11. "Cinco son multitud; sobro yo"

—¿Qué pregunta es esa?—cuestionó Brad—. Claro que ya es de la familia; es mi mejor amigo.

—Le estoy preguntando a Hugo—dijo firme—. Ya sé lo que opinas de él.

—No lo sabes, papá.

—Lo puedo suponer. ¿Y bien, Hugo? ¿Qué relación tienes con Brad?

—¡Papá!

—¿Qué ocurre? No es nada que no se pueda responder. No exijo detalles.

—Somos amigos—respondí cortando su discusión—. No hay nada que ocultar.

Brad volteó hacia mí sorprendido pero luego sonrió ligeramente.

—No era tan difícil, ¿verdad?—preguntó Charles sin esperar respuesta —. Y ya que sois tan buenos amigos no te importará hablarme un poco de ti. Brad te había mencionado algunas veces pero me gustaría conocerte más.

—No me gusta hablar de mí.

—¿Es así de frío también contigo?—le preguntó a su hijo.

—A veces—me adelanté a responder.

—Eso es bueno. Si no marcases los límites, seguramente ya lo tendrías encima.

—Es posible.

—Tenéis una mala imagen de mí. Incluso mi propio padre. Esteban, ¿tú no piensas así, verdad?

El mencionado se giró hacia nosotros con una bandeja que colocó sobre la mesa.

—Eres un chico responsable—Se quitó los guantes—. No harías nada que le molestase a Hugo.

—Claro que no.

Brad se acercó a la otra mesa para coger los platos que quedaban y enseguida se sentó a mi lado izquierdo.

—Gracias, hijo—agradeció Esteban—. ¿No sabrás por casualidad si vendrá Elmer a comer?

—No creo que venga. Tenía que quedarse para terminar un trabajo...-

—¡Ya eztoy en caza!—exclamó alguien desde el pasillo.

Lo que faltaba.

Todos se callaron mirando hacia la puerta, esperando a que entrase la única persona que faltaba en ese lugar.

—Has venido pronto, ¿no?—preguntó Brad al ver a su hermano quien se dirigió directamente a lavarse las manos al fregadero.

—Acabé antez de tiempo porque una profezora faltó a claze azí que aproveché para hacerlo en eza hora.

—Eso...es genial—me miró de reojo algo preocupado —. Bueno, entonces hoy comemos juntos.

—Ezo parece.

Al terminar de asearse, fue a secarse las manos pero no encontró nada que le sirviera.

—Papá—se dio la vuelta—, ¿dónde eztá la...?

Silencio.

Entre todas las miradas, fueron las nuestras las que se cruzaron en ese preciso instante.

El ambiente familiar se rompió y comenzó a brotar algo muy distinto.

Algo tenebroso.

Al cabo de unos segundos, ambos reaccionamos a la vez y agarramos el primer utensilio cortante que encontramos a nuestro alcance apuntándonos el uno al otro.

—¡Tú!—exclamamos al unísono.

—¿Qué rayoz hacez en mi maldita caza?—cuestionó Elmer furioso.

—No estoy aquí porque quiera, y menos aun por ti.

—Oye, oye—se levantó Brad interponiéndose entre nosotros—. Dejad los cuchillos y hablemos.

—No hay nada de qué hablar. Ezte enano ez el máz maricón que he conocido hazta ahora y no merece ni pizar el mizmo mundo que yo. Y como le dejéiz acercarce tanto a vozotroz oz traztornará la mente.

—Cálmate, Elmer— Esteban se aproximó a él para quitarle el arma—. Vamos, deja el cuchillo y cuéntanos lo que te pasó con Hugo.

—¡Apártate!

—¡Elmer!—exclamó Charles poniéndose de pie—. ¡Pay attention and leave the fucking knife!

A la intervención de este último, el castaño pareció reaccionar de cierta forma y bajó el utensilio cortante a regañadientes.

—Hugo—Brad me miró con una mano en alto para que imitara también el movimiento del otro.

Y eso fue lo que hice.

—Bien—volvió a intervenir Charles—. Sentaos los dos.

Ambos obedecimos sin decir nada y el hombre prosiguió:

—Elmer, como bien sabes, no tolero la violencia y la falta de respeto, y menos aún en casa. Además, insultar y amenazar a un invitado... ¿En qué estabas pensando?

