21. "Próximo destino: Boston"
- ¿Lorenz? Sí, he tomado una decisión. Acepto el trato.
***
Quedé con el joven sudamericano aquella misma noche para fijar detalles. El dinero ya era mío y la fecha para la operación se adelantó para dentro de dos días.
- Te llamaré cuando llegues a Boston - dijo Lorenz -. Aquí tienes el billete y la dirección a la que debes ir. También te adjunto un permiso para que puedas viajar solo.
- Bien.
- Cuando estés ahí, tendrás que preguntar por Ronald Bleday, él es el cirujano que te atenderá. Además, he preguntado y en el precio incluirá una limpieza total de tu organismo por lo que estarás como nuevo.
- ¿Y cuándo tendría que pagarle?
- No te preocupes por eso, ya me encargaré yo. Pasado mañana vendrán dos de mis compañeros a la puerta de tu casa para recogerte al aeropuerto. En un principio, volverías al día siguiente y tendrías que tomar reposo unos días más ya fuera del hospital.
- Vale.
- Me alegra que hayas cambiado de opinión, Jesse - me acercó a su cuerpo rodeándome la cintura -. En tu ausencia estuve pensando y decidí pagarte el doble de lo usual por una noche conmigo. ¿Qué te parece?
- Es genial, supongo - dije permitiendo que el hombre introdujera sus manos en mi pantalón.
- Todos esperan por el regreso del apasionado Jesse así que no los decepciones y da lo mejor de ti.
- Lo haré.
- Así me gusta, chico. Entonces, el sábado ya puedo estar esperándote aquí. Ahora llamaré a Santiago para que te acompañe a casa.
Me dejó libre y pulsó un botón solicitando su presencia. El hombre no tardó en llegar por lo que Lorenz le dio unas instrucciones y enseguida emprendimos el camino de vuelta.
Mi vida iría a cambiar muy pronto o tal vez debería decir que pronto volvería a ser como antes.
***
Me desperté más temprano de lo normal y me di una ducha helada como me gustaba. Al terminar volví a mirarme al espejo.
Era un monstruo al que nadie quería y por fin había encontrado mi sitio en el mundo. Mi misión siempre fue la de entretener a la gente y ofrecerles lo que era. Siempre habían existido las abejas reina y sus secuaces.
Yo había nacido para servir a los demás.
Me vestí y, tras coger una tostada que decidí tomarme por el camino, salí de casa. No quería esperar a Brad ni a nadie por lo que fui a pie.
Al llegar al instituto antes de tiempo, fui al departamento de arte encontrándome la puerta abierta. Tuve suerte con que solo estuviera Antonio en la sala.
- Buenos días, Hugo - me saludó sin dejar de ordenar unos papeles -. Has llegado muy temprano.
- Sí - me acerqué a él -. ¿Puedo sentarme?
- Por supuesto.
- ¿Cómo te encuentras?
- Sobre ruedas - respondió sonriendo.
- Dijo el médico que te podrás levantar en una semana.
- Eso espero. ¿Y tú? ¿Estás mejor?
- Perfectamente - cogí un bolígrafo y comencé a darle golpecitos en la mesa pulsando el botón -. Ya he aclarado mis confusiones y lo he entendido todo.
- Sobre lo que pasó ayer... lo siento mucho. Ha sido muy cruel de parte de mi hermana.
- No, al contrario, me ha abierto los ojos. Ahora sé cómo es Brad en realidad. Y pensar que me había creído todo lo que decía...
Antonio bajó la mirada aun con los papeles entre las manos y pasó a colocarlos de vuelta al separador.
- No veo bien que rompas así una amistad. Si dices que os conocéis desde hace cuatro años significa que tiene que haber una explicación detrás de cualquier acto contrario al usual.
- Un solo acto ha sido suficiente para mostrarme que todos los demás no eran lo que parecían.
- Sigo sin poder estar de acuerdo contigo, Hugo. Deberías hablar con él y preguntarle.
- A eso se le podría llamar desesperación. Ya tuve una época en la que reinaba esa palabra y no quiero volver a ella.
- Te entiendo pero aun así...
