botado, ya que «mi desempeño no es igual al de Andreu».


Entre los demás empleados está Eduardo, fuma, bebe, se droga, pero es buena persona y muy agradable hablar con él... excepto cuando la boca le apesta a hierba. Él es el jefe de cocina, lo que me preocupa de Ed es si al probar los platos dejará algo de «esencia», quizás no, pero pensarlo me escandaliza un poco. Es el tipo más calmado del lugar.


Hace poco he conocido a Ignacio, uno de los cocineros recién ingresados, aunque su primer día fue un auténtico desastre por la ausencia de Eduardo, quien, aparentemente toma las órdenes. Es un buen chico.


Si bien mis compañeros de trabajo me dan bastante igual, yo no les doy bastante igual. Según ellos atraigo clientela pero no tengo nada de habilidad y que el señor Ferre no me despide únicamente por eso, pero por el resto soy un inútil. Sinceramente, no les falta razón en nada. «Gracias» a todos esos comentarios he decidido pedirle ayuda a la única persona que nunca me juzgó sobre eso: Greco. Hasta hace poco me recordó su nombre, Katerine Greco. Ella es la empleada más seria y profesional de todos los turnos aunque últimamente su rendimiento ha decaído. Le gritéis, le peguéis o insultéis ella seguirá sonriendo y hablando amablemente, es como si tuviera una careta invisible pegada. Además de tener ese carácter tan serio y reservado tiene buena apariencia, por lo que, Ferre la adora. Lo que más me avergüenza en este momento es tenerla frente a mí.


Su rostro está completamente sonrojado y me mira inquieta desde la puerta de la ala de empleados.


Me estaba cambiando y ella entró. Sólo estoy con el torso descubierto, pero verla así de avergonzada me da vergüenza a mí.


—L-lo siento —suelta rápidamente luego de evadir contacto visual—. Debería haber tocado, sólo que... cuando nos vamos no cambiamos de ropa.


En Délicatesse sólo nos poníamos un delantal, así que, no nos cambiamos para trabajar, pero hoy me había caído café encima, éste atravesó el delantal y ahora intentaba cambiar mi ropa.


Busqué la prenda de repuesto y me la puse por la cabeza de forma rápida.


Volteé a verla y aún seguía roja. ¿Qué le pasaba?


—Manché mi camiseta así que vine a cambiarme —Suspiré y caminé hacia ella, aún con su rostro gacho—. ¿Venías por algo?


Por fin levantó su cara y observé sus ojos marrones brillantes, realmente no sabía identificar el color, simplemente creía que eran... amarillos, no tenía otro nombre para esa tonalidad. Su piel era clara y tersa, aunque tenía ligeras arrugas en la zona de su ceño. Su cabello era un poco largo, llegando a la altura de los y omóplatos, su color era un marrón opaco, se podría decir grisáceo. Katerine era bonita.


—Es mi horario de descanso —contestó en una voz aguda y me rodeó para ir a sentarse.


Pasó el rato en completo silencio. Yo aún seguía frente a la puerta sin saber qué hacer.

—Ven y siéntate, tonto.

Su tono altanero me dio un poco de gracia y no oculté una pequeña carcajada. Cuando volteé para caminar hacia allí me percaté del semblante risueño de Kate, ¿había tenido un mejor día?


Me senté junto a ella y miré hacia la pared, aunque de reojo notaba su sonrisa mientras me miraba.


— ¿Puedes parar de verme así? Es sospechoso —dije mientras llevaba mis manos a la parte superior de cada brazo, fingiendo miedo.


Comenzó a reírse en voz baja de forma ahogada y torpe.


—Ah, es que estaba pensando que tu cara es tan pura como la de una niña pequeña.


Sé que eso no es algo que un hombre quiere que le diga una chica bonita, pero sinceramente me gustaba lo impredecible que podía ser ella.


Sonreí aguantando un poco la risa.


—Sólo mi cara —Le saqué la lengua y ella me miró confundida.


Opacó su sonrisa en una cara neutral, lo que me extrañó. Pasó poco más de un minuto en silencio hasta que se volteó a verme.


— ¿Qué harías si alguien se te declarara?


