24. "Permíteme presentarme"

(Narra Hugo)

- ¿Tuviste problemas con el último cliente? - me preguntó Lorenz cuando llegué a su apartamento.

- No, ninguno - respondí dejando mis pertenencias sobre la mesilla y quitándome el abrigo.

En casa de Antonio dormí bien por primera vez en lo que llevaba trabajando para el sudamericano. Decidí continuar los estudios de momento así que asistía a clases todos los días, pero las ganas se iban esfumando con el tiempo y la necesidad de descansar se apoderaba durante las horas lectivas por lo que tenía que conformarme con la hora de la siesta.

Mis ojeras se hicieron más visibles pero a Lorenz no parecía importarle tanto como cuando se enfadó por las heridas. De todos modos, eso ya había sido aclarado y los clientes seguían solicitándome aceptando la oferta que era propuesta. Todos salían ganando.

Excepto yo.

- Ahora mismo tengo ciertos datos que revisar así que créame unas buenas vistas - dijo sentándose en el sillón de su escritorio con los papeles en una mano y la otra en extensión -. Y pásame un gallo.

Así llamaba él a sus apestosos canutos.

Pero espera, ¿buenas vistas? No me digas que tenía que hacer eso otra vez...

- Vamos, ¿a qué esperas?

- ¿Q-quieres que...? 

- Lo sabes perfectamente. ¿O acaso te has olvidado de cómo hacerlo?

Tardando en soltar el canuto después de haber establecido contacto ya, llevé mi mano izquierda al botón del pantalón desabrochándolo lentamente.

- ¿Por qué tiemblas? 

- No lo hago.

- Entonces date prisa en quitarte los pantalones, chico. Me haces perder el tiempo.

- Voy...

Me desprendí de la prenda quedando aun en bóxers.

- ¿Y? - volvió a hablar haciendo un gesto extraño con el canuto encendido -. Sé que no te gusta hacerlo, pero para eso estoy yo: para obligarte.

No sería la primera vez que quisiera burlarse de mí. 

Me senté sobre su mesa frente a él evitando al máximo su mirada y sonrisa. Metí una mano en la ropa interior y froté suavemente mi miembro. Me sentía muy estúpido.

Luego, lo agarré y pasé a mover la muñeca.

- No te veo - dijo levantando la vista de sus papeles.

Paré unos segundos para quitarme por completo los calzones y proseguí tras un pesado suspiro. Fui aumentando la velocidad poco a poco pero no tardé mucho en detenerme.

- Te he dicho muchas veces que no aceleres - me agarró el antebrazo -. Más lento y ocupa también tu otra mano. No te muestres tan inútil, Jesse.

Subí ambas piernas sobre el escritorio y me coloqué de forma que mis manos llegaran a la entrada fácilmente. Lorenz me indicó que lamiera mis dedos lo que tenía un obvio significado de lo que esperaba de mí.

Tenía tres dedos en mi interior y una mano masturbándome. Gemía, sí, pero lo odiaba. En cambio, al hombre le gustaba ver mi cara en cualquier situación.

- Continúa así - me dio unas palmaditas sobre la mejilla -. Pero no te corras, que luego tendrás que limpiarlo todo.

Tampoco quería hacerlo pero llegaba un momento en el que ya no podía más y tenía que hacerlo o parar.

"¿Quién te ha ordenado que te detuvieses?" me habría dicho si hubiera decidido contenerme en el momento en el que me vine. 

Él quería que eso pasara desde el principio. El no permitirme acelerar solo prolongó el tiempo que tardé en hacerlo.

Odiaba que fuera yo mismo quien me diera placer.

***

- Tu actuación comienza en 50 minutos. No te tomes mucho tiempo.

Habíamos vuelto a tener sexo y Lorenz se encontraba abrochándose la camisa sentado sobre el borde de la cama mientras que yo, abatido, aun estaba acostado cubierto por una sábana.

Me dejó solo para que me preparara y me diera una ducha rápida. Después de eso, ambos fuimos a su local donde debía actuar.

Me puse la ropa adecuada y salí al podium tras haber sido presentado. La gente anhelaba mi aparición, al igual que todas las noches, y no era algo que comprendiese. ¿Qué podrían querer de un cuerpo estropeado por fuera y en proceso de oxidación interior? Era bastante razonable que Lorenz aumentara mis servicios por el mismo precio. Nadie me habría solicitado de no ser al contrario.

A veces, alguno de los espectadores pedía mi baile expresamente para alguna persona, ya fuera para él mismo o algún conocido. En esos casos, yo me debía acercar a quien correspondiera a cambio de unas propinas y continuaba mi actuación mucho más de cerca.

Aquella noche, Octavio me hizo una señal y me indicó al próximo asiduo. Me extrañé mucho porque, al parecer, ese cliente no tenía ninguna intención de disfrutar de ello. Tuve que hacerlo igualmente pero no me solían gustar esos tipos. 

