Baladas de algún sepulturero crepusculino
Lunas
como mieles
resbalándose sobre el corazón de tu mano.
La soledad gime en el umbral oscuro,
envuelta en su baño de cálidas guirnaldas.
¡Antiguos ósculos!
¡Aguijones minúsculos!
¡No verán la luz jamás!
¡Ya no!
Sierpes domadas,
en la albura escurrida,
por la sal de los dedos.
Agotándose está,
entre rocíos nocturninos,
el féretro ensoñador.
Mientras el ardor de las fantasías,
es manantial en sequía,
es unción en tempestuoso harén,
para la fiebre desesperada de los siervos.
Lunas
como ecos
transportándose entre lo estrecho de las pieles.
¡Ven a mí!
Despójate las amarras que se desnudan desde tu dulzor al crepúsculo.
¡Viejos recuerdos!
¡Furtivos desvelos!
¡No retornen jamás!
¡Ya no!
¡Ven a mí!
Escúrreme aquel boscaje
-oh, hechicera-
de tu lienzo paisajista.
¿Y cómo aflorará la copa verdeada de tu risa vagabunda?
Lunas
como sed de ser vino
ensoñándose entre tus labios fragantes de pitonisa cruel.
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