- Voy a ir a clase - me levanté -. Luego nos veremos.
Tras despedirme, salí de la sala y me dirigí al aula que me correspondía. Por el camino me encontré con Brad apoyado sobre una de las paredes del pasillo con mi otro "yo" sujeto a su cuello.
- Hola, Brad - lo saludé al pasar por al lado.
- Hola, Hugo - me respondió Yoana y, posteriormente, el rubio repitió lo mismo en un tono lineal.
- Hola, Hugo.
Ladeé una sonrisa mientras miraba a la chica quien me devolvió la misma. Después de perderla de vista, volví a relajar mi expresión facial y pasé a llevar el mismo rostro serio con la mirada vacía que solía llevar hasta hacía unas semanas.
Respondía a todas las burlas discriminadoras que recibía y, al entrar en el aula, vi al castaño ya sentado en su sitio. Tomé el borrador de la pizarra y me acerqué a él estampándoselo en la cara.
- Borrón y cuenta nueva - dije dejando caer el objeto y volviendo a mi sitio antes de que llegara el profesor.
Elmer iba a responderme pero era demasiado tarde y ya había entrado a la clase.
Me cubrí los ojos con el flequillo y me crucé de brazos dando lugar a una agradable siesta durante la hora de literatura.
En el cambio de clase ya me esperaba una respuesta de Elmer quien me agarró de la ropa haciéndome levantar del sitio y armando jaleo a nuestro alrededor.
- ¿De qué ibaz, mariquita? ¿Quierez pelear otra vez?
- ¿Tú quieres? Porque yo estoy bien así.
- No dudo que eztéz de maravilla.
Hizo estallar su puño con toda su fuerza contra mi rostro y volvió a cogerme haciéndo lo mismo una segunda vez. Pillé un lápiz y lo apuñalé con él en el lateral del torso. Al sentirme liberado de su agarre, le pegué con el codo en el estómago.
Encogido por el dolor, me tomó del cuello de la sudadera y me inclinó hacia él.
- Zi quierez, zeguiremoz con ezto en otro lugar pero no zigaz montando ezpectáculoz - susurró.
- Como tú quieraz - me burlé en voz baja también -. En el recreo te veo.
Me soltó con desprecio y cada uno de nosotros volvió a su sitio a tiempo antes de que viniera el profesor, pero Elmer continuó lanzándome miradas sospechosas durante las próximas horas previas al receso. En éste mismo era cuando debíamos de resolver nuestro "conflicto" anterior aunque la pelea fue más un capricho mío para desahogarme.
- Vamoz, ¿qué quierez ahora? - me preguntó al encontrarnos fuera del gimnasio.
- Si te hago una pregunta, ¿me dirás la verdad?
- No podráz zaberlo.
- Cierto, no sé ni para qué pregunto. Olvidé por un momento que trataba contigo.
- ¿Y qué quierez zaber? ¿Algo zobre Brad?
- ¿Por qué iría a interesarme algo así? - fingí una risa -. ¿Tus padres estarán en casa pasado mañana?
- Claro, como ziempre. ¿Ya no te guzta Brad?
- ¿Y hay alguna forma de que no vengan por un día solo? - ignoré su interés.
- ¿Para qué quierez zaberlo?
- No te importa.
- Zi quieres rezpueztaz, tendráz que decírmelo.
- Hagamos un trato. Yo desapareceré de tu vida por un día y, a partir de entonces, no me verás nunca por las tardes ni por las noches y tampoco me verás haciendo nada gay junto a un hombre a no ser que te lo busques, a cambio de que hagas que tus padres no se enteren de mi ausencia ese día.
- ¿A dónde vaz a ir?
- A América.
- ¿Vaz a operarte? - se sorprendió -. Entoncez hicizte un trato con eze tío del bar.
- ¿Aceptas o no? - estreché la mano.
No pareció querer hacerlo a pesar de estar deseándolo. Él quería evitar verme el mayor tiempo posible y yo le estaba dando la oportunidad, pero no aceptaba. ¿Por qué?
- No tengo un buen prezentimiento zobre ezto - dijo -. No va a zalir nada bueno.