Llevaba una gabardina con las manos a la espalda, un sombrero que le cubría el rostro, unas gafas oscuras y un pañuelo sobre la boca ocultando lo que quedaba. Bueno, si era muy reservado era una ventaja para mí ya que significaría que no me iba a tocar mucho y tampoco tendría que ver sus expresiones al mirarme.

Bailé frente a él y luego me senté sobre sus piernas continuando mis movimientos mientras repasaba su oculto y misterioso cuerpo. Como hacía siempre en estas situaciones, iba a besarlo pero me fijé en el pañuelo que cubría su boca. Pensé en que no debería haber ningún problema si se lo quitaba un momento. Si lo hubiera, él haría algo o al menos se movería, cosa que no había hecho desde que lo vi.

No hizo nada. Besé sus labios sin cerrar los ojos como de costumbre pero entonces tuve un déjà vu. Me aparté unos segundos de su rostro intentando recordar a qué se parecía aquella sensación. Sus labios eran agradables y me gustó el contacto más que con otras personas pero no entendía el porqué. Volví a besarlo, esa vez con más entusiasmo e incluso estuve a punto de dejar caer mis párpados.

Me gustaba mucho.

De pronto, vi un mechón dorado asomarse desde el sombrero. Tenía pocas asociaciones con ese color, y entre ellas, algunas eran bastante interesantes por lo que decidí quitarle el sombrero mientras lo besaba por tercera vez.

Me detuve. La forma de la cara, el cabello...Podían ser dos personas, pero al observar sus labios lo entendí.

Solo podía ser él.

Le quité las gafas y vi sus hermosos ojos del color de la noche abiertos como platos que no desviaban la mirada de mis pupilas. Su boca también permanecía entornada durante el momento en el que me observaba con tan suma atención y sorpresa. Mi cara tampoco tenía que ser muy diferente a la suya cuando lo vi.

- ¿Q-qué...haces aquí? - tartamudeé totalmente perplejo.

Brad seguía mostrándome una mezcla de asco, sorpresa y confusión sin mover un solo músculo de su cuerpo. Aparentemente, se podría decir que no había cambiado desde que se convirtió en un muñeco de cuerda, pero yo sí que logré ver algo diferente. 

Cuando me percaté de que sus manos estaban atadas a su espalda, me apresuré en desatárselas sin variar la posición en la que me encontraba; simplemente me incliné rodeándolo con los brazos e intentando desanudar la cuerda a ciegas. Entonces, sentí unos manoseos en mis nalgas acompañados de comentarios triviales y desagradables.

*¡CHAS!*

Tras oír ese sonido, me di la vuelta rápidamente viendo la mano de Brad después de haber golpeado a las que me estaban tocando habiendo conseguido que se apartaran.

- No le pongáis una mano encima - dijo con una expresión seria y tremendamente aterradora.

Nunca lo había visto así, pero me había defendido. El chico que se besaba con Johnny y que no me dedicaba más de dos palabras me había defendido e incluso amenazó a los degenerados.

Él los había apartado justo en el momento en el que liberé sus manos. Después de que se fueran los hombres, sentí un abrazo muy fornido de su parte.

- ¿Eres...tú otra vez? - le pregunté inseguro.

Brad se aferró a mí con fuerza y me cortaba la respiración. Se me cayeron el sombrero y las gafas durante el contacto y coloqué mis manos sobre sus hombros.

Di algo para que lo entienda...

- Vámonos de aquí, por favor - dijo con la cabeza agachada -. Por favor, te lo pido.

Aflojé su abrazo para levantarme aun observando su rostro. Él dejó de mirarme, pero no me soltaba. Cogió mis manos y me llevó por la fuerza fuera del lugar.

Vi que se estaba dirigiendo a la salida y eso era algo que no podía consentir ya que aun no había terminado mi turno y podría tener graves consecuencias, así que lo desvié tomando yo el rumbo hacia las habitaciones privadas. Tenía varias llaves, pero utilicé la que proporcionaba el mayor espacio.

En cuanto cerré la puerta desde dentro, oí como Brad golpeó la pared.

- ¡Demonios! - exclamó.

Apoyó la cabeza sobre el muro y se le podía notar una agitada respiración.

- ¿Por qué...? ¡¿Por qué has vuelto aquí?! - preguntó aun sin darse la vuelta -. ¿Todo lo que hice para cambiar tu vida ha sido un desperdicio? ¡Contéstame!

Era el Brad de siempre...

- Eres tú otra vez... - dije sin poder evitar esbozar una leve sonrisa -. Brad...

El mencionado giró hacia mí viéndome derramar unas inocentes lágrimas.

- ¿A qué te refieres? 

No fui capaz de seguir hablando. Brad se estaba preocupando por mí como hacía antes y de verdad que eso me hacía muy feliz.

- ¡Lo siento mucho! - exclamé cubriéndome el rostro. Comencé a llorar descontroladamente y me daba vergüenza mostrarme tan débil ante él.

Estaba muy feliz...

- Hugo, si es porque te he gritado antes...

- No - murmuré -. Todo fue culpa mía. Lo siento.

Me froté los ojos pero aun no podía dejar de llorar.

- Te he tratado mal y no valoré tus esfuerzos - dije -. No te pido que me perdones, pero querría hablar contigo para que lo entiendas todo.