Solté una arcada por lo repentino de su pregunta, siempre me hacía cuestiones extrañas con un tono natural y de la nada.


— ¿Por qué preguntas es...?


—Responde —ordenó con una cara divertida y a la vez seria.


—La rechazaría —respondí aún observándola directamente a los ojos, solía incomodarse cuando lo hacía, pero no me importó demasiado.


Se quedó pensativa, dudando de algo quizás, mientras que yo intentaba comprender porqué me había hecho esa pregunta.


—Esto es hipotético: —aclaró, antes de explayarse. Arqueé una ceja, ¿por qué era necesaria esa alerta?— si yo... me declararía de una forma «romántica» a ti, ¿qué harías?


Quedé atónito por lo que había dicho, fruncía mis cejas con fuerza y no entendía a qué punto quería llegar Kate. ¿Katerine estaba tratando de declararse o algo así? No, no podía ser, ella sería más cautelosa en ese caso.


Me di cierto tiempo para pensar en la respuesta. Me negaba a pensar en ella en esa situación, aunque sinceramente la imagen mental no era mala, debo decir. O sea, no puedo negar que la idea de imaginar a Kate avergonzada es bastante tentadora, aunque preferiría no profanar mi cabeza con fantasías así...


—Te rechazaría —repetí.


Su expresión se llenó de sorpresa y volvió a ponerse en su modo de análisis. ¿Qué cojones le sucedía? Debía estar dándole muchas vueltas a una misma cosa.


— ¿Por qué? —Volvió a preguntar.


Agh, ¿debía justificarme? Qué pesado.


—Ya te he dicho que no quiero estar en una relación —contesté ya hastiado.


—Vaya.

Si no recordaba mal esa fue su misma respuesta cuando le expliqué eso hace un tiempo, ¿no?


—Eres cortante —Apoyé mi mejilla sobre mi mano, mientras mi codo reposaba en la mesa.

—Lo sé.

Soltó un suspiro cansino.


— ¿Qué ha pasado para que preguntes eso?


Entornó sus ojos mientras me observaba—: Sólo pensaba en lo absurdo que es que nunca hayas salido con alguien —Hizo una pausa y suspiró—, corroboraba unos asuntos.


— ¿Y qué conclusión sacaste?


—Que te quedarás solo para siempre.


Estallé en risas sin contenerme. ¿Cómo mierda llegó a eso? Era una conclusión bastante ridícula debía confesar.


— ¿Cómo puedes decir algo tan tonto con esa cara? —Pasé mi índice por un ojo con tal de limpiar la humedad que habría surgido por la carcajada anterior.


Levanté mis ojos y observé la vergüenza reflejada en su rostro en forma de un tono rosado claro en sus mejillas. Lo más probable es que lo haya dicho conforme se le vino a la cabeza, así que eso explicaría su rubor.


—No deberías decir todo lo que se te pasa por la mente —Sonreí de lado, disfrutando sin tapujos su reacción.


—No lo hago, créeme. Simplemente hay cosas que suenan mejor encerradas en mi mente —Soltó un suspiro nuevamente. Estaba suspirando demasiado y no me miraba directamente a los ojos, ¿significaba algo?


—Cambiando de tema —Noté como su mirada dorada se dirigió a mi rostro indirectamente, para luego quitarla inmediatamente. Proseguí—: ¿Tuviste noticias de... Bruno?


No soy muy bueno recordando nombres.


Esperé su respuesta y luego de unos —considerables— instantes negó de lado a lado con su cabeza.


—Aclaramos vernos los fines de semana. Como de lunes a viernes trabajo y estudio se complican las cosas.


— ¿Ninguna llamada o algo así?


—No, no se permiten los móviles en el hospital, tampoco su familia me ha llamado.


según lo que Kate me había contado, la familia Damiani no parecía ser muy agradable. Especialmente por los padres de su novio, quienes distanciaban al chico de su propia pareja, ya que según ellos «Katerine no es buena para la salud mental y el futuro de Bruno». Opinaba que, los menos adecuados para decir eso eran ellos.


