Oh, basta de sumergirse en la maquinaria almagrada, querida solitud.
Si nunca he estado aquí...
¡Querida!

Tus pupilas vagan,
en espiraladas fugas,
al surcar lo esplendente;
Y tras los escritos del trueno,
en la pared, sin más, estalló tu piel.

Oh, basta de sucumbirse en la forzosa urbe luminosa, bestial prontitud.
¡Si nunca he estado aquí!

Cien fuegos
apabullan el ártico de mis cascadas,
flotando entre los alientos desganados de un bosque inmolado.
Mientras, sucede lo invisible,
donde la enamorada del viento
abrasa toda agrisada osamenta en su esencia de pájaro sin jaulas.

Caricia que sucederá.
¡Estruendos de vuelo!
¡Brotes verdosos de vuelo!
Es poesía vertiendo perpetuidad,
tal caricia que recordará.

Y si aprecias hacia el lago interior
-Suave aroma que todo lo ameniza-
profundizarás aleteos de cisne sin fin.
Mientras, las promesas eclipsan,
con jadeantes yerros;
Aguas perpetuas,
estremecen corazones.

Y si detienes todo pulso
afrontando a la bruma de los bordes,
seremos soplos de tí
por entre las huellas de solitud.
¡Oh, enamorada del viento!
¡Seremos soplos de tí!