28. "Arrebatado"

(Narra Hugo)

Habían pasado más de tres meses desde que experimenté mi primera vez completa con Brad. A partir de ese día lo volvimos a hacer muchas otras veces, incluso llegando a molestar a Elmer y consiguiendo que pegase gritos desde su cuarto diciendo que hagamos menos ruido. Dejando al castaño de lado, qué bien lo hacía Brad. Joder, uno no se cansaba de repetir cuando se trataba de un chico así quien te hacía el amor. Y en eso también radicaba la diferencia con hacerlo en el trabajo: no era solo sexo lo que él me ofrecía. Todas y cada una de nuestras citas en la cama (o en otro sitio) fueron increíbles pero últimamente habíamos dejado de hacerlo tan a menudo por no decir que lo habíamos dejado por completo porque yo lo decidí así.

Yo, Hugo Chance, había rechazado tener sexo con la mejor persona del mundo. Pero tenía mis motivos.

Brad iba al instituto por la mañana, luego iba a sus prácticas directamente sin pasar por casa y después iba a otro sitio. Me contó que consiguió un trabajo y que le estaba yendo muy bien, así que supuse que era ahí donde iba. La cosa era que no volvía a casa hasta pasadas las doce y me preocupaba bastante porque a esas horas se ponía a estudiar aunque no lo hacía durante más de media hora. Cuando no tenía nada que hacer y conseguía volver un poco antes, aprovechaba para pasar un breve tiempo conmigo. Obviamente, yo lo esperaba hasta la hora que fuese porque no quería dejarlo solo en plena noche haciendo deberes. Él me recompensaba por ello, sobre todo los fines de semana que no había clase. Pero llegó un momento en el que comencé a verlo mucho más débil y pálido cuando volvía, y decidí mandarlo a dormir en vez de entretenerlo a las tantas de la madrugada. Por otro lado, habría estado bien que se despejase después de haber trabajado todo el día pero me preocupaba muchísimo más que no descansase bien.

Lorenz me permitió salir del trabajo unas horas por la noche así que las usaba para llegar a casa esperando la vuelta de Brad, pero tampoco se podría decir que dormía muy bien con unas escasas 6 horas diarias.

Brad apenas dormía 5 si volvía temprano.

Cuando oía sus llaves abrir la puerta de la entrada, bajaba rápidamente para quitarle lo que llevase encima y lo invitaba a algo que hubiese preparado o a algunos restos de la cena. Él, lo primero que hacía era abrazarme y decirme cosas bonitas tales como "te he echado de menos", "te quiero", "¿me has preparado algo?" o "espero que Lorenz te haya despedido". Después de eso me besaba tiernamente y sin fuerzas, lo cual me gustaba porque de esa manera me permitía llevar la acción.

Hablando de llevar la acción, me había planteado varias veces el cambiar de rol con Brad y cada vez que lo veía tan débil estaba más seguro de ello mas no iría a forzarlo a hacer nada de lo que él no fuera capaz en su estado.

De todos modos, no iría a hacer nada directamente porque su salud era más importante así que supuse que me debía quedar con las ganas, al igual que hacía él cada vez que lo rechazaba.

***

Un día que Brad volvió a las doce y media, se sentó en su cuarto a repasar unas páginas para el examen que iba a tener por la mañana y yo lo acompañé permaneciendo cerca de él. Me tumbé en su cama y jugueteé con su almohada durante el poco tiempo que tardó en acabar.

- Ya he terminado - dijo cerrando los libros con un gran suspiro de alivio -. ¿Podemos...?

- No - le respondí sin acabar de escuchar la pregunta ya que era la misma de siempre.

- Lo supuse.

Brad se levantó y comenzó a cambiarse frente a su armario dándome la espalda mientras yo seguía acostado con la almohada del rubio. En un momento, desvié la mirada hacia él y me di cuenta de algo a lo que nunca le había prestado atención.

- Brad, ¿estás...más delgado?

- ¿Eh? - se extrañó sin dejar lo que estaba haciendo -. No, te habrá parecido.

Me acerqué a él para comprobarlo pero Brad apagó la luz.

- Vamos a dormir - dijo empujándome hacia la cama.

- Sabes que no puedo - le recordé sobre mi trabajo pero sin oponerme a que me recostara a su lado.

Me abrazó por la espalda tras desearme las buenas noches pero yo aun estaba muy confuso con lo que había visto previamente así que acaricié sus brazos subiendo hasta los hombros dándome cuenta de que, efectivamente, habían perdido masa. Giré en su dirección y prendí la lámpara de noche. Él aun no se había dormido y se sorprendió por mi repentino movimiento. Le levanté la camiseta logrando divisar sus costillas marcadas a través de la piel y su rostro lucía unas oquedades en las mejillas junto a las ojeras. Tenía un aspecto terrible.

- Es tarde - se bajó la camiseta y apagó la escasa luz -. Tengo que levantarme temprano.

Mi cara mostraba una expresión impactada. Brad conocía la razón y no quería hablar de ello porque probablemente entendiera que no tenía otra opción, pero no era así.

- Cuando sales del instituto...¿comes algo antes de tus prácticas?