- Tienes razón, pero te lo estoy proponiendo conociendo las consecuencias. Sé a lo que voy.
Me miró inseguro y finalmente me devolvió el apretón.
- Zi Brad acaba mal por tu culpa no te lo perdonaré jamáz.
- No hay forma de que él se vea afectado a no ser que se involucre.
- Prométeme que evitaráz que lo haga.
- No puedo prometerte eso.
***
Llegó el día de mi partida y ya lo tenía todo preparado. Elmer también se había encargado de sacar a sus padres de casa hasta la tarde y Brad...él seguía igual de extraño que el día anterior. Parecía haberse vuelto una persona distinta y apenas hablaba incluso con sus familiares. A mí me trataba de la misma manera que a ellos. Lo de Brad era raro pero ya me daba igual porque pronto no lo necesitaría más y él también podría olvidarse de mí, si era que aun no lo había hecho.
Temprano, a las cinco de la mañana, salí en silencio de casa encaminándome hacia la mía. Ése era el lugar donde tenía que venir el coche a recogerme. El aeropuerto estaba a poco menos de una hora, pero el viaje duraba otras seis horas más en avión.
El servicio fue horrible; ni siquiera dieron pescado real sino que sacaron unas latas pasadas y las mezclaron con arroz medio descongelado. Fue asqueroso.
Cuando llegué, recogí el equipaje y me dirigí a la salida. Había mucha gente, algunos con pancartas, todos esperaban a alguien pero no era mi caso.
Saqué la guía que me dio Lorenz y tomé un taxi que me llevó a la dirección indicada. Pronto estuve en el hospital y lo primero que hice fue preguntar por el cirujano Ronald Bleday.
- Enseguida le atiende.
No esperé mucho. Pasaron unos quince minutos hasta que vino el doctor.
- Hugo Chance - sonrió dándome la mano -, buenos días. Es un placer conocerlo en persona.
- No esperaba que hablase español.
- Un cirujano internacional debería saber varios idiomas, ¿no cree?
- Sí, tiene razón.
- Usted primero - me cedió el paso.
Me indicó que me recostara en la camilla y sacó unas inyecciones.
- Todos los datos están rellenos y confirmados. La operación tardará un tiempo pero se te pasará volando y enseguida podrás volver a casa.
"No tienes que preocuparte por nada" fue lo último que oí antes de perder la consciencia.
Lo siguiente que recuerdo ya fue el momento en el que desperté. Me hallaba prácticamente solo en la sala; había un par de personas en bata y otras cuantas fuera de ésta controlando el proceso a través de una ventana. Yo también llevaba una prenda similar a la suya pero de otro color.
Me senté sobre el borde de la camilla frotándome la cabeza y aun sin haber vuelto completamente en sí. Ronald se acercó a mí preguntándome qué tal me sentía pero eso era algo que yo tampoco conseguía identificar.
Me volvieron a recostar y me explicaron que iría a ser trasladado a otra sala durante un tiempo para tomar reposo y medicina suficiente como para poder volver a mi vida cotidiana.
Y, efectivamente, ayudó.
- Es increíble... - murmuré observándome en el espejo del cuarto de baño -. Es como si acabara de nacer. Mi cuerpo está totalmente renovado.
Me sentía bien por dentro, y me veía mejor por fuera. Era una sensación indescriptible. No quería vestirme ya que por fin tenía el cuerpo que siempre había querido.
Un cuerpo nuevo.
Continué observándome hasta que recordé el motivo por el que había llegado hasta ahí y mis ánimos fueron pisoteados por los suelos.
- Por mucho que haya dicho que estaba bien, no creo que venderme es lo que realmente querría hacer - hablé apoyando una mano sobre mi reflejo -. No hay nada bueno que salga gratis y ésa tendrá que ser mi forma de pago.
Antes no habría dicho lo mismo, de hecho, habría estado encantado de continuar con lo que más me gustaba pero ya no me atraían tanto esos deseos físicos. Quería algo más.
Caí de rodillas frente al lavabo apoyado sobre el mismo y oculté mi rostro.
Ya no había vuelta atrás, había hecho la decisión de continuar con mi solitaria realidad.
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