Tras charlas cortas y poco llevaderas el descanso de Katerine terminó y regresó a sus tareas. Mi turno de hoy había tenido su fin, sin embargo, no tenía ningún deseo de regresar a casa, sabía que papá nos estaba haciendo una visita y sinceramente no quería afrontarlo, sentía que si me veía con él algo malo o incómodo podría suceder, ya que, nuestra última reunión no había sido la mejor. Teniendo claras las circunstancias permanecí en mi sitio, sumergiéndome en diversas ideas, mientras esperaba a sentir algún cosquilleo que me dijera que vaya a casa.


Me levanté de la silla y me disponía a ir a la puerta, cuando la misma repentinamente se abrió y una cabeza de cabello negro asomó. Eduardo.


—Oh, Samuel, ¿ya te ibas?


Observé sus ojos y su esclera estaba ligeramente enrojecida, lo que me hizo alzar mis cejas.


—Terminó mi turno hace rato.

—Ya veo.


Un silencio incómodo. Eduardo aún seguía viéndome únicamente con su cabeza estirada y visible.


— ¿Quieres venir con nosotros?


Supuse que sería alguna juntada, no solía ir a ellas, pero hoy era diferente.


— ¿Quiénes son «nosotros»? —Arqueé una ceja, deseando que haya gente mínimamente decente apuntada.


Eduardo suspiró—: Andreu —Mi estómago se revolvió—, Ignacio, Rocío, Lorenzo y unos más.


Si me mantenía alejado de Andreu todo iría bien, además, prefería asistir a ese sitio antes de que sufrir algún momento indeseable con mi familia.


Al final accedí.


Eduardo prefirió llevarme en su motocicleta, puesto a que él prefería ahorrarme unos euros en el transporte. Qué buen tipo.


Noté una estructura similar a la casa de Florencia. Bueno, de hecho creo que era la misma casa de la última vez, esperaba que no fuera tan desastroso como ese día.


Cuando bajé de la motocicleta Eduardo pareció percatarse de mi semblante tenso y se encogió de hombros.


—Es la casa de Lorenzo y Florencia, aquí hacemos la mayoría de fiestas y juntadas —me explicó mientras se deshacía de su casco para luego liberar su cabello prieto un tanto largo, le llegaba por debajo de las orejas—, Florencia es la única pija en Délicatesse y Lorenzo es un tío buenísimo, así que esa casa es lo mejor.


Asentí y lo acompañé hasta la entrada. Como siempre, el lugar estaba perfecto, en la zona interior se habían arreglado las ventanas rotas de la fiesta previa y gracias a Dios no había música sonando ni alcohol a la vista, sinceramente no quería terminar ebrio y durmiendo en casa de Eduardo.


Observé que —quien supuse que era— Lorenzo, Andreu e Ignacio ya estaban en la sala comiendo snacks en el sofá, al último no le costó demasiado adaptarse por lo que veo.


— ¡Nacho! —exclamó eufórico Ed y (casi) corrió hacia Ignacio con sus brazos abiertos para luego ambos fundirse en un abrazo.


Andreu los miró con repulsión mientras que Lorenzo estaba entretenido por el saludo de los amigos— Nachito, mira, éste es Sam, el que tira los vasos.


Su presentación me incomodó un poco pero fue efectiva, ya que Ignacio pareció recordarme.


—Soy Lorenzo, el hermano de Florencia —El dueño de la voz se levantó y me extendió su mano. Tenía una tez ligeramente oscura de una tonalidad rojiza, unos ojos marrones y cabello marrón casi negro, tenía una apariencia bastante promedio. Acepté su saludo y me inquietó la fuerza con la que estrechó mi mano.


Aún sostenía mi mano lo que empezó a ponerme nervioso, por lo que preferí arrancarle mi mano de forma brusca, a lo que Andreu miró extrañado.


—Lore, ¿cuándo llega Rocío? —Andreu alzó la voz, poniéndole los ojos en blanco a Ed.


—Las tías llegarán dentro de poco, no os impacientéis —Sonrió Lorenzo enseñando una dentadura blanquecina.


Arqueé una ceja por lo último, repleto de extrañeza. Eduardo se aproximó a mi oído y murmuró:


—Invitamos sólo a los solteros —Fruncí mi ceño—, es una de esas juntas para buscar pareja...