- Sí, hay una cafetería...

- ¿Tú, comes algo? - subí el tono de voz.

El chico me dio la espalda y se acostó en la dirección contraria.

- Algo.

Débil, delgado, muy delgado y tremendamente muerto de sueño. Así era como estaba Brad, o incluso peor. A eso además se le podía añadir el hambre que debía de pasar durante el día.

- ¿Y antes de trabajar? ¿Comes? - insistí.

- No tengo mucho tiempo entre una cosa y otra pero me tomo un par de tazas de café.

- ¿Se supone que tengo que sentirme mejor?

- No lo estoy diciendo para que te sientas mejor sino para que sepas la verdad ya que me lo has preguntado con esa intención.

- ¿Y qué opinas sobre eso?

- No puedo opinar sobre lo que me va a pagar la universidad.

- ¡Claro que puedes! - le di la vuelta para mirarlo a la cara una vez acostumbrado a la oscuridad -. ¡Me habrías dicho lo mismo si te hubiera respondido como tú acabas de hacer! ¿Qué te ocurre?

Brad no me quería mirar a los ojos pero me respondió:

- Estoy bien, solo es cuestión de costumbre.

Y una mierda, lo que pasa es que te importa más la universidad que los demás se preocupen por ti, pedazo de capullo.

***

Cuando llegó el fin de semana, estuve decidido a decírselo. Habíamos pasado un buen tiempo sin sexo así que ya era hora de hacerle recordar lo que significaba tener pareja para que pensara al menos un poco más en mí.

Desperté a Brad una hora antes de la que solía despertar y me quité parte de la ropa.

- Vamos a hacerlo, Brad - le dije -. Nos echamos de menos, ¿no es así?

No sabía si era porque aun estaba medio dormido o porque no sabía cómo reaccionar pero no dijo nada. Le traje un vaso de leche para que volviera en sí y pronto comenzó a hacer efecto.

Mi novio fue a lavarse la cara y volvió al cuarto.

- ¿De verdad podemos tener sexo? - preguntó algo entusiasmado.

- Sí, pero me gustaría probar otra cosa diferente hoy.

- ¿Qué es?

- Espero que nada que no te guste.

Se subió a la cama tras haberse quitado la camiseta y se acostó de la forma en la que le indiqué. En un principio todo era como siempre: besos, más besos y caricias. Ya no sentía tanto su masa corporal como la de sus huesos pero aun así el sentimiento que me provocaba estar con él de ese modo era como el del primer día.

Al primero al que le quité el pantalón fue a él, aunque en realidad el orden importaba poco porque no tardé en quitarme también el mío.

- Hoy no vas a ser el activo - aclaré -. Es por tu estado, no quiero que te fuerces.

- Algo me dice que ése no es el motivo.

- No es el principal pero sigue siendo un motivo importante.

- ¿Desde cuándo te gusta el papel contrario? - rió.

- Creo que contigo sería capaz de adoptar cualquier rol. Solo quiero probar esta vez.

No pareció importarle así que decidí continuar.

- ¿Y bien? - preguntó.

Vale, a pesar de haber probado seguramente todo el kamasutra, no sabía qué posición adoptar en ese caso para que él no tuviera que moverse mucho. En realidad, casi siempre el activo era yo, tuviera el rol que tuviera.

Brad me vio perdido por lo que tomó mis caderas indicándome que me colocara sobre su rostro mientras introducía mi miembro en su boca. Tal y como estaba, yo alcanzaba también hasta el suyo, cosa que realicé acto seguido. Ya me habían invitado al 69 varias veces pero siempre acababa rechazándolo sutilmente proponiendo algo distinto. Con Brad ni me lo había pensado.

La postura que más utilizaban conmigo era en la que me colocaban a cuatro patas o aquella en la que yo tenía que cabalgar sobre el otro, así que no quería usar ninguna de esas. Al menos no en ese momento.

Me levanté aun pensando en algo cuando vi a Brad dándose la vuelta hasta quedar boca abajo y se me ocurrieron algunas posturas.

Repasé las curvas de su espalda con un dedo llegando a su trasero, le abrí las piernas ligeramente y entré sin haberlo preparado siquiera logrando arrancarle un quejido. No quería gritar ni gemir. ¿Acaso pretendía mostrar su hombría de esa forma?

Reí por lo bajo sin llamar su atención y continué. Me incliné hasta él quedando prácticamente acostado sobre su espalda apoyando mis manos a los laterales de su cuerpo y fui realizando suaves movimientos de vaivén en su interior. Él seguía aguantando y no empleé más fuerza ni aumenté mucho más la velocidad para no provocarle mayor dolor.

No estuvo mal la experiencia. Nada mal, por el contrario, la volvería a repetir en otra ocasión porque sabía que él me dejaría. A Brad también le había gustado aunque no lo admitiera directamente.

Sí, definitivamente, teníamos que repetirlo en cuanto se recuperase.

