5. "Mi Celestina comete un pequeño error, como siempre"
—He oído algo por aquí.
—Yo también. Creo que lo hemos encontrado.
—Es posible.
Mientras limpiaba los pupitres, dos voces familiares se aproximaban por los pasillos.
Al distraerme, se me cayó el flush-flush y se derramó por no estar cerrado correctamente.
—Mierda.
—¿Has oído eso?—volvió a intervenir una de las voces.
—¡Es él!
En cuanto me agaché para limpiar el charco, se me enganchó la manga a otra mesa y, al tirar de ésta, se me cayó todo lo que había debajo.
—¿Purpurina? ¿En serio?
De repente, dos chicos irrumpieron en la sala con máquinas enormes y tuberías de plástico.
—¡Ahí estás, Fantasma Robert!—me señaló uno de ellos mientras el otro corría en mi dirección lanzándome una especie de red.
¿Robert?
En ese momento, su extraña máquina comenzó a parpadear y ambos chicos agarraron unos artilugios.
Yo quedé atrapado entre cuerdas y, mientras intentaba liberarme, sentí mi rostro absorberse en un tubo a gran presión.
—¿Qué estáis haciendo, imbéciles?—protesté sin comprender la situación—. No me digáis que estáis con esas tonterías otra vez.
—¡Está hablando!
—¡Será un sujeto de colección!
—¡Oye!—les intenté apartar a ambos de mí—. ¿Podéis dejarlo ya?
—¡Se está resistiendo, Max! ¡Sube la potencia!
—¡Ya está al máximo!
Mi piel estaba siendo succionada por sus estúpidas máquinas y yo atrapado en una red de pesca.
—¡Que soy Hugo, joder!—exclamé exhausto.
—¿Hugo?—Logan detuvo el artilugio—. ¿Eres tú de verdad?
—Puede ser una mutación. Debemos tomar precauciones.
Dicho eso, los dos sincronizaron un movimiento colocándose las máscaras de gas que tenían sobre la cabeza.
Me golpeé la cara al darme cuenta de que estaba rodeado por dos niños estancados en sus 6 años y busqué la forma de levantar la red.
—No estoy de humor para vuestros juegos, Max.
Antes de que me pudieran responder, otra persona más entró en aquel aula.
—¿Montándote una orgía gay?—cuestionó burlón el odioso castaño.
Creo que se llamaba Elmer...¿Dufault?
—Llegas tarde—solté cortante—. ¿Planeas escaquearte del trabajo y dejármelo todo a mí?
—No serías capaz de hacerlo solo. Sino lo haría.
—¿Podéis liberarme ya?—les pregunté a los gemelos molesto.
Ellos se miraron a la vez y finalmente obedecieron.
—Pareces una niña a quien le ha vomitado un unicornio.
—Cállate, gilipollas.
—Hugo—interrumpió Logan tapándole los oídos a su hermano—. ¿Quién es tu nuevo amigo?
—No es ningún amigo—bufé analizando los movimientos del otro de reojo quien comenzó a husmear los cajones del escritorio del profesor—. Es un masoca y un sádico.
Mi comentario pareció llamarle la atención porque se giró hacia mí con una fingida expresión de sorpresa.
—¿Quién, yo?—se señaló con el pulgar—. ¿Por qué me iría a torturar?
Dirigí mi mirada de nuevo hacia su mano, la cual seguía sin ser tratada perdiendo sangre.
—¿Quieres morir?—pregunté indiferente hacia su respuesta.
—Ah, te refieres a esto— Alzó la palma—. La sangre coagula y acabará taponando la herida, pero gracias por la cicatriz que me va a dejar y por los huesos que se habrán desencajado.
—Puedo volver a hacerlo.
—¿Eso se lo has hecho tú?—preguntó Max un poco asustado—. ¿Por qué?
—No mires, Max— Logan le dio la vuelta—. Hugo habrá tenido sus razones.
—Con una es suficiente— Me levanté desprendiendo un aura de odio—. Pero no voy a seguir perdiendo el tiempo contigo y tu estúpido ser. Acabaré esto rápido para no verte la cara durante el resto del día.
—Vamos a la misma clase, marica.
Ese era un detalle bastante importante. Se me había olvidado por unos momentos.
—Pero nos sentamos en diferentes puntas.
—Estoy dos sitios delante.
Su puta madre.
—Me da igual—dije finalmente continuando la limpieza.
Cuanto antes acabase, antes saldría de ahí.
—¿Por qué estás limpiando, Hugo?—cuestionó Max perplejo—. ¿No deberías...?
—¿...estar en clase?—acabó Logan.
Sin dejar de limpiar respondí:
—Me gusta perder clase para frotar mesas.
Ambos se miraron encogiéndose de hombros y, a punto de recoger sus cosas, percibieron la mancha que había dejado anteriormente por el flush-flush.
—¿Es eso lo que creo que es?
—¡Plasma fantasmal!—exclamaron al unísono emocionados y, acto seguido, se inclinaron a recoger los restos insertándolos en una bolsa hermética.
—Vayamos a analizarlos—dijo Logan saliendo con su hermano del aula—. Nos vemos, Hugo.
Bien, dos molestias menos. Ahora solo quedaba una.
*****
No le dirigía la palabra ni tampoco lo miré durante el tiempo que tardé en limpiar. Bueno, tal vez sí que lo hiciese de vez en cuando, pero en mi defensa he de decir que él también lo hacía.
Es que...joder. ¿Por qué tenía que ser precisamente él mi enemigo? ¿Por qué no algún frikazo de esos?
Aunque el odio que sentía hacia él fuera indescriptiblemente inmenso, era inevitable verlo como a un hombre. Aun me costaba cambiar la forma de pensar y olvidar todo aquello que definía mis noches y que desapareció de un día para otro.