Bueno, era culpa mía, ya que asumí que sería una simple reunión. No tenía nada que hacer ahí, así que me di la vuelta hasta que sentí la mano de Ed haciendo presión en mi brazo. Volteé mi cabeza y observé su mirada alertada.


—Por favor, no te vayas —rogó—. Nos faltaban hombres, así decidí invitarte, pero si quieres no hagas nada, sólo quédate, por favor.


Aflojé su agarre y me solté para luego volver a verlo y suspirar. Ed me había hecho bastantes favores durante mi estadía en Délicatesse, por lo que no me haría ningún mal devolverle uno.


—De acuerdo —Finalmente acepté, sobando mi brazo ya que el maldito me había agarrado fuerte.


Él alivió su semblante inmediatamente y me sonrió.


Me senté en el sofá cercano a donde Ignacio y los demás estaban sentados con tal de no estar en proximidad a Andreu. Bajé mi ceño apenas recordé algo.


—Andreu tiene novia, ¿no? —murmuré cerca de Ed para que sólo él me oyera.


—Sí —Le dio un sorbo a su vaso de refresco.


—Entonces, ¿por qué...?


Él soltó una carcajada y lo miré confundido.


— ¿Eres tan inocente, Sam? Andreu es un playboy.


¿Qué es un playboy?


Fingí entender y continué en silencio para luego llenar mi mano con un puñado de patatas fritas y mirar a la nada, puesto a que no tenía ningún tema de conversación con estas personas. Ignacio reía con Lorenzo mientras que Andreu agregaba detalles para hacer más gracioso el chiste, aunque la mayoría de las veces mataba la atmósfera. Ed de vez en cuando se unía, pero pasaba mayor tiempo revisando su celular. Finalmente se oyó el sonido del timbre y todos en la habitación —exceptuando a Ed y a mí— parecieron cobrar un brillo en sus ojos.


—Samuel, como no estás haciendo nada... —dijo Andreu, con una sonrisa pintada con picardía, aunque estaba claro que él tampoco estaba haciendo algo— ve a abrir la puerta.


Bufé y me levanté del sofá para caminar a la entrada. Una vez más sonó el timbre por lo que procedí a abrir la puerta lentamente. Lo primero que vi fue una sonrisa nerviosa y ojos cianes esquivar contacto visual. Era Rocío, y detrás le seguía una chica más. Su cabello rubio pálido estaba recogido en dos moños uno a cada extremo de su cabeza. Su piel casi blanca estaba ligeramente ruborizada, quizás por el frío, mientras que sus labios estaban teñidos de un tono cálido. Sus manos se unían sobre su estómago y sus pies se movían continuamente en muy pequeños pasos.


—Sam, no sabía que vendrías —Miró de reojo aún con una diminuta sonrisa.


—Me obligaron.


Estaba mintiendo, aunque por alguna razón eso le hizo reír, claramente fingía su risa.


La chica de detrás avanzó con una sonrisa muy amplia y ojos emocionados. Su cabello era mitad anaranjado y mitad celeste, éste le llegaba por la altura de los hombros. Estaba muy maquillada, su piel blanca tenía rubores pintados y sus labios estaban coloreados con un cian potente.


—Mi nombre es...


La interrumpí al pedir que pasen y abrir la puerta al completo. No estaba para nada interesado en esta reunión, así que deseaba socializar lo menos posible, conocer persona tampoco estaba en mis objetivo, el único que tenía en mente era perder el tiempo allí y regresar a casa lo suficientemente tarde para cuando mi padre no esté allí. La chica no continuó su oración y simplemente pasó con la cabeza gacha.


Andreu recibió a Rocío con los brazos abiertos, sin embargo, la rubia sólo retrocedió al verlo, lo que evidentemente lastimó al castaño. Todos yacían sentados en la sala charlando de manera amena, aunque de temas sumamente banales, luego de aquello, repentinamente Lorenzo se levantó y desapareció tras un arco que supuse que dirigía a la cocina. Instantes más tarde regresó con botellas de alcohol en ambas manos. Mientras no beba nada no sucedería nada, ¿no? Después de todo uno no se embriaga al ver a otro emborracharse.