—Ya dije lo que penzaba.

—Acusar de homosexualidad y de un trastorno contagioso son dos razones estupendas por las que te llevarás un castigo.

—¡Pero ez azí!—se levantó golpeando la mesa y volcando algunos platos.

Go out—dijo el americano en un tono duro de voz—. Now.

Refunfuñando, me miró desbordando odio hasta por las orejas y salió de la cocina seguido por Charles maldiciendo en murmullos.

—Será mejor que vuelva a casa— concluí levantándome de la mesa—. Wayne me estará esperando.

—No, espera—me detuvo Brad—. Ya le avisé a tu padre por teléfono que te quedarías con nosotros, así que no hay ningún problema.

—Sí que lo hay—aseguré refiriéndome a Elmer.

—No te preocupes por eso—habló Esteban colocándome una mano sobre el hombro—. Charles no permitirá que te vuelva a molestar en nuestra presencia.

—De todas formas, también ha sido en parte culpa mía así que no quiero interponerme entre vosotros.

—No, pero si...

—Papá—interrumpió Brad cogiéndolo del brazo—. Lo voy a acompañar a casa. Enseguida vuelvo—lo besó en la mejilla—. Ya vendrá otro día, cuando esto esté más apacible.

—Está bien. ¿Has recogido tus cosas, Hugo?

—Tengo la mochila en el garaje. Bajo un momento.

Brad se quedó arriba y me tensé al salir de la cocina por encontrarme solo en territorio enemigo. Elmer debía de estar cerca en alguna parte. Pero al menos ya no sentía esa necesidad de estar en contacto físico con Brad.

¿Qué me había pasado?

Entré en un cuarto, el cual no parecía tener nada que ver con Brad. ¿Me había equivocado? No encontré nada mío pero sí que me llamó la atención mi número de teléfono escrito sobre un papel encima de la mesa.

¿Por qué lo tenía así? Le dije a Brad que si lo quería, que no lo sacara de su móvil. No quería que nadie tuviera mi número y ese era el caso que me hizo.

Ni siquiera lo tenía Wayne. Haberme comprado un móvil no tenía sentido porque estaba casi siempre en desuso. Únicamente recibía llamadas de Brad, incluso pensé en bloquear su número.

—Está aquí—Brad me entregó la mochila al subir ya hacia la entrada —. Vamos.

Tras juguetear con las llaves de su coche, salió detrás de mí cerrando la puerta a sus espaldas.

Subimos al vehículo y me apoyé en la ventanilla esperando a que arrancara. No tardó en hacerlo y pronto llegamos a casa.

—Siento mucho lo que ha pasado hoy—se disculpó el rubio aun en el auto—. Quería que descansaras después de lo sucedido y que conocieras a mis padres pero lo de Elmer fue un imprevisto que no tomé en cuenta. De todas formas, coge esto —me entregó una cajita de plástico envuelta en aluminio.

—¿Qué es?—pregunté aceptándolo.

—El cocido de Esteban. Lo preparó especialmente para ti y le gustaría que lo probaras al menos.

—Me sabe mal el haber dejado así la mesa, pero no podía quedarme.

—Podrías haberlo hecho.

—¿Y por qué no me detuviste?

—Lo iba a hacer, pero pensé que sería mejor tener un encuentro familiar en otras condiciones.

—Lo siento, de verdad—me disculpé sinceramente—. Tus padres...no han tenido la culpa. Seguramente me odiarán después de todo esto.

—No son así—me contradijo—. Seguro que estarán encantados de volver a recibirte en casa.

—¿Eso crees?

—Les gustas, Hugo. Sobre todo a Charles, aunque no lo demuestre. Solo se le ve afectivo con Esteban porque es muy importante para él pero, por lo demás, suele ser bastante serio.

—Lo dices como si tú le fueras indiferente.

Brad rió levemente.

—Es un afecto diferente. Aunque sabes, creo que en algo nos parecemos.

—¿En qué sentido?

—Pues en eso. Yo también tengo a mi persona importante y no empieces a suponer que hay alguien más cuando te he dicho ya millones de veces que eres tú.

—No iba a...decir nada— volteé en dirección contraria a él otra vez—. Me ha quedado claro.