Todo gracias a él.
Elmer Dufault.
Por un lado no quería tener problemas con él porque seguía con una mínima esperanza de que me pudiese recuperar algún día, pero por otro deseaba destriparle y ahogar su propia garganta con el intestino. Luego me haría un collar con sus huesos y los llevaría orgulloso para que todos viesen lo que les ocurría a los que se reían de mí.
Pero eso jamás ocurriría.
De hecho, ocurrió algo mucho peor. Si creía que el odio que sentía se desbordaba, era porque aun desconocía sus límites.
Mi vida iba a ir de mal en peor a partir de ahora.
*****
11:10 a.m.
El sonido del timbre inició el recreo y, como solía ocurrir, las estampidas invadieron los pasillos dirigiéndose al patio.
Deseaban salir de ahí tanto como yo. De aquel insoportable infierno que ni siquiera permitía un ligero descanso.
Agachas la cabeza: castigo.
Cierras los ojos: copias.
Protestas: amonestación.
Discusiones y peleas constantes con alguien que te jodió la vida: amenaza de expulsión.
No había nada que pudiese hacer de provecho durante esas clases. La idea de atender estaba descartada, más que nada porque no era capaz de hacerlo. Tantos años actuando a mi manera para que ahora me tuvieran que imponer normas y hacerme escuchar a alguien que no tenía ningún tipo de autoridad sobre mí.
Nadie la debía tener. Todos deberíamos ser nuestros propios zares.
Terminé de limpiar pronto, por lo que no me fue necesario emplear los escasos 30 minutos que tenía de recreo. Sin embargo, Elmer aun seguía castigado. No tenía prisa en salir de ahí, cosa que no me esperaba de él.
—¡Hugo!—exclamó Alis agarrándome apasionadamente del brazo por sorpresa—. Traigo buenas y geniales noticias.
Logan y Max aparecieron detrás de ella sin artilugios esta vez.
—No estoy seguro de querer saber ninguna de ellas—murmuré.
—Empezaré por las buenas—ignoró mi comentario—. Como te prometí, me informé sobre esas cosas que te gustan y he de admitir que es algo inusual el hecho de que dos hombres se comporten entre sí como lo haría cualquier otra pareja.
—Por lo visto no te ha convencido que...
—¿Bromeas? ¡Es fascinante!—se le iluminaron los ojos—. Dos hombres se enamoran perdidamente el uno del otro sin importarles lo que los demás opinen de su relación—La morena puso voz dramática—. El pasivo niega lo que su corazón le diga y protesta en un principio mientras que el apuesto action-man le conquista con cada mirada, — Los gemelos giraron la cabeza hacia el otro a la vez— roce, — Logan acarició la mejilla de su hermano atrayéndolo hacia sí — palabra, — Le susurró algo al oído a Max y curvó sus labios ladeados al alejarse un poco— sonrisa... Es algo tan poco perfecto y a la vez lo es tanto... No sé cómo he podido pasarme la vida buscándote una mujer cuando lo que necesitabas desde el principio lo tenías justo delante de tus narices— Arqueé una ceja al escucharla decir aquello como si ya me hubiese encontrado pareja en tan corto tiempo—. ¡Brad!
Parece que en lugar de informarse en fuentes seguras se hubiera leído algún cómic.
—¿Te has visto ya con Hugo?—preguntó Alis al tenerlo ya cerca.
—Sí—respondió sonriendo levemente—. Aunque debo admitir que casi no lo reconocí por las pintas que llevaba cuando me crucé con él.
—Está muy guapo ahora, ¿eh?—le codeó con una expresión pícara sobre su rostro.
Sabía lo que pretendía. Y se equivocaba si pensaba que era buena idea.
—Sí, está genial sin contar sus ojeras por falta de sueño.
—¿No crees que le dan un aire más salvaje?
—Cierto—comenzó a analizarme con la mirada—. Pero su salud es más importante.
—¿Te gusta Hugo?
—Claro, si no no me ofrecería a estar cuando lo necesita.
Alis, no digas lo que creo que vas a decir...
—¿Tendrías una relación homo-erótica a indeterminado plazo con él para satisfacer su abandonado corazoncito y mantenerlo siempre a tu lado en la salud y la enfermedad hasta que otro gay os separe?
Palm-face.
—La forma en que me gusta...
—No es esa en absoluto—interrumpí sabiendo lo que iba a decir y, sujetándolo de la muñeca, pretendí salir de ahí.
—¡Eh, eh!—me detuvo la chica—. No hemos acabado aun.
—Por supuesto que sí. No creí que me fueras a emparejar con él, de entre toda la gente. No sirves como Celestina.
—Debería ofenderme pero te conozco y no lo haré. Brad es un buen sustituto para quien te estoy buscando.
—Oye—intervino el chico rubio—. No soy un pañuelo que puedas desechar cuando te plazca. Pero en algo sí que tienes razón.
—¿De qué lado estás?—cuestioné mirándolo molesto.
—Si ser un sustituto le ayudará a Alis en algo, no me importaría hacerlo. Además, sabría como satisfacerte ya que te conozco mejor que nadie.
—Te olvidas de un pequeño detalle—deslicé la mirada hacia abajo sonriendo irónicamente—. ¡QUE NO PUEDO TENER SEXO POR CULPA DEL MALDITO PARAGUAS!—exclamé furioso.
.
.
Mierda.
Lo había dicho en voz alta, ¿verdad?
Alis, los gemelos y el resto de estudiantes que se hallaban en aquel momento a nuestro alrededor se giraron hacia mí al instante y entre ellos pude ver un rostro.
Un rostro con una sonrisa plasmada sobre los labios.
Una sonrisa perversa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top