Ignacio cooperó con Lorenzo para servir la bebida en los vasos que antes contenían soda.


— ¿Qué te traes entre manos esta vez, Lorenzo? —preguntó la chica de cabello fantasía enteramente interesada.


—Verdad o reto —El mencionado contestó con una sonrisa. Volvió a sentarse para pasear su mirada por todos nosotros—. Cada vez que se elija reto, el elegido tiene que beber. Podemos empezar cuando tus amigas lleguen.


—No es necesario —Volvió a sonreír la chica—, podemos empezar.


— ¡Empiezo! —exclamó Andreu con euforia rebasando— Rocío, ¿verdad o reto?


Por un momento noté que la chica puso los ojos en blanco pero inmediatamente sonrió opacando su expresión.


—Reto —Mantuvo su sonrisa y bebió de la cerveza servida—. Sam —Me miró de reojo luego de beber y me sonrió—, ¿verdad o reto?


Tragué fuertemente saliva, prefería responder a una pregunta vergonzosa antes que beber.


—Verdad —respondí y observé como Ignacio alzó sus cejas con diversión.


— ¿Es verdad que... estás en una relación?


Noté la mirada de la chica de cabello llamativo calándome con brillo en sus pupilas.


—No —negué. Creo que era mi turno—: Ed, ¿verdad o reto?


Pareció sorprenderse cuando lo elegí a él, lo más probable es que creía que elegiría a una chica.


—Verdad.


— ¿Es verdad que... —Pensé un poco, no tenía una pregunta clara— te bebes el alcohol de Délicatesse mientras nadie mira?


Su rostro se tornó en rojo puro. Era verdad, lo había visto haciéndolo un par de veces a escondidas.


—No, no es verdad —negó con su cabeza gacha, aunque todos entendimos que en realidad era cierto. Prosiguió, esta vez con su rostro elevado—: ¿Verdad o reto, Andreu?


Observé la sonrisa ladina de Eduardo, lo más probable es que planeaba una maldad.


—Ah... verdad.


Extendió su sonrisa, efectivamente, planeaba algo malo.


— ¿Es verdad que sales con tres chicas al mismo tiempo?


Andreu tragó saliva fuertemente y ocultó su tensión bajo una mueca risueña.


— ¡Frente a las chicas no, Ed! —exclamó avergonzado. Supongo que planeaba ligar con Rocío y eso le arruinó su plan, especialmente arruinó la perspectiva de la rubia sobre él— Sí, es verdad... aunque salgo con cuatro.


No evadí mi fuerte carcajada, ¿qué tan bajo podría caer Andreu? Era divertido imaginarlo.


Rocío observó entretenida mi expresión y le devolví la misma mueca.


—Sam —Puse los ojos en blanco, otra vez no—, ¿verdad o reto?


Suspiré—: Verdad.


Andreu rió suavemente, acercó un vaso a su boca y bebió.


— ¿Es verdad que... —Volvió a reír— te acostaste con Katerine?


Observé a Andreu con mis ojos caídos, ¿de verdad estaba diciendo eso? Lo más probable es que se haya corrido la voz a través de Julia y hayan empezado rumores.


— ¿De quién oíste eso? —contesté.


— ¿Eso es un sí?


—No. He dicho: ¿de quién oíste eso?


—Oh, por dios, Sam, no necesitas ocultarlo, ya todos nos dimos cuenta que Kat y tú tienen algo oculto —dijo bastante jocoso, divirtiéndose por mi reacción—. Siempre están solos en la sala de empleados, van juntos a casa..., siempre la sigues...


—Somos vecinos —respondí interrumpiendo.


—Aún así se nota que no sólo son compañeros de trabajo.


Bufé y me levanté del sofá.


—No quiero hablar con este tipo, ¿puedo irme? —Dirigí mirada a Eduardo y él asintió repetidas veces.


Observé el semblante extrañado de Rocío y Lorenzo. Sinceramente, no quería estar en ese círculo de personas y creía que era lo suficientemente tarde para regresar a casa, el cielo ya se estaba cubriendo con naranja, mi padre no se quedaba en casa demasiado tiempo, sólo mientras el camino está bien iluminado él permanece. Caminé hacia la entrada y oí pasos en crescendo hacia mi dirección, los ignoré completamente y salí de la casa, aunque me detuvo —otra vez—una mano en mi brazo, ¿es que hoy nadie quería que me vaya?


