Frío transeúnte

Obsequiando un entrañable ósculo,
soltaste todo tesoro en aquel ramo.
¡Frío!
¡Oh, frío transeúnte!

Te llevas la pujanza de los versos
por entre los inmediatos terrones.
Gélida lluvia de calma,
extiéndete...

Si cada soplo arde,
tallando la vida del madero.
En quietud de bosque silente,
te escribiré contra la ausencia,
mientras sobre una barca lúgubre...
¡Me tornas frío!
¡Oh, frío transeúnte!

Inequívoca verdad,
el firmamento hialino de la niñez.
¡Ofreciéndose, al caminar!
¡Ofreciéndote, al besar las entrañas de la tierra!

Oh, gélida lluvia de calma,
extiéndete...

Destilando un inesperado océano,
sonreíste todo manantial en aquel lagrimón.
¡Frío!
¡Oh, frío de solitud transeúnte!

¿Cómo podrás olvidar la pureza arrebatada desde una cama tendida?

¿Cómo harás para callar los soles joviales desde un aposento vacío?

¿Quién querrá ser antesala de algún aliento interrumpido?

Cruenta inercia,
el claroscuro columpio de la adolescencia.
¡Tentándose, al jugar!
¡Tentándote, al caer sobre la corteza de un pozo definitivo!

Gélida lluvia de calma,
siénteme...

Vendrás con el tiempo,
a su debido tiempo,
para ofrecerme un abrazo final.
Mientras desde un río de reminiscencias...
¡Me tornas frío!
¡Oh, frío transeúnte!



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