- Sí, yo también quiero una explicación sobre lo que está pasando - se sentó frente a mí sobre la cama.

Yo imité su movimiento y me senté a su lado sin ser capaz de cruzar la mirada con él.

- Te fuiste con Yoana...y desde entonces has cambiado mucho - expliqué -. Tuve miedo...de quedarme solo. Tú no entiendes esa sensación porque siempre has tenido a alguien: padres, hermano, amigos, luego a esa estúpida travesti...

- ¿Quién es esa travesti?

- Yoana. Aunque ahora se hace llamar Jhonny y estás saliendo con él, o ella, ¡ellos! ¡Ugh! ¿A cuento de qué ha venido lo del nombre?

- ¿Cómo podría estar saliendo con alguien que no seas tú?

- Porque lo quieres. Eso dijiste.

- ¿Por eso estás aquí? - señaló la sala.

- ¡Pensé que no me necesitabas más y no sabía qué hacer! - subí el tono de voz -. Decidí recuperar mi vida anterior y le pedí dinero a Lorenz.

- ¿A Lorenz? - me hizo mirarle agarrándome los hombros-. ¿Tú estás loco?

- No me dio otra opción más que la de prostituírme - dije -. No tenía a nadie más a quien pedirle el dinero.

- ¡No estás en condiciones de hacerlo y tampoco quiero que lo hagas!

- Si te refieres a la operación, ya está solu...

- Me refiero a tu orgullo. Estoy seguro de que ya no lo disfrutas igual que antes, es más, ni siquiera lo disfrutabas en aquel entonces.

- Sí lo hacía...

- No. Nunca te gustó que cualquiera se aprovechara de ti y solo lo hacías porque pensabas que no había nada mejor.

Aparté sus manos para que me soltara y desvié la cabeza.

- De todas formas, ya está hecho y tengo que devolverle el dinero trabajando para él un par de años. 

- No me digas eso.

- Me lo habrías preguntado tú si no te lo decía.

- Es increíble - se levantó con las manos en la cabeza -. Me dices que estoy saliendo con otro chico y tú has vuelto a venderte. No entiendo lo que ha pasado. ¿Por qué no puedo recordarlo? 

- ¿Y por qué has vuelto a ser como eras?

- No lo sé, ni siquiera sé cómo era. Solo tengo recuerdos hasta que fuimos al hospital a ver a tu profesor.

- Es como si actuaras de forma inconsciente desde que conociste a Yoana...

- ¿Hice algo muy malo? - se interesó.

- ¿A parte de besarte con él delante de mí diciendo lo mucho que lo querías e ignorarme totalmente cuando te hablaba?

Brad mantuvo un breve silencio de espaldas a mí hasta que volvió a hablar en voz baja.

- ¿Tan horrible he sido? - preguntó -. ¡¿Encima dices que fue culpa tuya?!

Esto último lo dijo de forma más alterada y en ese momento se dirigió hacia mí con un rostro muy serio e inlcuso enfadado.

¿Me iba a pegar? ¿A destrozarme los dientes?

Me agarró de los brazos haciéndome levantar y luego me presionó contra su cuerpo.

- No quiero que vuelvas a decir que te he humillado de esa manera - hundió su rostro en mi clavícula -. Jamás volveré a hacerlo, lo prometo. No quiero que me odies porque no tengo a nadie a parte de ti. Perdona por haber sido tan sobreprotector, por haber limitado tu vida, por dejarme apoderar por el egoísmo y la posesión, por no recordar mis errores, por haberte dejado ir. Perdóname, por favor.

- Pero fui yo quien te trató mal cuando te preocupabas por mí, no quería entender tus sentimientos, me acobardé al verte con otra persona, me dejé utilizar por Lorenz e intenté sustituir el lugar que ocupabas en mi vida. No merezco escuchar tus disculpas...

- Las vas a escuchar porque yo decidí hacerme responsable de ti así que asumo la culpa de todo.

- No seas estúpido. 

Permanecimos abrazados un tiempo hasta que Brad se separó de mí y me miró fijamente ccon decisión.

- Hugo, olvidemos estos últimos días y empecemos de nuevo.

¿Empezar de nuevo? Podría estar bien; no habíamos tenido una buena relación todos estos años...

- ¿Como si nos acabáramos de conocer? - pregunté.

- No, también tuvimos buenos momentos.

Los besos y sus palabras. Ésas eran las mejores cosas.

Me cogió de las manos y sonrió levemente. Me puse de puntillas y alcancé sus labios.

- Los podemos volver a tener - dije correspondiéndole la sonrisa.

Brad me levantó en brazos y caminó hacia la cama dejándome acostado sobre la misma. Me acorraló con su cuerpo y se inclinó hasta consumir prácticamente todo el espacio que había entre nosotros.

- Entonces permíteme presentarme: soy Brad Dufault,  18 años - dijo con una bella expresión sobre el rostro.

- Hugo Chance, 16 - rodeé su cuello con mis manos -. Un placer.

- El placer es mío.








Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top