Tras unos segundos en silencio, Brad volvió a hablar en un tono bajo.

—¿Lo dices...en serio?

—Sí, no hace falta que comiences con tus charlas sobre lo que soy para ti y todo eso.

—¿Entonces no me odias?

—Si te refieres a lo que dije sobre que mi padre te paga y estás conmigo por interés, olvídalo. Creo que...confío un poco en ti.

—Gracias. Sin duda eres la mejor persona que he conocido.

—No te pases.

—Por cierto—llamó mi atención—. ¿Me dejarías un momento tu móvil?

—¿Para qué?

—Déjamelo, anda.

Abrí mi mochila para sacar el aparato y se lo entregué aun sin comprender para qué lo quería.

—Ya está —dijo tras darle unos toques a la pantalla que no logré ver—. Nos veremos mañana en clase. ¿Estás mejor?

—Sí, lo estaré en cuanto me quite de la cabeza a tu hermano. Aunque mañana lo tendré delante en clase y pasaré todo el recreo limpiando a su lado, pero qué más da. Me agrada estar con él.

—Tu sarcasmo supera los límites existentes. Pero me alegro de que te encuentres bien.

Abrí la puerta del coche y salí tras recoger mis cosas.

—Puedes irte ya—le dije al rubio después de tocar el timbre—. No entiendo porqué te tienes que quedar siempre hasta perderme de vista.

—Por si acaso—sonrió.

Bufé y golpeé la puerta con la palma consiguiendo que Diamante se acercara.

Mi amigo se despidió con la mano y seguidamente arrancó el vehículo.

Entré quitándome los zapatos a la entrada al ver el reluciente suelo del pasillo para no ensuciarlo y subí a mi cuarto sin esperar ver a Wayne.

No había mucho que tuviera que hacer a parte de escuchar música. Bueno, en realidad tenía algunos ejercicios de deberes para el próximo día pero no estaba en condiciones de hacerlos. Mi cabeza aun estaba inestable por el golpe de Elmer aunque intentase fingir lo contrario así que me recosté sin dudarlo y agarré el móvil.

—¿Qué es...lo que has hecho, Brad?—me pregunté buscando algún cambio entre las pocas aplicaciones que tenía—. ¿Para qué querías mi teléfono?

De pronto, recibí una llamada entrante que no oí por tener el móvil en silencio.

Yo nunca lo dejaba en silencio.

Colgué. No sabía quién era pero no había nadie más que tuviera mi número así que no debía de ser importante. Seguramente se hayan confundido.

Pero entonces recibí otra llamada del mismo número.

—¿Quién es?—cogí curioso el teléfono esta vez.

Holaa...—se oyó una voz medio grave—. Eres Hugo Chance, ¿cierto?

¿Quién eres?—insistí en saber.

Oh, hoy es mi día de suerte. ¿Podrías venir esta noche a mi casa?

No hablo con desconocidos.

Fui directo a colgar cuando la voz del otro lado me detuvo.

Eso no es lo que dice tu anuncio— sonaron algunas risas de fondo.

—Te estás confundiendo de persona.

Hugo Chance, 16 años, estudia en el I.E.S. Floridablanca, disponible las 24h del día, prostituto por encargo o sin.

¿Qué has dicho?

Vamos, chaval. Satisfácenos a y a algunos amigos más esta noche. No te arrepentir...

Colgué.

¿Un anuncio? Eso no era cierto. Yo jamás hice eso y menos aun...vendiéndome.

¡Riing! ¡Riing!

Volvió a sonar el móvil y dudé unos segundos en cogerlo.

—¿Qué pasa ahora?—respondí de nuevo pero con un tono mucho más molesto.

¿Estoy hablando con Hugo Chance?—habló claramente un joven esta vez.

—¿Qué quieres?

Te podría dar 50€ por dos horas a pesar de que exijas ese precio solo por una, pero el caso es que no tengo más y me gustaría negociar contigo.

¿Qué precio? ¿De qué estás hablando?

De tu anuncio. Te ofreces como prostituto, ¿no?

¡¿Qué?!

Pone que estás disponible las 24h del día y que tienes preferencias homosexuale...

Antes de responder ni escuchar una palabra más, lancé el móvil contra la pared.

¡¿Qué significaba todo eso?!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top