—Rocío —contesté como regaño cuando noté a la rubia detrás mío.


Sus ojos estaban nerviosos y no podía mirar a un punto en específico.


— ¡Sam! —Alzó la voz en demasía y luego se avergonzó— Lo dije más fuerte de lo que esperaba —La oí murmurar y sonreí apenas, sin mostrar mis dientes—. ¿Es cierto eso de que Greco y tú tienen algo?


Bufé otra vez. Maldigo a Julia por gritar eso delante de toda la clientela y servicio.


Negué con mi cabeza.


—Es que... yo también los he visto juntos.


— ¿Y qué? Eso no nos hace ser pareja —respondí con un tono más mezquino.


Estaba harto, ¿por qué suponían esas estupideces sólo porque habláramos? Yo no le interesaba a Kat ni ella me interesaba a mí. Sólo nos apoyamos, nada más.


Pareció ponerse aún más nerviosa.


—Lo siento, no quería ser grose...


—Ya déjalo —Volví a interrumpir.


Me fui del sitio bastante encabronado, ¿qué mierda le pasaba a toda esa gente?


Tomé un transporte a casa y llegué a los pocos minutos.


Subí al piso correcto a través de las escaleras ya que el ascensor no estaba funcionando, me preocupaba la idea de que papá haya pasado un mal rato subiendo estas escaleras, eran numerosas y sus piernas no estaban en el mejor estado por su cercana vejez. Di un suspiro al subir el último escalón, agradecía que mi departamento no estuviera en el piso más alto.


Finalmente enfrenté mi puerta y la atravesé.


Como suponía, papá seguía en casa.


Casi corrió hacia a mí apenas me vio y le correspondí el abrazo con una sonrisa pequeña.


—Pa, no deberías cor...


—Al fin viniste —Interrumpió mientras ensanchaba su boca en una gran mueca sonriente. Podía notar las arrugas que se habían formado en su rostro, como sus ojos lucían cansados y sus labios secos. No se notaba del todo viejo, pero el cansancio acumulado ya empezaba a mostrarse en sus facciones—. Estanislao fue a comprar —aclaró rápidamente alejándose—, ¿por qué no te sientas y charlamos un rato?


Asentí y fui a sentarme junto a él en la sala., espero que no pregunte nada vergonzoso.


—Cada vez que vengo a visitarte te pareces aún más a un hombre que la vez anterior —Rió mientras jugaba con sus dedos sobre sus muslos—, aunque tu voz sigue pareciendo de niña.


—Papá —regañé entre carcajadas suaves, aunque, lo aceptaba, mi timbre de voz era un poco más agudo que el resto de los hombres de mi edad.


—Dime, ¿aún sigues soltero?


Puse mis ojos en blanco. Esa pregunta otra vez, aunque como venia de mi padre no me molestaba tanto.


—Sí —respondí—, ya sabes que quiero centrarme en ganar dinero.


—Estoy de acuerdo con eso —habló amigablemente—. ¿Realmente no hay ninguna chica que te despierte al menos... un poco de interés? Eres guapo, de seguro tienes pretendiente, ¿pero hay alguna chica que te haga sentir así?


La imagen de Katerine se me vino a la mente. Sacudí mi cabeza con tal de disipar su rostro, ella me interesaba... pero no románticamente.


—Hay... una chica —No pude evitar sonreír durante una fracción de segundo—, pero no creo que sea «ese» tipo de interés.


— ¿Una amiga?


Asentí.


No consideraba que Kate y yo llegáramos a ser amigos, pero sentía un poco de contento al pensar en tener ese tipo de relación con ella.


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CUATRO MIL LECTURAS, GENTE.

Este es el cumple-mes XD de Sollozo a Medianoche, o sea, ¡llegamos a un mes con cuatro mil leídas! Gracias por el apoyo♥♥♥♥♥♥.

Luego de entregar un capítulo lleno de (entre comillas) desgracia  para Sam, me despido.

—Sphinx



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