***

(Narra Brad)

El día anterior había invertido los roles con Hugo e hice de pasivo durante el sexo. Estuvo bastante bien, aunque algo doloroso al principio, luego me acostumbré y comencé a sentir placer. Me alegré de que no me entraran ganas de vomitar durante ese tiempo porque estaba seguro de que Hugo se habría echado la culpa a sí mismo pensando que había hecho algo mal, cuando en realidad ya me había pasado varias veces la última semana y siempre había llenado el baño de sangre.

Al día siguiente, mi hermano entró justo cuando estaba en pésimo estado.

- ¿Qué cojones...? - preguntó boquiabierto.

Me cubrí la boca para que no siguiera viéndomela ensangrentada e intenté justificarme:

- No es nada, Elmer, de verdad...

No me iba a escuchar. Me admiraba como a su hermano mayor y siempre me hacía caso a no ser que fuera yo quien estuviera en peligro, entonces él actuaba por su cuenta y rara vez aceptaba consejos.

Elmer cogió su teléfono y marcó el número de urgencias mientras se tapaba el rostro preocupado.

- ¿Sí? Buenos días, soy Elmer Dufault. Mi hermano está vomitando sangre y no sé qué le ocurre. De acuerdo, le digo mi dirección.

- Elmer, por favor, corta la llamada - tiré de su brazo haciéndole gestos para que comprendiera el mensaje que le quería transmitir.

Como ya había dicho antes, no me hizo caso y dictó la dirección de nuestra casa. Solo después estuvo dispuesto a escucharme.

- Eres un imbécil suicida - dijo mientras cogía papel para limpiarme -. ¿Qué has hecho?

- No tengo ningún problema, estoy seguro de ello.

- Sí que lo tienes y se llama "Idiotez". ¿Para qué te sirve trabajar tanto si acabas muriendo?

- Tú no lo entenderías.

- Es por ese gilipollas al que solías dejar el culo abierto de par en par, ¿no?

- Sí, pero es mucho más que ayudarle a pagar su deuda. Quiero salvarle la vida.

- El que necesita ahora un milagro eres tú, no creo que él lo esté pasando tan mal, de hecho, estará feliz y todo por tener a tantos mariquitas a su alrededor y luego otro privado. Pero que quede claro que yo no te veo igual que a ellos.

- Es bueno saberlo.

En unos minutos llegó la ambulancia. No me llevaron consigo pero las noticias que me dieron tras una revisión no eran agradables en absoluto.

- Mucho me temo que no podrás volver a salir de casa por un tiempo, joven - repuso el doctor -. Su salud está al límite debido a falta de sueño y de nutrientes. ¿Ha tenido síntomas como desmayos o vómitos con sangre?

Charles y Estaban, quienes habían entrado en mi habitación al oír a la ambulancia, me miraron a la vez esperando mi respuesta.

- Sí... - murmuré para que no se me oyera demasiado.

- ¿Y suele tener hambre?

- No, en absoluto.

- ¿Puedo hablar con ustedes? - se dirigió a mis padres.

Los tres salieron de mi habitación junto a Elmer quien también estaba interesado en lo que me ocurría.

- Gracias, doctor - se le oyó a Charles decir tras despedirse con él en la puerta.

Cuando entraron todos, alcé mi cuerpo esperando una mínima noticia de esperanza pero fue entonces cuando vi a los tres sin rostro.

- Brad, estás castigado... - musitó Esteban - ...sin ir al trabajo, ni al instituto.

- ¡¿Qué...?!

- No nos obligues... a ponerte un candado en la puerta - añadió Charles.

- No me iréis a encerrar en serio, ¿verdad?

A pesar de lo que decían mis padres, a Elmer se le notaba nervioso y acabó por exclamar:

- ¡TE PROHÍBO QUE VUELVAS A PISAR EL SUELO FUERA DE LA CAMA! - me señaló con el dedo acusador -. ¡VAS A ESTAR AHÍ EL RESTO DE TU VIDA SI HACE FALTA, PERO NO TE LEVANTARÁS! ¿HA QUEDADO CLARO?

Me quedé sin palabras. Jamás había visto a Elmer tan alterado conmigo y menos aun mostrando autoridad sobre mi persona. Ni una sola vez en sus casi 17 años había elevado el tono de voz para prohibirme algo. 

No sabía cómo reaccionar ante aquella situación. Tan solo se me ocurrió hacer una pregunta:

- ¿Puedo saber qué ocurre?

Charles me dio la espalda dirigiéndose hacia la ventana para apoyarse sobre ésta mientras que Esteban se acercó para abrazarme y dejarme oír sus leves sollozos. Elmer se veía furioso y a la vez afligido.

- ¿Vais a decirme...algo? - comencé a preocuparme mucho más por ese silencio que reinaba en el cuarto.

- Voy a comprar comida - soltó mi hermano ignorando mi pregunta -. Gastaré todos mis ahorros como si mañana fuese el fin del mundo.

Dicho eso, abandonó la sala y Charles salió detrás de él.

- Papá, ¿qué dijo el doctor...?

- Sé que me arrepentiré de decirte esto pero mereces saberlo - se frotó los ojos y procuró mantener la calma pero no logró controlar las lágrimas que salían incesablemente de sus ojos -. Vas...a morir, hijo.

Se acabó.



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